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Nosotros y los amiguitos de nuestro hijo

Nosotros y los amiguitos de nuestro hijo
Era una tarde cualquiera cuando Norma me contó sobre su oferta para ayudar a dos amigos de nuestro hijo con un examen de física. Norma era una mujer impresionante, una profesora de física en la universidad con un cuerpo que atraía todas las miradas: tetas grandes y firmes que desafiaban la gravedad, un culo redondo y tonificado que parecía invitar al tacto, y una expresión experimentada que excitaba a cualquiera. Yo, Marcelo, era un hombre común, pero con una verga que se endurecía rápidamente cada vez que ella compartía sus aventuras. Éramos una pareja abierta, disfrutábamos del morbo y de explorar fantasías, a veces convirtiéndolas en realidad.
La primera clase fue en el departamento de Lucas, un lugar pequeño en el centro. Norma se vistió para impresionar: una blusa ajustada que marcaba sus tetas grandes, con un escote profundo que revelaba el encaje de su corpiño, y una falda que apenas cubría sus muslos carnosos. Cuando volvió a casa esa noche, la esperé en el living con una cerveza en la mano. Ella se acercó contoneando las caderas, se sentó en mis rodillas y empezó a besarme en el cuello.
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“No sabes lo que pasó con esos chicos”, me dijo, bajando la mano a mi bragueta. Me endurecí al instante. “Contame todo”, le pedí, jadeando. Norma me sacó la verga del pantalón, gruesa y venosa, y empezó a pajearme despacio, envolviendo el tronco con su mano experta, subiendo y bajando con un ritmo lento que me hacía gemir.
“Los tuve comiendo de mi mano. Me senté entre ellos y les mostré el escote todo el tiempo. Sus ojos no sabían si mirar los apuntes o mis tetas. Me agaché y les mostré el culo, con la tanga metida bien adentro, y sentí cómo se les endurecía”. Gemí, empujando las caderas contra su mano. Norma se arrodilló entre mis piernas, lamió la cabeza de mi verga, chupando el líquido preseminal que salía de la punta, su lengua girando alrededor del glande con precisión.
“Les rozaba las piernas, les decía cosas sugerentes disfrazadas de chistes. Estaban desesperados. Quiero darles la próxima clase aquí, en casa, con vos presente. ¿Me dejás? ¿Querés ver cómo se les para mirándome?”. La miré con ojos vidriosos. “Sí, hacelo. Mirá cómo me ponés”. Norma aceleró la paja, metiéndose la verga en la boca, chupando fuerte, su lengua presionando la uretra mientras succionaba, la saliva lubricando todo el tronco. Sentí el calor de su boca envolviéndome por completo, su garganta relajándose para tomarme más profundo. Exploté en su garganta, chorros calientes de semen que ella tragó con avidez, lamiéndose los labios después. “Gracias. Va a ser épico”.
Una semana después, Lucas y Facu llegaron a casa. Norma los recibió en la puerta con una blusa escotada que dejaba ver el comienzo de su corpiño de encaje negro, sus tetas desbordando, y una falda tableada corta que apenas cubría su culo. “Pasen, bienvenidos”, dijo con una sonrisa seductora, abrazándolos y apretando sus tetas contra ellos. Yo estaba en la mesa del comedor, con la notebook abierta, fingiendo trabajar. “Hola, muchachos. Siéntense, mi mujer es la mejor profesora que tendrán”.
Se sentaron: Norma en una punta de la mesa, Lucas a su izquierda, Facu a su derecha, y yo enfrente, con una vista perfecta. Norma empezó la clase: “Repasemos lo de la semana pasada. Miren esta fórmula”. Pero se inclinaba hacia adelante, apoyando sus tetas enormes sobre la mesa, haciendo que parecieran aún más grandes, los pezones marcados bajo la tela. Los chicos no sabían dónde mirar: los apuntes o ese escote tentador. Norma notaba sus erecciones bajo la mesa y sonreía.
De repente, se le cayó un lápiz al piso. “Qué torpe soy”, dijo, y se agachó sin doblar las rodillas, levantando la falda. Su culo perfecto quedó expuesto, la tanga diminuta metida entre las nalgas carnosas, mostrando las curvas suaves y la piel bronceada. Lucas y Facu miraron hipnotizados, sus vergas endureciéndose visiblemente. Yo, del otro lado, metí la mano bajo la mesa y me toqué la verga, pajándome despacio mientras observaba la escena, sintiendo cómo mi tronco se hinchaba con cada movimiento de ella. Norma se levantó lentamente, girando para captar sus miradas, y continuó como si nada.
“Ahora, hagan estos ejercicios. Vengan, siéntense uno a cada lado mío para que vea mejor”. Los chicos obedecieron, nerviosos. Se acercaron, y Norma bajó las manos bajo la mesa. Con habilidad, les abrió las braguetas, sacó sus vergas duras –Lucas tenía una larga y curva, Facu una gruesa y con cabeza ancha– y empezó a pajearlos a ambos, despacio, con movimientos rítmicos, sus dedos envolviendo los troncos, subiendo desde la base hasta la punta, apretando ligeramente en cada pasada. Los chicos se quedaron inmóviles, jadeando bajito, sus vergas latiendo en sus manos.
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Norma me miró y empezó a hablar, como si conversáramos normalmente. “Amor, ¿te acordás de aquella vez con el instalador de cable? Qué bien lo pasamos. El tipo vino a conectar el servicio, y yo llegando del gimnasio con ese top pegado a mis tetas y la calza que se me metía en el culo. Empecé a seducirlo, puse esa película de Natasha Nice cogiendo y la pasamos tan bien los tres”. Sonreí, tocándome más fuerte, mi mano subiendo y bajando por mi verga endurecida. “Sí, fue una locura. Contale a los chicos”. Norma aceleró las pajas, sintiendo las venas palpitar en sus palmas, el líquido preseminal lubricando sus dedos.
“Después vimos esa película, ‘La Esposa Insaciable’. Ahí la mujer tenía relaciones con tres hombres a la vez. Me puse muy excitada. Aquella vez con el instalador, lo único que faltó fue una tercera verga para llenarme la concha, el culo y la boca al mismo tiempo. Imagina: una en cada agujero, chorros de leche por todos lados”. Los chicos no aguantaron más: Lucas eyaculó primero, chorros calientes de semen cubriendo la mano de Norma, espeso y abundante, seguido de Facu, su carga salpicando sus dedos. Ella se chupó los dedos lascivamente, lamiendo cada gota con la lengua, saboreando el sabor salado y viscoso, mirándolos con ojos llenos de deseo.
Lucas y Facu se sonrojaron, queriendo irse. “Profesora, mejor nos vamos, no queremos problemas con su marido”. Pero Norma los tomó de las manos. “Ni lo piensen. Quédense. Esto recién empieza”. Se levantó, se acercó a mí, se sentó en mis rodillas y empezó a besarme profundo, metiendo lengua, sus labios suaves presionando los míos, mientras acariciaba mi verga por sobre el pantalón, sintiendo cómo latía bajo la tela. “Miren, chicos, así se besa a una mujer. Vengan, únanse”. Los chicos dudaron, pero Norma los miró con intensidad. “Quiero sus lenguas en mi concha, en mis pezones. Quiero a los tres para mí. Vamos al sofá”.
Los llevó al living, se quitó la blusa de un tirón, liberando sus tetas enormes, los pezones duros y rosados apuntando al aire. “Chupen mis tetas”. Lucas y Facu se abalanzaron, cada uno en un pezón, lamiendo con la lengua plana sobre la areola, succionando el pezón entero en la boca, mordisqueando suavemente mientras sus manos masajeaban las tetas, sintiendo el peso y la firmeza. Norma gemía: “Así, chupen fuerte, como si quisieran sacarme leche, hagan que duelan de placer”. Me uní, besándola en la boca mientras le bajaba la falda y la tanga, mis dedos rozando su concha depilada, ya hinchada y húmeda, el jugo cubriendo mis yemas. “Eres increíble”.
Norma se acostó en el sofá, abrió las piernas mostrando su concha rosada, los labios vaginales hinchados y brillantes de humedad. “Lucas, meté la lengua en mi concha. Facu, seguí con las tetas. Marcelo, dame tu verga en la boca”. Lucas se arrodilló entre sus piernas, oliendo el aroma dulce de su excitación, y metió la lengua profundo, lamiendo el clítoris con círculos rápidos, chupando los labios vaginales, succionando el botón hinchado mientras sus dedos separaban los pliegues para acceder mejor. “Sí, comeme la concha como un experto. Más adentro, lamé todos mis jugos”. Facu mamaba sus tetas, pellizcando los pezones entre los dedos, tirando de ellos para hacerla arquear la espalda, mientras Norma le pajaba la verga que ya se endurecía de nuevo, su mano envolviendo el tronco y moviéndose con firmeza.
Me paré al lado, saqué mi verga y se la metí en la boca. Norma me la chupaba con ganas, su lengua girando alrededor del glande, garganteando mientras me tomaba profundo, la saliva chorreando por el tronco y las bolas. “Mmm, qué rica verga. Chicos, miren cómo se chupa una verga”. Cambió de posiciones: se puso en cuatro patas en el sofá, con el culo en alto. “Facu, cogeme la concha por atrás. Lucas, dame tu verga en la boca”. Facu embistió, metiendo su verga gruesa en la concha empapada, cogiéndola con fuerza, sus bolas chocando contra sus nalgas con cada embestida profunda, sintiendo cómo sus paredes internas lo apretaban. “¡Sí, dame duro! Rompé mi concha con esa verga gruesa”. Lucas se la metió en la boca, y Norma chupaba alternando con gemidos, su garganta vibrando alrededor del tronco.
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Me acerqué y le metí un dedo en el culo, lubricándolo con su propio jugo. “Preparate para la doble”. Norma gritó de placer: “¡Sí, métanme dos vergas! Facu, seguí en la concha. Marcelo, rompeme el culo por favor”. Lubriqué con saliva y empujé mi verga en su ano apretado, dilatándolo centímetro a centímetro, sintiendo la resistencia inicial ceder hasta entrar por completo, el calor apretado envolviéndome. “Qué culo tenés amor!!!”.

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Los dos la cogíamos al mismo ritmo, uno en concha y otro en culo, mis embestidas alternando con las de Facu, sintiendo las vergas rozarse a través de la delgada pared interna, mientras Lucas le metía la verga en la boca, follándole la garganta con empujes suaves pero profundos. Norma estaba en éxtasis: “¡Llenenme todos los agujeros! Glug….glug…Soy su puta. Más fuerte”.
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Norma manejaba todo como una directora. Rotamos: Lucas en el culo, su verga curva entrando en el ano dilatado, estirándolo con cada embestida; Facu en la boca, metiendo profundo mientras ella succionaba; yo en la concha, cogiéndola con fuerza, mis bolas golpeando su clítoris.
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Los gemidos eran audibles en todo el edificio , ella gritaba, aullaba de placer. Nosotros seguíamos moviéndonos a su ritmo y haciendo fuerza por no acabar. Norma cabalgaba, rebotando sus tetas, sudada y jadeante, sus gemidos llenando la habitación. “Me van a matar de placer. Quiero más, quiero sus leches”. Los chicos la manoseaban por todos lados, pellizcando tetas, nalgueando el culo, dedos explorando cada curva.
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Después de una eternidad de cogidas en todas las posiciones –ella cabalgando a uno mientras chupaba a los otros, doble penetración anal y vaginal con empujes sincronizados que la hacían gritar, 69 con lenguas lamiendo conchas, culos y vergas en un enredo de cuerpos sudorosos–, Norma los hizo parar. “Ahora, quiero que terminen sobre mis tetas. Los tres, saquen toda la leche caliente”. Se arrodilló en el piso, tetas al aire, masajeándolas con las manos, pellizcando los pezones para hacerlos más sensibles.
Me pajee alrededor de ella junto a los chicos, nuestras vergas duras apuntando a esos pechos grandes. Primero explotó Facu: chorros espesos de semen cubriendo el pezón derecho, la leche blanca chorreando por la curva inferior, goteando hasta su vientre. “¡Tomá! Toda para vos”. Luego Lucas, eyaculando sobre el izquierdo, su carga mezclándose con la de Facu en un charco pegajoso. “¡Sí, cúbranme las tetas!”. Fui el último, un chorro potente que salpicó ambas tetas, uniéndolo todo en un desastre viscoso y brillante. Norma masajeó la leche en su piel, extendiéndola con los dedos, gimiendo mientras sentía el calor y la textura pegajosa: “Qué rica leche. Miren cómo me cubrieron”.
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Se chupó las tetas ella misma, lamiendo los pezones con la lengua, tragando el semen con deleite, saboreando la mezcla agria. “Mmm, sabe delicioso”. Luego, se acercó a Lucas, lo besó profundo, metiendo lengua con restos de leche, compartiendo el sabor en un beso baboso y prolongado. “Probá tu propia leche”. Hizo lo mismo con Facu, un beso intenso donde sus lenguas bailaban con el semen. “Compartamos”. Los chicos, exhaustos pero satisfechos, la besaron de vuelta, tragando la mezcla. Miré orgulloso: “Sos increíble”. Norma sonrió, con las tetas aún brillantes: “Y esto es solo el comienzo. La próxima clase va a ser aún más intensa”.
Y yo que creía que la dísica era aburrida…

2 comentarios - Nosotros y los amiguitos de nuestro hijo

Dudo que la próxima clase sea más intensa porque esta fue increíble