Somos amigos desde la primaria. Compartimos escuela, banco, juegos y experiencias. Cuando empezamos la secundaria elegimos la misma escuela y tuvimos la suerte de que nos tocara el mismo curso. Crecimos juntos. Siempre fui yo el más lanzado, más grande de cuerpo y más decidido para el encare, tuve suerte con las chicas. Vos en cambio siempre fuiste tímido y delicado. Eso que podría habernos separado nos unió más. Escuchabas mis anécdotas y celebrabas mis éxitos como si fueran tuyos. Vos nunca tuviste novia, y eso llamaba la atención porque eras lindo pibe, con rasgos finos, delgado, y una cola redonda y parada que se hacía notar si usabas shorts o los pantalones del cole.

Les gustabas a las chicas, más de una estaba loca por vos, pero no les dabas bola, parecía que no te dabas cuenta o no te importaba. Me di cuenta que eras diferente. Un día viajando en colectivo un tipo se paró atrás tuyo. El bondi iba lleno y quedamos separados. De lejos pude ver cómo el tipo te apoyaba el bulto y vos parabas la cola sin decir nada. Era muy evidente para el que se fijara. El tipo se frotaba contra tus nalgas y vos lo dejabas, te quedaste quieto, la cola para atrás y la boca entreabierta. En un momento el tipo bajó la mano, te agarró de la cintura y después te tocó el culo. Me miraste y te pusiste colorado. Entonces reaccioné.

Te agarré de la mano y te bajé del colectivo. Estábamos cerca de casa. Caminamos sin hablar y cuando llegamos te pedí que entraras. Necesitaba hablar con vos, que me explicaras lo que había pasado, por qué no reaccionaste y te dejaste abusar así. En casa no había nadie pero igual nos encerramos en mi cuarto. Cerré la puerta y cuando me di vuelta para pedirte explicaciones estabas llorando. Se me partió el corazón. De pronto lo único que quise fue consolarte. Te abracé, te toqué la cara y antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo te besé. Tu boca de abrió y nuestras lenguas se rozaron. Ahora eran mis manos las que bajaban por tu espalda y te agarraban las nalgas. Era mí bulto el que se frotaba contra vos. No pude evitar la erección, mi verga estaba durísima y guié tu mano hasta mí bragueta para que la sintieras. Te mordiste los labios mientras la acariciabas, primero por encima del pantalón, después bajaste el cierre y metiste la mano para tocarla mejor. Mí calzoncillo estaba húmedo. La cabeza de mí pija goteaba. Te pusiste de rodillas mirándome a los ojos mientras tus manos desataban el cinto y liberaban mi verga, dura y venosa. La acariciaste un poco más antes besarla. La recorriste con la lengua antes de abrir la boca y empezar a chuparla.


No sé si lo habías hecho antes pero yo nunca había sentido algo así, nadie me la chupó como vos, con ese amor y esa dedicación. Le estabas haciendo el amor con la boca a mi pija y yo la sentía crecer entre tus labios y tu lengua, llegar a tu garganta y ocupar toda tu boca. Ya no eras el amigo de mi infancia, eras la hembra de mis sueños, la puta que me pedía pija y me daba placer como si no hubiera mañana. Ahora todo tenía sentido. Tu indiferencia con las chicas, los silencios y las miradas tristes que de pronto sorprendía cuando me veías transar con alguna putita en un boliche. Eras especial.


Te la saqué de la boca antes de acabar, te tomé en mis brazos y te llevé a la cama. Hoy voy a hacerte el amor, vas a ser mi mujer, te dije. Sí, papi, me dijiste, cogeme por favor. Te bajé el pantalón y tenías puesta una bombachita. Ah no, pensé, más putita no puede ser. Te pusiste en cuatro y abriste las nalgas. Me tiré de cabeza y te lamí bien el culo, lubricando con saliva ese hoyito delicioso que se abría con cada lengüetazo que le daba. Apoyé la cabeza de mí verga y te la clavé de una, sin pensar que eras virgen y que te estaba doliendo. Lo único que deseaba en ese momento era cogerte, entrar en ese culo redondo y firme, partirlo al medio como si fuera un melón. Vos mordiste la almohada, saltaste un gemido pero no gritaste. Fuiste valiente como una mujer, la mujer que a esa altura ya eras, con toda mí pija adentro, y que en un rato iba a estar impregnada con mí semen. Te di bomba y al ratito empezaste a gozar. Se ve que ya no te dolía. Ahora gemias y pedías más. Movías la cola para sentir mejor la pija, clavada hasta los huevos en medio de tu culo.

La saqué y te di vuelta. Quería verte la cara mientras te cogía. Las piernas abiertas abrazando mi cintura y tus brazos en mis hombros. Sentí tu pija en mí panza mientras me movía encima, mí verga entrando y saliendo de tu cuerpo. Cuando sentí que iba a acabar te mordí los labios, quería besarte hasta partirte la boca. Mí leche saltó como un volcán, mí pija latiendo en tus entrañas, vaciandome los huevos mientras tu leche brotaba suave de tu pijita y hacía un charquito entre los dos.
Nos vestimos en silencio. Me sentí raro y un poco incómodo. Nuestra amistad acababa de morir. Pero algo más hermoso había nacido.

Les gustabas a las chicas, más de una estaba loca por vos, pero no les dabas bola, parecía que no te dabas cuenta o no te importaba. Me di cuenta que eras diferente. Un día viajando en colectivo un tipo se paró atrás tuyo. El bondi iba lleno y quedamos separados. De lejos pude ver cómo el tipo te apoyaba el bulto y vos parabas la cola sin decir nada. Era muy evidente para el que se fijara. El tipo se frotaba contra tus nalgas y vos lo dejabas, te quedaste quieto, la cola para atrás y la boca entreabierta. En un momento el tipo bajó la mano, te agarró de la cintura y después te tocó el culo. Me miraste y te pusiste colorado. Entonces reaccioné.

Te agarré de la mano y te bajé del colectivo. Estábamos cerca de casa. Caminamos sin hablar y cuando llegamos te pedí que entraras. Necesitaba hablar con vos, que me explicaras lo que había pasado, por qué no reaccionaste y te dejaste abusar así. En casa no había nadie pero igual nos encerramos en mi cuarto. Cerré la puerta y cuando me di vuelta para pedirte explicaciones estabas llorando. Se me partió el corazón. De pronto lo único que quise fue consolarte. Te abracé, te toqué la cara y antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo te besé. Tu boca de abrió y nuestras lenguas se rozaron. Ahora eran mis manos las que bajaban por tu espalda y te agarraban las nalgas. Era mí bulto el que se frotaba contra vos. No pude evitar la erección, mi verga estaba durísima y guié tu mano hasta mí bragueta para que la sintieras. Te mordiste los labios mientras la acariciabas, primero por encima del pantalón, después bajaste el cierre y metiste la mano para tocarla mejor. Mí calzoncillo estaba húmedo. La cabeza de mí pija goteaba. Te pusiste de rodillas mirándome a los ojos mientras tus manos desataban el cinto y liberaban mi verga, dura y venosa. La acariciaste un poco más antes besarla. La recorriste con la lengua antes de abrir la boca y empezar a chuparla.


No sé si lo habías hecho antes pero yo nunca había sentido algo así, nadie me la chupó como vos, con ese amor y esa dedicación. Le estabas haciendo el amor con la boca a mi pija y yo la sentía crecer entre tus labios y tu lengua, llegar a tu garganta y ocupar toda tu boca. Ya no eras el amigo de mi infancia, eras la hembra de mis sueños, la puta que me pedía pija y me daba placer como si no hubiera mañana. Ahora todo tenía sentido. Tu indiferencia con las chicas, los silencios y las miradas tristes que de pronto sorprendía cuando me veías transar con alguna putita en un boliche. Eras especial.


Te la saqué de la boca antes de acabar, te tomé en mis brazos y te llevé a la cama. Hoy voy a hacerte el amor, vas a ser mi mujer, te dije. Sí, papi, me dijiste, cogeme por favor. Te bajé el pantalón y tenías puesta una bombachita. Ah no, pensé, más putita no puede ser. Te pusiste en cuatro y abriste las nalgas. Me tiré de cabeza y te lamí bien el culo, lubricando con saliva ese hoyito delicioso que se abría con cada lengüetazo que le daba. Apoyé la cabeza de mí verga y te la clavé de una, sin pensar que eras virgen y que te estaba doliendo. Lo único que deseaba en ese momento era cogerte, entrar en ese culo redondo y firme, partirlo al medio como si fuera un melón. Vos mordiste la almohada, saltaste un gemido pero no gritaste. Fuiste valiente como una mujer, la mujer que a esa altura ya eras, con toda mí pija adentro, y que en un rato iba a estar impregnada con mí semen. Te di bomba y al ratito empezaste a gozar. Se ve que ya no te dolía. Ahora gemias y pedías más. Movías la cola para sentir mejor la pija, clavada hasta los huevos en medio de tu culo.

La saqué y te di vuelta. Quería verte la cara mientras te cogía. Las piernas abiertas abrazando mi cintura y tus brazos en mis hombros. Sentí tu pija en mí panza mientras me movía encima, mí verga entrando y saliendo de tu cuerpo. Cuando sentí que iba a acabar te mordí los labios, quería besarte hasta partirte la boca. Mí leche saltó como un volcán, mí pija latiendo en tus entrañas, vaciandome los huevos mientras tu leche brotaba suave de tu pijita y hacía un charquito entre los dos.
Nos vestimos en silencio. Me sentí raro y un poco incómodo. Nuestra amistad acababa de morir. Pero algo más hermoso había nacido.
1 comentarios - Me cogí a mi amigo de la escuela (primera vez gay)