Después de publicar el relato del reservado en mi cuenta oculta, no tardé en recibir un mensaje maravilloso. Un seguidor que había leído la historia quería repetir la propuesta exacta: pagar por verme coger con Alexis, en el reservado de un boliche swinger. Igual que la primera vez, sin cambios, sin promesas.
Le respondí con cuidado, sin dejarme llevar por la emoción:
—Está bien, hacemos lo mismo?
Me dijo que si, que le encantaba la idea de verme en vivo lo más cerca posible y que intentaría no caer en la tentación de tocar. Estaba a punto de aclararle que la idea era sólo mirar, pero me pareció innecesario. Al ser el juego en el reservado de un boliche swinger. Sabía que en esos lugares prima el respeto y nadie hace nada sin el consentimiento del otro.
Así que sólo le dije que tocar no estaba incluido, pero obviamente dependía de la onda que se generara, sobre todo con Alexis.
Lo que no le dije es que por las fotos que veía en su perfil, quizá yo estaría tentada a algo más también...
Al verlo en persona, me resultó mucho más atractivo de lo que imaginaba. Tenía esa presencia tranquila y segura que definitivamente invita a dejarse llevar un poco más.
El momento llegó, y como siempre, Alexis no tenía idea de nada. Ignoraba por completo el juego del pago, la propuesta secreta que yo había hecho para sentirme deseada más allá de lo que vivimos juntos.
Nos encontramos en el reservado. Alexis y yo ya estábamos ahí, relajados, jugando entre nosotros como siempre. El seguidor tomó lugar en un sillón más cercano que la primera vez.
Mientras Alexis y yo empezábamos a movernos, sentí cómo aquel hombre se animaba a rozar mi brazo con suavidad. Un toque inesperado que me hizo congelar por un instante.
Me acerqué a Alexis y, casi en un susurro, le dije:
—Está acariciando mi brazo. ¿Qué hacemos?
Él me miró a los ojos, calmado, y respondió con una sonrisa cómplice:
—Déjalo. Pero que sean caricias suaves, nada más. Nada que rompa el juego.
Asentí, agradecida por su confianza. Así, mientras Alexis me cogía con toda su intensidad, aquel tercero se permitió algunas caricias delicadas, explorando el tacto de mi piel con respeto y sin prisa.
Sentir esos dedos recorriéndome mientras gemía por Alexis era una mezcla extraña, deliciosa y excitante. Un roce que no esperaba, que encendió algo nuevo dentro de mí. No recuerdo exactamente dónde y de que forma me acarició, sé que fué todo muy suave y superficial, más sensual que sexual, el único recuerdo que me quedó claro y fijado en la mente fué la sensación increíble de sentir, mientras acababa, una mano apoyada suavemente en la cola, mientras las dos manos de Alexis estaban en mi cintura.
Cuando todo terminó, él me entregó el dinero en un sobre discreto, como habíamos acordado. Yo le lancé una sonrisa y, medio en broma, medio en verdad, mientras le daba la tanga, le susurré:
—Conocer el tacto de mi piel y mi cola está bonificado.
Él se rió bajo y me pidió que repitiéramos cuando quisiera.
Y mientras Alexis me abrazaba al final de la noche, ajeno a todo, supe que ese juego secreto no era solo una forma de sentirme deseada, sino un espacio donde mis límites y deseos podían expandirse, con cuidado y confianza.


Le respondí con cuidado, sin dejarme llevar por la emoción:
—Está bien, hacemos lo mismo?
Me dijo que si, que le encantaba la idea de verme en vivo lo más cerca posible y que intentaría no caer en la tentación de tocar. Estaba a punto de aclararle que la idea era sólo mirar, pero me pareció innecesario. Al ser el juego en el reservado de un boliche swinger. Sabía que en esos lugares prima el respeto y nadie hace nada sin el consentimiento del otro.
Así que sólo le dije que tocar no estaba incluido, pero obviamente dependía de la onda que se generara, sobre todo con Alexis.
Lo que no le dije es que por las fotos que veía en su perfil, quizá yo estaría tentada a algo más también...
Al verlo en persona, me resultó mucho más atractivo de lo que imaginaba. Tenía esa presencia tranquila y segura que definitivamente invita a dejarse llevar un poco más.
El momento llegó, y como siempre, Alexis no tenía idea de nada. Ignoraba por completo el juego del pago, la propuesta secreta que yo había hecho para sentirme deseada más allá de lo que vivimos juntos.
Nos encontramos en el reservado. Alexis y yo ya estábamos ahí, relajados, jugando entre nosotros como siempre. El seguidor tomó lugar en un sillón más cercano que la primera vez.
Mientras Alexis y yo empezábamos a movernos, sentí cómo aquel hombre se animaba a rozar mi brazo con suavidad. Un toque inesperado que me hizo congelar por un instante.
Me acerqué a Alexis y, casi en un susurro, le dije:
—Está acariciando mi brazo. ¿Qué hacemos?
Él me miró a los ojos, calmado, y respondió con una sonrisa cómplice:
—Déjalo. Pero que sean caricias suaves, nada más. Nada que rompa el juego.
Asentí, agradecida por su confianza. Así, mientras Alexis me cogía con toda su intensidad, aquel tercero se permitió algunas caricias delicadas, explorando el tacto de mi piel con respeto y sin prisa.
Sentir esos dedos recorriéndome mientras gemía por Alexis era una mezcla extraña, deliciosa y excitante. Un roce que no esperaba, que encendió algo nuevo dentro de mí. No recuerdo exactamente dónde y de que forma me acarició, sé que fué todo muy suave y superficial, más sensual que sexual, el único recuerdo que me quedó claro y fijado en la mente fué la sensación increíble de sentir, mientras acababa, una mano apoyada suavemente en la cola, mientras las dos manos de Alexis estaban en mi cintura.
Cuando todo terminó, él me entregó el dinero en un sobre discreto, como habíamos acordado. Yo le lancé una sonrisa y, medio en broma, medio en verdad, mientras le daba la tanga, le susurré:
—Conocer el tacto de mi piel y mi cola está bonificado.
Él se rió bajo y me pidió que repitiéramos cuando quisiera.
Y mientras Alexis me abrazaba al final de la noche, ajeno a todo, supe que ese juego secreto no era solo una forma de sentirme deseada, sino un espacio donde mis límites y deseos podían expandirse, con cuidado y confianza.



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