Soy Cecilia, y junto a mi marido Eduardo llevamos 25 años juntos, navegando la vida con una filosofía clara: la libertad por encima de todo. Siempre nos importó un comino el “qué dirán”. Somos un matrimonio liberal, siempre lo fuimos, y así criamos a nuestra hija Sofía.
Cuando nos mudamos a España, encontramos un terreno fértil para nuestra forma de ser. Aquí en Europa, la gente es más abierta, menos prejuiciosa. Nadie te señala si eres alto, bajo, gordo, flaco, si tienes tetas grandes o pequeñas, o si tu polla es enorme o microscópica. La gente pasa, y esa libertad nos permitió criar a Sofía sin complejos, sin tabúes sobre el cuerpo o la sexualidad.
No nos declaramos nudistas con mayúsculas, pero siempre preferimos las playas nudistas, playas hermosas y mucho menos gente que en las familiares.
Allí, el cuerpo es solo un cuerpo, sin vergüenzas ni juicios. Sofía creció en ese ambiente, corriendo desnuda por la arena desde pequeña, sin asociar el cuerpo con algo que esconder. Era natural, como respirar.

Ahora, después del revuelo que causaron las fotos que subí de Sofía con sus amigas en la playa nudista, ella misma me pidió que contara un poco más sobre quién es. Porque, aunque todos están encantados y preguntando mil cosas sobre ella, Sofía no piensa abrirse un perfil en Poringa ni en ningún lado. Así que aquí estoy, contándoles su historia, cruda y real, como ella me pidió.
Sofía siempre fue intensa, libre, como una tormenta que no se contiene. A los 14 años perdió su virginidad con un novio de su edad, sí, muy precoz. Qué le vamos a hacer, parece que lleva la sangre fogosa de su madre.
Pero esa libertad, esa curiosidad innata, la llevó por caminos oscuros. Sus primeras relaciones fueron un torbellino de toxicidad.
Chicos que al principio parecían príncipes, pero pronto sacaban sus garras. Uno de ellos, la manipulaba constantemente. Le decía que no era suficiente, que necesitaba “arreglarse” más, que su cuerpo no estaba a la altura. La convenció de hacer cosas que ella no quería, como grabar videos íntimos que luego él usaba para chantajearla emocionalmente. “Si me dejas, los muestro”, le decía. Sofía, ciega de amor adolescente, se quedaba atrapada, sin ver las señales.

Otro, un tipo mayor que conoció a los 18, fue peor. La llevaba a fiestas donde la emborrachaba hasta que ella apenas podía decir que no. La presionaba para tener sexo en grupo, cosas que ella no quería pero que, en su confusión, terminaba aceptando para “mantenerlo contento”. Hubo noches en que llegaba a casa con moretones que intentaba ocultar con maquillaje, diciendo que “se había caído”. Eduardo, mi marido, sufría en silencio. Yo intentaba hablar con ella, ser su confidente, pero era como hablarle a una pared. Estaba enamorada, o eso creía, y no veía el abuso. Eduardo, con el corazón roto, seguía yendo a buscarla a antros a las tres de la mañana, cuando sus “parejas” la dejaban tirada. Era lidiar con una adolescente que creía que lo tenía todo bajo control.


A los 20, Sofía tocó fondo. Estaba irreconocible: perdida, apagada, como si su chispa se hubiera consumido. No sabemos qué fue exactamente lo que hizo clic en su cabeza, pero un día decidió cortar con todo. Dejó a esos chicos tóxicos, borró sus números, bloqueó y cerró sus redes. Empezó a mirarse al espejo y a preguntarse quién era, qué quería. Fue un proceso duro, pero necesario. Se alejó de las personas que la hundían y empezó a cuidar su salud mental, a ponerse a ella primero.
Hoy, a sus 23 años, Sofía está en un lugar mucho mejor. Está, por decirlo de alguna manera, de novia con una mujer de 40 años, Berta, que la cuida, la adora y le da la estabilidad que necesita.
Berta es un remanso de paz para Sofía, alguien que la valora por quien es, sin exigirle nada a cambio. Pero Sofía no se define como lesbiana ni bisexual. Ella dice que esto es “un momento en su vida”, que necesitaba a Laura, su calma, su madurez. Y aunque está feliz con ella, no descarta volver a estar con hombres, con mujeres, o con ambos a la vez. Porque así es Sofía: libre, sin etiquetas, como la criamos. No se ata a definiciones.
A veces bromea diciendo que podría enamorarse de un hombre mañana, o de otra mujer, o de dos personas a la vez, porque el amor y el deseo, para ella, no tienen reglas.

Y hablando de todo ese revuelo por las fotos, Sofía se enteró de los comentarios, de lo mucho que la han piropeado, de esos mensajes calientes y hermosos que han dejado. Le encantó saber que despierta tanto cariño y admiración. Así que, como agradecimiento, quiso dejarles estas fotitos y anbajo de todo un regalo extra que espera que les guste. 👇🏻
Es su manera de decir “gracias” por el amor, aunque no esperen que se ponga a responder mensajes uno por uno.
Todas esas experiencias, por dolorosas que fueran, la fortalecieron. La hicieron madurar a una velocidad que a veces me asusta.
Como padres, Eduardo y yo intentamos guiarla, protegerla, pero hubo momentos en que no podíamos hacer más que verla tropezar. Eduardo, que al principio se moría de celos con eso de “no toquen a mi hija”, hoy lo lleva con más calma.
Sofía ya no vive con nosotros, pero nuestra relación es más cercana que nunca. Hay armonía, confianza, y una libertad que siempre fue nuestro sello.
Así es Sofía: una mujer que ha vivido mucho en poco tiempo,, que ha caído y se ha levantado, que no le teme a su cuerpo ni a sus deseos, y que vive la vida a su manera.
Espero que ahora, con esta historia, la conozcan un poco más. Y no, no esperen que se abra un perfil en Poringa para contarles más.
Esto es lo que hay, y ella está feliz siendo quien es.
besos Ceci
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👇🏻👇🏻👇🏻 REGALO SORPESA 👇🏻👇🏻👇🏻
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GRACIAS PORINGA! 😘 Sofía 🥰
Cuando nos mudamos a España, encontramos un terreno fértil para nuestra forma de ser. Aquí en Europa, la gente es más abierta, menos prejuiciosa. Nadie te señala si eres alto, bajo, gordo, flaco, si tienes tetas grandes o pequeñas, o si tu polla es enorme o microscópica. La gente pasa, y esa libertad nos permitió criar a Sofía sin complejos, sin tabúes sobre el cuerpo o la sexualidad.
No nos declaramos nudistas con mayúsculas, pero siempre preferimos las playas nudistas, playas hermosas y mucho menos gente que en las familiares.
Allí, el cuerpo es solo un cuerpo, sin vergüenzas ni juicios. Sofía creció en ese ambiente, corriendo desnuda por la arena desde pequeña, sin asociar el cuerpo con algo que esconder. Era natural, como respirar.

Ahora, después del revuelo que causaron las fotos que subí de Sofía con sus amigas en la playa nudista, ella misma me pidió que contara un poco más sobre quién es. Porque, aunque todos están encantados y preguntando mil cosas sobre ella, Sofía no piensa abrirse un perfil en Poringa ni en ningún lado. Así que aquí estoy, contándoles su historia, cruda y real, como ella me pidió.
Sofía siempre fue intensa, libre, como una tormenta que no se contiene. A los 14 años perdió su virginidad con un novio de su edad, sí, muy precoz. Qué le vamos a hacer, parece que lleva la sangre fogosa de su madre.
Pero esa libertad, esa curiosidad innata, la llevó por caminos oscuros. Sus primeras relaciones fueron un torbellino de toxicidad.
Chicos que al principio parecían príncipes, pero pronto sacaban sus garras. Uno de ellos, la manipulaba constantemente. Le decía que no era suficiente, que necesitaba “arreglarse” más, que su cuerpo no estaba a la altura. La convenció de hacer cosas que ella no quería, como grabar videos íntimos que luego él usaba para chantajearla emocionalmente. “Si me dejas, los muestro”, le decía. Sofía, ciega de amor adolescente, se quedaba atrapada, sin ver las señales.

Otro, un tipo mayor que conoció a los 18, fue peor. La llevaba a fiestas donde la emborrachaba hasta que ella apenas podía decir que no. La presionaba para tener sexo en grupo, cosas que ella no quería pero que, en su confusión, terminaba aceptando para “mantenerlo contento”. Hubo noches en que llegaba a casa con moretones que intentaba ocultar con maquillaje, diciendo que “se había caído”. Eduardo, mi marido, sufría en silencio. Yo intentaba hablar con ella, ser su confidente, pero era como hablarle a una pared. Estaba enamorada, o eso creía, y no veía el abuso. Eduardo, con el corazón roto, seguía yendo a buscarla a antros a las tres de la mañana, cuando sus “parejas” la dejaban tirada. Era lidiar con una adolescente que creía que lo tenía todo bajo control.


A los 20, Sofía tocó fondo. Estaba irreconocible: perdida, apagada, como si su chispa se hubiera consumido. No sabemos qué fue exactamente lo que hizo clic en su cabeza, pero un día decidió cortar con todo. Dejó a esos chicos tóxicos, borró sus números, bloqueó y cerró sus redes. Empezó a mirarse al espejo y a preguntarse quién era, qué quería. Fue un proceso duro, pero necesario. Se alejó de las personas que la hundían y empezó a cuidar su salud mental, a ponerse a ella primero.
Hoy, a sus 23 años, Sofía está en un lugar mucho mejor. Está, por decirlo de alguna manera, de novia con una mujer de 40 años, Berta, que la cuida, la adora y le da la estabilidad que necesita.
Berta es un remanso de paz para Sofía, alguien que la valora por quien es, sin exigirle nada a cambio. Pero Sofía no se define como lesbiana ni bisexual. Ella dice que esto es “un momento en su vida”, que necesitaba a Laura, su calma, su madurez. Y aunque está feliz con ella, no descarta volver a estar con hombres, con mujeres, o con ambos a la vez. Porque así es Sofía: libre, sin etiquetas, como la criamos. No se ata a definiciones.
A veces bromea diciendo que podría enamorarse de un hombre mañana, o de otra mujer, o de dos personas a la vez, porque el amor y el deseo, para ella, no tienen reglas.

Y hablando de todo ese revuelo por las fotos, Sofía se enteró de los comentarios, de lo mucho que la han piropeado, de esos mensajes calientes y hermosos que han dejado. Le encantó saber que despierta tanto cariño y admiración. Así que, como agradecimiento, quiso dejarles estas fotitos y anbajo de todo un regalo extra que espera que les guste. 👇🏻
Es su manera de decir “gracias” por el amor, aunque no esperen que se ponga a responder mensajes uno por uno.
Todas esas experiencias, por dolorosas que fueran, la fortalecieron. La hicieron madurar a una velocidad que a veces me asusta.
Como padres, Eduardo y yo intentamos guiarla, protegerla, pero hubo momentos en que no podíamos hacer más que verla tropezar. Eduardo, que al principio se moría de celos con eso de “no toquen a mi hija”, hoy lo lleva con más calma.
Sofía ya no vive con nosotros, pero nuestra relación es más cercana que nunca. Hay armonía, confianza, y una libertad que siempre fue nuestro sello.
Así es Sofía: una mujer que ha vivido mucho en poco tiempo,, que ha caído y se ha levantado, que no le teme a su cuerpo ni a sus deseos, y que vive la vida a su manera.
Espero que ahora, con esta historia, la conozcan un poco más. Y no, no esperen que se abra un perfil en Poringa para contarles más.
Esto es lo que hay, y ella está feliz siendo quien es.
besos Ceci
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👇🏻👇🏻👇🏻 REGALO SORPESA 👇🏻👇🏻👇🏻
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GRACIAS PORINGA! 😘 Sofía 🥰

24 comentarios - Algo más de mi hija Sofía
graciaas por compartir! +10000000000000000 jajajja😍😍😘😘