Estaba sentado en mi escritorio, la luz tenue de la lámpara apenas iluminando el cuaderno donde garabateaba el relato. La historia que escribía había tomado un giro intenso: dos minas, Sofía y Clara, se encontraban en un departamento a media luz, la tensión sexual entre ellas era un cable a punto de cortarse. Mientras mi lapicera volaba sobre el papel, las imágenes de esas dos mujeres se me metían en la cabeza, tan vívidas que casi podía oler el perfume dulzón de sus pieles.
Sofía era alta, con una melena negra que le caía en ondas hasta la cintura. Clara, más menudita, tenía el pelo corto, rubio, y unos ojos verdes que te atravesaban. Las imaginé en un sillón, Sofía con una remera ajustada que marcaba sus tetas firmes, y Clara en una pollerita que tan corta que al moverse suavemente, de repente se podia ver su tanga. En el relato, Sofía se acercaba primero, sus labios rozando el cuello de Clara, que se mordía el labio inferior, dejando escapar un gemidito suave. Yo escribía, pero mi cabeza ya no estaba en el cuaderno. Las veía, casi las sentía.
Mientras describía cómo Sofía deslizaba una mano por el muslo de Clara, subiendo despacito hasta meterse bajo la pollera, mi respiración se empezó a acelerar. Clara abría las piernas, dejando que los dedos de Sofía exploraran. Escribí: “Sofía le corrió la bombacha con dos dedos, encontrando la concha de Clara ya mojada, resbalosa, dulce”. La imagen era tan clara que empece a tocarme y se me paró la pija. No pude evitarlo, mi mano derecha dejó la lapicera y se fue directo a mi bragueta. Me desabroché el jean, liberando la verga mojada, que ya estaba a full, y empecé a tocarme despacio, imaginando cada detalle.
Sofía se arrodillaba frente a Clara, que estaba sentada en el sillón con las piernas abiertas. “Le lamió la concha con hambre, la lengua recorriendo los labios , entrando y saliendo, chupando el clítoris hinchado mientras Clara se retorcía, gimiendo como una puta”. Yo apretaba mi pija más fuerte, el ritmo de mi mano siguiendo el compás de los gemidos que imaginaba. Podía ver la concha y el culo abierto de Clara brillantes de humedad, y la lengua de Sofía moviéndose con precisión, lamiendo cada rincón mientas se hacia la paja. Clara le agarraba el pelo a Sofía, tirando fuerte, empujándola más contra su cuerpo, y yo sentía que me iba a volver loco.
Escribí un párrafo más, describiendo cómo Clara le acababa toda la boca Sofía,como le dejaba toda la cara enchastrada de flujo y el cuerpo temblándole mientras gritaba de placer. Pero ya no podía concentrarme en el cuaderno. Cerré los ojos, la imagen de esas dos putitas consumiéndome. Ahora imaginaba a Sofía trepándose encima de Clara, sus conchas rozándose, las dos empapadas, moviéndose una contra la otra. “Sofía le apretaba las tetas a Clara, pellizcándole los pezones, mientras sus caderas se frotaban, las conchas chorreando, el sonido húmedo llenando el aire. Se meten los dedos en la concha, despues en el culo”. Mi mano iba más rápido, la pija latiendo en mi puño. Podía verlas, oírlas, casi tocarlas.
En mi cabeza, Clara metía dos dedos en la concha de Sofía, bombeando fuerte mientras Sofía le chupaba las tetas, la lengua girando alrededor de los pezones duros. “Sofía gemía como una puta, pidiéndole más, la concha apretando los dedos de Clara”. Incluso, en un momento senti que ellas me miraban. que veian mi pija toda dura y con ganas de sacar toda la leche. Yo estaba al límite, mi mano volando, el calor subiéndome por el cuerpo. Imaginé a las dos acabando como perras en celo, los cuerpos temblando, las conchas palpitando, los gritos mezclándose en el aire.
No aguanté más. Acabé como un tarado, la leche salto para todos lados salpicando mi mano, el escritorio, el cuaderno. Me quedé ahí, agotado, la cabeza llena de Sofía y Clara, sus cuerpos desnudos con sus pezones relajados, todavía danzando en mi mente. El relato quedó a medio escribir, pero ya no importaba. Esas dos putitas hermosas me habían llevado a otro lado, y yo, bueno, me había ido con ellas.
Sofía era alta, con una melena negra que le caía en ondas hasta la cintura. Clara, más menudita, tenía el pelo corto, rubio, y unos ojos verdes que te atravesaban. Las imaginé en un sillón, Sofía con una remera ajustada que marcaba sus tetas firmes, y Clara en una pollerita que tan corta que al moverse suavemente, de repente se podia ver su tanga. En el relato, Sofía se acercaba primero, sus labios rozando el cuello de Clara, que se mordía el labio inferior, dejando escapar un gemidito suave. Yo escribía, pero mi cabeza ya no estaba en el cuaderno. Las veía, casi las sentía.
Mientras describía cómo Sofía deslizaba una mano por el muslo de Clara, subiendo despacito hasta meterse bajo la pollera, mi respiración se empezó a acelerar. Clara abría las piernas, dejando que los dedos de Sofía exploraran. Escribí: “Sofía le corrió la bombacha con dos dedos, encontrando la concha de Clara ya mojada, resbalosa, dulce”. La imagen era tan clara que empece a tocarme y se me paró la pija. No pude evitarlo, mi mano derecha dejó la lapicera y se fue directo a mi bragueta. Me desabroché el jean, liberando la verga mojada, que ya estaba a full, y empecé a tocarme despacio, imaginando cada detalle.
Sofía se arrodillaba frente a Clara, que estaba sentada en el sillón con las piernas abiertas. “Le lamió la concha con hambre, la lengua recorriendo los labios , entrando y saliendo, chupando el clítoris hinchado mientras Clara se retorcía, gimiendo como una puta”. Yo apretaba mi pija más fuerte, el ritmo de mi mano siguiendo el compás de los gemidos que imaginaba. Podía ver la concha y el culo abierto de Clara brillantes de humedad, y la lengua de Sofía moviéndose con precisión, lamiendo cada rincón mientas se hacia la paja. Clara le agarraba el pelo a Sofía, tirando fuerte, empujándola más contra su cuerpo, y yo sentía que me iba a volver loco.
Escribí un párrafo más, describiendo cómo Clara le acababa toda la boca Sofía,como le dejaba toda la cara enchastrada de flujo y el cuerpo temblándole mientras gritaba de placer. Pero ya no podía concentrarme en el cuaderno. Cerré los ojos, la imagen de esas dos putitas consumiéndome. Ahora imaginaba a Sofía trepándose encima de Clara, sus conchas rozándose, las dos empapadas, moviéndose una contra la otra. “Sofía le apretaba las tetas a Clara, pellizcándole los pezones, mientras sus caderas se frotaban, las conchas chorreando, el sonido húmedo llenando el aire. Se meten los dedos en la concha, despues en el culo”. Mi mano iba más rápido, la pija latiendo en mi puño. Podía verlas, oírlas, casi tocarlas.
En mi cabeza, Clara metía dos dedos en la concha de Sofía, bombeando fuerte mientras Sofía le chupaba las tetas, la lengua girando alrededor de los pezones duros. “Sofía gemía como una puta, pidiéndole más, la concha apretando los dedos de Clara”. Incluso, en un momento senti que ellas me miraban. que veian mi pija toda dura y con ganas de sacar toda la leche. Yo estaba al límite, mi mano volando, el calor subiéndome por el cuerpo. Imaginé a las dos acabando como perras en celo, los cuerpos temblando, las conchas palpitando, los gritos mezclándose en el aire.
No aguanté más. Acabé como un tarado, la leche salto para todos lados salpicando mi mano, el escritorio, el cuaderno. Me quedé ahí, agotado, la cabeza llena de Sofía y Clara, sus cuerpos desnudos con sus pezones relajados, todavía danzando en mi mente. El relato quedó a medio escribir, pero ya no importaba. Esas dos putitas hermosas me habían llevado a otro lado, y yo, bueno, me había ido con ellas.
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