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Alejandro y Jazmín: El deseo prohibido de la hermanastra

Mi hermanastra Jazmín es de esas mujeres que pasan desapercibidas por su timidez y su personalidad sumisa. Siempre viste ropa que oculta el increíble cuerpo que tiene. Su pelo negro, largo y lacio, cae con suavidad sobre sus hombros, y su piel, de un tono cálido y suave. Tiene unas curvas que enamorarían a cualquiera: su cintura se marca justo donde debe y sus caderas, anchas y perfectas, son imposibles de ignorar. Sus tetas, medianas y firmes pero suaves al tacto, complementan su figura de manera perfecta. Y su boca, delicada y sensual, parece hecha para ser besada, encajando a la perfección con el resto de su cuerpo.
Alejandro y Jazmín: El deseo prohibido de la hermanastra
Estaba en la sala, haciendo nada. La casa estaba vacía, solo el sonido del viento me llegaba de vez en cuando por la ventana. La típica calma de una tarde en que mis viejos no estaban, y yo, como siempre, aprovechaba el momento para quedarme tranquilo. Pero de repente, algo rompió esa paz.
Empecé a escuchar ruidos raros, como gemidos. Primero pensé que me estaba imaginando cosas, pero no… era real. Venían de la habitación de Jazmín. Al principio, me preocupé.
¿Estara bien?. Pensé.
Me levanté de golpe, un poco desconcertado. Tenía que ver si todo estaba en orden.
Me acerqué a la puerta de su cuarto, y me asomé con cuidado, cauteloso, sin hacer ruido. Lo primero que vi fue su figura de espaldas, sus piernas ligeramente abiertas, y… ahí estaba, ella, cabalgando un juguete sexual. Me quedé paralizado. No me lo podía creer.
¿Qué mierda estaba pasando? Pense.
primera vez
Por un momento, pensé en irme. Me sentí mal por mirarla, pero el sonido de su respiración y sus gemidos me mantenían atrapado en el lugar. Mi cuerpo reaccionó sin poder evitarlo. La tentación me quemaba.
¿Me quedo o me voy? Me pregunté, pero justo cuando estaba por darme media vuelta, escuché algo que me heló la sangre… y lo cambió todo.
— Alejandro. Dijo entre gemidos
Lo dijo tan claro, tan profundo, que mi nombre retumbó en mi cabeza. Esa simple palabra me paralizó
Decidí entrar.
Jazmín, al escuchar el crujido, se giró rápidamente, sus ojos se abrieron de par en par al verme de pie allí. Su rostro pasó de la sorpresa al rubor, y yo no podía dejar de mirarla. Estaba tan hermosa, tan vulnerable… y tan fuera de lugar, que no sabía si era lo correcto estar allí.
—Alejandro... Dijo con la voz temblorosa, su respiración entrecortada, claramente avergonzada.
— No me digas que estás apenada ahora, Jazmín. Dije, sonriendo.
No podía esperar más. Me incliné y la besé.
Me comence a desnudar.
— Alejandro, no sé si esto está bien... Me dijo, apartándose un poco.
— No sé si a vos te parece que esto está bien, Jazmín. Respondí con una sonrisa burlona.
— Pero te diría que lo que está bien o mal ya no importa. Lo que importa es que te estoy deseando como nunca. Le dije
Jazmín no podía dejar de mirarme, como si cada palabra mía la atrapara más y más. Su timidez se desvaneció, y lo que la reemplazó fue una mezcla de deseo y sumisión. Sabía que ya no había vuelta atrás.
— Yo… yo también te deseo, Alejandro. Susurró, su voz ahora más fuerte, más firme, mientras abria sus piernas
—Hacelo suave por favor es mi primera vez. Le dijo mientras comenzaba a poner mi verga adentro de su vagina.
Sentia como su vagina apretaba mi verga.
incesto
Ya no había vuelta atrás. Ella no podía moverse, pero no hacía falta estaba completamente a merced de lo que yo decidiera. La sentí ceder, su cuerpo respondiendo, reaccionando a cada embestida, con sus tetas rebotando violentamente al ritmo de mis movimientos.
—Te quiero, Alejandro… no puedo más. Susurró Jazmín, su voz quebrada.
Su pecho subía y bajaba al compás de mis golpes, sus ojos cerrados, las manos aferradas a la cama. Podía escuchar cómo sus gemidos se volvían más intensos, como si cada segundo que pasaba, el control se desvaneciera más y más.
—Te gusta, Jazmín? Pregunté.
—Sí… sí, Alejandro… más fuerte. Susurró entre jadeos, empujando su cuerpo hacia el mío, invitándome a ir más rápido, más profundo.
hermanastra
La miré con una sonrisa
—Te vi, Jazmín… Dije, rozando sus labios con los míos.
—Vi cómo te gustaba cabalgar ese juguete, ¿qué tal si ahora me cabalgas a mí?
Su mirada se encendió, y sin decir una palabra, se acomodó sobre mí, Vi cómo Jazmín subía y bajaba, su cuerpo contorneándose mientras mi verga entraba y salía de ella. Cada embestida hacía que sus tetas rebotaran, y su cuerpo temblara.
—Eso, Jazmín… más rápido…. Susurré entre jadeos
sumisa
Jazmín, con una mirada traviesa, se detuvo un momento, respirando con dificultad
—Quiero probar algo nuevo. Me dijo.
—Sí que cosa. Le pregunté. Mientras ella acomodaba mi verga en su culo.
—Ahhh, Alejandro…! ¡Duele, pero lo quiero…!. Gimió Jazmín entre jadeos, su cuerpo tenso.
Sentia como su culo rebotando sobre mi verga. Metiendose mi verga cada vez mas adentro de su culo.
—Dios! tu culo como aprieta mi verga. Le dije recordando que era la primera vez de Jazmin.
Dominante
— Ponete en cuatro Jazmin. Le dije
Jazmín dudó un instante, sus ojos llenos de miedo y deseo. Sabía que no había vuelta atrás, pero estaba a mi merced
— No tengas miedo... voy a ir despacio y lento. Le susurré, sujetándola por la cintura mientras la colocaba en la posición que quería. Sus manos temblorosas se apoyaron en la cama, y yo me puse detrás de ella.
— Ahh… duele, Alejandro…Gimió Jazmín.
— El dolor se esta comenzando a ir... se siente rico... Me dijo
Comencé a aumentar la intensidad de cada embestida, mis manos aferrándose a su cintura, empujándola mi verga con fuerza, mientras la escuchaba gemir entre el dolor y el placer.
— Mas duro... Alejandro. Me dijo con una voz quebradiza.
Escucharla gemir de dolor y placer y como su culo se acomodaba a mi verga me exitaba y me daban ganas de darle mas duro y fuerte.
Alejandro

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