You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

El femboy del río y el macho de San Fer




El femboy del río y el macho de San Fer




El sábado a la tardecita, el calor en Zona Norte era más jodido que un bondi sin aire en verano. Yo, un pibe de 25 años, 1,60 m, de San Fernando, PBA, estaba en casa, más aburrido que perro sin hueso, así que dije: “¡Ya fue, boludo! Me voy a caminar por el río en Vicente López, a ver si pesco una trola que me haga ver las estrellas”. Me calzé un short deportivo negro que marcaba mi pija de 18 cm, cabezona, gorda y venosa, como si fuera un misil listo pa’l lanzamiento. Con una remera ajustada que gritaba gym, una gorra ladeada y mi carisma de barrio, salí con la sangre hirviendo, buscando una sissy, un femboy, una putita afeminada que se rinda a mi voz hipnótica y goce con mi pija reventándole el culo, expulsando su hombría inútil en un charco de semen muerto.

zona norte


Llegué a la costanera del río en Vicente López, con el sol cayendo y el agua brillando como si supiera los pecados que planeaba. Había joggers, gilada paseando, y yo, caminando con los auriculares puestos pero sin escuchar un carajo, porque mi pija ya estaba en modo caza. “Che, ¿y si me cruzo a un putito que me ruegue leche? Nah, boludo, eso es puro chamuyo de Twitter”, me dije, riéndome solo como un idiota. Pero el destino, o mi calentura, tenía un regalito envuelto en tanga. Apoyado contra una baranda, mirando el río, estaba un femboy que era una trampa de lujuria. Un pibito flaco, con pelo lacio teñido de platino cayendo como seda, labios pintados de rosa chicle que rogaban ser profanados, y un short blanco tan corto que su culo redondo parecía gritar “reventame”. Llevaba una musculosa suelta que dejaba ver su cintura de muñeca, con una tanguita violeta asomando como un desafío. Sus piernas cruzadas, uñas pintadas de negro, y esa forma de morderse el labio mientras toqueteaba el celular… Mi pija dio un salto y casi me manda al río. “¡La concha, este trola es un misil gooner! ¡Poringa, abrí espacio!”, pensé, y ya me vi hundiendo a este putito en el vicio.



transexuales




Me acerché con mi carisma de San Fer, ese que hace que todos se rían aunque diga pelotudeces. Me apoyé en la baranda a un metro, sacando el celular como si fuera influencer de morbo, pero clavándole una mirada que decía “te hago mía, zorra”. Él, al que bauticé “Tomi” porque sonaba a putita sumisa, levantó la vista y me pilló mirándolo. En vez de hacerse el boludo, me tiró una sonrisita de trola que me hizo gruñir. “¿Qué onda, macho de Zona Norte? ¿Viniste a mirar el río o a destrozarme el culo?”, me tiró, con una voz suave pero tan cargada de vicio que mi pija casi canta el himno.


—Mirar el río, pequeño, pero parece que pesqué una sissy que quiere mi pija de 18 cm gorda y venosa reventándole todo —le contesté, con una sonrisa de boludo que sabe que la rompió. Tomi se rió, tapándose la boca como una diva, y se acercó, dejando que el short se le subiera y mostrara más de esa tanguita violeta que me estaba matando. “Sos un guarro, ¿eh? Pero no sé si un pibe de 1,60 puede con esta putita”, me desafió, girándose para que viera su culo redondo, apretado, como un trofeo que rogaba ser conquistado. Mi pija estaba a punto de reventar el short. “¿sucio? Mirá, trola, el único show acá es el que vas a dar cuando te arrastre al vicio. ¡Y yo soy el director, eh!”, le tiré, y me salió tan boludo que me reí solo. Tomi se mató de risa, pero sus ojitos brillaban con una lujuria que me prendió fuego.

Encuentros Sexuales


—Vení, maricón, que este pibe de San Fer te va a hipnotizar con la pija hasta que ruegues mi leche como puta anal —le dije, haciéndole una seña para que me siguiera. Tomi no se hizo rogar. Se bajó de la baranda con un contoneo que hizo que su culo rebotara como en un video gooner, y caminó atrás mío, moviéndose como si supiera que cada paso me estaba noqueando. La costanera ya estaba casi vacía, con la noche cayendo y la gilada yendo pa’ los bares. Nos metimos por un sendero oscuro, cerca de unos sauces que daban sombra y un rincón para pecado. “Che, ¿esto no es muy de peli de miedo? No me vayas a salir con un machete, boludo”, bromeé, y Tomi me dio un empujoncito juguetón. “El único machete que quiero es esa pija gorda que tenés, idiota. ¡Y que corte hondo!”, me contestó, y juro que mi pija casi se pone a aplaudir.
Llegamos a un rincón donde los árboles nos tapaban, y la cosa se puso ultra morbosa, un torbellino de lujuria que te arrastraba al abismo. Tomi se apoyó contra un tronco, arqueando la espalda para que su culo fuera el centro del universo, levantando la musculosa para mostrar su cintura de muñeca y dejando que la tanguita violeta cayera a sus tobillos, exponiendo ese culo redondo, apretado, temblando de ansiedad. “¿Y ahora qué, papi? ¿Me vas a reventar con esa pija de San Fer o vas a seguir con chistes pelotudos?”, susurró, mientras sus dedos pintados jugaban con sus labios, sus ojos de zorra clavados en mí. Noté su pijita patética, corta, goteando semen muerto contra su muslo, y eso me hizo rugir. “Callate, trola, que mi pija de 18 cm, gorda y venosa, te va a hacer gozar como puta anal hasta que ruegues mi leche”, le dije, con una voz hipnótica que lo hizo temblar, acercándome hasta que mi pija, libre del short, rozaba su cadera, latiendo como un volcán. El aire estaba cargado, con el olor a río mezclado con su perfume dulzón y el sudor de un vicio que nos consumía.



femboy


Tomi, con su boquita pintada, se acercó y me lamió el cuello con una lentitud que me hizo gruñir, dejando un rastro de saliva que era puro fuego. “Sos un macho zarpado, pibe. Vicente López no sabe lo que le cayó”, susurró, mientras sus manos con uñas pintadas arañaban mi pecho, bajando hasta apretar mi pija, sintiendo cada vena, cada centímetro de poder. Yo lo agarré por la cintura, mis dedos clavándose en su piel suave, y lo apreté contra el tronco, mi pija rozando su culo, su pijita temblando contra mi muslo. “Macho yo, sissy, pero vos sos la putita que va a gozar con mi pija expulsándole esa hombría inútil. ¡Rendite, zorra!”, le tiré, y él gimió, su cuerpo arqueado, entregado al vicio. “Rendida, papi. Reventame, haceme gozar como trola maquillada”, me suplicó, y su voz rota era un misil de lujuria.

vicente lopez




La cosa era un infierno de morbo, y esta vez llegué hasta el final, probando todas las poses que el vicio me dictaba. Primero, contra el tronco, con Tomi de pie, su culo apretado recibiendo cada roce de mi pija mientras sus gemidos de puta anal llenaban el aire, su pijita patética goteando sin parar. “Papi, no pares, destrozame”, suplicaba, y yo, con mi voz hipnótica, le decía: “Goza, trola, que mi pija te está arrancando esa hombría inútil”. Después, lo puse de rodillas en el césped, su boquita pintada trabajando mi pija, sus manos pintadas apretando mis muslos, sus ojos de sissy rogando más. “Sos una zorra ansiosa, ¿eh? Mirá cómo chupás, como si mi leche fuera tu oxígeno”, le tiré, y él gemió, su pijita temblando contra el suelo. Luego, lo levanté y lo apoyé en un banco roto, con su culo en el aire, sus piernas abiertas, la tanguita en el suelo, y mi pija dominando cada centímetro de su rendición. “Papi, reventame, dame todo, que soy tu puta”, gritaba, y yo, con mi pija de 18 cm marcando territorio, lo hice gozar en cada pose, su cuerpo temblando, su maquillaje corrido, su pijita goteando semen muerto mientras rogaba mi leche.



sissyboy


El vicio era total, un torbellino de gemidos, roces y sudor. Tomi, con su culo apretado y su alma de trola, se entregaba en cada pose, sus uñas clavadas en mi piel, sus gemidos de sissy resonando como un himno gooner. “Papi, no pares, haceme gozar hasta que no pueda caminar”, suplicaba, y yo, con mi voz hipnótica, le decía: “Goza, zorra, que mi pija te está haciendo mía”. El río era testigo, la luna nuestra cómplice, y cada pose era un capítulo de lujuria que nos hundía más en el vicio.




Pero justo cuando el clímax nos tenía al borde del abismo, con Tomi jadeando como si fuera a desmayarse y yo sintiéndome el dios de Zona Norte, un ruido nos cortó el rollo. Un guardia de seguridad, con linterna en mano, apareció por el sendero, gritando: “¡Che, qué carajo hacen ahí! ¡Esto no es un tugurio! ¡Fuera, ya!”. Tomi y yo, todavía temblando de la calentura, nos miramos y nos matamos de risa como dos boludos. “¡Se acabó el show, pequeño! ¡Corré, que este no curte el morbo!”, le dije, mientras recogíamos la tanguita y el short a las apuradas, saliendo disparados entre los arbustos. El guardia nos corrió, gritando pavadas, hasta que llegamos a la costanera, riéndonos como pibes, con el sudor pegado y la adrenalina a mil.




Ya a salvo, cerca de un puesto de choris, Tomi, todavía jadeando, me miró con una sonrisa de trola que prometía venganza. “Sos un boludo zarpado, pibe de San Fer. Me reventaste en todas las poses y todavía quiero más, ¿eh?”, me dijo, acomodándose la tanguita con un guiño que me hizo hervir la sangre. Yo, con la pija todavía en pie de guerra, le tiré: “Tranquilo, sissy, que esto fue solo el tráiler. Venite a San Fer y te hago gozar como puta anal hasta que el barrio pida clemencia. ¡Y con chistes de yapa!”, le dije, riéndome como idiota. Le pasé mi número, y él me mandó un beso volado que era puro veneno. “Nos vemos, papi. Pero la próxima, que no nos echen como perros”, me dijo, y se perdió entre la gente, contoneándose como si supiera que mi pija lo seguía con la mirada.



El femboy del río y el macho de San Fer


Me quedé un rato en la costanra, comiéndome un chori y riéndome solo, con el celular vibrando con un mensaje de Tomi que decía: “Papi, preparate pa’l round 2, que te voy a exprimir hasta la última gota ”. “Soy un boludo, pero un boludo que hipnotiza y revienta”, pensé, mientras miraba el río y planeaba cómo traer a esta trola a San Fer pa’l próximo vici. Esto, loco, va a Poringa con un título que queme el servidor.

2 comentarios - El femboy del río y el macho de San Fer