You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mi primer juego

Mi primer juego
Todo empezó como un juego, una fantasía sin cuerpo, sin consecuencias… hasta que alguien me escribió preguntando si vendía ropa interior usada.
Sentí un escalofrío en la espalda. Era la primera vez que escuchaba algo así. Me generó una sensación muy fuerte, de morbo y fascinación, que alguien quisiera pagar para simplemente olerme a la distancia sin siquiera conocerme... y me animé. Tal vez porque estaba sola, escondida, sintiéndome a salvo en el anonimato de un perfil inventado. O porque había algo en el tono del mensaje, directo pero respetuoso, que me encendió una chispa.
Le contesté con algo irónico, como tanteando el terreno. Me respondió rápido, y con una naturalidad que me descolocó: no pedía nada raro, sólo quería una bombacha mía, usada, con el aroma de mi cuerpo. Dijo que le fascinaba la idea de imaginarme, olerme, desearme sin siquiera tocarme. Me lo describía con tanta devoción que me humedecí en el acto.
Esa noche dormí con una tanga negra de encaje, una que me encanta y que Alexis siempre dice que le da ganas de arrancármela con los dientes. Me la puse sin nada más, sintiendo cómo se pegaba a mi piel húmeda mientras leía de nuevo los mensajes del tipo.
Al día siguiente se la envié. En una bolsa hermética, bien cerrada, con una nota escrita a mano que decía: “No necesitás verme para tenerme”. Me temblaban las manos al ponerla en el sobre. Caminé hasta el correo con el corazón latiéndome en el cuello. Era tan absurdo como excitante. ¿Quién era yo en ese momento? ¿Una amante juguetona, una puta secreta, una mujer libre?
Cuando me confirmó que la había recibido, me escribió: “No tenés idea lo que provocás. Hacía mucho que algo tan simple no me hacía acabar así.”
Sentí una corriente caliente recorrerme desde el pecho hasta el vientre. Estaba en un lugar rodeada de gente, pero por dentro me sentía desnuda, expuesta, poderosa. Me metí al baño, me senté en la tapa del inodoro y con una mano dentro del pantalón me hice acabar en silencio, mordiéndome el labio para no gemir.
Esa noche, cuando volví a casa, Alexis me abrazó fuerte. Hicimos el amor con una intensidad que me conmovió. Yo estaba distinta, vibrando todavía con lo que había hecho, con esa descarga secreta que él no conocía. Me sentía como una traidora feliz, como una mujer que había abierto una puerta que no quería cerrar.
No se enteró, y no pienso contárselo. No porque me dé culpa —bueno, un poco sí— sino porque sé que esto es sólo mío. Es un rincón oscuro, húmedo, placentero, donde puedo ser todo lo que no me animo a decir en voz alta.
Y sí, capaz vendí una tanga usada por internet… pero lo que realmente vendí fue un pedacito de mi secreto. Y eso, me di cuenta, puede ser adictivo.

2 comentarios - Mi primer juego