Me llamo Kathy. Tengo 25 años y vivo en Concepción, Chile.
La gente me ve caminar por la calle y no sospecha nada. Para algunos soy una chica más: la que espera la micro, la que compra cigarrillos en la botillería, la que ríe fuerte con sus amigas en un bar. Pero de noche, cuando las luces de neón iluminan las veredas húmedas, yo me convierto en lo que realmente soy: una puta.

No lo digo con vergüenza. Lo digo con la boca llena, con los labios pintados y el cuerpo ardiendo. Soy puta porque me gusta, porque me enciendo al obedecer, porque en cada encuentro me desnudo más allá de la ropa: me desnudo de orgullo, de máscaras, de miedo.

En mi cama, en esos moteles baratos que huelen a sudor y cigarro, me vuelvo sumisa. Abro las piernas, bajo la mirada, y dejo que otro decida por mí. Allí no soy Kathy la hija, la amiga, la vecina. Allí soy solo una perra obediente, la puta que suplica, que gime, que se derrama.

Estas páginas son mis confesiones. No son cuentos inventados ni fantasías lejanas. Son mi verdad, mi carne, mi voz. Aquí voy a contarles lo que pasa cuando apago el celular, cuando cierro la puerta, cuando un hombre me toma del cabello y me recuerda que pertenezco a sus manos.

No espero comprensión. No busco perdón. Solo quiero hablar.
Porque cada puta tiene una historia.
Y esta es la mía.
La gente me ve caminar por la calle y no sospecha nada. Para algunos soy una chica más: la que espera la micro, la que compra cigarrillos en la botillería, la que ríe fuerte con sus amigas en un bar. Pero de noche, cuando las luces de neón iluminan las veredas húmedas, yo me convierto en lo que realmente soy: una puta.

No lo digo con vergüenza. Lo digo con la boca llena, con los labios pintados y el cuerpo ardiendo. Soy puta porque me gusta, porque me enciendo al obedecer, porque en cada encuentro me desnudo más allá de la ropa: me desnudo de orgullo, de máscaras, de miedo.

En mi cama, en esos moteles baratos que huelen a sudor y cigarro, me vuelvo sumisa. Abro las piernas, bajo la mirada, y dejo que otro decida por mí. Allí no soy Kathy la hija, la amiga, la vecina. Allí soy solo una perra obediente, la puta que suplica, que gime, que se derrama.

Estas páginas son mis confesiones. No son cuentos inventados ni fantasías lejanas. Son mi verdad, mi carne, mi voz. Aquí voy a contarles lo que pasa cuando apago el celular, cuando cierro la puerta, cuando un hombre me toma del cabello y me recuerda que pertenezco a sus manos.

No espero comprensión. No busco perdón. Solo quiero hablar.
Porque cada puta tiene una historia.
Y esta es la mía.
5 comentarios - Confesiones de una Puta: Prologo
http://www.poringa.net/posts/offtopic/1824734/Reglas-en-Poringa---LEER.html