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Mi esposa Clara - Nuestra primera vez (I)

Me llamo Andrés, tengo 35 años, y hace ya veinte que estoy con Clara. Quince de novios y cinco de casados. Compartimos prácticamente toda nuestra vida juntos, hemos pasado por todo tipo de etapas: la universidad, nuestros primeros trabajos, un casamiento sobrio pero hermoso y hace apenas un año, el nacimiento de nuestro hijo, Tomás.
Ser padres nos cambió por completo. Lo amamos con el alma, pero también sabemos que el último año nos devoró la rutina. Entre pañales, trasnoches, lactancia y trabajo, la intimidad quedó relegada a un segundo plano. Clara aún amamanta, y sus pechos –que siempre fueron grandes– se volvieron el centro de todas las miradas cuando salimos de casa. Ella suele incomodarse, yo en cambio, lo noto y en silencio me enorgullece. Es dueña de un cuerpo envidiable para cualquier mujer, pero ojo! Ella entrena mucho para estar asi.
Nuestra relación siempre fue estable, con amor, y con un sexo maravilloso, muy picante en un principio, aunque el tiempo lo fue suavizando. Yo fui su primer novio, y ella la única mujer de mi vida. Eso nos dio una unión muy fuerte, pero también un desconocimiento del mundo afuera. Hace unos meses, en medio de charlas nocturnas, surgió una idea: explorar algo distinto, algo nuevo.
Clara no estaba convencida, la sola idea la ponía nerviosa, pero en mí se despertaba una curiosidad que no lograba apagar hacia algunos años, los cuerno consentidos, el “cuckold”. Navegando por internet, descubrí un lugar en las afueras de la ciudad: discreto, elegante, con la fachada de un restaurante común. Era un club privado para parejas swinger. No era un boliche ruidoso ni un lugar marginal, sino un sitio cuidado, con normas claras y un ambiente que prometía respeto.
Pasaron semanas hasta que logré convencerla de al menos ir a ver. “Solo vamos a mirar, nada más”, le repetía. Ella asintió con dudas, recordándome que seguía amamantando y que no quería sentirse fuera de lugar. La tranquilicé como pude…
-: tranqui, en cuanto vos quieras nos volvemos a casa, es pasar el rato, hacer algo diferente.
El sábado por la noche dejamos al nene en casa de mis suegros y nos subimos al auto. El camino fue silencioso. Clara llevaba un jean negro muy apretado, le marcaba perfectamente la cola, le quedaba hermoso y arriba una blusa blanca con un escote modesto, aunque con su delantera, nada lo era. Ella no suele usar ropa así, pero me dijo que quería sentirse “un poco distinta”, asi que bienvenido sea el cambio! Me la pasé mirándola de reojo mientras manejaba, hermosa, con el cabello recogido y una mezcla de miedo y expectativa en los ojos.
Cuando llegamos, estacionamos a una cuadra. Las luces del lugar eran tenues, nada estridente. Caminamos hasta la entrada, donde una pareja de unos cuarenta y tantos nos recibió con sonrisas cálidas. El hombre nos abrió la puerta, y la mujer saludó a Clara con naturalidad, como si fuéramos viejos conocidos.
Dentro había un clima extraño: música suave, algunas parejas conversando en sillones, otras riendo con copas en la mano. No había vulgaridad ni gritos, sino una atmósfera sensual, complice. Clara me tomó fuerte de la mano, como si quisiera asegurarse de que estábamos juntos en esto.
:- tranquila amor, esta todo bien – le dije mientras dábamos el primer paso.
Yo también estaba nervioso, pero más que nada excitado por el simple hecho de estar ahí. Sabía que para Clara el primer obstáculo era superar su vergüenza, aceptar que alguien pudiera mirarla con deseo delante mio y que estuviera permitido. Y yo, en lo profundo, estaba deseando que eso ocurriera.

Desde hace años, cada vez que me pajeaba, terminaba fantaseando con lo mismo: verla con otro. No sé en qué momento empezó, ni por qué. Al principio me asustaba la sola idea, pero de a poco se fue adueñando de mis pensamientos hasta volverse la única temática capaz de excitarme. Clara lo sabia pero no me creía capaz de animarme a algo así, y de alguna manera creo que por eso ella nunca se lo planteo tampoco.
Con esa idea en mi mente, entramos juntos a este nuevo mundo.
Nos fuimos directo a la barra. Un barman elegante, de camisa negra y sonrisa cómplice, nos ofreció dos tragos suaves para “romper el hielo”. Clara pidió un vaso de agua, por la lactancia, y yo un porron de cerveza. Se la notaba muy nerviosa. Nos sentamos en un par de banquetas altas, uno al lado del otro, y desde allí tuvimos la primera panorámica real del ambiente.
Lo que más me sorprendió fue lo normal de todo. Nadie se abalanzaba sobre nadie, ni había situaciones incómodas. Era gente como nosotros, parejas que charlaban distendidas con otras, como si se tratara de una reunión social cualquiera.
A un costado había una pequeña pista de baile. La música era lenta, íntima. Algunas parejas se mecían suavemente y, lo que nos llamó la atención, era que intercambiaban compañeros con naturalidad: ella bailaba un rato con otro hombre, él con otra mujer, como si fuese lo más natural del mundo. No había celos ni escenas, nos miramos con timidez, como si fuésemos 2 adolescentes que salen por primera vez.
Clara apretaba mi mano con fuerza. La notaba rígida, sus ojos iban de un lado a otro, como midiendo si alguien la miraba. Yo, en cambio, estaba fascinado. No podía dejar de observar. Sentía que estaba dentro de una de esas historias que tantas veces había leído o imaginado.
Me acerqué a su oído y le susurré:
:- ¿Ves? No es tan raro como pensábamos…
:- si ya se….
:- como estas amor?? te noto tensa
:- estoy bien, pero me duelen un poco, me tendria que haber sacado antes de entrar - haciendo alusión a sus pechos llenos de leche
Y es que si, se los notaba duros, turgentes, seguro mas de uno ya les habia puesto el ojo.
:- bueno, cualquier cosa vamos un toque al auto y volvemos, aunque no creo que les guste a los muchachos de acá – dije riendo
Ella me devolvió una sonrisa tímida, pero no dijo nada. Solo bebió un sorbo de agua y volvió a clavar su mirada en la pista, donde una mujer de su edad, también madre a juzgar por su cuerpo, se dejaba llevar por los brazos de otro. Clara tragó saliva. 
Pasó casi media hora hasta que la primera persona se animó a acercarse. No fue cualquiera: se trataba de un hombre de unos cincuenta y tantos, muy prolijo, bigote perfectamente cuidado, el porte de alguien que sabe que pisa fuerte en cualquier ambiente. Llevaba un perfume de esos que se sienten antes de que llegue, intenso pero agradable, envolvente. Apenas se presentó entendimos por qué irradiaba tanta seguridad: era uno de los dueños del lugar. Peter.
Con una educación impecable comenzó a charlar con nosotros, como si nos conociera de toda la vida. Hablaba pausado, con confianza, y lograba que Clara respondiera con una naturalidad que no le había visto en toda la noche. Le hacía preguntas simples, comentarios divertidos, y poco a poco fue desarmando esa barrera de nervios que ella traía desde que habíamos cruzado la puerta. Yo lo miraba todo en silencio, casi sin intervenir.
Sentía, más que escuchaba, cómo el tipo había detectado lo que éramos: carne fresca. Esa intuición que solo tienen los veteranos de este mundo. Su mirada alternaba entre Clara y yo, pero siempre volvía a posarse en ella. Y Clara… Clara empezaba a sonreír de una forma distinta, como si por primera vez en la noche se estuviera dejando llevar.
De pronto, sin rodeos, la invitó a bailar. “¿Me concede esta pieza?”, dijo, extendiéndole la mano como un caballero de otra época.
Clara me miró, con un dejo de duda en los ojos, buscando mi aprobación. Yo asentí con un gesto corto. Quería verla. Quería comprobar lo que tantas veces había imaginado.
Ella se levantó, tomó su mano, y caminaron hacia la pista.
En ese instante, algo me recorrió entero. Sentí un calor subir desde la boca del estómago, directo a la entrepierna. Mi verga se había puesto dura al instante, como si mi cuerpo estuviese respondiendo antes que mi cabeza. El verla irse de la mano con otro hombre… ufff...
Me quedé en la banqueta, con el vaso en la mano, mirando cómo mi mujer, la madre de mi hijo, se entregaba por primera vez a los brazos de otro hombre en un contexto donde todo estaba permitido. Y lo que más me sorprendió… fue que ella no parecía estar incomoda.
Él acortaba cada vez más la distancia con movimientos lentos, como si todo estuviera fríamente calculado. La música suave hacía que la pista pareciera un lugar aparte, y desde mi banqueta yo apenas podía respirar de la excitación. Clara se movía con timidez, pero ya no trataba de escapar de su abrazo. Su pecho, generoso y tenso, se aplastaba contra la camisa del hombre en cada giro.
Él bajó la voz, lo suficiente como para que solo ella pudiera oírlo:
:- ¿Sabés lo que pasa ahora mismo no?… Tu marido no puede despegarte los ojos de encima. Te ve en mis brazos y está deseando que pase algo más. Esa es la razón por la que están acá, ¿no?
Ella lo miró sorprendida, tragando saliva, con las mejillas ardiendo.
:- Yo… no sé… nunca hicimos algo así…
Él sonrió con calma, como si ya hubiera escuchado esa respuesta mil veces.
:- Ya se, lo veo en vos, en tu mirada… son nuevos en esto, recién llegados. Pero también puedo ver otra cosa… (bajó la vista descaradamente hacia su escote)…tus pechos están cargados, ¿me equivoco? 
Ella lo miro avergonzada…
:- Que tu primera vez en un lugar así sea en tu situación habla de que vos también lo querés, lo deseas, no?
Ella siguió con el baile, el silencio era una forma tímida de aceptación.
Sus pezones se endurecieron bajo la tela, se notaban.
:- Y tu marido… estoy seguro de que en este mismo momento fantasea con que otro disfrute de vos
Clara parpadeó varias veces, como buscando aire. El bigote del hombre le rozaba la mejilla, y su perfume la envolvía por completo. Por un segundo se quedó inmóvil, sabiendo que lo que decía era verdad, que yo estaba allí, a pocos metros, con la verga latiéndome dentro del pantalón, rogando que diera un paso más.
El hombre inclinó apenas su rostro, buscando sus labios. Fue un movimiento suave, nada brusco, casi elegante, pero Clara giró la cara en el último segundo, esquivando el beso. Sus ojos se clavaron en el suelo, como si le diera vergüenza hasta respirar.
Él no se ofendió. Todo lo contrario, sonrió con complicidad, como si hubiera entendido a la perfección la jugada. Se inclinó hasta su oído y le susurró:
:- necesitás la aprobación de tu marido, no?
Clara lo miró sorprendida, con los ojos abiertos de par en par. Él, seguro de sí mismo, la tomó suavemente de la cintura y la guió de vuelta hacia la barra, donde yo seguía en mi banqueta con el corazón en la garganta y la verga a punto de reventar.
Clara dio unos pasos, y se puso frente a mi, totalmente colorada, no sabia si por vergüenza o por calentura. 
:- que pasa amor? – le pregunte
:- (tartamudeaba) lo viste? Me quiere besar…
:- y? No queres?
:- (dudando) de verdad no te molesta?
:- te soy sincero? Me encanta (dije riendo)
:- despues no quiero reclamos eh! – en tono picaro, mientras Peter miraba a unos metros.
Sentí que la sangre me hervía. Tenía la boca seca, la garganta cerrada. Tragué saliva, intenté hablar, pero mi voz apenas salió en un hilo entrecortado:
:- no, no..
Clara se sonrojó de inmediato, bajó la mirada, y nerviosa como una nena asustada volvió a girar hacia él. Se entontraron. Apenas levantó el mentón, con un gesto tímido, como si estuviera aceptando la decisión.
Él no dudó. La atrajo hacia sí con un movimiento lento y seguro, y sus labios se encontraron. Fue un beso largo, profundo, húmedo… apasionado, como si en esa pista estuvieran solos. La música, las parejas alrededor, todo desapareció.
Su bigote rozaba la piel de mi esposa mientras sus lenguas se buscaban. Y sus manos, firmes pero delicadas, se animaron a más: recorrieron primero su espalda, su cintura, su cola, para luego subir hasta llegar a los costados de sus pechos. Los apretó suavemente, como probando el peso de ellos bajo la blusa. Clara se dejaba hacer.
Yo, desde la banqueta, sentía que estaba viviendo mi fantasía más íntima: mi mujer, besando a otro hombre, me explotaba la verga!
Clara y Peter siguieron besándose, como si cada segundo que pasaba deshiciera la timidez inicial. Al principio eran roces, pero pronto se transformaron en algo más profundo, más entregado. Desde la banqueta yo apenas podía respirar; la escena me atravesaba, entre orgullo y deseo.
Él no dejaba de hablarle al oído entre beso y beso, con esa voz grave y segura que parecía hipnotizarla.
:- Que hermosa mujer sos… la estas pasando bien? – mientras sus pelvis se frotaban entre baile y baile
-: si – dijo timidamente con los labios bastante hinchados
-: no puedo creer lo hermosa que sos, muero de ganas de conocerte mejor… - Mientras se acercaba para un nuevo beso.
Clara se estremeció, como si esas palabras la hubieran expuesto por completo. Yo lo veía todo, incapaz de negar que cada gesto me calentaba más y más.
Peter no se apuraba. La besaba, se detenía un instante para susurrar, y volvía a atraparla con calma. Era como si llevara el control de cada detalle. Y Clara… Clara ya no parecía resistirse.
Tras un rato, él bajó el tono de la voz, aún más íntimo:
:- Este lugar está bien para un comienzo… pero vos mereces un espacio mas tranquilo. Tengo un departamento a dos cuadras preparado para que las cosas fluyan sin apuro. ¿Qué decis?
Clara abrió los ojos de par en par y lo miró sorprendida. Yo sentí un nudo en la garganta. No entendía bien que pasaba.
Vinieron hacia mi.
:- ¿Un departamento? —preguntó con voz tensa.
:- Sí —respondió Peter, tranquilo - :- Discreto, cómodo. Es de alto nivel, no imaginen un sucucho. No tienen que decidir nada ahora, pero si quieren, podemos ir y ver. Solo eso.
Nos miramos con Clara. Sus mejillas estaban encendidas, los labios hinchadisimos, sus pechos se notaban duros, la respiración agitada. Había miedo, sí, pero también curiosidad. Una mezcla peligrosa. Peter se alejo para que pudiésemos pensarlo.
:- No sé… —susurró ella, como si hablara para sí misma.
:- Podemos volvernos ya mismo —le recordé—, o dar un paso más. Vos decidís.
El silencio se volvió insoportable. Finalmente, Clara asintió apenas con la cabeza, tímida, y me tomó de la mano. Yo apreté la suya, sin decir nada. 
Le hicimos un gesto. Peter sonrió como quien ya había previsto ese desenlace.
:- Entonces, vamos.
Salimos del lugar. El aire de la noche golpeó distinto, fresco, vibrante. Caminamos esas dos cuadras en silencio, con el corazón latiéndome en la garganta y la certeza de que estábamos entrando en un terreno del que ya no habría vuelta atrás.
El edificio era imponente, con un hall de mármol brillante y un ascensor que se abría con puertas pesadas, silenciosas. Peter nos guió con la naturalidad de quien conoce cada detalle del lugar. Subimos al piso 12, y al abrirse la puerta nos recibió un pasillo alfombrado, con una tenue iluminación que ya anticipaba la discreción y el lujo que encontraríamos adentro.
El departamento era amplio, moderno, con ventanales enormes que dejaban ver las luces de la ciudad. Todo impecable, sobrio, elegante. Clara entró con cierta timidez, tomándome de la mano, mientras Peter avanzaba con paso seguro. Nos ofreció sentarnos en el living, donde un sillón de cuero negro ocupaba el centro, amplio, profundo, casi hecho para lo que estaba por ocurrir.
:- ¿Quieren algo de tomar? —preguntó con naturalidad, sirviéndose un vaso de whisky ámbar, espeso.
:- Yo no puedo —respondió Clara, algo incómoda.
:- Tranquila, preciosa, lo entiendo —dijo Peter, con una sonrisa cómplice, mientras me servía a mí un vaso generoso de un whisky que jamás había probado en mi vida, fuerte y cálido al pasar.
Él se acomodó en el sillón con el vaso en la mano, cruzando las piernas, con un aire de absoluto control. Nos miraba a los dos, pero sus ojos se detenían en Clara, como si desvistieran cada centímetro de su cuerpo.
:- Andrés  - dijo de pronto, con un tono grave pero calmado :- haceme un favor… empezá a desnudar a tu mujer para mí. Quiero verla, quiero disfrutar cómo descubrís su cuerpo mientras yo tomo tranquilo.
Me quedé mudo un segundo, el vaso detenido en el aire. Clara abrió los ojos, sorprendida, colorada hasta las orejas. Peter apoyó la copa en la mesa baja de vidrio y, sin dejar de mirarnos, se llevó la mano al pantalón, acariciándose el bulto con descaro.
:- muero de ganas de ver que hay abajo de esa ropa —añadió, mirando fijo a Clara.
Ella me miró, temblando. Yo, excitado como nunca, dejé el vaso en la mesa y me levanté despacio. Me paré frente a ella, que seguía de pie, con el jean ajustado y la blusa blanca que apenas contenía sus pechos llenos. Le acaricié la cara, intentando tranquilizarla, y empecé a desabotonarle la blusa lentamente.
Peter nos observaba sin perder detalle, su respiración más pesada, su mano frotando con cierto disimulo su entrepierna mientras murmuraba:
:-Eso es… despacito… difrutemos esto de a poco, los tres.
Cuando abrí la blusa, la tela cedió y dejó ver un conjunto de lencería negra, de encaje fino. Clara tragó saliva, bajando la mirada, pero no intentó detenerme. Sus pechos parecían a punto de reventar el corpiño, tensos, marcados por la leche, con los pezones duros asomando tras la tela.
Mi esposa Clara - Nuestra primera vez (I)


:-mmmm… -susurró Peter, apretando más fuerte su bulto :- Están a punto de explotar.
Yo le bajé despacio el jean, revelando una pequeña tanga negro que no sabía que llevaba puesta. Una sorpresa que me terminó de enloquecer.
Peter se inclinó hacia delante, con los ojos brillantes.
:-Andrés… quiero ver cómo la dejás lista para mí. Quiero que seas vos el que me regale este momento.
Clara, temblando, me buscó con la mirada. Yo asentí, besándole el cuello, mientras mis manos terminaban de sacarle el pantalon.
esposa


Clara ya estaba casi desnuda frente a nosotros, cubierta solo por la lencería negra que apenas contenía sus formas. Me ubique detras de ella, le acariciaba la cintura, la besaba suave en el cuello, mientras Peter, en el sillón, no perdía detalle.

Con calma, como si todo estuviera bajo su control, dejó el vaso de whisky en la mesa y llevó ambas manos a su pantalón. Desabrochó el cinturón con un gesto pausado, sosteniendo la mirada, y luego bajó el cierre. La tela cedió lentamente, dejando asomar primero un calzoncillo negro ajustado, deformado por un bulto que parecía crecer más con cada segundo.
:-Eso es… - murmuró—, seguí tocandola. 
Clara respiraba agitada, sus mejillas rojas, sin animarse a mirarlo directo. Yo bajé las tiras del corpiño, y sus pechos rebotaron hacia afuera, pesados, tensos. Apenas quedaron libres, un par de gotas de leche comenzaron a resbalarse por sus pezones duros, humedeciendo el encaje.
Los ojos de Peter estaban encendidos, llenos de lujuria. Llevándose la mano al bulto y presionándolo con fuerza me dijo:
:-Mirá eso, Andrés… ¿te das cuenta el minón que tenés al lado? Es mucha mujer para vos.
Ese comentario humillante por alguna razón me calentó muchísimo. Lleve mis dedos al interior de la tanga de Clara y comencé a acariciarle el clitoris como se que a ella le gusta.
:-mmmmmmm – dijo en voz alta, sin poder contener lo que le generaban  mis caricias.
Peter con un movimiento lento, bajó el pantalón hasta las rodillas y luego lo empujó al suelo. El calzoncillo ya no podía ocultar nada: la tela estirada mostraba la forma de una verga gruesa, muy gruesa, de un largo normal pero que parecía una maza en comparación con la mia. Se acariciaba sobre la tela, disfrutando de mostrarla, excitado por ver nuestras reacciones.
:- Clara… - dijo su nombre por primera vez, con voz grave :- Tus pezones están rogando que los chupe, que los muerda… mirá cómo te gotean.

Ella cerró los ojos, temblando, y un hilo más de leche bajó por la curva de su pecho, brillante bajo la luz cálida del living. Yo, ardiendo, le tome los pechos, y los aprete para que saliera aun mas leche. 
:- mmmmmmm – los ojos de Peter se incendiaron.
pareja

Swinger


Clara gimió, mientras él ya empujaba su ropa interior hacia abajo, liberando al fin su miembro: no era interminable, pero sí un tronco ancho, venoso, palpitante. Era realmente grueso.
:- Quiero que me la dejes de rodillas frente a mí, Andrés  - ordenó con calma perversa. :- Quiero que ella sienta lo que es tener cerca de la boca una verga de verdad, mientras vos la sostenés.
Yo tragué saliva, el corazón explotándome en el pecho, y miré a Clara, que temblaba, a medio camino entre el miedo y la excitación más intensa.

16 comentarios - Mi esposa Clara - Nuestra primera vez (I)

fremin +1
🙌🙌🙌. Tremendo
Mad_Season_05 +1
Buenísimo +10, espero con ansías la segunda parte y la vuelta de pau 🔥
niko_b +1
Tremendo relato. Que bueno que volviste loco.
aleman7777777 +1
Muy bueno tu relato como siempre 👏🏽👏🏽
Extraño a pau
pijachu08 +1
El nivel mas alto siempre gracias por volver
Ampolh +1
exelente relato, para cuando la 2 da parte?
Ampolh +1
Muy buen relato como nos tenés acostumbrados te felicito, espero ansioso la 2 parte y también el regreso de Pau. Abrazo
luisferloco +1
hermosa modelo, es la misma de los relatos de los albañiles. Está tremenda
sponjfloyd +1
Un cuckold disfrazado de swinger. Suele ocurrir bastante seguido
ellui30
Excelente y excitante... hermosa clara