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Gemelas del vestido rojo I

La fiesta de máscaras y antifaces era un torbellino de deseo reprimido, con cuerpos disfrazados rozándose bajo luces estroboscópicas y una música que latía como un corazón acelerado. Él, enfundado en un traje negro impecable que marcaba su figura atlética, sintió un chispazo al verla: una rubia despampanante con un vestido rojo que se adhería a sus curvas como una segunda piel. El escote profundo dejaba entrever sus tetas perfectas, redondas y firmes, mientras el tajo del vestido subía hasta casi la cintura, revelando una liga roja que sostenía unas medias de red. Sus ojos, ocultos tras un antifaz de encaje, lo desafiaban con una promesa silenciosa. El flirteo fue inmediato, un intercambio de miradas ardientes y palabras cargadas de dobles sentidos. Su polla ya palpitaba bajo el traje cuando la tomó de la mano y la llevó a una habitación apartada de la mansión, donde la penumbra envolvía todo en un aire de secreto. En la habitación, ella se recostó en la cama, el vestido rojo deslizándose lo justo para mostrar la curva de sus muslos. Sus labios entreabiertos y la forma en que cruzó las piernas, dejando entrever la liga, lo tenían al borde de perder el control. "Voy por un trago", murmuró él, más para calmar el calor que lo consumía que por necesidad. Ella asintió, lamiéndose los labios con una lentitud que lo hizo estremecer. Cuando volvió con un whisky en la mano, la habitación estaba vacía. El aroma de su perfume aún flotaba, pero ella no estaba. Confundido, dejó el vaso en la mesa de luz, el hielo tintineando, y regresó a la fiesta, con la polla dura y un nudo de frustración en el pecho. Se mezcló entre la multitud, bebiendo tragos para apagar el fuego que lo quemaba por dentro. Charló con amigos, pero sus ojos buscaban el destello rojo. Y ahí estaba: el vestido carmesí brillando en la pista, ella bailando con una sensualidad que parecía diseñada para torturarlo. Se acercó, embriagado por el deseo, y deslizó su mano por el tajo del vestido, sus dedos rozando la piel cálida de su nalga, buscando el calor húmedo que imaginaba entre sus piernas. Pero ella, con un destello de furia en sus ojos azules, le dio una cachetada que le ardió en la mejilla. "¡Qué mierda haces!", siseó, y se alejó entre la multitud, dejándolo atónito, con la cara caliente y la excitación mezclada con desconcierto. Volvió a la habitación, pero solo halló el silencio y la cama vacía. De pronto, una voz suave y cargada de promesas lo envolvió desde atrás: "Pensé que no ibas a volver...". Era ella, la rubia, su vestido rojo como una bandera de deseo. Intentó hablar, pero ella le tapó la boca con un dedo, la uña rozando sus labios. "Shhh, no hagas ruido", susurró, arrodillándose frente a él. Sus manos desabrocharon su cinturón con una lentitud tortuosa, liberando su polla dura como roca. Ella lo miró con esos ojos azules, poniendo su mejor cara de puta, y pasó la lengua lentamente por la punta, saboreando las gotas saladas de precum. Lo envolvió con su boca, chupando suave, lamiendo cada centímetro, dejando un rastro de saliva que brillaba bajo la luz tenue. Alternaba succiones profundas con una paja húmeda, sus manos resbalando por su eje mientras lo miraba fijamente, desafiándolo a aguantar. Él gemía, sus caderas moviéndose hacia ella, pero justo cuando sentía el orgasmo a punto de estallar, ella se detuvo, se levantó con una risa baja y salió de la habitación, dejándolo con los pantalones en los tobillos, jadeando, con la polla palpitante y el cuerpo temblando de frustración. Regresó a la fiesta, intentando calmarse. Tomó el lugar del DJ por un rato, mezclando canciones para distraerse, pero su mente estaba atrapada en el vestido rojo. Y ahí estaba ella otra vez, bailando en el centro de la pista, sus caderas ondulando con una sensualidad que lo hacía sudar. Lo miraba fijamente, sus labios entreabiertos, su cuerpo moviéndose como si lo estuviera follando con cada giro. Cuando él se acercó para bailar, ella se deslizó hacia un pasillo oscuro de la mansión, como un espectro rojo que lo atraía. La siguió, su corazón latiendo con una mezcla de deseo y confusión. En la penumbra, ella lo tomó por la nuca con fuerza, guiando su cabeza hacia su vestido. Sin decir una palabra, corrió el tajo, dejando al descubierto su coño empapado, los labios brillando de humedad. "Chúpame", ordenó, y él se hundió en ella, su lengua explorando cada pliegue, saboreando su dulzura salada. Ella gemía, sus manos apretando su cabello, hasta que un estremecimiento la recorrió y un chorro caliente de su squirt lo salpicó, empapándole la cara y el pecho. Antes de que pudiera reaccionar, ella lo empujó con una risa cruel y desapareció, dejándolo de rodillas, con la cara mojada, la polla dolorosamente dura y la cabeza dando vueltas. La fiesta seguía, pero él estaba en otro mundo. Charló con amigos, jugó a embocar pelotas de ping-pong en vasos, pero sus ojos buscaban el vestido rojo. Entonces la vio, bailando con otra mujer en un coqueteo lésbico que hizo que su polla volviera a endurecerse al instante. Sus cuerpos se rozaban, las manos de la rubia acariciando los muslos de la otra bajo su disfraz. Las siguió hasta una habitación, donde la rubia ató a la otra mujer a la cama con una cuerda de seda. Con una lentitud provocadora, le arrancó la ropa interior, dejando al descubierto un coño brillante de excitación, los jugos resbalando por sus muslos. La rubia tomó la tanga empapada y se la metió en la boca a su compañera, sonriendo mientras le colocaba unas orejas de zorra que sacó de un cajón lleno de juguetes sexuales. "Ya vuelvo, zorrita", dijo con una voz cargada de malicia, y salió, perdiéndose entre la multitud. Él salió tras el vestido rojo, pero ella se desvaneció entre la gente. Frustrado y excitado, volvió a la barra, preparando tragos para unas chicas que reían y le pedían que les sirviera el licor directamente en la boca, sus lenguas rozando el borde del vaso. Pero su mente estaba en ella. Y entonces, como un imán, la encontró. La rubia lo vio y, sin mediar palabra, le comió la boca con un beso feroz, sus lenguas enredándose, el sabor de su saliva mezclándose con el licor. Sin dudarlo, él la tomó de la muñeca y la llevó a una habitación contigua. La ató a la cama, imitando la escena que había presenciado. Deslizó sus manos por su cuerpo, arrancándole el vestido rojo para revelar sus tetas perfectas y su coño empapado, la tanga chorreando de excitación. La acarició, sus dedos resbalando en su humedad, mientras ella gemía y se retorcía. Encontró las orejas de zorra en el cajón, junto a un arsenal de juguetes sexuales, y se las puso. Le arrancó la tanga, empapada de sus jugos, y se la metió en la boca. "Esto es por dejarme caliente", gruñó, inclinándose para lamer una última vez su clítoris palpitante, haciéndola temblar. Luego se levantó, dejándola atada, mojada y jadeando, con la promesa de volver para "darle una tremenda cogida". Salió de la habitación, sintiéndose triunfante, como si por fin hubiera tomado el control, ahora si no se podia escapar... Afuera, los fuegos artificiales estallaban en el cielo, mientras en las habitaciones contiguas, una rubia y una morocha, atadas y chorreando de deseo, esperaban ansiosas a que alguien volviera a follarlas.
Lo que el hombre hasta el momento no sabia era que en realidad no era una sola rubia con la que habia interactuado sino con un par de hermanas gemelas, siendo Zara la primera con la que flasheo, la que le hizo sexo oral y a quien habia dejado en la cama atada, y la otra gemela Kira, la que lo obligo a chuparle la concha y quien tenia atada en la cama a la morocha en la habitación de al lado… y mientras el se paseaba por la fiesta, planeando que perversión hacer con su sumisa en la cama… dentro de esa habitación las cosas se iban a poner mas interesantes entre las dos hermanas…
Kira entró tambaleándose en la habitación, el vestido rojo pegado a su cuerpo por el champagne que había derramado, la tela húmeda marcando cada curva de sus tetas y sus caderas. El alcohol le nublaba la mente, pero su piel ardía con la euforia de la noche: el recuerdo de la lengua de un desconocido devorando su coño hasta hacerla estallar en un chorro caliente aún palpitaba entre sus piernas. Los fuegos artificiales estallaban afuera, lanzando destellos de luz que se colaban por la ventana, iluminando apenas la figura atada a la cama. En la penumbra, vio a una mujer desnuda, con las muñecas sujetas por sogas de seda roja, las piernas abiertas dejando al descubierto un coño brillante de humedad, los labios hinchados y relucientes bajo la luz intermitente. Una tanga empapada sobresalía de su boca, y unas orejas de zorra ladeadas le daban un aire de sumisión perversa. Kira, creyendo que era su morocha, sonrió con malicia, el calor del deseo subiéndole por el pecho. Sin dudarlo, descorchó el resto del champagne y lo vertió sobre el sexo expuesto, el líquido burbujeante resbalando por los pliegues rosados, mezclándose con los jugos que ya chorreaban por los muslos. Se arrodilló entre las piernas de la figura atada, el aroma dulce y salado de su excitación llenándole los sentidos, mezclado con el toque afrutado del champagne. Su lengua rozó primero los muslos, lamiendo el líquido que goteaba, la piel suave temblando bajo su boca. Luego, se hundió en el coño, lamiendo lentamente los labios externos, saboreando la mezcla embriagadora de champagne y jugos calientes. Cada lamida era un deleite, la textura sedosa de la carne cediendo bajo su lengua, los gemidos ahogados de la mujer vibrando contra la tanga en su boca. Kira cerró los ojos, dejando que el morbo la guiara, chupando el clítoris con una presión suave que se volvía intensa, sintiendo cómo se hinchaba bajo su lengua. Sus manos se aferraron a los muslos, las uñas clavándose ligeramente mientras la figura se arqueaba, un chorro cálido de squirt salpicándole los labios y la barbilla, empapándola con un sabor que la hizo gemir de placer. El cuerpo atado temblaba, y Kira, perdida en la lujuria, lamió con más avidez, succionando cada gota, sus propios jugos empapando su tanga mientras su coño palpitaba de excitación. Subió por el cuerpo, sus manos acariciando las tetas firmes, los pezones duros como pequeñas piedras bajo sus dedos. Los lamió, mordisqueándolos suavemente, sintiendo cómo la figura se retorcía, sus gemidos más fuertes ahora, casi desesperados. Kira, con la boca chorreando de jugos y champagne, se acercó para besar a quien creía que era su morocha, arrancándole la venda de los ojos. Pero la luz de un fuego artificial iluminó el rostro, y su corazón dio un vuelco: la cabellera rubia, los ojos azules idénticos a los suyos, el rostro que era su propio reflejo. "¡Zara!", exclamó, el shock mezclándose con el alcohol y el deseo que aún le quemaba el cuerpo. Le arrancó la tanga de la boca, el tejido húmedo cayendo sobre la sábana, y balbuceó: "¿Qué haces aquí?". La confusión la golpeó como una ola, pero bajo esa náusea, una chispa prohibida seguía ardiendo, haciendo que su coño se contrajera al recordar cómo había lamido a su propia hermana hasta hacerla estallar.
Desde la perspectiva de Zara:
Zara yacía atada a la cama, las sogas de seda mordiendo suavemente sus muñecas, su cuerpo expuesto y vibrante de deseo. Los fuegos artificiales retumbaban afuera, cada explosión resonando en su pecho, amplificando el calor que palpitaba entre sus piernas. La tanga empapada en su boca sabía a su propia excitación, un recordatorio constante de la promesa del hombre que la había dejado allí, jurando volver para follarla duro. Su coño estaba hinchado, chorreando, los jugos resbalando por sus muslos mientras esperaba, la venda en los ojos sumiéndola en una oscuridad que hacía que cada sensación fuera más intensa. De pronto, la puerta se abrió, y un chorro frío de champagne cayó sobre su sexo, haciéndola jadear contra la mordaza. El líquido burbujeante resbaló por sus labios vaginales, mezclándose con su humedad, y antes de que pudiera procesarlo, una lengua suave y experta comenzó a lamerla, arrancándole un gemido que vibró en su garganta. La lengua era un milagro, recorriendo sus pliegues con una precisión que parecía conocer cada rincón de su cuerpo. Lamía lentamente al principio, saboreando los bordes de su coño, luego se hundía en su clítoris, chupándolo con una presión que la hacía arquearse, sus caderas empujando contra esa boca sin control. El champagne frío contrastaba con el calor de la lengua, creando una sensación que la volvía loca, como si estuviera siendo devorada por alguien que sabía exactamente cómo encenderla. Los gemidos se le escapaban, sofocados por la tanga, mientras sentía sus tetas siendo lamidas, los pezones succionados con pequeños mordiscos que enviaban descargas eléctricas a su coño. Cada roce de esa lengua era perfecto, como si fuera su propio reflejo lamiéndose, y cuando el orgasmo la atravesó, su cuerpo se convulsionó, un chorro caliente de squirt salpicando la boca que la devoraba, empapando la sábana bajo ella. Sus muslos temblaban, su respiración era un jadeo desesperado, y el placer era tan abrumador que casi no notó cuando le quitaron la venda. Entonces, la luz de un fuego artificial iluminó el rostro de su agresora, y el mundo se detuvo. Era Kira, su gemela, con la boca brillante de sus jugos, los ojos azules abiertos de par en par por la sorpresa. Zara sintió una náusea subirle por la garganta al darse cuenta de que había sido su hermana quien la había llevado al clímax, pero bajo esa repulsión, una chispa prohibida la traicionaba, haciendo que su coño palpitara aún más. Le arrancaron la tanga de la boca, y Zara, furiosa, gritó: "¡Eres una enferma!", suéltame perra!! Le dijo mientras lograba zafarse de las ataduras, propinándole una cachetada que dejó la mejilla de Kira enrojecida. Intentó darle otra, pero Kira le sujetó el brazo, luego el otro, y de pronto estaban cara a cara, sus alientos mezclándose, sus cuerpos tan cerca que podían sentir el calor del otro. La furia dio paso a algo más oscuro, y cuando Kira la besó, Zara giró la cara, pero el deseo la venció. Sus lenguas se enredaron, el sabor de su propio squirt aún en la boca de Kira, y su coño se mojó de nuevo, traicionándola mientras se rendía a ese beso apasionado.
La confusión y el asco se mezclaban con un deseo que ninguna de las dos podía negar por completo. Zara, aún temblando por el orgasmo, empujó a Kira contra la cama, sus manos moviéndose con una furia que era mitad venganza, mitad lujuria. "Esto no te va a salir gratis", siseó, arrancándole el vestido rojo empapado de champagne, dejando al descubierto las tetas firmes de Kira, los pezones duros y rosados brillando bajo la luz intermitente. Tomó las sogas de seda y ató las muñecas de Kira, asegurándolas con fuerza, luego le vendó los ojos y le metió su propia tanga, húmeda de excitación, en la boca. "Te voy a hacer exactamente lo que me hiciste", gruñó, y comenzó a repetir cada movimiento con una precisión cruel. Sus dedos se deslizaron por el coño de Kira, resbalando en la humedad que chorreaba, mientras su lengua lamía sus tetas, succionando los pezones hasta hacerla gemir contra la mordaza. Zara chupó su clítoris con una intensidad que era casi castigadora, saboreando los jugos que fluían, llevándola al borde del orgasmo una y otra vez antes de dejarla estallar. Cuando Kira llegó al clímax, un chorro caliente de squirt salpicó el rostro de Zara, empapándola, y ella lamió cada gota, su propio coño palpitando de deseo. Pero Zara no la desató. "Aún te queda un castigo", susurró, inclinándose cerca de su oído, el aliento cálido rozando la piel de Kira. "Vas a quedarte en mi lugar. Ese hombre prometió volver y follarme duro, y ahora tú vas a recibirlo". Kira, con la tanga en la boca, intentó protestar, su voz ahogada. "¡Estás loca!", balbuceó cuando Zara le quitó la mordaza por un momento. "¡Fue un error! En la habitación de al lado tengo a una chica atada, esperando por mí". Pero esas palabras encendieron algo en Zara. La idea de intercambiar roles, de hacerse pasar por Kira y tomar a su morocha, la excitó tanto que no dejó que su hermana terminara de hablar. "Cállate", gruñó, volviendo a meterle la tanga en la boca, y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí, dejando a Kira atada, chorreando de deseo, esperando al hombre que estaba a punto de entrar.

1 comentarios - Gemelas del vestido rojo I

ekissa7838
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