En el trabajo había tensión sexual, con esa compañera. Compartíamos muchas horas juntos, nuestras labores se cruzaban, aunque no estuviéramos en la misma sección. Ella hermosa: cabello negro, largo, enrulado, caderas prominentes, pechos pequeños, trasero levantado, postura decidida y se vestía muy hippy. Ese día había reunión y posterior cena de camaradería, nos sentamos cerca, charlamos, con el paso del tiempo terminamos uno al lado del otro. Entre cerveza y cerveza, los dos nos desinhibimos, había miradas, frases, roces supuestamente inocentes. Ella se levantó al baño, de camino se dio vuelta y me miró como invitándome, la seguí. Nadie se daba cuenta de lo que hacíamos, todos estaban atentos al compañero que tocaba la guitarra. Al llegar a lugar donde estábamos solos y casi ocultos, ella esperaba. No hubo mucho que hablar, nos besamos apasionadamente. La empujé contra la pared, sentí sus pezones clavándome el pecho y ella sintió mi miembro duro contra su entrepierna. Fue locura de manos y besos. Pero allí no podíamos hacer nada, había gente.
Ya cerca de la medianoche finalizada la fiesta, los dos con unas copas de más, le propuse acompañarla a la casa. Caminamos por el bulevar, adrede nos desviamos con destino a un parque. A llegar a una plaza ya no nos aguantábamos, nos comenzamos a besar contra un árbol en la semi oscuridad. Le besé el cuello, le susurré al oído lo excitado que estaba: “estoy re caliente con vos” dije y ella contestó con una voz mezcla de inocente y putita: “siii…¿te gusto? yo quiero que me cojas” y sin dudarlo metió la mano en mi pantalón y me agarró la pija. La sensación que sentimos los hombres cuando una mujer es decidida y va a los hechos es hermosa, además en el medio de un franeleo en un lugar público, quete tomen la verga es un acto de sensualidad hermoso y una invitación explícita a avanzar. Yo decidí escurrir mi mano por debajo de su pantalón hacia la entrepierna, inmediatamente sentí el cambio de temperatura. Con la yema de los dedos comencé a frotarle el clítoris en círculos, en instantes se humedeció, ella abrió las piernas invitándome a más, introduje un dedo y comencé una lenta paja, mientras ella hacía lo propio conmigo.
Allí estábamos los dos en los laterales de una plaza contra un árbol que nos daba algo de privacidad, pasada la medianoche, en plena primavera, algo alcoholizados y super calientes. Masturbándonos mutuamente, jadeando, ella semi agachada con las piernas abiertas y haciéndome una paja, yo apretándola contra el árbol masturbándola, sintiendo su vagina mojada y húmeda. Viéndonos de lejos era una imagen muy erótica, pero el lugar era muy público, los autos pasaban e iluminaban, le dije “vamos a otro lado”. Ella soltó mi pija y se chupó los dedos mojados con mi líquido preseminal, yo saqué mi mano de su entrepierna, chupé la yema de mis dedos, sentí su gusto y la invité a sentir sus jugos, ella los chupó; nos miramos y reímos. “Asqueroso” dijo ella en tono pícaro, “¿y vos…?” respondí, y ella cerró la charla diciendo: “¿yo?…a mi me encanta el gusto de tu pija”. Reímos y decidimos seguir nuestro camino hacia el parque.
Las pocas cuadras que separan la plaza del parque las hicimos entre besos y toqueteos. Todas las ciudades tienen un parque que es un lugar tradicional de encuentros de parejas. Allí por la noche hay personas amándose en autos, bancos, lugares oscuros, nadie juzga a nadie, todos miran y son observados, en mi ciudad es el Parque Mitre. Llegamos subidos a una nube mezcla de ansiedad y calentura, fuimos hasta un mirador elevado, al acercarnos observamos que había una pareja, ella estaba contra la baranda, él detrás, los leves movimientos denotaban que la estaba penetrando, la cabeza de ella colgaba entregada y su rostro era de placer. Seguimos de largo, nos dirigimos a una glorieta rodeada de pinos pequeños que daban cierta “privacidad”. Como en todo parque por la noche hay semioscuridad, los arboles dan sombras a los intentos municipales de iluminar espacios.
Allí estábamos los dos, calientes pero paralizados, no sabíamos cómo volver a empezar. La situación era cómica, nos sentamos pegados y quedamos en silencio viendo hacia el frente. Hasta que nos miramos a los ojos y fue como si se encendiera una llama, nos besamos, un beso de saliva espesa y gusto a cigarrillos, la paré frente a mi y le besé el cuello, los hombros, mientras metía mis manos debajo de su remera para buscar sus pechos; estaban duros, sus pezones invitaban a ser besados. Pronto la prenda estuvo en el cuello junto con el corpiño y como un desesperado comencé a chuparle las tetas. Le di pequeños mordiscos y besos, las junté para ir de pezón en pezón, ella los tomó de costado y me los ofreció, gimió y tiró la cabeza hacia atrás. Así un largo rato, mientras una mano bajó hacia su entrepierna: primero por encima del pantalón, luego solté el botón y bajé el cierre, atravesé su selva bellamente recortada y comencé a pajearla, sin dejar de besarle los pechos y la boca. Percibí que se entregó, abrió las piernas y se agachaba para que mi mano la penetrara más. Sentí como se mojaba, su primer orgasmo.
Luego se separó, me miró a los ojos, su cara lo decía todo: “te voy a comer”. Me dio un largo beso mientras bajaba la cremallera de mi pantalón y sacaba mi pija, brillosa de calentura. Se arrodillo y comenzó una lenta mamada. El primer contacto de sus labios con la cabeza de mi verga me estremeció, se dió cuenta y lentamente comenzó un juego con su lengua, luego abrió la boca y se lo metió hasta la mitad; comenzó una paja hermosa con la boca, sentí sus labios alrededor de mi miembro, apoye las manos atrás y la deje hacer. Mi miembro explotaba de duro, mis huevos estaban contraídos, mi respiración acelerada.
La tomé de los hombros la puse de pie y coloqué mi verga en su entrepierna sin penetrarla. Comenzamos un movimiento de cadera, un roce, sobre esa zona lubricada por ambos una paja hermosa, sin besarnos, pero mirándonos a la cara, gozando con nuestros rostros desencajados de placer. Así de pie, la di vuelta para penetrarla, ella me miró y se tiró al piso en cuatro patas invitándome a penetrarla. Nuestros pantalones y ropa interior estaban en los tobillos.

Las sombras nos cubrían, pero estábamos en medio de una glorieta elevada, en medio de un parque público, pasada la medianoche, semidesnudos, transpirados, jadeando, con los corazones acelerados y llenos de ansiedad; nada nos importó. Verla así en cuatro patas ofreciéndome su culo era un postal hermosa, totalmente desinhibida y caliente, me éxito mucho más. Tuve el impulso de penetrarla de una, de manera salvaje, pero me contuve, tomé mi verga y le pase la cabeza por la vagina un par de veces y luego lentamente la penetre. Avanzaba sintiendo su calor que me quemaba, casi me deslizaba. Ella apoyó la cabeza sobre su mano en el piso dejando su culo en pompa y recibiendo cada embestida, que era acompañada por un gemido. Luego de un rato saqué mi pija embadurnada de sus jugos, vi allí su culo, separé las nalgas y rocé con el tronco de mi verga dura el orificio: “hay como me gusta eso” dijo ella, mientras estiraba la mano hacia atrás por debajo de su cuerpo para pajearse y rozarme los testículos. Creí que era una invitación al sexo anal, pero no. Cuando lo intente me dijo: “no…ahora no. Solo rozáme el culo, que estoy por acabar”. Tuve una sensación de decepción, pero no me importó, seguí un rato con mi faena, apoyando la cabeza en el agujero del trasero, como intentando una nueva oportunidad, pero ella esquivaba mis intentos. Decidí entonces metérsela en la vagina de una hasta el fondo, salvaje, con bronca y amor, la empuje hacia adelante, caímos los dos sin que mi pija saliera de su concha, ella levantó el culo y yo empuje como desesperado. Los movimientos se volvieron frenéticos, sentí sus músculos vaginales contraerse, apretándome y como mi pene era bañado por su orgasmo caliente.
Ella se aflojó, sobre piso de la glorieta, yo empujé un par de veces y más y dije “ahhh…acabo”; ella contesto “salí, salí”. Se dio vuelta me tomo de la pija y me arrastró hasta su boca, la engulló en el momento en que yo lanzaba mi leche, me tomó del tronco y no me dejó salir, sentí como tragaba mis líquidos con placer, yo levanté la cabeza mirando el cielo nocturno correntino y descargué todo. Me tiré hacia atrás sentado sobre ella, la miré, saboreaba mi semen, con cara de puta. “Humm…que rico” dijo con voz de trola. Me tiré al costado de ella. Los dos con los pantalones por los tobillos ella con la remera y el corpiño en el cuello, jadeando, en medio de una glorieta semioscura en un parque público. Nada nos importaba, habíamos gozado, el lugar y la situación nos había excitado mucho más. Nos acomodamos las prendas de vestir, nos miramos nos besamos, nos sentamos en un banco, seguíamos calientes. Pero esa es la siguiente historia.
Ya cerca de la medianoche finalizada la fiesta, los dos con unas copas de más, le propuse acompañarla a la casa. Caminamos por el bulevar, adrede nos desviamos con destino a un parque. A llegar a una plaza ya no nos aguantábamos, nos comenzamos a besar contra un árbol en la semi oscuridad. Le besé el cuello, le susurré al oído lo excitado que estaba: “estoy re caliente con vos” dije y ella contestó con una voz mezcla de inocente y putita: “siii…¿te gusto? yo quiero que me cojas” y sin dudarlo metió la mano en mi pantalón y me agarró la pija. La sensación que sentimos los hombres cuando una mujer es decidida y va a los hechos es hermosa, además en el medio de un franeleo en un lugar público, quete tomen la verga es un acto de sensualidad hermoso y una invitación explícita a avanzar. Yo decidí escurrir mi mano por debajo de su pantalón hacia la entrepierna, inmediatamente sentí el cambio de temperatura. Con la yema de los dedos comencé a frotarle el clítoris en círculos, en instantes se humedeció, ella abrió las piernas invitándome a más, introduje un dedo y comencé una lenta paja, mientras ella hacía lo propio conmigo.
Allí estábamos los dos en los laterales de una plaza contra un árbol que nos daba algo de privacidad, pasada la medianoche, en plena primavera, algo alcoholizados y super calientes. Masturbándonos mutuamente, jadeando, ella semi agachada con las piernas abiertas y haciéndome una paja, yo apretándola contra el árbol masturbándola, sintiendo su vagina mojada y húmeda. Viéndonos de lejos era una imagen muy erótica, pero el lugar era muy público, los autos pasaban e iluminaban, le dije “vamos a otro lado”. Ella soltó mi pija y se chupó los dedos mojados con mi líquido preseminal, yo saqué mi mano de su entrepierna, chupé la yema de mis dedos, sentí su gusto y la invité a sentir sus jugos, ella los chupó; nos miramos y reímos. “Asqueroso” dijo ella en tono pícaro, “¿y vos…?” respondí, y ella cerró la charla diciendo: “¿yo?…a mi me encanta el gusto de tu pija”. Reímos y decidimos seguir nuestro camino hacia el parque.
Las pocas cuadras que separan la plaza del parque las hicimos entre besos y toqueteos. Todas las ciudades tienen un parque que es un lugar tradicional de encuentros de parejas. Allí por la noche hay personas amándose en autos, bancos, lugares oscuros, nadie juzga a nadie, todos miran y son observados, en mi ciudad es el Parque Mitre. Llegamos subidos a una nube mezcla de ansiedad y calentura, fuimos hasta un mirador elevado, al acercarnos observamos que había una pareja, ella estaba contra la baranda, él detrás, los leves movimientos denotaban que la estaba penetrando, la cabeza de ella colgaba entregada y su rostro era de placer. Seguimos de largo, nos dirigimos a una glorieta rodeada de pinos pequeños que daban cierta “privacidad”. Como en todo parque por la noche hay semioscuridad, los arboles dan sombras a los intentos municipales de iluminar espacios.
Allí estábamos los dos, calientes pero paralizados, no sabíamos cómo volver a empezar. La situación era cómica, nos sentamos pegados y quedamos en silencio viendo hacia el frente. Hasta que nos miramos a los ojos y fue como si se encendiera una llama, nos besamos, un beso de saliva espesa y gusto a cigarrillos, la paré frente a mi y le besé el cuello, los hombros, mientras metía mis manos debajo de su remera para buscar sus pechos; estaban duros, sus pezones invitaban a ser besados. Pronto la prenda estuvo en el cuello junto con el corpiño y como un desesperado comencé a chuparle las tetas. Le di pequeños mordiscos y besos, las junté para ir de pezón en pezón, ella los tomó de costado y me los ofreció, gimió y tiró la cabeza hacia atrás. Así un largo rato, mientras una mano bajó hacia su entrepierna: primero por encima del pantalón, luego solté el botón y bajé el cierre, atravesé su selva bellamente recortada y comencé a pajearla, sin dejar de besarle los pechos y la boca. Percibí que se entregó, abrió las piernas y se agachaba para que mi mano la penetrara más. Sentí como se mojaba, su primer orgasmo.
Luego se separó, me miró a los ojos, su cara lo decía todo: “te voy a comer”. Me dio un largo beso mientras bajaba la cremallera de mi pantalón y sacaba mi pija, brillosa de calentura. Se arrodillo y comenzó una lenta mamada. El primer contacto de sus labios con la cabeza de mi verga me estremeció, se dió cuenta y lentamente comenzó un juego con su lengua, luego abrió la boca y se lo metió hasta la mitad; comenzó una paja hermosa con la boca, sentí sus labios alrededor de mi miembro, apoye las manos atrás y la deje hacer. Mi miembro explotaba de duro, mis huevos estaban contraídos, mi respiración acelerada.
La tomé de los hombros la puse de pie y coloqué mi verga en su entrepierna sin penetrarla. Comenzamos un movimiento de cadera, un roce, sobre esa zona lubricada por ambos una paja hermosa, sin besarnos, pero mirándonos a la cara, gozando con nuestros rostros desencajados de placer. Así de pie, la di vuelta para penetrarla, ella me miró y se tiró al piso en cuatro patas invitándome a penetrarla. Nuestros pantalones y ropa interior estaban en los tobillos.

Las sombras nos cubrían, pero estábamos en medio de una glorieta elevada, en medio de un parque público, pasada la medianoche, semidesnudos, transpirados, jadeando, con los corazones acelerados y llenos de ansiedad; nada nos importó. Verla así en cuatro patas ofreciéndome su culo era un postal hermosa, totalmente desinhibida y caliente, me éxito mucho más. Tuve el impulso de penetrarla de una, de manera salvaje, pero me contuve, tomé mi verga y le pase la cabeza por la vagina un par de veces y luego lentamente la penetre. Avanzaba sintiendo su calor que me quemaba, casi me deslizaba. Ella apoyó la cabeza sobre su mano en el piso dejando su culo en pompa y recibiendo cada embestida, que era acompañada por un gemido. Luego de un rato saqué mi pija embadurnada de sus jugos, vi allí su culo, separé las nalgas y rocé con el tronco de mi verga dura el orificio: “hay como me gusta eso” dijo ella, mientras estiraba la mano hacia atrás por debajo de su cuerpo para pajearse y rozarme los testículos. Creí que era una invitación al sexo anal, pero no. Cuando lo intente me dijo: “no…ahora no. Solo rozáme el culo, que estoy por acabar”. Tuve una sensación de decepción, pero no me importó, seguí un rato con mi faena, apoyando la cabeza en el agujero del trasero, como intentando una nueva oportunidad, pero ella esquivaba mis intentos. Decidí entonces metérsela en la vagina de una hasta el fondo, salvaje, con bronca y amor, la empuje hacia adelante, caímos los dos sin que mi pija saliera de su concha, ella levantó el culo y yo empuje como desesperado. Los movimientos se volvieron frenéticos, sentí sus músculos vaginales contraerse, apretándome y como mi pene era bañado por su orgasmo caliente.
Ella se aflojó, sobre piso de la glorieta, yo empujé un par de veces y más y dije “ahhh…acabo”; ella contesto “salí, salí”. Se dio vuelta me tomo de la pija y me arrastró hasta su boca, la engulló en el momento en que yo lanzaba mi leche, me tomó del tronco y no me dejó salir, sentí como tragaba mis líquidos con placer, yo levanté la cabeza mirando el cielo nocturno correntino y descargué todo. Me tiré hacia atrás sentado sobre ella, la miré, saboreaba mi semen, con cara de puta. “Humm…que rico” dijo con voz de trola. Me tiré al costado de ella. Los dos con los pantalones por los tobillos ella con la remera y el corpiño en el cuello, jadeando, en medio de una glorieta semioscura en un parque público. Nada nos importaba, habíamos gozado, el lugar y la situación nos había excitado mucho más. Nos acomodamos las prendas de vestir, nos miramos nos besamos, nos sentamos en un banco, seguíamos calientes. Pero esa es la siguiente historia.
1 comentarios - Sexo en el parque con mi compañera de trabajo