Capítulo 10: Día de Playa Nudista
Miguel, con una sonrisa pícara, le propuso a Erica: "Mamá, ¿qué tal si nos tomamos unos vinos después de la cena?" Erica, dudosa, no sabía qué responder. No quería seguir con esos juegos, pero el encierro y las sensaciones que ya sentía hacia su hijo la confundían. "¿Qué tal si mejor mañana jugamos a la día de playa?" sugirió Erica, intentando desviar la atención. Miguel, sabiendo que no podía presionar más, respondió: "Sí, mamá. Rico. Pasa la cena." Ambos se despidieron con un beso en la mejilla y le susurra al oído día en la playa nudista, algo que para Miguel fue un avance significativo.
Esa noche, Erica no podía dejar de pensar en lo del juego de playa nudista. Se acostó, pero el sueño no llegaba. Su mente estaba llena de imágenes eróticas, y su cuerpo respondía con un deseo incontrolable. Se tocó a sí misma, imaginando las manos de Miguel sobre su piel, y se dejó llevar por el placer.
Llegó la mañana, y Erica se levantó con una sensación de intriga y excitación. Se miró al espejo, se quitó toda la ropa, y observó su cuerpo. "Mi hijo me va a ver así," pensó, admirando sus senos grandes y su vagina, que ya mostraba un poco de vello. Se tocó, y notó que estaba mojada. "¿Qué me pasa?" se preguntó, confundida y excitada a la vez.
De repente, escuchó un grito: "Mamá, ya estoy listo para empezar a nuestro juego de día en la playa." Erica se preguntó si ya estaba desnudo. "¿Qué hago?" se preguntó, mientras miraba una toalla y decidía ponérsela, sin nada debajo. Salió de su habitación y lo vio en la sala, sentado solo con un pequeño cojín tapando su pene, claramente desnudo.
"Mamá, ya preparé tu desayuno para desayunar en la playa," dijo Miguel, riendo. Erica sabía que era un juego, pero estar encerrados por tanto tiempo y la tensión sexual entre ellos la hacían sentirse viva. "Mamá, así no vale. Estás con la toalla. No se vale," dijo Miguel, con una sonrisa traviesa.
Erica, roja de vergüenza y excitación, no sabía qué hacer. Sentía que estaba a punto de cruzar un límite del que no habría vuelta. Lo miró, y sus manos, como si no obedecieran a la cordura de una madre, soltaron la toalla, dejando a la vista un cuerpo desnudo. Los ojos de Miguel se abrieron, observando el cuerpo de su madre: sus senos hermosos con los pezones duros, y su vagina, espectacular, con los labios vaginales mojaditos.
Erica, sorprendida por su propio acto, no sabía lo que había hecho, pero lo había hecho. Caminó hacia Miguel, y le dijo: "Hijo, esto queda entre nosotros, por favor." Miguel asintió, con una mezcla de emoción y deseo en sus ojos.
Se vino un día de playa nudista espectacular, lleno de erotismo y sensualidad, donde madre e hijo exploraron sus deseos más profundos y tabúes, dejando atrás las inhibiciones y dándose permiso para sentir y disfrutar.
Miguel, con una sonrisa pícara, le propuso a Erica: "Mamá, ¿qué tal si nos tomamos unos vinos después de la cena?" Erica, dudosa, no sabía qué responder. No quería seguir con esos juegos, pero el encierro y las sensaciones que ya sentía hacia su hijo la confundían. "¿Qué tal si mejor mañana jugamos a la día de playa?" sugirió Erica, intentando desviar la atención. Miguel, sabiendo que no podía presionar más, respondió: "Sí, mamá. Rico. Pasa la cena." Ambos se despidieron con un beso en la mejilla y le susurra al oído día en la playa nudista, algo que para Miguel fue un avance significativo.
Esa noche, Erica no podía dejar de pensar en lo del juego de playa nudista. Se acostó, pero el sueño no llegaba. Su mente estaba llena de imágenes eróticas, y su cuerpo respondía con un deseo incontrolable. Se tocó a sí misma, imaginando las manos de Miguel sobre su piel, y se dejó llevar por el placer.
Llegó la mañana, y Erica se levantó con una sensación de intriga y excitación. Se miró al espejo, se quitó toda la ropa, y observó su cuerpo. "Mi hijo me va a ver así," pensó, admirando sus senos grandes y su vagina, que ya mostraba un poco de vello. Se tocó, y notó que estaba mojada. "¿Qué me pasa?" se preguntó, confundida y excitada a la vez.
De repente, escuchó un grito: "Mamá, ya estoy listo para empezar a nuestro juego de día en la playa." Erica se preguntó si ya estaba desnudo. "¿Qué hago?" se preguntó, mientras miraba una toalla y decidía ponérsela, sin nada debajo. Salió de su habitación y lo vio en la sala, sentado solo con un pequeño cojín tapando su pene, claramente desnudo.
"Mamá, ya preparé tu desayuno para desayunar en la playa," dijo Miguel, riendo. Erica sabía que era un juego, pero estar encerrados por tanto tiempo y la tensión sexual entre ellos la hacían sentirse viva. "Mamá, así no vale. Estás con la toalla. No se vale," dijo Miguel, con una sonrisa traviesa.
Erica, roja de vergüenza y excitación, no sabía qué hacer. Sentía que estaba a punto de cruzar un límite del que no habría vuelta. Lo miró, y sus manos, como si no obedecieran a la cordura de una madre, soltaron la toalla, dejando a la vista un cuerpo desnudo. Los ojos de Miguel se abrieron, observando el cuerpo de su madre: sus senos hermosos con los pezones duros, y su vagina, espectacular, con los labios vaginales mojaditos.
Erica, sorprendida por su propio acto, no sabía lo que había hecho, pero lo había hecho. Caminó hacia Miguel, y le dijo: "Hijo, esto queda entre nosotros, por favor." Miguel asintió, con una mezcla de emoción y deseo en sus ojos.
Se vino un día de playa nudista espectacular, lleno de erotismo y sensualidad, donde madre e hijo exploraron sus deseos más profundos y tabúes, dejando atrás las inhibiciones y dándose permiso para sentir y disfrutar.
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