Había decidido parar de escribir esas cosas. Y es que no todo son flores, hasta el día de hoy, cuando me acuerdo, siento una mezcla de culpa, excitación y vergüenza.
Yo nunca creí que era algo normal, pese a que ví muchos casos parecidos, y hoy cuando veo la gente hablando cada vez más abiertamente sobre eso, sobre todo en mí país, yo aún me quedo sorprendido. Pero bueno, la idea no es hacerlos sentir mal y ni juzgar a nadie.
Entonces voy a contar brevemente lo de mi tía Andrea, sin adornar demasiado. Nuevamente vuelvo a aclarar que las fotos no son reales (excepto algunas esparcidas entre todos los relatos), pero sí son muy parecidas.

Con mi abuela la cosa se había desenfrenado un poco. Yo la buscaba e insistía tanto que ella terminaba cediendo. Pero era un morbo momentáneo que después nos dejaba muy arrepentidos. Las últimas veces yo incluso le había hecho la cola y aquello fue el colmo para ella. Me acuerdo que la primera vez fue un domingo volviendo de la iglesia. Yo había venido caminando detrás de ella, que charlaba distraída con otras hermanas, y yo miraba a sus colas moviéndose en los vestidos y me quedé tan arrecho que en la casa no me aguanté.
Entré en su cuarto mientras ella se cambiaba, insistiendo e insistiendo y en un rato ya la estaba cogiendo. Pero cuándo saqué de su coño y empecé a hacerla la cola ella me miró con cara de terror. A los 51 años y después de 3 maridos y un amante (mi padre) ella nunca había hecho anal. No me pudo impedir pero se quedó muy molesta y yo con remorso.
El problema es que el remorso no siempre te impide seguir haciendo, más bien puede ser un combustible. Es un ciclo insano. La cosa es que mi abuela decidió quedarse a vivir en la quinta, no solo por el tema del sexo que hacíamos, claro, porque antes ya tenía planes, pero sin duda fue la gota que rebasó el vaso.
Viviendo solo, yo pasé a ir más veces a la casa de mis tías para almorzar. Andrea y Lurdes eran vecinas, pero a esa última, yo no la soportaba, y peor después del escándalo con Sandra, así que casi siempre iba a la casa de Andrea. Ella era la mamá de Raquel y Rebeca, mis primas cantantes con quienes ya en aquel tiempo yo hacía pequeñas presentaciones en iglesias y colegios. Rebeca, de hecho, hoy es famosa. Y bueno, con ellas tenía la excusa de las prácticas, que muchas veces terminaban en sexo.
Ya conté cómo empecé con ellas, gracias a nuestras primas mayores y también ya dije que mayormente hacíamos oral y anal, por el tema de que se mantengan vírgenes para el matrimonio, pero igual las terminé desvirgando aunque no se dejaban mucho por el coño, para no embarazar. Cosas de los 90. En ese entonces yo nunca usaba condón.
Tía Andrea sabía que yo jugaba con sus hijas. No le parecía el fin del mundo, pero no sospechaba que yo ya las cogía, porque eso sí era distinto. Vivía amenazándolas llevar al ginecólogo, y a mí ya me había dado indirectas que dejaban claro hasta dónde estaba permitido.
Una tarde, con mi tío policía descansando en el cuarto, y mis primas en la casa de Lurdes, Andrea me llamó a la cocina.
Les juro que no me lo esperaba. Ella era la tía juguetona, que hablaba huevadas, pero nunca se había insinuado conmigo. Llegué a la cocina todo inocente, y ella estaba de espaldas en la mesa. Me preguntó sin verme, que tal estaba el partido y yo le dije que muy bien. Entonces de la nada se agachó y alzó la falda, levantando la pierna en la silla y me dijo ¿ Y qué tal esto?

Me quedé paralizado. Mi tío recién se había ido borracho al cuarto. Aún me acuerdo que me callé un rato y ella preguntó si no me había gustado. Fue cuándo reaccioné y empecé a tocarla. Ella estaba calientisima, se movía en mi mano y jadeaba, la empecé a coger allí en su mesa, desde dónde ella podía vigilar el corredor por si mi tío despertaba.
Y luego de un buen rato ella se volcó, sentándose en la punta de la mesa, y me dijo sin más: ahora fóllame el culo. Yo agarré el pote de mantequilla y ella me dijo que haces? Con eso no, con saliva no más. La posición era medio rara, tenía las piernas en mi pecho y pronto entendí porque. Era la voz de la experiencia. Siempre que yo me emocionaba ella hacía presión.
Cuándo me tuvo hasta el fondo me mandó dejarlo allí y solita empezó a moverse, despacito y cadenciado. Me miraba con una cara de morbo que yo nunca había visto. Estaba irreconocible y me parecía poseída. Y lo peor fue cuándo se vino. Yo nunca había visto una mujer venirse así. Se temblaba toda y no paraba de decir malas palabras. Lo que sí no me gustó es que me ensució bastante, eso nunca me había pasado. Me mandó lavarme en el baño de los fundos y después me amenazó un montón que no contara a nadie.
No la cogí muchas veces, pero casi siempre fueron rapiditas peligrosas. Ella perdía un poco el quicio cuando estaba caliente. Me acuerdo de una vez que hicimos en la cama de mi tía Mónica, en una reunión familiar y por poco no nos pillan.
Pero era inevitable que sucediera, lo que no me imaginé es que sería por mi culpa. Fue justo en la navidad de 1996. Me fui a su casa a ayudarla a traer las comidas que ella había preparado para la cena y de la nada me dieron ganas de cogerla. Yo había estado de novio con una chica de la que estuve muy enamorado y andaba tranquilo, pero mi novia justo se había ido a vivir a otra ciudad y yo quise volver al puterio.
Agarré a mi tía por detrás. Ella se sorprendió, me dijo que no teníamos tiempo, pero yo le insistí y de repente ella estaba loquísima cabalgándome con el culo. Yo sentado en la silla y de la nada escuchamos. Mamá!? Era Raquel y Rebeca. Estaban en choque. Nunca me olvidé de sus caras de asombro, mientras su mamá se desencajaba de mí verga. El silencio incómodo, la vergüenza.
Ese suceso nos alejaría por años empezando por aquella misma navidad, sobre todo porque en sus charlas ellas se confesaron todo y mí tía supo que yo las cogía seguido y se quedó más enojada. Yo me quedé como el culpable, siendo que, por más que muchas veces haya insistido, no lo había empezado. Pero bueno, lo importante es que después de un tiempo volvimos a hablar y hasta hoy tenemos buena amistad.
Yo nunca creí que era algo normal, pese a que ví muchos casos parecidos, y hoy cuando veo la gente hablando cada vez más abiertamente sobre eso, sobre todo en mí país, yo aún me quedo sorprendido. Pero bueno, la idea no es hacerlos sentir mal y ni juzgar a nadie.
Entonces voy a contar brevemente lo de mi tía Andrea, sin adornar demasiado. Nuevamente vuelvo a aclarar que las fotos no son reales (excepto algunas esparcidas entre todos los relatos), pero sí son muy parecidas.

Con mi abuela la cosa se había desenfrenado un poco. Yo la buscaba e insistía tanto que ella terminaba cediendo. Pero era un morbo momentáneo que después nos dejaba muy arrepentidos. Las últimas veces yo incluso le había hecho la cola y aquello fue el colmo para ella. Me acuerdo que la primera vez fue un domingo volviendo de la iglesia. Yo había venido caminando detrás de ella, que charlaba distraída con otras hermanas, y yo miraba a sus colas moviéndose en los vestidos y me quedé tan arrecho que en la casa no me aguanté.
Entré en su cuarto mientras ella se cambiaba, insistiendo e insistiendo y en un rato ya la estaba cogiendo. Pero cuándo saqué de su coño y empecé a hacerla la cola ella me miró con cara de terror. A los 51 años y después de 3 maridos y un amante (mi padre) ella nunca había hecho anal. No me pudo impedir pero se quedó muy molesta y yo con remorso.
El problema es que el remorso no siempre te impide seguir haciendo, más bien puede ser un combustible. Es un ciclo insano. La cosa es que mi abuela decidió quedarse a vivir en la quinta, no solo por el tema del sexo que hacíamos, claro, porque antes ya tenía planes, pero sin duda fue la gota que rebasó el vaso.
Viviendo solo, yo pasé a ir más veces a la casa de mis tías para almorzar. Andrea y Lurdes eran vecinas, pero a esa última, yo no la soportaba, y peor después del escándalo con Sandra, así que casi siempre iba a la casa de Andrea. Ella era la mamá de Raquel y Rebeca, mis primas cantantes con quienes ya en aquel tiempo yo hacía pequeñas presentaciones en iglesias y colegios. Rebeca, de hecho, hoy es famosa. Y bueno, con ellas tenía la excusa de las prácticas, que muchas veces terminaban en sexo.
Ya conté cómo empecé con ellas, gracias a nuestras primas mayores y también ya dije que mayormente hacíamos oral y anal, por el tema de que se mantengan vírgenes para el matrimonio, pero igual las terminé desvirgando aunque no se dejaban mucho por el coño, para no embarazar. Cosas de los 90. En ese entonces yo nunca usaba condón.
Tía Andrea sabía que yo jugaba con sus hijas. No le parecía el fin del mundo, pero no sospechaba que yo ya las cogía, porque eso sí era distinto. Vivía amenazándolas llevar al ginecólogo, y a mí ya me había dado indirectas que dejaban claro hasta dónde estaba permitido.
Una tarde, con mi tío policía descansando en el cuarto, y mis primas en la casa de Lurdes, Andrea me llamó a la cocina.
Les juro que no me lo esperaba. Ella era la tía juguetona, que hablaba huevadas, pero nunca se había insinuado conmigo. Llegué a la cocina todo inocente, y ella estaba de espaldas en la mesa. Me preguntó sin verme, que tal estaba el partido y yo le dije que muy bien. Entonces de la nada se agachó y alzó la falda, levantando la pierna en la silla y me dijo ¿ Y qué tal esto?

Me quedé paralizado. Mi tío recién se había ido borracho al cuarto. Aún me acuerdo que me callé un rato y ella preguntó si no me había gustado. Fue cuándo reaccioné y empecé a tocarla. Ella estaba calientisima, se movía en mi mano y jadeaba, la empecé a coger allí en su mesa, desde dónde ella podía vigilar el corredor por si mi tío despertaba.
Y luego de un buen rato ella se volcó, sentándose en la punta de la mesa, y me dijo sin más: ahora fóllame el culo. Yo agarré el pote de mantequilla y ella me dijo que haces? Con eso no, con saliva no más. La posición era medio rara, tenía las piernas en mi pecho y pronto entendí porque. Era la voz de la experiencia. Siempre que yo me emocionaba ella hacía presión.
Cuándo me tuvo hasta el fondo me mandó dejarlo allí y solita empezó a moverse, despacito y cadenciado. Me miraba con una cara de morbo que yo nunca había visto. Estaba irreconocible y me parecía poseída. Y lo peor fue cuándo se vino. Yo nunca había visto una mujer venirse así. Se temblaba toda y no paraba de decir malas palabras. Lo que sí no me gustó es que me ensució bastante, eso nunca me había pasado. Me mandó lavarme en el baño de los fundos y después me amenazó un montón que no contara a nadie.
No la cogí muchas veces, pero casi siempre fueron rapiditas peligrosas. Ella perdía un poco el quicio cuando estaba caliente. Me acuerdo de una vez que hicimos en la cama de mi tía Mónica, en una reunión familiar y por poco no nos pillan.
Pero era inevitable que sucediera, lo que no me imaginé es que sería por mi culpa. Fue justo en la navidad de 1996. Me fui a su casa a ayudarla a traer las comidas que ella había preparado para la cena y de la nada me dieron ganas de cogerla. Yo había estado de novio con una chica de la que estuve muy enamorado y andaba tranquilo, pero mi novia justo se había ido a vivir a otra ciudad y yo quise volver al puterio.
Agarré a mi tía por detrás. Ella se sorprendió, me dijo que no teníamos tiempo, pero yo le insistí y de repente ella estaba loquísima cabalgándome con el culo. Yo sentado en la silla y de la nada escuchamos. Mamá!? Era Raquel y Rebeca. Estaban en choque. Nunca me olvidé de sus caras de asombro, mientras su mamá se desencajaba de mí verga. El silencio incómodo, la vergüenza.
Ese suceso nos alejaría por años empezando por aquella misma navidad, sobre todo porque en sus charlas ellas se confesaron todo y mí tía supo que yo las cogía seguido y se quedó más enojada. Yo me quedé como el culpable, siendo que, por más que muchas veces haya insistido, no lo había empezado. Pero bueno, lo importante es que después de un tiempo volvimos a hablar y hasta hoy tenemos buena amistad.
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