Mi novia llega de la casa del chongo más atrevida que nunca, y yo estaba al palo y con mil morbos en la cabeza, queriendo saber todo mientras lo íbamos recreando. Y me sigue contando:
—Fuimos a los besos hasta el sillón… la ropa me quemaba. Me sacó el vestido y me dejó en tanga, tenía puesta esa chiquita negra que tanto te gusta a vos. Y yo le arranqué el pantalón y lo dejé en bolas. Lo senté… y me arrodillé entre sus piernas. Me até la colita del pelo.
Vení, ponete cómodo vos también… que te quiero contar algo mas —me dice, con la voz sugerente, mirándome desde abajo mientras me agarraba la verga.
—Anoche, mientras estaba en el bar con las chicas y nos tirábamos palos con Guido, me mandó una foto de la pija.
—Me mojé toda… ahí, en medio de todas, tuve que disimular la sonrisa.
—¿Y qué más te puso?
—Que me iba a poner a chupar pija toda la noche.
—¿Y vos?
—Le dije que a eso iba… que ya tenía la boca lista.
Me explota la cabeza. El morbo es tanto que ya no sé si quiero que me lo cuente, que me lo muestre, o las dos cosas al mismo tiempo.
Se arrodilla entre mis piernas. Se pasa la lengua por los labios, como saboreando una golosina prohibida.
—Tenía la pija de Guido en la cara… como la tuya ahora. Y la chupé toda, así mirá…
Sin darme tiempo a respirar, se la mete entera en la boca. Siento cómo me la envuelve con su boca caliente. Me la traga hasta el fondo, se queda ahí, y me mira con esa mirada de pervertida que me prende fuego.
—¿Sabés qué es lo que más me gusta cuando hago un pete? —me dice entre lengüetazos— Que me cojan la boca… y me hagan tragar pija.
—¿Y eso te hizo él? —le pregunto, apretando los dientes, sabiendo la respuesta.
Ella asiente con mi pija en la boca, y me agarra la mano. Me la lleva a su cabeza, obligándome a empujarla.
—Dale… hacelo vos. Como él. Cogeme la boca.
Le cojo la boca como si fuera él. Pensando que era él.
Se la mete hasta la garganta y se queda ahí, aguantando, se deja completamente. Le encanta. Le caen lágrimas de puro morbo, de puro placer.
Se la traga como nunca, la saliva le baja por la comisura.
—Me encanta que me hagan tragar pija… —me dice mirándome a los ojos, con la boca prendida fuego. Y vuelve a metérsela como si no pudiera parar.
Me lo cuenta y me lo muestra, todo al mismo tiempo. Y yo no sé si me estoy prendiendo fuego por la escena, por lo que hizo, o porque me está haciendo lo mismo… pero mejor.
Se la saca de la boca solo para provocarme más:
—¿Te calienta? ¿Te calienta saber que anoche tu novia estuvo de rodillas y chupó una pija grande… así como hago con la tuya?
—Me estás matando… —le digo casi sin voz.
Ella me sonríe con la boca llena y sus ojos puestos en los míos. Toda la escena es una locura: su relato, su boca, el morbo que me explota en la cabeza. Me vuelvo loco mal.
Flor se paró frente a mí, todavía con la respiración agitada. Y mirándome a los ojos me dice:
—Así me saqué la tanga… envuelta en moño.
Mientras lo decía, empezó a hacerlo. Yo estaba atento a todo.
Metió los pulgares por debajo del borde de la tanga y la fue bajando despacio, con una calma que me partía la cabeza. Los ojos fijos en los míos, la boca entreabierta, sabiendo exactamente el efecto que tenía.
Yo no podía apartar la mirada. Sentía el corazón latiendo fuerte, mezclado entre deseo, celos y la adrenalina que me recorría todo el cuerpo.
Ella siguió bajándola, despacio, con una sonrisa que jugaba entre lo morboso y lo provocador.
Cuando la tanga cayó al piso, levantó la vista otra vez.
—Así lo hice —me dijo, casi en un susurro—. Y me miraba igual que vos ahora.
Con el cuerpo en llamas, se sube arriba mío, apoyándome la concha sobre la verga al palo. Me franelea despacio, me mira con los ojos brillosos. Me roza con la concha, húmeda, preparando el terreno. Sus gemidos suaves me taladran la cabeza.
—Lo franeleé… lento, hasta volverlo loco —me dice al oído, mientras repite el movimiento conmigo—. Le recorría toda esa pija con los labios de la concha empapada, apretando, subiendo el ritmo. Después le puse las tetas en la cara y me las chupó una a una. Y cuando me agarró del culo empecé a franelearlo con todo.
Me lo cuenta al oído, despacio, rozándome la boca con cada palabra.
Yo la escucho, la veo revivirlo y me parte la cabeza. No sé si me calienta más lo que me dice o imaginarla haciéndolo. El morbo me carcome.
La agarré de la cintura, apretándola más contra mí. No podía más. Quería cogerla ya.
Se endereza y con una mano acomoda la pija en la entrada. Entra entera, de golpe, mojada, caliente.
Gime fuerte, profundo, cargado de deseo y con los labios abiertos, húmedos, buscándome.
—Soy tuya… pero también me calienta que otro me coja. Y contártelo me calienta el doble.
Después de eso, ya no cogimos: nos incendiamos.
—Fuimos a los besos hasta el sillón… la ropa me quemaba. Me sacó el vestido y me dejó en tanga, tenía puesta esa chiquita negra que tanto te gusta a vos. Y yo le arranqué el pantalón y lo dejé en bolas. Lo senté… y me arrodillé entre sus piernas. Me até la colita del pelo.
Vení, ponete cómodo vos también… que te quiero contar algo mas —me dice, con la voz sugerente, mirándome desde abajo mientras me agarraba la verga.
—Anoche, mientras estaba en el bar con las chicas y nos tirábamos palos con Guido, me mandó una foto de la pija.
—Me mojé toda… ahí, en medio de todas, tuve que disimular la sonrisa.
—¿Y qué más te puso?
—Que me iba a poner a chupar pija toda la noche.
—¿Y vos?
—Le dije que a eso iba… que ya tenía la boca lista.
Me explota la cabeza. El morbo es tanto que ya no sé si quiero que me lo cuente, que me lo muestre, o las dos cosas al mismo tiempo.
Se arrodilla entre mis piernas. Se pasa la lengua por los labios, como saboreando una golosina prohibida.
—Tenía la pija de Guido en la cara… como la tuya ahora. Y la chupé toda, así mirá…
Sin darme tiempo a respirar, se la mete entera en la boca. Siento cómo me la envuelve con su boca caliente. Me la traga hasta el fondo, se queda ahí, y me mira con esa mirada de pervertida que me prende fuego.
—¿Sabés qué es lo que más me gusta cuando hago un pete? —me dice entre lengüetazos— Que me cojan la boca… y me hagan tragar pija.
—¿Y eso te hizo él? —le pregunto, apretando los dientes, sabiendo la respuesta.
Ella asiente con mi pija en la boca, y me agarra la mano. Me la lleva a su cabeza, obligándome a empujarla.
—Dale… hacelo vos. Como él. Cogeme la boca.
Le cojo la boca como si fuera él. Pensando que era él.
Se la mete hasta la garganta y se queda ahí, aguantando, se deja completamente. Le encanta. Le caen lágrimas de puro morbo, de puro placer.
Se la traga como nunca, la saliva le baja por la comisura.
—Me encanta que me hagan tragar pija… —me dice mirándome a los ojos, con la boca prendida fuego. Y vuelve a metérsela como si no pudiera parar.
Me lo cuenta y me lo muestra, todo al mismo tiempo. Y yo no sé si me estoy prendiendo fuego por la escena, por lo que hizo, o porque me está haciendo lo mismo… pero mejor.
Se la saca de la boca solo para provocarme más:
—¿Te calienta? ¿Te calienta saber que anoche tu novia estuvo de rodillas y chupó una pija grande… así como hago con la tuya?
—Me estás matando… —le digo casi sin voz.
Ella me sonríe con la boca llena y sus ojos puestos en los míos. Toda la escena es una locura: su relato, su boca, el morbo que me explota en la cabeza. Me vuelvo loco mal.
Flor se paró frente a mí, todavía con la respiración agitada. Y mirándome a los ojos me dice:
—Así me saqué la tanga… envuelta en moño.
Mientras lo decía, empezó a hacerlo. Yo estaba atento a todo.
Metió los pulgares por debajo del borde de la tanga y la fue bajando despacio, con una calma que me partía la cabeza. Los ojos fijos en los míos, la boca entreabierta, sabiendo exactamente el efecto que tenía.
Yo no podía apartar la mirada. Sentía el corazón latiendo fuerte, mezclado entre deseo, celos y la adrenalina que me recorría todo el cuerpo.
Ella siguió bajándola, despacio, con una sonrisa que jugaba entre lo morboso y lo provocador.
Cuando la tanga cayó al piso, levantó la vista otra vez.
—Así lo hice —me dijo, casi en un susurro—. Y me miraba igual que vos ahora.
Con el cuerpo en llamas, se sube arriba mío, apoyándome la concha sobre la verga al palo. Me franelea despacio, me mira con los ojos brillosos. Me roza con la concha, húmeda, preparando el terreno. Sus gemidos suaves me taladran la cabeza.
—Lo franeleé… lento, hasta volverlo loco —me dice al oído, mientras repite el movimiento conmigo—. Le recorría toda esa pija con los labios de la concha empapada, apretando, subiendo el ritmo. Después le puse las tetas en la cara y me las chupó una a una. Y cuando me agarró del culo empecé a franelearlo con todo.
Me lo cuenta al oído, despacio, rozándome la boca con cada palabra.
Yo la escucho, la veo revivirlo y me parte la cabeza. No sé si me calienta más lo que me dice o imaginarla haciéndolo. El morbo me carcome.
La agarré de la cintura, apretándola más contra mí. No podía más. Quería cogerla ya.
Se endereza y con una mano acomoda la pija en la entrada. Entra entera, de golpe, mojada, caliente.
Gime fuerte, profundo, cargado de deseo y con los labios abiertos, húmedos, buscándome.
—Soy tuya… pero también me calienta que otro me coja. Y contártelo me calienta el doble.
Después de eso, ya no cogimos: nos incendiamos.
5 comentarios - 2. Confesiones de mi novia (Cuckold)
a ver cuando te invita a que veas como la cojen +10
Es un morbo hermoso