Sábado, 23 de Agosto de 2025
Sobre las 09:00 de la mañana, estaba jugando al ordenador y viendo videos en YouTube. Mi madre, por otro lado, se encontraba en su habitación. Al poco de despertarse, encendió el móvil del trabajo; tenía dos teléfonos: uno para uso personal y otro para atender a los pacientes de la clínica.
-Mira la pantalla y ve que tiene un mensaje en el teléfono de la clínica-
[08:50] Cliente: Holaa ¿eres Elena la terapeuta?
[09:10] Mi Madre: Sí, soy yo ¿en qué puedo ayudarte?
[09:14] Cliente: esque mira.. como te digo.. para no que pienses mal de mi..
[09:18] Mi Madre: no voy a pensar mal de ti, no soy quien para juzgarte. Dime tu problema, para eso estoy, para ayudarte.
[09:23] Cliente: es que me da vergüenza tratar con mujeres.. Cuando voy a la playa y las veo con el bikini o en topless, no puedo evitar llevar mi mano a la entrepierna o cuando las chicas se ponen esos vestidos me pongo cachondo y no me puedo controlar...
También me da timidez que las mujeres miren mi cuerpo mientras tenemos sexo
[09:30] Mi Madre: vale, te entiendo. Se como ayudarte, vente sobre las 11:00 a mi consulta.
[09:32] Cliente; okey, muchas gracias
[09:36] Mi Madre: de nada, allí nos vemos
Mi madre, con una sonrisa misteriosa, abrió una bolsa blanca escondida debajo del colchón de su cama. Sacó un conjunto de lencería blanca de rejilla, medias a juego y un tanga blanco. Finalmente, tomó unos tacones blancos de aguja de una caja rosa. Guardó todo en su bolso, se puso un vestido normal sin sujetador y unas deportivas rosas.
Salía de su habitación y miraba la hora en su móvil. Eran las 10:08.
Mi Madre: hola hijo ¿has dormido bien está noche?
Hijo: Sí mamá *veía que se había puesto una ropa para salir y llevaba el bolso colgado* ¿vas a salir de casa?
Mi Madre: Sí hijo, tengo que ir a mi consulta a hacer unas cosas.
Hijo: Vale mami, ¿a qué hora vendrás?
Mi Madre: no se hijo, yo te llamo, no sé cuánto tiempo me va a llevar..
Hijo: que bien, podré quedarme solo sin que nadie me moleste
Mi Madre: en la nevera tienes comida cielo, Chao
Hijo: Adiós mamá que vaya bien
Cerró la puerta de casa, bajó por el ascensor y se dirigió hacia el garaje. Caminó hacia su coche, abrió la puerta, se sentó, puso su bolso en el asiento del copiloto, se abrochó el cinturón de seguridad y se puso rumbo a la consulta.
Aparcó cerca del coche y entró a su consulta privada. Una vez dentro, agarró el móvil del trabajo y le envió el siguiente mensaje:
[10:51] Mi Madre: ¿cómo te llamas? para cuando vengas saber que eres tú
[10:55] Cliente: Me llamo Juan, tengo 45 años
[10:58] Mi Madre: Okey Juan, cuando llegues a la consulta, envíame un mensaje al móvil por si no llega a funcionar el telefonillo
Mi madre, estando sola en la consulta, se desnudó. Dejó el vestido y las deportivas rosas dentro de su bolso y sacó la ropa que había guardado. Se puso el tanga blanco, la lencería de rejilla, las medias blancas de rejilla y los tacones blancos. Sus tetas se podían apreciar perfectamente.
Su móvil se encendió con un mensaje: "Elena, estoy en la puerta de tu consulta."

*Ring ring* -Estaban tocando al telefonillo-
Mami: Buenas días, Juan?
Juan: sí soy yo, Elena?
Mami: Sí, soy yo. Adelante
Juan se quedó embobado mirando la ropa tan sexy que tenía mi mamá.
Hola Juan, vamos a tratar tu problema. Sentémonos en el sofá
-Ambos se sentaron en el sofá de la consulta, uno al lado del otro-

Mami: decías que tienes un problema con las mujeres, no? que no te puedes controlar cuando ves a una chica con un vestido corto, en bikini, haciendo topless, que automáticamente te llevas la mano a tu entrepierna. Que te da vergüenza enseñar tu cuerpo a las mujeres durante el sexo y tal no?
Juan: Sí Elena, eso es lo que me pasa
Mami: por eso me he puesto esta ropa, vamos a aprender a controlar esos impulsos. Tu haz lo que te vaya diciendo
Mami: ven, sígueme -le agarraba de la mano-
Juan: eres muy amable Elena
Mami: gracias, como tiene que ser no? jajaja
Mami: venga, hay que quitarse la camiseta



Mami: ahora los pantalones y los calzoncillos

-Le desabrochaba el cinturón, le agarraba del pantalón y del calzoncillo y tiraba hacía abajo-


—Juan se quita el pantalón y lo dejaba a un lado
Mami: túmbate en la camilla -decía con una voz tranquila-
Juan: okey Elena


Mami: cierra los ojos y relájate, -acariciaba su cuerpo para que estuviera calmado-
relájate.. -lo decía con una voz muy dulce y femenina-


Mami: tranquilo, no pasa nada por estar desnudo frente a una mujer.. Disfruta del masaje… yo estoy con los pechos visibles y te estoy masajeando sin problemas, mientras estoy mirando tu polla. No hay que ponerse nervioso por algo que tenemos todas las mujeres…

Igual que yo no me pongo nerviosa cuando un hombre se fija en mí. Mira que rico masturbo tu rica polla con mi mano.
-¿Ya no te pones tímido cuando te tocan la polla? ¿A qué lo hago muy bien? -preguntó mi madre con una sonrisa pícara mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos.

Con una mirada llena de lujuria y determinación, su cara la acercaba a su pene, acercaba los labios rozando la punta de su miembro con suavidad antes de abrir la boca por completo. Con un movimiento fluido y experto, envolvió su polla con sus labios carnosos, sumergiéndolo en la calidez húmeda de su boca.
Glup... glup... glup... El sonido obsceno de la saliva mezclándose con el movimiento rítmico de su cabeza llenaba la habitación, creando una sinfonía erótica que aumentaba la excitación. Cada vez que retrocedía, un hilo plateado de saliva conectaba sus labios con el miembro brillante y húmedo, antes de romperse y caer lentamente.
Sus manos se cerraron alrededor de la base, apretando con firmeza mientras su lengua danzaba alrededor del glande sensible. Con cada movimiento, su boca se hundía más profundamente, sus labios rozando los pelos rizados en la base, demostrando su habilidad y empeño en complacerlo.
Glup... glup... Los sonidos se volvieron más intensos, más húmedos, mientras aumentaba el ritmo, sus mejillas se hundían con cada succión profunda. Sus ojos, con una mirada de perrita , miraba hacia su polla, disfrutando cada gemido que escapaba de los labios del hombre.
Eso es.. disfruta corazón..


Con una voz suave pero firme, le susurró al oído:
—Ahora date la vuelta, cielo. Mete tu polla por el agujero y cierra los ojos...
Él obedeció, girando lentamente mientras ella se arrodillaba frente a él. Con movimientos felinos, se deslizó bajo la mesa, su cuerpo ágil y seductor desapareciendo de su vista. La oscuridad bajo el mueble añadía un toque de misterio y anticipación.
Glup.
Un sonido húmedo resonó cuando escupió en su mano, la saliva era brillante y espesa. Con ambas manos, extendió su fluido cálido por el tronco del pene, cubriéndolo por completo. Sus dedos se cerraron alrededor de él, moviendo el pellejo suavemente de arriba a abajo y luego en círculos lentos, asegurándose de que cada centímetro estuviera bien lubricado.
—Así... muy bien... —murmuró ella, su voz ahogada pero clara bajo la mesa.
Sus manos trabajaban con dedicación, una apretando la base mientras la otra acariciaba la punta con movimientos precisos. Cada pasada era lenta y deliberada, sus dedos rozando los pliegues de la piel con una mezcla de ternura y lujuria. El sonido de su respiración acelerada se mezclaba con el crujido del cuero del sofá mientras él se retorcía de placer.
—No abras los ojos... solo siente... —susurró ella antes de llevar sus labios a la punta, sellando su piel con un beso húmedo.

Con un movimiento lento y deliberado, sus dedos se deslizaron bajo los tirantes de su lencería, rozando suavemente su piel antes de desabrochar el cierre frontal. El encaje negro cedió con un suspiro, liberando sus generosos pechos que, al quedar al aire, se balancearon levemente con un movimiento natural y tentador.
Sus pezones, ya erectos por la excitación, se endurecieron aún más al contacto con el aire fresco de la habitación. Las areolas, grandes y rosadas, contrastaban con la palidez de su piel, mientras las venas azules bajo la superficie añadían un toque de vulnerabilidad a su sensualidad.
—Mira cómo se mueven... —murmuró ella, acariciando sus pechos con ambas manos, apretándolos suavemente antes de pellizcar sus pezones entre los dedos—. Son todo para ti...
La curva perfecta de sus senos caía ligeramente hacia los lados, creando un valle profundo entre ellos que invitaba a ser explorado. Con una sonrisa pícara, inclinó su torso hacia adelante, dejando que la gravedad hiciera su trabajo mientras sus pechos colgaban pesadamente, balanceándose como fruta madura lista para ser saboreada.


Con movimientos expertos y una calma estudiada, sus dedos se cerraron alrededor de la base de su miembro, aplicando una presión firme pero delicada. La palma de su mano se deslizó hacia arriba con un ritmo pausado, como si estuviera amasando algo precioso, mientras su otra mano acariciaba suavemente sus testículos con un toque casi terapéutico.
—Así... muy bien... —susurró ella, su voz baja y melodiosa, mientras su pulgar rozaba la punta sensible con movimientos circulares—. Deja que sea yo quien te lleve al límite...
Cada pasada era lenta y deliberada, sus dedos lubricados con saliva trazando espirales alrededor del glande antes de descender nuevamente por el tronco. La técnica era impecable: una combinación de presión constante en la base y caricias ligeras en la punta, creando un contraste que lo hacía gemir de placer.
—No te preocupes por nada... solo siente... —murmuró ella, inclinándose para depositar un beso suave en la punta antes de continuar con sus movimientos—. Estás en buenas manos...
El sonido de su respiración se mezclaba con el suave roce de su piel contra la suya, creando una sinfonía de sensualidad y tranquilidad. Sus movimientos eran tan precisos que cada caricia parecía diseñada para alargar el placer, llevándolo a un estado de éxtasis prolongado donde el tiempo parecía detenerse.

Con una mirada llena de devoción, sus labios se abrieron en un suspiro de anticipación mientras guiaba suavemente el miembro hacia su boca. Esta vez no era solo lujuria lo que brillaba en sus ojos, sino algo más profundo: una mezcla de deseo, ternura y una conexión íntima que solo ellos compartían.
—Mmm... así, mi amor... —murmuró contra su piel mientras sellaba sus labios alrededor de él, su lengua acariciando la punta con pequeños círculos antes de sumergirlo completamente en la calidez húmeda de su boca.
Glup... glup... glup... Los sonidos eran más intensos ahora, más íntimos. Cada movimiento de su cabeza estaba cargado de pasión, sus mejillas hundiéndose alrededor de él mientras sus manos se enredaban en sus muslos, acercándolo más.
—Qué buena polla tienes, mi vida... —susurró entre sorbos, su voz vibrando contra su piel—. Tan dura... tan deliciosa...
Sus labios se cerraron alrededor de la base con un apretón suave pero firme, como si quisiera saborear cada centímetro. Con cada embestida lenta y profunda, sus ojos se llenaban de lágrimas de esfuerzo, pero no se detenía. Al contrario, aumentaba el ritmo con un entusiasmo que solo podía nacer del amor y la lujuria combinados.
Glup... glup... glup...
—Tienes un corazón tan grande como tu polla... —jadeó ella antes de llevarlo aún más profundo, su garganta abriéndose para recibirlo por completo—. Y es todo mío...

Con un movimiento fluido y lleno de sumisión, se puso en cuatro, arqueando su espalda como una auténtica perrita en celo. Su culo respingón se alzaba en el aire, mientras su cabeza se inclinaba hacia adelante, lista para recibirlo.
—Mmm... así me gusta, mi amo... —murmuró con voz ronca, su lengua asomando entre sus labios húmedos mientras él se acercaba.
Sin usar las manos, abrió su boca por completo, dejando que su miembro resbalara entre sus labios hasta tocar el fondo de su garganta. Uhmm... Un gemido ahogado escapó de sus labios mientras su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con movimientos rítmicos.
Glup... glup... glup...
Sus labios sellaban alrededor de la base con cada embestida, creando un vacío perfecto que lo hacía gemir de placer. No solo lo chupaba, sino que lo besuqueaba con pequeños movimientos circulares de sus labios, como si estuviera saboreando un helado en un día caluroso.
—Qué rica está... mmm... —susurró contra su piel antes de sumergirlo nuevamente en su boca, esta vez llevándolo aún más profundo.
Su lengua no dejaba de trabajar, acariciando la parte inferior del glande con movimientos rápidos y precisos. Cada vez que retrocedía, un hilo plateado de saliva conectaba sus labios con la punta brillante antes de romperse y caer lentamente sobre sus pechos desnudos.
—No pares... no pares... —jadeó él, sus manos enredándose en su pelo mientras guiaba suavemente sus movimientos.
Pero ella no necesitaba guía. Era una experta en complacerlo, y lo demostraba con cada sorbo profundo y cada caricia húmeda de su lengua. Glup... glup... glup... Los sonidos se volvieron más intensos, más obscenos, mientras aumentaba el ritmo sin perder ni un ápice de técnica.


El silencio de la sala solo se rompía por el sonido húmedo y rítmico de las mamadas, un coro de placer que resonaba en las paredes. Cada glup y cada slurp eran como notas musicales en una sinfonía de lujuria pura.
—¡¡Agg, dame más polla, papi!! —suplicó ella con voz ronca, sus labios brillantes y húmedos mientras se sumergía una vez más sobre él, su garganta abriéndose para recibirlo por completo.
Sus manos se aferraban a sus muslos con fuerza, sus uñas clavándose en la piel mientras lo guiaba más profundo. No podía detenerse, no quería detenerse. Cada sorbo era más intenso que el anterior, su lengua danzando alrededor del glande con movimientos rápidos y expertos.
—¡¡No puedo dejar de lamerla y chuparla!! —jadeó entre gemidos, sus ojos llenos de lágrimas de esfuerzo pero su boca nunca dejando de trabajar—. ¡¡Tienes la mejor polla del mundo!!
Sus labios sellaban alrededor de la base con un apretón perfecto, creando un vacío que lo hacía estremecer. Con cada embestida profunda, su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con una técnica que solo podía nacer de años de práctica y pasión.
—¡¡Así, mi amor!! —gritó él, sus caderas moviéndose al ritmo de sus movimientos—. ¡¡No pares!!
Pero ella no tenía intención de parar. Al contrario, aumentó el ritmo con un entusiasmo renovado, sus mejillas hundiéndose alrededor de él mientras sus manos se movían hacia sus testículos, acariciándolos con ternura.
—¡¡Mmm... tan rica... tan dura!! —murmuró contra su piel antes de sumergirlo nuevamente en su boca, esta vez llevándolo aún más profundo.
El sonido de su saliva mezclándose con los gemidos llenaba la habitación, creando una atmósfera cargada de electricidad sexual. Cada glup era más intenso que el anterior, cada slurp más obsceno.

Con una técnica depurada por años de experiencia, sus labios se cerraron alrededor de la base del miembro con un sellado perfecto. No era solo una mamada, era un arte: su boca se convertía en una extensión de su cuerpo, moviéndose con precisión quirúrgica.
Su cuello trabajaba como un polla bien aceitada, deslizándose hacia adelante y atrás con un ritmo hipnótico. Cada movimiento era calculado: cuando retrocedía, su lengua se enroscaba alrededor del glande en espirales lentas; cuando avanzaba, su garganta se abría para recibirlo por completo, las lágrimas de esfuerzo brillando en sus mejillas.
—Mmm... así me gusta... —murmuró contra su piel, sus palabras vibrando alrededor del miembro mientras sus manos se aferraban a sus muslos—. Deja que mi boca te lleve al cielo...
El sonido húmedo de sus labios al romper el vacío era casi obsceno, mezclándose con los gemidos ahogados que escapaban de su garganta cada vez que lo recibía por completo. Sus pómulos se hundían alrededor del tronco con cada embestida, creando una presión perfecta que lo hacía estremecer.
Glup... glup... glup... El ritmo aumentaba gradualmente, pero nunca perdía el control. Era como si cada movimiento estuviera coreografiado: su cabeza retrocedía lentamente hasta que solo la punta permanecía entre sus labios, para luego sumergirse de nuevo con un movimiento fluido.
—No pares... no puedo parar... —jadeó él, sus manos enredándose en su pelo mientras guiaba suavemente sus movimientos.
Pero ella no necesitaba guía. Era una maestra en el arte del placer oral, y lo demostraba con cada sorbo profundo y cada caricia húmeda de su lengua. Sus ojos, llenos de lágrimas pero brillantes de determinación, nunca dejaban de mirar los suyos mientras trabajaba su miembro con devoción.

Sus pechos desnudos se balanceaban ligeramente con cada movimiento. El tanga blanco apenas cubría su vagina, mientras las medias de rejilla acentuaban la curva de sus muslos y los tacones blancos completaban su imagen de diosa del placer.
—Mmm... qué buena polla tienes, papi... —murmuró con voz ronca mientras sus labios se cerraban alrededor del glande, su lengua ya trabajando con movimientos circulares expertos.
Era una auténtica puta en el mejor sentido: una mujer que vivía para el placer masculino, que encontraba su propia satisfacción en la sumisión absoluta al miembro que ahora ocupaba su boca. Cada sorbo era más profundo que el anterior, su garganta abriéndose para recibirlo por completo mientras sus manos se aferraban a sus muslos.
Glup... glup... glup... Los sonidos obscenos de la felación llenaban la habitación, mezclándose con los gemidos ahogados que escapaban de su garganta. Sus pechos se balanceaban con cada movimiento, los pezones erectos rozando contra el aire fresco.
—Así me gusta... solo para esto sirvo... —jadeó entre sorbos, sus ojos llenos de lágrimas pero brillantes de lujuria—. Para chupar pollas y tragar semen...
Sus labios sellaban alrededor de la base con un apretón perfecto, creando un vacío que lo hacía estremecer. Con cada embestida profunda, su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con una técnica depurada.
Los tacones blancos se clavaban en el suelo mientras se inclinaba más hacia adelante, llevándolo aún más profundo. Era una visión obscena: una diosa del sexo arrodillada, con los pechos al aire y el tanga empapado, trabajando su miembro con devoción absoluta.



Con voz seductora y con una mirada llena de lujuria, susurró:
—Vamos, amor... dame tu leche...
Sus labios se cerraron alrededor del glande con besos tiernos pero insistentes, su lengua acariciando la punta sensible con movimientos circulares. Cada beso era un suave masaje, cada caricia una promesa de placer. El ritmo era lento pero constante, diseñado para llevarlo al borde del éxtasis.
Glup... glup... Los sonidos húmedos de sus labios resonaban en la habitación mientras trabajaba su miembro con devoción. Sus manos se aferraban a sus muslos, guiándolo más profundamente en su boca con cada embestida.
—Así... así me gusta... —murmuró contra su piel, sus palabras vibrando alrededor del miembro—. Dámelo todo...
El ritmo aumentó gradualmente, sus labios sellando alrededor de la base con un apretón perfecto. Con cada movimiento, su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con una técnica depurada.
Era una visión obscena: una diosa del sexo arrodillada, trabajando su miembro con devoción absoluta hasta que, con un gemido ahogado, él alcanzó el clímax.

Con un gemido de satisfacción, retiró lentamente sus labios del miembro palpitante, dejando escapar un hilo de saliva que conectaba su boca con la punta brillante. Con un movimiento fluido, juntó el semen espeso en su boca lo escupe con delicadeza sobre sus pechos desnudos.
El líquido cálido resbaló por la curva de sus senos, creando un camino brillante que se perdía entre el valle de sus pechos.

Con dedos expertos, extendió el semen sobre su piel, masajeándolo con movimientos circulares mientras sus pezones se endurecían aún más bajo el contacto.
—Mmm... qué rico... —murmuró con voz ronca mientras observaba cómo el semen se mezclaba con su sudor, creando una mezcla obscena que brillaba bajo la luz tenue—. Me encanta sentirte en mi piel...
Sus manos continuaron trabajando, extendiendo el líquido por sus pechos y luego bajando hacia su vientre, dejando un rastro brillante que acentuaba cada curva. El tanga blanco ya estaba empapado, y el contraste entre la tela blanca y su piel bronceada era casi hipnótico.
Con una sonrisa pícara, llevó sus dedos a su boca y lamió lentamente el semen restante, saboreándolo como si fuera el néctar más exquisito

-Se ponía a cuatro patas de nuevo debajo de la mesa, para salir de ella-

-Se apoyaba en la mesa y se levantaba, balanceandose sus pechos-

Con una sonrisa satisfecha y los labios aún brillantes, se llevó los dedos a la mejilla para recoger los últimos restos de semen que adornaban su rostro. Con movimientos lentos y sensuales, se limpió mientras mantenía contacto visual con él, sus ojos brillaban con una mezcla de lujuria y complicidad.
—¿Te ha gustado el servicio? —preguntó con sensual y sumisa, mientras pasaba sus dedos húmedos por sus labios antes de llevárselos a la boca para saborear su leche.
El gesto era deliberadamente obsceno, una demostración de su devoción por el placer. Sus pechos, aún brillantes por el semen que había esparcido sobre ellos, se alzaban con cada respiración, recordándole la intensidad del momento que acababan de compartir.
Con un suspiro de satisfacción, se inclinó hacia adelante, dejando que sus senos rozaran suavemente su torso mientras susurraba:
—Porque a mí... me ha encantado complacerte.

Juan, aún jadeante, se pasó una mano por el pelo mientras una sonrisa satisfecha se dibujaba en su rostro.
—Me ha encantado, volveré más veces por aquí. Tu boca y tus tetas hacen magia —dijo con voz ronca, sus ojos recorriendo el cuerpo de ella con admiración.
Ella, mirando su cara, con los pechos aún brillantes por el semen y los labios hinchados por el esfuerzo, le respondió con una carcajada cálida y llena de complicidad.
—Me alegro mucho, cariño. Aquí te espero con ellas —dijo mientras se acariciaba un pecho con gesto juguetón, apretando ligeramente su pezón con los dedos—. jajajaja.
El sonido de su risa resonó en la habitación, sus medias de rejilla brillaban bajo la luz natural, y los tacones blancos seguían perfectamente colocados, como si estuviera lista para otra ronda en cualquier momento.
—Y no olvides traer más de esa leche que tanto me gusta —añadió con un guiño pícara, llevándose un dedo a los labios para lamerlo lentamente

Juan se despidió con un beso en la mejilla de mi madre, un gesto que ella aceptó con una sonrisa, sus dedos rozaban ligeramente su barbilla en un gesto de intimidad.
Después de que Juan se fuera, mi madre se tomó un momento para sí misma, recostándose en el sofá y cerrando los ojos, una sonrisa satisfecha en su rostro. Se permitió unos minutos de relajación, saboreando el éxito de la sesión y la conexión que había establecido con su paciente.
Finalmente, se levantó y comenzó a recoger la consulta, guardando su lencería y tacones de nuevo en la bolsa blanca. Se vistió con su ropa habitual, el vestido, las deportivas rosas y se dirigió hacia la puerta.
Antes de salir, echó un último vistazo a la consulta, asegurándose de que todo estuviera u penes on una última sonrisa, apagó las luces y cerró la puerta detrás de ella, lista para enfrentar el resto del día con una sensación de cumplimiento y satisfacción.
Sobre las 09:00 de la mañana, estaba jugando al ordenador y viendo videos en YouTube. Mi madre, por otro lado, se encontraba en su habitación. Al poco de despertarse, encendió el móvil del trabajo; tenía dos teléfonos: uno para uso personal y otro para atender a los pacientes de la clínica.
-Mira la pantalla y ve que tiene un mensaje en el teléfono de la clínica-
[08:50] Cliente: Holaa ¿eres Elena la terapeuta?
[09:10] Mi Madre: Sí, soy yo ¿en qué puedo ayudarte?
[09:14] Cliente: esque mira.. como te digo.. para no que pienses mal de mi..
[09:18] Mi Madre: no voy a pensar mal de ti, no soy quien para juzgarte. Dime tu problema, para eso estoy, para ayudarte.
[09:23] Cliente: es que me da vergüenza tratar con mujeres.. Cuando voy a la playa y las veo con el bikini o en topless, no puedo evitar llevar mi mano a la entrepierna o cuando las chicas se ponen esos vestidos me pongo cachondo y no me puedo controlar...
También me da timidez que las mujeres miren mi cuerpo mientras tenemos sexo
[09:30] Mi Madre: vale, te entiendo. Se como ayudarte, vente sobre las 11:00 a mi consulta.
[09:32] Cliente; okey, muchas gracias
[09:36] Mi Madre: de nada, allí nos vemos
Mi madre, con una sonrisa misteriosa, abrió una bolsa blanca escondida debajo del colchón de su cama. Sacó un conjunto de lencería blanca de rejilla, medias a juego y un tanga blanco. Finalmente, tomó unos tacones blancos de aguja de una caja rosa. Guardó todo en su bolso, se puso un vestido normal sin sujetador y unas deportivas rosas.
Salía de su habitación y miraba la hora en su móvil. Eran las 10:08.
Mi Madre: hola hijo ¿has dormido bien está noche?
Hijo: Sí mamá *veía que se había puesto una ropa para salir y llevaba el bolso colgado* ¿vas a salir de casa?
Mi Madre: Sí hijo, tengo que ir a mi consulta a hacer unas cosas.
Hijo: Vale mami, ¿a qué hora vendrás?
Mi Madre: no se hijo, yo te llamo, no sé cuánto tiempo me va a llevar..
Hijo: que bien, podré quedarme solo sin que nadie me moleste
Mi Madre: en la nevera tienes comida cielo, Chao
Hijo: Adiós mamá que vaya bien
Cerró la puerta de casa, bajó por el ascensor y se dirigió hacia el garaje. Caminó hacia su coche, abrió la puerta, se sentó, puso su bolso en el asiento del copiloto, se abrochó el cinturón de seguridad y se puso rumbo a la consulta.
Aparcó cerca del coche y entró a su consulta privada. Una vez dentro, agarró el móvil del trabajo y le envió el siguiente mensaje:
[10:51] Mi Madre: ¿cómo te llamas? para cuando vengas saber que eres tú
[10:55] Cliente: Me llamo Juan, tengo 45 años
[10:58] Mi Madre: Okey Juan, cuando llegues a la consulta, envíame un mensaje al móvil por si no llega a funcionar el telefonillo
Mi madre, estando sola en la consulta, se desnudó. Dejó el vestido y las deportivas rosas dentro de su bolso y sacó la ropa que había guardado. Se puso el tanga blanco, la lencería de rejilla, las medias blancas de rejilla y los tacones blancos. Sus tetas se podían apreciar perfectamente.
Su móvil se encendió con un mensaje: "Elena, estoy en la puerta de tu consulta."

*Ring ring* -Estaban tocando al telefonillo-
Mami: Buenas días, Juan?
Juan: sí soy yo, Elena?
Mami: Sí, soy yo. Adelante
Juan se quedó embobado mirando la ropa tan sexy que tenía mi mamá.
Hola Juan, vamos a tratar tu problema. Sentémonos en el sofá
-Ambos se sentaron en el sofá de la consulta, uno al lado del otro-

Mami: decías que tienes un problema con las mujeres, no? que no te puedes controlar cuando ves a una chica con un vestido corto, en bikini, haciendo topless, que automáticamente te llevas la mano a tu entrepierna. Que te da vergüenza enseñar tu cuerpo a las mujeres durante el sexo y tal no?
Juan: Sí Elena, eso es lo que me pasa
Mami: por eso me he puesto esta ropa, vamos a aprender a controlar esos impulsos. Tu haz lo que te vaya diciendo
Mami: ven, sígueme -le agarraba de la mano-
Juan: eres muy amable Elena
Mami: gracias, como tiene que ser no? jajaja
Mami: venga, hay que quitarse la camiseta



Mami: ahora los pantalones y los calzoncillos

-Le desabrochaba el cinturón, le agarraba del pantalón y del calzoncillo y tiraba hacía abajo-


—Juan se quita el pantalón y lo dejaba a un lado
Mami: túmbate en la camilla -decía con una voz tranquila-
Juan: okey Elena


Mami: cierra los ojos y relájate, -acariciaba su cuerpo para que estuviera calmado-
relájate.. -lo decía con una voz muy dulce y femenina-


Mami: tranquilo, no pasa nada por estar desnudo frente a una mujer.. Disfruta del masaje… yo estoy con los pechos visibles y te estoy masajeando sin problemas, mientras estoy mirando tu polla. No hay que ponerse nervioso por algo que tenemos todas las mujeres…

Igual que yo no me pongo nerviosa cuando un hombre se fija en mí. Mira que rico masturbo tu rica polla con mi mano.
-¿Ya no te pones tímido cuando te tocan la polla? ¿A qué lo hago muy bien? -preguntó mi madre con una sonrisa pícara mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos.

Con una mirada llena de lujuria y determinación, su cara la acercaba a su pene, acercaba los labios rozando la punta de su miembro con suavidad antes de abrir la boca por completo. Con un movimiento fluido y experto, envolvió su polla con sus labios carnosos, sumergiéndolo en la calidez húmeda de su boca.
Glup... glup... glup... El sonido obsceno de la saliva mezclándose con el movimiento rítmico de su cabeza llenaba la habitación, creando una sinfonía erótica que aumentaba la excitación. Cada vez que retrocedía, un hilo plateado de saliva conectaba sus labios con el miembro brillante y húmedo, antes de romperse y caer lentamente.
Sus manos se cerraron alrededor de la base, apretando con firmeza mientras su lengua danzaba alrededor del glande sensible. Con cada movimiento, su boca se hundía más profundamente, sus labios rozando los pelos rizados en la base, demostrando su habilidad y empeño en complacerlo.
Glup... glup... Los sonidos se volvieron más intensos, más húmedos, mientras aumentaba el ritmo, sus mejillas se hundían con cada succión profunda. Sus ojos, con una mirada de perrita , miraba hacia su polla, disfrutando cada gemido que escapaba de los labios del hombre.
Eso es.. disfruta corazón..


Con una voz suave pero firme, le susurró al oído:
—Ahora date la vuelta, cielo. Mete tu polla por el agujero y cierra los ojos...
Él obedeció, girando lentamente mientras ella se arrodillaba frente a él. Con movimientos felinos, se deslizó bajo la mesa, su cuerpo ágil y seductor desapareciendo de su vista. La oscuridad bajo el mueble añadía un toque de misterio y anticipación.
Glup.
Un sonido húmedo resonó cuando escupió en su mano, la saliva era brillante y espesa. Con ambas manos, extendió su fluido cálido por el tronco del pene, cubriéndolo por completo. Sus dedos se cerraron alrededor de él, moviendo el pellejo suavemente de arriba a abajo y luego en círculos lentos, asegurándose de que cada centímetro estuviera bien lubricado.
—Así... muy bien... —murmuró ella, su voz ahogada pero clara bajo la mesa.
Sus manos trabajaban con dedicación, una apretando la base mientras la otra acariciaba la punta con movimientos precisos. Cada pasada era lenta y deliberada, sus dedos rozando los pliegues de la piel con una mezcla de ternura y lujuria. El sonido de su respiración acelerada se mezclaba con el crujido del cuero del sofá mientras él se retorcía de placer.
—No abras los ojos... solo siente... —susurró ella antes de llevar sus labios a la punta, sellando su piel con un beso húmedo.

Con un movimiento lento y deliberado, sus dedos se deslizaron bajo los tirantes de su lencería, rozando suavemente su piel antes de desabrochar el cierre frontal. El encaje negro cedió con un suspiro, liberando sus generosos pechos que, al quedar al aire, se balancearon levemente con un movimiento natural y tentador.
Sus pezones, ya erectos por la excitación, se endurecieron aún más al contacto con el aire fresco de la habitación. Las areolas, grandes y rosadas, contrastaban con la palidez de su piel, mientras las venas azules bajo la superficie añadían un toque de vulnerabilidad a su sensualidad.
—Mira cómo se mueven... —murmuró ella, acariciando sus pechos con ambas manos, apretándolos suavemente antes de pellizcar sus pezones entre los dedos—. Son todo para ti...
La curva perfecta de sus senos caía ligeramente hacia los lados, creando un valle profundo entre ellos que invitaba a ser explorado. Con una sonrisa pícara, inclinó su torso hacia adelante, dejando que la gravedad hiciera su trabajo mientras sus pechos colgaban pesadamente, balanceándose como fruta madura lista para ser saboreada.


Con movimientos expertos y una calma estudiada, sus dedos se cerraron alrededor de la base de su miembro, aplicando una presión firme pero delicada. La palma de su mano se deslizó hacia arriba con un ritmo pausado, como si estuviera amasando algo precioso, mientras su otra mano acariciaba suavemente sus testículos con un toque casi terapéutico.
—Así... muy bien... —susurró ella, su voz baja y melodiosa, mientras su pulgar rozaba la punta sensible con movimientos circulares—. Deja que sea yo quien te lleve al límite...
Cada pasada era lenta y deliberada, sus dedos lubricados con saliva trazando espirales alrededor del glande antes de descender nuevamente por el tronco. La técnica era impecable: una combinación de presión constante en la base y caricias ligeras en la punta, creando un contraste que lo hacía gemir de placer.
—No te preocupes por nada... solo siente... —murmuró ella, inclinándose para depositar un beso suave en la punta antes de continuar con sus movimientos—. Estás en buenas manos...
El sonido de su respiración se mezclaba con el suave roce de su piel contra la suya, creando una sinfonía de sensualidad y tranquilidad. Sus movimientos eran tan precisos que cada caricia parecía diseñada para alargar el placer, llevándolo a un estado de éxtasis prolongado donde el tiempo parecía detenerse.

Con una mirada llena de devoción, sus labios se abrieron en un suspiro de anticipación mientras guiaba suavemente el miembro hacia su boca. Esta vez no era solo lujuria lo que brillaba en sus ojos, sino algo más profundo: una mezcla de deseo, ternura y una conexión íntima que solo ellos compartían.
—Mmm... así, mi amor... —murmuró contra su piel mientras sellaba sus labios alrededor de él, su lengua acariciando la punta con pequeños círculos antes de sumergirlo completamente en la calidez húmeda de su boca.
Glup... glup... glup... Los sonidos eran más intensos ahora, más íntimos. Cada movimiento de su cabeza estaba cargado de pasión, sus mejillas hundiéndose alrededor de él mientras sus manos se enredaban en sus muslos, acercándolo más.
—Qué buena polla tienes, mi vida... —susurró entre sorbos, su voz vibrando contra su piel—. Tan dura... tan deliciosa...
Sus labios se cerraron alrededor de la base con un apretón suave pero firme, como si quisiera saborear cada centímetro. Con cada embestida lenta y profunda, sus ojos se llenaban de lágrimas de esfuerzo, pero no se detenía. Al contrario, aumentaba el ritmo con un entusiasmo que solo podía nacer del amor y la lujuria combinados.
Glup... glup... glup...
—Tienes un corazón tan grande como tu polla... —jadeó ella antes de llevarlo aún más profundo, su garganta abriéndose para recibirlo por completo—. Y es todo mío...

Con un movimiento fluido y lleno de sumisión, se puso en cuatro, arqueando su espalda como una auténtica perrita en celo. Su culo respingón se alzaba en el aire, mientras su cabeza se inclinaba hacia adelante, lista para recibirlo.
—Mmm... así me gusta, mi amo... —murmuró con voz ronca, su lengua asomando entre sus labios húmedos mientras él se acercaba.
Sin usar las manos, abrió su boca por completo, dejando que su miembro resbalara entre sus labios hasta tocar el fondo de su garganta. Uhmm... Un gemido ahogado escapó de sus labios mientras su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con movimientos rítmicos.
Glup... glup... glup...
Sus labios sellaban alrededor de la base con cada embestida, creando un vacío perfecto que lo hacía gemir de placer. No solo lo chupaba, sino que lo besuqueaba con pequeños movimientos circulares de sus labios, como si estuviera saboreando un helado en un día caluroso.
—Qué rica está... mmm... —susurró contra su piel antes de sumergirlo nuevamente en su boca, esta vez llevándolo aún más profundo.
Su lengua no dejaba de trabajar, acariciando la parte inferior del glande con movimientos rápidos y precisos. Cada vez que retrocedía, un hilo plateado de saliva conectaba sus labios con la punta brillante antes de romperse y caer lentamente sobre sus pechos desnudos.
—No pares... no pares... —jadeó él, sus manos enredándose en su pelo mientras guiaba suavemente sus movimientos.
Pero ella no necesitaba guía. Era una experta en complacerlo, y lo demostraba con cada sorbo profundo y cada caricia húmeda de su lengua. Glup... glup... glup... Los sonidos se volvieron más intensos, más obscenos, mientras aumentaba el ritmo sin perder ni un ápice de técnica.


El silencio de la sala solo se rompía por el sonido húmedo y rítmico de las mamadas, un coro de placer que resonaba en las paredes. Cada glup y cada slurp eran como notas musicales en una sinfonía de lujuria pura.
—¡¡Agg, dame más polla, papi!! —suplicó ella con voz ronca, sus labios brillantes y húmedos mientras se sumergía una vez más sobre él, su garganta abriéndose para recibirlo por completo.
Sus manos se aferraban a sus muslos con fuerza, sus uñas clavándose en la piel mientras lo guiaba más profundo. No podía detenerse, no quería detenerse. Cada sorbo era más intenso que el anterior, su lengua danzando alrededor del glande con movimientos rápidos y expertos.
—¡¡No puedo dejar de lamerla y chuparla!! —jadeó entre gemidos, sus ojos llenos de lágrimas de esfuerzo pero su boca nunca dejando de trabajar—. ¡¡Tienes la mejor polla del mundo!!
Sus labios sellaban alrededor de la base con un apretón perfecto, creando un vacío que lo hacía estremecer. Con cada embestida profunda, su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con una técnica que solo podía nacer de años de práctica y pasión.
—¡¡Así, mi amor!! —gritó él, sus caderas moviéndose al ritmo de sus movimientos—. ¡¡No pares!!
Pero ella no tenía intención de parar. Al contrario, aumentó el ritmo con un entusiasmo renovado, sus mejillas hundiéndose alrededor de él mientras sus manos se movían hacia sus testículos, acariciándolos con ternura.
—¡¡Mmm... tan rica... tan dura!! —murmuró contra su piel antes de sumergirlo nuevamente en su boca, esta vez llevándolo aún más profundo.
El sonido de su saliva mezclándose con los gemidos llenaba la habitación, creando una atmósfera cargada de electricidad sexual. Cada glup era más intenso que el anterior, cada slurp más obsceno.

Con una técnica depurada por años de experiencia, sus labios se cerraron alrededor de la base del miembro con un sellado perfecto. No era solo una mamada, era un arte: su boca se convertía en una extensión de su cuerpo, moviéndose con precisión quirúrgica.
Su cuello trabajaba como un polla bien aceitada, deslizándose hacia adelante y atrás con un ritmo hipnótico. Cada movimiento era calculado: cuando retrocedía, su lengua se enroscaba alrededor del glande en espirales lentas; cuando avanzaba, su garganta se abría para recibirlo por completo, las lágrimas de esfuerzo brillando en sus mejillas.
—Mmm... así me gusta... —murmuró contra su piel, sus palabras vibrando alrededor del miembro mientras sus manos se aferraban a sus muslos—. Deja que mi boca te lleve al cielo...
El sonido húmedo de sus labios al romper el vacío era casi obsceno, mezclándose con los gemidos ahogados que escapaban de su garganta cada vez que lo recibía por completo. Sus pómulos se hundían alrededor del tronco con cada embestida, creando una presión perfecta que lo hacía estremecer.
Glup... glup... glup... El ritmo aumentaba gradualmente, pero nunca perdía el control. Era como si cada movimiento estuviera coreografiado: su cabeza retrocedía lentamente hasta que solo la punta permanecía entre sus labios, para luego sumergirse de nuevo con un movimiento fluido.
—No pares... no puedo parar... —jadeó él, sus manos enredándose en su pelo mientras guiaba suavemente sus movimientos.
Pero ella no necesitaba guía. Era una maestra en el arte del placer oral, y lo demostraba con cada sorbo profundo y cada caricia húmeda de su lengua. Sus ojos, llenos de lágrimas pero brillantes de determinación, nunca dejaban de mirar los suyos mientras trabajaba su miembro con devoción.

Sus pechos desnudos se balanceaban ligeramente con cada movimiento. El tanga blanco apenas cubría su vagina, mientras las medias de rejilla acentuaban la curva de sus muslos y los tacones blancos completaban su imagen de diosa del placer.
—Mmm... qué buena polla tienes, papi... —murmuró con voz ronca mientras sus labios se cerraban alrededor del glande, su lengua ya trabajando con movimientos circulares expertos.
Era una auténtica puta en el mejor sentido: una mujer que vivía para el placer masculino, que encontraba su propia satisfacción en la sumisión absoluta al miembro que ahora ocupaba su boca. Cada sorbo era más profundo que el anterior, su garganta abriéndose para recibirlo por completo mientras sus manos se aferraban a sus muslos.
Glup... glup... glup... Los sonidos obscenos de la felación llenaban la habitación, mezclándose con los gemidos ahogados que escapaban de su garganta. Sus pechos se balanceaban con cada movimiento, los pezones erectos rozando contra el aire fresco.
—Así me gusta... solo para esto sirvo... —jadeó entre sorbos, sus ojos llenos de lágrimas pero brillantes de lujuria—. Para chupar pollas y tragar semen...
Sus labios sellaban alrededor de la base con un apretón perfecto, creando un vacío que lo hacía estremecer. Con cada embestida profunda, su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con una técnica depurada.
Los tacones blancos se clavaban en el suelo mientras se inclinaba más hacia adelante, llevándolo aún más profundo. Era una visión obscena: una diosa del sexo arrodillada, con los pechos al aire y el tanga empapado, trabajando su miembro con devoción absoluta.



Con voz seductora y con una mirada llena de lujuria, susurró:
—Vamos, amor... dame tu leche...
Sus labios se cerraron alrededor del glande con besos tiernos pero insistentes, su lengua acariciando la punta sensible con movimientos circulares. Cada beso era un suave masaje, cada caricia una promesa de placer. El ritmo era lento pero constante, diseñado para llevarlo al borde del éxtasis.
Glup... glup... Los sonidos húmedos de sus labios resonaban en la habitación mientras trabajaba su miembro con devoción. Sus manos se aferraban a sus muslos, guiándolo más profundamente en su boca con cada embestida.
—Así... así me gusta... —murmuró contra su piel, sus palabras vibrando alrededor del miembro—. Dámelo todo...
El ritmo aumentó gradualmente, sus labios sellando alrededor de la base con un apretón perfecto. Con cada movimiento, su garganta se contraía alrededor de la punta, masajeándolo con una técnica depurada.
Era una visión obscena: una diosa del sexo arrodillada, trabajando su miembro con devoción absoluta hasta que, con un gemido ahogado, él alcanzó el clímax.

Con un gemido de satisfacción, retiró lentamente sus labios del miembro palpitante, dejando escapar un hilo de saliva que conectaba su boca con la punta brillante. Con un movimiento fluido, juntó el semen espeso en su boca lo escupe con delicadeza sobre sus pechos desnudos.
El líquido cálido resbaló por la curva de sus senos, creando un camino brillante que se perdía entre el valle de sus pechos.

Con dedos expertos, extendió el semen sobre su piel, masajeándolo con movimientos circulares mientras sus pezones se endurecían aún más bajo el contacto.
—Mmm... qué rico... —murmuró con voz ronca mientras observaba cómo el semen se mezclaba con su sudor, creando una mezcla obscena que brillaba bajo la luz tenue—. Me encanta sentirte en mi piel...
Sus manos continuaron trabajando, extendiendo el líquido por sus pechos y luego bajando hacia su vientre, dejando un rastro brillante que acentuaba cada curva. El tanga blanco ya estaba empapado, y el contraste entre la tela blanca y su piel bronceada era casi hipnótico.
Con una sonrisa pícara, llevó sus dedos a su boca y lamió lentamente el semen restante, saboreándolo como si fuera el néctar más exquisito

-Se ponía a cuatro patas de nuevo debajo de la mesa, para salir de ella-

-Se apoyaba en la mesa y se levantaba, balanceandose sus pechos-

Con una sonrisa satisfecha y los labios aún brillantes, se llevó los dedos a la mejilla para recoger los últimos restos de semen que adornaban su rostro. Con movimientos lentos y sensuales, se limpió mientras mantenía contacto visual con él, sus ojos brillaban con una mezcla de lujuria y complicidad.
—¿Te ha gustado el servicio? —preguntó con sensual y sumisa, mientras pasaba sus dedos húmedos por sus labios antes de llevárselos a la boca para saborear su leche.
El gesto era deliberadamente obsceno, una demostración de su devoción por el placer. Sus pechos, aún brillantes por el semen que había esparcido sobre ellos, se alzaban con cada respiración, recordándole la intensidad del momento que acababan de compartir.
Con un suspiro de satisfacción, se inclinó hacia adelante, dejando que sus senos rozaran suavemente su torso mientras susurraba:
—Porque a mí... me ha encantado complacerte.

Juan, aún jadeante, se pasó una mano por el pelo mientras una sonrisa satisfecha se dibujaba en su rostro.
—Me ha encantado, volveré más veces por aquí. Tu boca y tus tetas hacen magia —dijo con voz ronca, sus ojos recorriendo el cuerpo de ella con admiración.
Ella, mirando su cara, con los pechos aún brillantes por el semen y los labios hinchados por el esfuerzo, le respondió con una carcajada cálida y llena de complicidad.
—Me alegro mucho, cariño. Aquí te espero con ellas —dijo mientras se acariciaba un pecho con gesto juguetón, apretando ligeramente su pezón con los dedos—. jajajaja.
El sonido de su risa resonó en la habitación, sus medias de rejilla brillaban bajo la luz natural, y los tacones blancos seguían perfectamente colocados, como si estuviera lista para otra ronda en cualquier momento.
—Y no olvides traer más de esa leche que tanto me gusta —añadió con un guiño pícara, llevándose un dedo a los labios para lamerlo lentamente

Juan se despidió con un beso en la mejilla de mi madre, un gesto que ella aceptó con una sonrisa, sus dedos rozaban ligeramente su barbilla en un gesto de intimidad.
Después de que Juan se fuera, mi madre se tomó un momento para sí misma, recostándose en el sofá y cerrando los ojos, una sonrisa satisfecha en su rostro. Se permitió unos minutos de relajación, saboreando el éxito de la sesión y la conexión que había establecido con su paciente.
Finalmente, se levantó y comenzó a recoger la consulta, guardando su lencería y tacones de nuevo en la bolsa blanca. Se vistió con su ropa habitual, el vestido, las deportivas rosas y se dirigió hacia la puerta.
Antes de salir, echó un último vistazo a la consulta, asegurándose de que todo estuviera u penes on una última sonrisa, apagó las luces y cerró la puerta detrás de ella, lista para enfrentar el resto del día con una sensación de cumplimiento y satisfacción.
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