Hooa jente de poringa , tengan buenos días
Soy:flipon_xd .
Les dejo mí primera historia que me
encantaría contarles un sueno - fantasia
que tengo hace años con mí madre .

Lee esta historia :
El salón de la facultad estaba casi vacío, solo interrumpido por el murmullo de algunos estudiantes que se preparaban para la próxima clase. Lucas, mi amigo de 25 años, se acercó con una sonrisa pícara en el rostro, sosteniendo su teléfono móvil como si tuviera el tesoro más preciado del mundo. "Tienes que ver esto", dijo, con un tono de voz que mezclaba complicidad y excitación. Me senté a su lado, sin imaginar lo que estaba a punto de presenciar. Con un gesto rápido, desbloqueó la pantalla y reprodujo el vídeo.
La imagen se iluminó, mostrando una habitación tenuemente iluminada. Allí estaba ella, Nora, mi madre de 53 años, con su cuerpo maduro pero aún deseable, desnudo y expuesto ante la cámara. Su piel, ligeramente bronceada, brillaba bajo la luz suave, y sus curvas, aunque no eran las de una joven de veinte, irradiaban una sensualidad que solo la experiencia podía otorgar. Su cabello castaño, ligeramente desordenado, caía sobre sus hombros mientras se movía con una lentitud que hipnotizaba.
En la pantalla, mi madre estaba sobre Lucas, quien yacía boca arriba en una cama deshecha. Su polla joven y dura se erguía entre sus piernas, mientras ella se contoneaba sobre él con un ritmo que delataba años de práctica. Sus caderas se movían con una cadencia perfecta, subiendo y bajando, ajustándose a cada centímetro de su miembro. Sus pechos, firmes a pesar de los años, rebotaban suavemente con cada embestida, y sus pezones, erectos y oscuros, parecían pedir atención.
Lucas, en el vídeo, la agarraba de las caderas, guiándola con fuerza mientras la embestía sin piedad. Su boca, húmeda y ávida, susurraba palabras sucias que resonaban en la habitación. "Mi niño", gemía ella entre jadeos, su voz ronca y llena de deseo. "Fóllame, mi niño, hazme tuya". Sus palabras, cargadas de una lujuria que me resultaba familiar y a la vez extraña, me helaban la sangre.
Lucas, sin saber que yo era su hijo, respondía con comentarios equally vulgares. "Tu coño está más caliente que el de cualquier pendeja de tu edad", decía, mientras le azotaba las nalgas con fuerza. El sonido de la carne contra la carne resonaba en el vídeo, mezclándose con los gemidos de mi madre. "Me encanta cómo te mueves, puta, cómo aprietas mi polla con tu coño".
Yo estaba paralizado, incapaz de apartar la mirada. Mi corazón latía con fuerza, y una mezcla de emociones me invadía: rabia, celos, y una extraña excitación que no podía ignorar. Ver a mi madre, la mujer que me había dado la vida, siendo follada con tanta intensidad, me hacía sentir como si estuviera traicionando algo sagrado. Pero al mismo tiempo, la imagen de su cuerpo desnudo, sudoroso y entregado, despertaba en mí un deseo que nunca antes había sentido.
En la pantalla, ella se acercaba al clímax. Sus gemidos se volvían más agudos, más desesperados. "Lucas, me voy a correr", gritaba, su rostro distorsionado por el placer. "Lléname de tu leche, mi niño". Y entonces, con un grito que parecía rasgar el aire, se corría. Su cuerpo temblaba, sus músculos se contraían, y su coño apretaba la polla de Lucas con una fuerza que parecía querer extraerle el alma.
Él, sin perder el ritmo, la seguía. "Me corro, puta", gruñía, mientras su cuerpo se tensaba y su polla se derramaba dentro de ella. La cámara, colocada en un ángulo que mostraba todo con crudeza, captaba cómo su semen llenaba el agujero de mi madre, cómo su leche se mezclaba con los jugos de su coño. La imagen era tan íntima, tan privada, que me sentía como un intruso en un momento que no me pertenecía.
Cuando el vídeo terminó, Lucas me miró, sonriendo con satisfacción. "Esta vieja sabe cómo mamar y montar, ¿no?", comentó, sin imaginar la tormenta que había desatado en mi interior. Su voz, llena de admiración y deseo, me recordó que para él, mi madre era solo otra conquista, otra mujer mayor que había caído en sus redes. Pero para mí, era algo más. Era la mujer que me había criado, la mujer que me había enseñado a amar y respetar. Y ahora, la veía como una desconocida, una puta que se había dejado follar sin piedad.
Mi corazón latía con fuerza, y mi mente era un torbellino de pensamientos contradictorios. ¿Debía guardar el secreto? ¿Confrontarla? La imagen de su cuerpo desnudo, sudoroso, con la polla de Lucas aún dentro de ella, se grababa en mi mente para siempre. La sensación de verla tan vulnerable, tan entregada, me hacía sentir una mezcla de repulsión y deseo que no podía explicar.
En ese momento, supe que nada volvería a ser igual. La inocencia de mi relación con mi madre había sido destrozada, y en su lugar había quedado un vacío que no sabía cómo llenar. ¿Cómo podría mirarla a los ojos sabiendo lo que había visto? ¿Cómo podría actuar como si nada hubiera pasado? La decisión que tomara en ese instante cambiaría todo, y mientras Lucas seguía hablando, yo me preguntaba si alguna vez podría perdonarla... o perdonarme a mí mismo.
El salón de la facultad, antes tan tranquilo, ahora parecía un campo de batalla. Cada palabra, cada sonido, me recordaba lo que acababa de ver. Y mientras Lucas se levantaba para irse, yo me quedé sentado, inmóvil, con la mirada perdida en la pantalla ahora en negro. La imagen de mi madre, gimiendo el nombre de otro hombre, se repetía en mi mente una y otra vez, como un eco que no podía silenciar.
Gracias por leer
Soy:flipon_xd .
Les dejo mí primera historia que me
encantaría contarles un sueno - fantasia
que tengo hace años con mí madre .

Lee esta historia :
El salón de la facultad estaba casi vacío, solo interrumpido por el murmullo de algunos estudiantes que se preparaban para la próxima clase. Lucas, mi amigo de 25 años, se acercó con una sonrisa pícara en el rostro, sosteniendo su teléfono móvil como si tuviera el tesoro más preciado del mundo. "Tienes que ver esto", dijo, con un tono de voz que mezclaba complicidad y excitación. Me senté a su lado, sin imaginar lo que estaba a punto de presenciar. Con un gesto rápido, desbloqueó la pantalla y reprodujo el vídeo.
La imagen se iluminó, mostrando una habitación tenuemente iluminada. Allí estaba ella, Nora, mi madre de 53 años, con su cuerpo maduro pero aún deseable, desnudo y expuesto ante la cámara. Su piel, ligeramente bronceada, brillaba bajo la luz suave, y sus curvas, aunque no eran las de una joven de veinte, irradiaban una sensualidad que solo la experiencia podía otorgar. Su cabello castaño, ligeramente desordenado, caía sobre sus hombros mientras se movía con una lentitud que hipnotizaba.
En la pantalla, mi madre estaba sobre Lucas, quien yacía boca arriba en una cama deshecha. Su polla joven y dura se erguía entre sus piernas, mientras ella se contoneaba sobre él con un ritmo que delataba años de práctica. Sus caderas se movían con una cadencia perfecta, subiendo y bajando, ajustándose a cada centímetro de su miembro. Sus pechos, firmes a pesar de los años, rebotaban suavemente con cada embestida, y sus pezones, erectos y oscuros, parecían pedir atención.
Lucas, en el vídeo, la agarraba de las caderas, guiándola con fuerza mientras la embestía sin piedad. Su boca, húmeda y ávida, susurraba palabras sucias que resonaban en la habitación. "Mi niño", gemía ella entre jadeos, su voz ronca y llena de deseo. "Fóllame, mi niño, hazme tuya". Sus palabras, cargadas de una lujuria que me resultaba familiar y a la vez extraña, me helaban la sangre.
Lucas, sin saber que yo era su hijo, respondía con comentarios equally vulgares. "Tu coño está más caliente que el de cualquier pendeja de tu edad", decía, mientras le azotaba las nalgas con fuerza. El sonido de la carne contra la carne resonaba en el vídeo, mezclándose con los gemidos de mi madre. "Me encanta cómo te mueves, puta, cómo aprietas mi polla con tu coño".
Yo estaba paralizado, incapaz de apartar la mirada. Mi corazón latía con fuerza, y una mezcla de emociones me invadía: rabia, celos, y una extraña excitación que no podía ignorar. Ver a mi madre, la mujer que me había dado la vida, siendo follada con tanta intensidad, me hacía sentir como si estuviera traicionando algo sagrado. Pero al mismo tiempo, la imagen de su cuerpo desnudo, sudoroso y entregado, despertaba en mí un deseo que nunca antes había sentido.
En la pantalla, ella se acercaba al clímax. Sus gemidos se volvían más agudos, más desesperados. "Lucas, me voy a correr", gritaba, su rostro distorsionado por el placer. "Lléname de tu leche, mi niño". Y entonces, con un grito que parecía rasgar el aire, se corría. Su cuerpo temblaba, sus músculos se contraían, y su coño apretaba la polla de Lucas con una fuerza que parecía querer extraerle el alma.
Él, sin perder el ritmo, la seguía. "Me corro, puta", gruñía, mientras su cuerpo se tensaba y su polla se derramaba dentro de ella. La cámara, colocada en un ángulo que mostraba todo con crudeza, captaba cómo su semen llenaba el agujero de mi madre, cómo su leche se mezclaba con los jugos de su coño. La imagen era tan íntima, tan privada, que me sentía como un intruso en un momento que no me pertenecía.
Cuando el vídeo terminó, Lucas me miró, sonriendo con satisfacción. "Esta vieja sabe cómo mamar y montar, ¿no?", comentó, sin imaginar la tormenta que había desatado en mi interior. Su voz, llena de admiración y deseo, me recordó que para él, mi madre era solo otra conquista, otra mujer mayor que había caído en sus redes. Pero para mí, era algo más. Era la mujer que me había criado, la mujer que me había enseñado a amar y respetar. Y ahora, la veía como una desconocida, una puta que se había dejado follar sin piedad.
Mi corazón latía con fuerza, y mi mente era un torbellino de pensamientos contradictorios. ¿Debía guardar el secreto? ¿Confrontarla? La imagen de su cuerpo desnudo, sudoroso, con la polla de Lucas aún dentro de ella, se grababa en mi mente para siempre. La sensación de verla tan vulnerable, tan entregada, me hacía sentir una mezcla de repulsión y deseo que no podía explicar.
En ese momento, supe que nada volvería a ser igual. La inocencia de mi relación con mi madre había sido destrozada, y en su lugar había quedado un vacío que no sabía cómo llenar. ¿Cómo podría mirarla a los ojos sabiendo lo que había visto? ¿Cómo podría actuar como si nada hubiera pasado? La decisión que tomara en ese instante cambiaría todo, y mientras Lucas seguía hablando, yo me preguntaba si alguna vez podría perdonarla... o perdonarme a mí mismo.
El salón de la facultad, antes tan tranquilo, ahora parecía un campo de batalla. Cada palabra, cada sonido, me recordaba lo que acababa de ver. Y mientras Lucas se levantaba para irse, yo me quedé sentado, inmóvil, con la mirada perdida en la pantalla ahora en negro. La imagen de mi madre, gimiendo el nombre de otro hombre, se repetía en mi mente una y otra vez, como un eco que no podía silenciar.
Gracias por leer
0 comentarios - El vídeo de mí mamá y mí amigo