El olor a jazmines me golpeó al abrir la puerta, tan denso que casi paladeé las flores. Lucía estaba recostada en el sofá, las piernas desnudas bajo una bata de seda que conocía demasiado bien. La luz de la lámpara de sal le pintaba hombros dorados. La culpa se apoderaba de mi mente. ¿En qué estaba pensando cuando le mostré las fotos a Roberto? ¿Qué pasaba conmigo? Y encima ofrecerle ser fotógrafo erótico con mi mujer como modelo…
-*Hola cariño…debo confesarte algo*-
—*Hola mi amor* —dijo sin mirarme, pasando una uña por el borde de su muslo—. *¿Cuánto le mostraste?*-
Dejé las llaves en la bandeja de plata. El cling sonó como una confesión.
—*Todas las del álbum oculto. La de la playa, la de la bañera, la del camisón roto y…* —traqué saliva— *…la del espejo.*
Ella alzó una ceja, dejando el libro a un lado. Su pie descalzo rozó mi pantalón al pasar.
—*¿Y el pobre Roberto?* —preguntó, fingiendo interés en sus cutículas—. *¿Sobrevivió a mi tetas y a mí culo entangado?*
Me senté junto a ella, sintiendo el calor que irradiaba. El fernet aún bailaba en mis venas.
—*Fue al baño después. Volvió con la camisa mojada y…* —apreté los puños— *…el pantalón manchado.*
Lucía rió bajito, un sonido de campanas rotas. Su mano encontró mi entrepierna sin pudor.
—*Celoso* —afirmó, no preguntó—. *Pero excitado. Lo noto aquí.* Presionó con la palma. *¿Qué le propusiste?*
—*Que sea el fotógrafo. Si vos aceptás.*
Sus dedos se detuvieron. Por primera vez esa noche, vi la chispa en sus ojos verdes. La misma que encendía cuando jugábamos con nuestras fantasías en la cama.
—*El sábado* —dictó, levantándose con fluidez felina—. *A las ocho. Decile que traiga su cámara profesional… y un cambio de ropa.*
Caminó hacia la cocina, la bata abriéndose con cada paso. En el umbral, se volvió:
—*¿Viste cómo miró mi foto con el tanga celeste?* —su voz era miel con cuchillo—. *¿ Hizo zoom? ¿Le temblaba el pulgar al hacer zoom. Como si tocara de verdad?.*
Me lanzó algo. Atrapé al aire el pequeño frasco de perfume que usaba en las muñecas. Vacío. El aroma a deseo y a pecado inundó mi nariz
Lucía abrió la heladera, la luz blanca recortando su cuerpo sin ropa bajo la seda.
—*Invitalo* —ordenó mientras sacaba una botella de agua—. *Pero advertile una cosa…*
Bebió un trago lento, el cuello arqueándose como cisne. Algunas gotas cayeron y corrieron por entre sus tetas, cómo un río que corre entre dos montañas.
—*La primera regla de mi sesión* —gotas de agua brillaban en sus labios— *es que el fotógrafo… siempre termina siendo parte del paisaje.*
Mi teléfono vibró al instante. **Roberto:**
*"¿Hablaste con ella? Contestá por Dios."*
Lucía leyó el mensaje sobre mi hombro. Sus dedos teclearon por mí:
*"Sábado 8 pm. Trae cámara, trípode… y nervios de acero."*
Antes de enviar, añadió:
*"Lucía pide una cosa: que elijas vos la música. Algo que suene a peligro."*
En el jardín, una gardenia cayó del arbusto. Golpeó la ventana con un tap sordo, como el sonido de un obturador en la noche.
Y en el silencio que siguió, solo se oyó el crujido de la seda cuando Lucía subió las escaleras, dejando tras de sí el rastro de su perfume y una pregunta flotando:
*¿Cuántos disparos haría falta para capturar el momento exacto en que un amigo deja de serlo?*
Los días pasaron, en la oficina Roberto buscaba cualquier excusa para acercarse y yo me escabullía, me consumían las dudas, los celos…la excitación. Así llegó el viernes.
El timbre sonó a las 8:01 pm. Roberto estaba en el umbral con una mochila de cámaras colgando del hombro y una caja de vino tinto en manos temblorosas. Sus ojos saltaron hacia el segundo piso, donde Lucía asomaba por el pasillo envuelta en una bata de baño que dejaba al descubierto sus muslos.

—*Puntual* —comentó ella desde arriba, la voz resonando en el hall vacío—. *Eso me gusta.*
Mientras Roberto sacaba el equipo, noté cómo su mirada devoraba cada detalle: las velas encendidas en la escalera, el olor a gardenias y vainilla, el cuadro con una foto de ella en la playa que Lucía había colgado estratégicamente frente al sofá.
—*El estudio es arriba* —dije, tomando la caja de vino—. *Sigamos las reglas.*
El cuarto estaba transformado:
Cortinas negras semiabiertas cubrían las ventanas . Un trípode dominaba el centro, rodeado de difusores de luz . Sobre la cama corsés, medias de red y un látigo de cuero jugueteaban con la penumbra
Lucía emergió del baño envuelta en neblina de vapor. Su traje: saco y pantalón negros, zapatos de taco aguja , pelo suelo y actitud de comehombres.

Roberto dejó caer un lente. El clack contra el piso de madera sonó como un disparo de salida.
—*La música* —recordó Lucía, ajustando una liga—. *Dijiste que traerías peligro.*
Roberto conectó su teléfono. Sonaron los primeros acordes de *"Closer"* de Nine Inch Nails.
—*Eso es…* —Lucía sonrió lentamente— *…una declaración.*
La sesión comenzó con poses clásicas: Lucía comenzó a abriendo el saco, solo llevaba un corpiño negro que yo no conocía.




Siguió desvistiéndose lentamente, en un stripteas cruel que a la vez me excitaba y me hacía retorcer de celos. Estuve a punto de terminar todo pero justo cuando iba a hablar ella abrió bien su saco mostrando como el corpiño transparentaba sus duros pezones. Me miró lamiendo sus labios y me dejó mudo. Luego bajó su pantalón lentamente sin doblar las rodillas.


Roberto disparando en ráfagas, la respiración entrecortada tras la cámara y un bulto cada vez mayor en su pantalón.
Yo observando desde el rincón, bebiendo mi dulce agonía y acariciando mi erección por sobre el pantalón.
—*Más bajo el ángulo* —ordenó ella en la cuarta toma—. *Quiero que la lente mire como lo hacen tus ojos… con hambre.*


Roberto se tendió en el suelo. El gemido que escapó de Lucía cuando disparó vibró en mis huesos.
—*Así…* —jadeó ella—. *Ahora decime qué harías si esa cámara fueran tus manos.*
El silencio se espesó. Roberto bajó el equipo.
—*Desabrocharía… el cierre del corpiño* —susurró, señalando su espalda.




Lucía lo hizo por él…yo sentí litros de sangre en mi cara y en mi verga. Lucía se quitó la tanga quedando completamente desnuda. Roberto se apretó la pija por encima del jean descaradamente y los ojos de mi mujer fueron directo allí, luego a los ojos de Roberto y luego a los míos.
El encanto lo rompió Lucía: -*Cambio de look*-dijo y desapareció en el baño. El segundo atuendo era un escándalo: conjunto celeste con porta ligas y una especie de chal de piel haciendo juego.


El juego escaló:
Toma 1: Los dedos de Roberto "ajustando" una media, rozando 5 segundos de más la piel interna de su muslo
Toma 2: Su aliento empañando el lente al enfocar el las tetas bajo el corpiño.
Toma 3: Lucía guiando su mano para sostener el flash justo entre sus piernas, donde la sombra se volvía intriga.
Toma4: Lucía acostada, ya sin tapujos , tapándose apenas y muy sensualmente…

—*Estás temblando, fotógrafo*—se burló ella, tendida boca arriba sobre el acolchado—. *¿Necesitas un descanso?*
Roberto miró hacia mí. Sudaba como corredor de maratón.
—*Daniel… ¿puedo pasar al baño?*
Mi asentimiento fue casi imperceptible. Nuestras erecciones no tanto
Continuará…
Decime que te pareció
-*Hola cariño…debo confesarte algo*-
—*Hola mi amor* —dijo sin mirarme, pasando una uña por el borde de su muslo—. *¿Cuánto le mostraste?*-
Dejé las llaves en la bandeja de plata. El cling sonó como una confesión.
—*Todas las del álbum oculto. La de la playa, la de la bañera, la del camisón roto y…* —traqué saliva— *…la del espejo.*
Ella alzó una ceja, dejando el libro a un lado. Su pie descalzo rozó mi pantalón al pasar.
—*¿Y el pobre Roberto?* —preguntó, fingiendo interés en sus cutículas—. *¿Sobrevivió a mi tetas y a mí culo entangado?*
Me senté junto a ella, sintiendo el calor que irradiaba. El fernet aún bailaba en mis venas.
—*Fue al baño después. Volvió con la camisa mojada y…* —apreté los puños— *…el pantalón manchado.*
Lucía rió bajito, un sonido de campanas rotas. Su mano encontró mi entrepierna sin pudor.
—*Celoso* —afirmó, no preguntó—. *Pero excitado. Lo noto aquí.* Presionó con la palma. *¿Qué le propusiste?*
—*Que sea el fotógrafo. Si vos aceptás.*
Sus dedos se detuvieron. Por primera vez esa noche, vi la chispa en sus ojos verdes. La misma que encendía cuando jugábamos con nuestras fantasías en la cama.
—*El sábado* —dictó, levantándose con fluidez felina—. *A las ocho. Decile que traiga su cámara profesional… y un cambio de ropa.*
Caminó hacia la cocina, la bata abriéndose con cada paso. En el umbral, se volvió:
—*¿Viste cómo miró mi foto con el tanga celeste?* —su voz era miel con cuchillo—. *¿ Hizo zoom? ¿Le temblaba el pulgar al hacer zoom. Como si tocara de verdad?.*
Me lanzó algo. Atrapé al aire el pequeño frasco de perfume que usaba en las muñecas. Vacío. El aroma a deseo y a pecado inundó mi nariz
Lucía abrió la heladera, la luz blanca recortando su cuerpo sin ropa bajo la seda.
—*Invitalo* —ordenó mientras sacaba una botella de agua—. *Pero advertile una cosa…*
Bebió un trago lento, el cuello arqueándose como cisne. Algunas gotas cayeron y corrieron por entre sus tetas, cómo un río que corre entre dos montañas.
—*La primera regla de mi sesión* —gotas de agua brillaban en sus labios— *es que el fotógrafo… siempre termina siendo parte del paisaje.*
Mi teléfono vibró al instante. **Roberto:**
*"¿Hablaste con ella? Contestá por Dios."*
Lucía leyó el mensaje sobre mi hombro. Sus dedos teclearon por mí:
*"Sábado 8 pm. Trae cámara, trípode… y nervios de acero."*
Antes de enviar, añadió:
*"Lucía pide una cosa: que elijas vos la música. Algo que suene a peligro."*
En el jardín, una gardenia cayó del arbusto. Golpeó la ventana con un tap sordo, como el sonido de un obturador en la noche.
Y en el silencio que siguió, solo se oyó el crujido de la seda cuando Lucía subió las escaleras, dejando tras de sí el rastro de su perfume y una pregunta flotando:
*¿Cuántos disparos haría falta para capturar el momento exacto en que un amigo deja de serlo?*
Los días pasaron, en la oficina Roberto buscaba cualquier excusa para acercarse y yo me escabullía, me consumían las dudas, los celos…la excitación. Así llegó el viernes.
El timbre sonó a las 8:01 pm. Roberto estaba en el umbral con una mochila de cámaras colgando del hombro y una caja de vino tinto en manos temblorosas. Sus ojos saltaron hacia el segundo piso, donde Lucía asomaba por el pasillo envuelta en una bata de baño que dejaba al descubierto sus muslos.

—*Puntual* —comentó ella desde arriba, la voz resonando en el hall vacío—. *Eso me gusta.*
Mientras Roberto sacaba el equipo, noté cómo su mirada devoraba cada detalle: las velas encendidas en la escalera, el olor a gardenias y vainilla, el cuadro con una foto de ella en la playa que Lucía había colgado estratégicamente frente al sofá.
—*El estudio es arriba* —dije, tomando la caja de vino—. *Sigamos las reglas.*
El cuarto estaba transformado:
Cortinas negras semiabiertas cubrían las ventanas . Un trípode dominaba el centro, rodeado de difusores de luz . Sobre la cama corsés, medias de red y un látigo de cuero jugueteaban con la penumbra
Lucía emergió del baño envuelta en neblina de vapor. Su traje: saco y pantalón negros, zapatos de taco aguja , pelo suelo y actitud de comehombres.

Roberto dejó caer un lente. El clack contra el piso de madera sonó como un disparo de salida.
—*La música* —recordó Lucía, ajustando una liga—. *Dijiste que traerías peligro.*
Roberto conectó su teléfono. Sonaron los primeros acordes de *"Closer"* de Nine Inch Nails.
—*Eso es…* —Lucía sonrió lentamente— *…una declaración.*
La sesión comenzó con poses clásicas: Lucía comenzó a abriendo el saco, solo llevaba un corpiño negro que yo no conocía.




Siguió desvistiéndose lentamente, en un stripteas cruel que a la vez me excitaba y me hacía retorcer de celos. Estuve a punto de terminar todo pero justo cuando iba a hablar ella abrió bien su saco mostrando como el corpiño transparentaba sus duros pezones. Me miró lamiendo sus labios y me dejó mudo. Luego bajó su pantalón lentamente sin doblar las rodillas.


Roberto disparando en ráfagas, la respiración entrecortada tras la cámara y un bulto cada vez mayor en su pantalón.
Yo observando desde el rincón, bebiendo mi dulce agonía y acariciando mi erección por sobre el pantalón.
—*Más bajo el ángulo* —ordenó ella en la cuarta toma—. *Quiero que la lente mire como lo hacen tus ojos… con hambre.*


Roberto se tendió en el suelo. El gemido que escapó de Lucía cuando disparó vibró en mis huesos.
—*Así…* —jadeó ella—. *Ahora decime qué harías si esa cámara fueran tus manos.*
El silencio se espesó. Roberto bajó el equipo.
—*Desabrocharía… el cierre del corpiño* —susurró, señalando su espalda.




Lucía lo hizo por él…yo sentí litros de sangre en mi cara y en mi verga. Lucía se quitó la tanga quedando completamente desnuda. Roberto se apretó la pija por encima del jean descaradamente y los ojos de mi mujer fueron directo allí, luego a los ojos de Roberto y luego a los míos.
El encanto lo rompió Lucía: -*Cambio de look*-dijo y desapareció en el baño. El segundo atuendo era un escándalo: conjunto celeste con porta ligas y una especie de chal de piel haciendo juego.


El juego escaló:
Toma 1: Los dedos de Roberto "ajustando" una media, rozando 5 segundos de más la piel interna de su muslo
Toma 2: Su aliento empañando el lente al enfocar el las tetas bajo el corpiño.
Toma 3: Lucía guiando su mano para sostener el flash justo entre sus piernas, donde la sombra se volvía intriga.
Toma4: Lucía acostada, ya sin tapujos , tapándose apenas y muy sensualmente…

—*Estás temblando, fotógrafo*—se burló ella, tendida boca arriba sobre el acolchado—. *¿Necesitas un descanso?*
Roberto miró hacia mí. Sudaba como corredor de maratón.
—*Daniel… ¿puedo pasar al baño?*
Mi asentimiento fue casi imperceptible. Nuestras erecciones no tanto
Continuará…
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2 comentarios - Nosotros y mi compañero de trabajo II