Capítulo 11: Exploraciones Prohibidas
Miguel, excitado al ver a su madre completamente desnuda, observaba cada detalle de su cuerpo. Sus senos grandes y sus pezones parados, su vagina a escasos centímetros de su cara, con los labios vaginales brillantes de lo mojadita que estaba. Se puso en pie, dejando su pene erecto a la vista de su madre. Erica, sonrojada, intentó disimular su nerviosismo. "Hijo, hoy no hay cóctel," dijo, tratando de sonar firme. "Claro, mamá. Ya te lo traigo," respondió Miguel, caminando hacia la cocina, donde ya tenía preparado un cóctel.
Sus pensamientos eran claros: "Por fin, mi madre será mía." Erica, mientras tanto, luchaba con su decisión. Su mente no le daba tranquilidad por lo que estaba haciendo, dejándose ver desnuda por su propio hijo. Miguel la sacó de su trance. "Mamá, tu cóctel," dijo, entregándoselo. Ella lo tomó, dándole las gracias, y Miguel, en un acto de valentía, la besó en la mejilla, rozando su pene erecto contra su abdomen, muy cerca de su zona íntima. Erica no sabía qué hacer; eso no lo esperaba, y fue muy erótico. Sentir un pene, aunque fuera su hijo eso la descolocó.
"Miguel, tomemos sol," dijo Erica, intentando recuperar la compostura. "Jaja, claro, mamá. Te pongo bloqueador, y tú a mí. Así se hace en la playa, aunque sea nudista," respondió Miguel, riendo. Erica asintió, sin saber qué decir, y se acostó. Miguel, feliz, se puso a su lado y la observó, totalmente desnuda y vulnerable. Ella solo esperaba sentir las manos de su hijo en su cuerpo, pensando: "¿Cómo dejé que llegáramos a esto?"
Pero se olvidó rápidamente de sus dudas cuando Miguel comenzó a aplicar el bronceador. Sus manos, delicadas y suaves, recorrieron todo su cuerpo. Cuando llegó a su cola, lo hizo con más delicadeza, sin detenerse, llegando hasta el medio de sus nalgas, rozando suavemente su ano. Erica sintió cosas demasiado extrañas y se reclinó, dejando a la vista de Miguel su vagina, totalmente dilatada. Miguel, llevándose por la excitación, rozó con los dedos, sintiendo lo mojada que estaba. Metió parte de su dedo, y Erica gimió, pero se detuvo. "Hijo, no podemos llegar a tanto. Perdón," dijo, saliendo corriendo hacia su habitación, dejando a Miguel sorprendido pero excitado.
Miguel vio correr a su madre, admirando ese cuerpo tan sexy, y los fluidos de su madre bajando por la pierna de ella. En su mano, Miguel olió su dedo, saboreando el élixir del sexo, el sabor del amor prohibido.
Miguel, excitado al ver a su madre completamente desnuda, observaba cada detalle de su cuerpo. Sus senos grandes y sus pezones parados, su vagina a escasos centímetros de su cara, con los labios vaginales brillantes de lo mojadita que estaba. Se puso en pie, dejando su pene erecto a la vista de su madre. Erica, sonrojada, intentó disimular su nerviosismo. "Hijo, hoy no hay cóctel," dijo, tratando de sonar firme. "Claro, mamá. Ya te lo traigo," respondió Miguel, caminando hacia la cocina, donde ya tenía preparado un cóctel.
Sus pensamientos eran claros: "Por fin, mi madre será mía." Erica, mientras tanto, luchaba con su decisión. Su mente no le daba tranquilidad por lo que estaba haciendo, dejándose ver desnuda por su propio hijo. Miguel la sacó de su trance. "Mamá, tu cóctel," dijo, entregándoselo. Ella lo tomó, dándole las gracias, y Miguel, en un acto de valentía, la besó en la mejilla, rozando su pene erecto contra su abdomen, muy cerca de su zona íntima. Erica no sabía qué hacer; eso no lo esperaba, y fue muy erótico. Sentir un pene, aunque fuera su hijo eso la descolocó.
"Miguel, tomemos sol," dijo Erica, intentando recuperar la compostura. "Jaja, claro, mamá. Te pongo bloqueador, y tú a mí. Así se hace en la playa, aunque sea nudista," respondió Miguel, riendo. Erica asintió, sin saber qué decir, y se acostó. Miguel, feliz, se puso a su lado y la observó, totalmente desnuda y vulnerable. Ella solo esperaba sentir las manos de su hijo en su cuerpo, pensando: "¿Cómo dejé que llegáramos a esto?"
Pero se olvidó rápidamente de sus dudas cuando Miguel comenzó a aplicar el bronceador. Sus manos, delicadas y suaves, recorrieron todo su cuerpo. Cuando llegó a su cola, lo hizo con más delicadeza, sin detenerse, llegando hasta el medio de sus nalgas, rozando suavemente su ano. Erica sintió cosas demasiado extrañas y se reclinó, dejando a la vista de Miguel su vagina, totalmente dilatada. Miguel, llevándose por la excitación, rozó con los dedos, sintiendo lo mojada que estaba. Metió parte de su dedo, y Erica gimió, pero se detuvo. "Hijo, no podemos llegar a tanto. Perdón," dijo, saliendo corriendo hacia su habitación, dejando a Miguel sorprendido pero excitado.
Miguel vio correr a su madre, admirando ese cuerpo tan sexy, y los fluidos de su madre bajando por la pierna de ella. En su mano, Miguel olió su dedo, saboreando el élixir del sexo, el sabor del amor prohibido.
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