Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4, Capítulo 5
“Así que me dejas solito”, dije haciendo un puchero.
“No me hagas sentirme culpable”, respondió Daniela, con voz triste. “Sabes que yo me quedaría aquí contigo…”
“Es broma. En realidad me gusta que salgas un poco”, dije acariciándole el culo por encima de las bragas. “Me encanta pasar tiempo contigo, pero creo que te viene bien salir”
“Ya, pero me voy a pasar toda la tarde con la familia, y mañana no voy a poder verte porque te va a acaparar Valentina”, ahora los pucheros los hacía ella. Se subió el pantalón pero mi mano siguió en su culo.
“¿Celosa?”, bromeé.
“Tal vez…”, dijo. Yo le di un besito y rodeé su cintura con los brazos.
“Te he prometido parte de mi tiempo esta semana, ¿verdad? Además, tú también tienes trabajo esta semana”, le recordé. Y ella asintió. “Y el viernes puede ser un día muy especial”
“Si sale bien”
“Saldrá. Tengo una corazonada”
“En fin. Siento lo de la comida”, dijo. Durante el único rato del fin de semana que no habíamos follado me había dispuesto a preparar sushi, con la idea de comerlo ese día, pero sus padres la habían llamado, que había el cumpleaños de no sé quién. Por suerte para ella, sus padres se habían ido ya, de modo que podía volver a casa y ponerse de chico antes de ir.
“Más sushi para mí”, bromeé. “Pásatelo bien”
“Muchas gracias”
Nos despedimos y me quedé en casa, en gayumbos, y pensando qué hacer. Aún me quedaban horas para que volviera Valentina. Podía irme a tomar algo, o llamar a alguien para pasar la tarde de cerveceo. Mi nueva amistad me había recortado un poco de tiempo últimamente. Pero claro, quién era yo para negarme a quedar con alguien que ansiaba tener sexo conmigo.
No habían pasado ni cinco minutos desde que Daniela se fue que llamaron a la puerta. Pensé que era ella, que se había olvidado algo. Pero no.
“¡Valentina!”, exclamé sorprendido al abrir la puerta.
Mi follamiga se había presentado en mi casa repentinamente. Venía con la maleta en la mano, y cara de pocos amigos. Le eché un vistazo rápido. ¿Le habían crecido las tetas en la playa? Esa impresión me daba, porque se había presentado con una minifalda vaquera y la parte superior del bikini, sin camisetas ni cobertura de otro tipo en el pecho. Su piel morena se había acentuado aún más durante su ausencia en la costa, y remarcaba mucho el rubio de su cabello.
“Hola, JP”, saludó, y para mi sorpresa, me plantó un beso en la boca. Los pocos que me daba se los reservaba para cuando estábamos en la cama. “¿Qué tal lo has pasado en mi ausencia?”
“Bien, bien. No te esperaba hoy” dije, echándome a un lado para dejarla entrar. “Como te escribí para vernos mañana pero llevas sin responder desde el jueves, pensé que estabas muy ocupada”
“Ojalá”, respondió ella. “Vengo directa de la playa. Ni he pasado por casa desde que salí del hotel”, respondió, y se quitó la minifalda, quedando en bikini. La maleta la dejó bien aparcada en un rincón.
“¿Ha ocurrido algo?”, pregunté.
“De momento, solo que te necesito”, dijo. Yo le notaba menos alegría de la habitual. Y entonces se me acercó y volvió a besarme. “Cómo me gusta que me recibas así, chico sexy”
Aquello era también extraño. Valentina no me despreciaba nunca, pero igual que los besos, las palabras halagadoras no eran el punto fuerte de mi follamiga. De pronto se me subió, enganchándose a mi cual koala mientras nos comíamos la boca. La sujeté por el culo y la llevé a la cama, donde nos acomodamos para hacer el misionero.
Casi se me olvidó ponerme el preservativo. Me había desacostumbrado a usarlo desde que Dani me dijo que no se podía embarazar. Pero a Valentina le pasó desapercibido el gesto mientras se quitaba el tanga del bikini. Me puse la protección y me eché sobre ella. Mi polla entró en su chochito suavemente.
“Aaaaaaah… sí…” suspiró Valentina. “Esto te gusta, ¿a que sí?”
“Mucho”, afirmé mientras empezaba a penetrarla repetidas veces.
“¿Y no te molesta saber… ah… que no eres el único… ah ah ah… que me la mete?”
“No. Porque sé que soy el que más te gusta”, la desafié. Ella se puso colorada y se limitó a seguir gimiendo mientras yo empujaba dentro de ella. Metí las manos tras su espalda y le desabroché el sujetador del bikini. Así estaba mejor, con las tetas al aire.
“Mmmmm”, gimió mi amiga mientras le apretaba los pezones. “Sigue tocando… necesito esto…”, pidió y me puso las manos encima de las mías para que siguiera estimulando sus tetas.
Sentí sus piernas cerrándose a mi espalda y empezó a marcarme el ritmo, empujando hacia sí con cada acometida que le daba. Yo me sabía adaptar a ella, y volví a echarme sobre ella. No rechazó mis labios cuando nos besamos, y mi lengua invadió su boca fácilmente, con una sorprendente docilidad por su parte. Aumentamos el ritmo los dos a la vez, y nos corrimos. Ella no chorreaba tanto como Dani, ni mucho menos, pero notaba su orgasmo, y yo llenaba la gomita de lefa.
“¿Me vas a contar ahora lo que ha pasado?”, pregunté. Nos habíamos tumbado en la cama después del polvo. El condón usado reposaba en el suelo y ella se había tumbado encima de mi.
“Estoy molesta. No contigo. Con los tíos en general”, me dijo. “Estoy hasta el coño de que vosotros podáis follar con quien os salga de la polla y a mi me critiquen por eso mismo”
“¿Te han criticado?”
“Me empezaron a poner de puta para arriba en la playa. Hubo un hijo de perra que, después de haber estado conmigo, le vi la noche siguiente intentando meterle la lengua a otra, ¡y tuvo los santos cojones de llamarme puta cuando me vio ligando con otro”, en ese momento me di cuenta de que estaba llorando. “Y de pronto, ninguno quería tema conmigo. El que me había hecho caso se marchó sin decir adiós. Y algo ha pasado que todos parecían mirarme… por eso he tenido que volverme antes, no aguantaba más allí… y perdona que te esté contando esto… snif, snif…”, moqueó.
Con cuidado, busqué en la mesilla un paquete de pañuelos y le saqué las lágrimas.
“Por eso me hiciste antes esa pregunta”, entendí.
“Sí… tú entiendes de maravilla lo que hay entre nosotros… joder, que incluso me has ayudado a entrarle a algún tío cuando hemos estado por ahí”, dijo, aún balbuceando un poco por el llanto. “Y esta panda de gilipollas, ya por una noche, se debían pensar que soy de su propiedad o algo”.
“Ha estado feo lo que te han hecho”, admití. “Tú no habías prometido nada, ¿verdad?”
“Solo una noche. Un pasarlo bien. Y tío, que el otro capullo ya estaba para follarse a otra y a nadie le importaba… ay, lo siento…”
“No tengo que perdonarte nada. Estabas mal y necesitabas mi apoyo”
“Se supone que solo follamos…”, murmuró ella.
“Sabes que siempre ha habido algo más. Aunque solo sea por las cervezas que hemos compartido”, le recordé.
Valentina asintió. Se acomodó un poco más encima de mí, me acarició las mejillas y me dio un beso.
“Tienes razón. Y… sé que esto te lo digo poco, pero gracias por estar cuando lo necesito”, suspiró. “Oye, sé que tengo que chupártela durante una hora, pero hoy no estoy de ánimo. ¿Puedo pagarte nuestra apuesta otro día?”
“Claro. Pero te aseguro que no se me va a olvidar”, bromeé.
“De eso me ocupo yo”, me susurró. “Oye, ¿salimos a comer algo?”
“He preparado sushi”
“Uy. ¿A qué debemos el honor?”, bromeó.
“A que me apetecía comerlo”, respondí. “Aunque ya sabes que no soy un sushiman”
“Seguro que está rico. Y además, ya se lo que voy a tomar de postre”, insinuó.
De modo que nos levantamos y fuimos al sofá. Saqué el sushi que había mantenido en el frío de la nevera y nos dispusimos a comer. Mientras tanto, me contaba otras cosas de la playa. Al parecer había estado en un hotel muy bueno, mejor que el que habíamos reservado para ir juntos. Y me prometió que iríamos de nuevo para que pudiera probarlo yo.
“Pues… yo quería proponerte algo. Aunque pensaba hacerlo mañana”
“Tú dirás”
“¿Tú te montarías un trío conmigo?”
Valentina pareció pensarse la respuesta.
“Si me lo propones tú, espero que tengas a alguien para ello. Ya te lo dije: no te voy a traer a ninguna amiga para que follemos”, me recordó. Y, para ser ella, no lo dijo con su tono más duro.
“Tengo. Y no es una chica”
“Eso no me lo esperaba”, respondió. “¿Quieres meter a otro hombre con nosotros en la cama?”
“No exactamente. Es un amigo que lo está pasando mal con el tema del sexo…”
“Joder. Tiene que ser muy buen amigo si me has ofrecido que me folle…”
“No he sido tan bruto”, la corregí. “Él sabe que tú y yo tenemos una relación permisiva. Pero obviamente no espero que quieras encamártelo así sin más. Mi idea era quedar los tres el viernes. Cenar, tomar algo y ver qué tal. Y si te convence, follar. Y si no, no pasa nada. La decisión es tuya”
“¿Me lo pones tan fácil para que me cueste negarme? No pongas esa cara, estoy de coña”, me aclaró. “En serio. Tú siempre has acertado conmigo. Y me parece bien lo de quedar para cenar. Si es majo, creo que me puedo desmelenar con los dos. Pero”, añadió, “es la primera vez que me vas a ver follar con otro. Incluso participando tú, ¿no te sentirás incómodo?”
“No te lo habría propuesto”, razoné.
“Genial. Y ahora, ¿te parece bien si me quedo contigo hasta mañana?”, preguntó, mientras se levantaba y llevaba a la pila los platos que habíamos usado.
“Si te apetece, yo encantado”, respondí.
“Por supuesto. Hoy necesito un hombre como tú”, respondió mientras se ponía en cuatro en el sofá y venía gateando hacia mi. “Uno que no me juzgue y que sepa follarme… Veamos…”, empezó a hacerme una paja. “Si te la empiezo a chupar ahora… ¿me lo descuentas de la hora que te debo?”, preguntó en tono travieso.
“Por supuesto que no”, reí.
“Así me gusta… una apuesta es una apuesta”, respondió, y me la empezó a chupar. Muy lentamente, y succionando mi picha para darme más placer. “Diosh, eshaba de menosh eshte shabor…”, suspiró sin sacarse mi picha de la boca. “Slurp, slurp… aaaaaaah”, jadeó. “Eres malo… ¿cómo pretendes que te la chupe una hora? Si estaría todo el día…” se la volvió a meter a la boca.
“Todo el rato que quieras”, insinué. “Pero me gustaría tener un buen rato con tu culo”
Ella no respondió y me la siguió chupando por un buen rato. Su técnica era excelente. Me dió un escalofrío cuando rozó todo mi falo con los dientes, sin tocar el glande. Jugó con sus labios por toda mi erección hasta llegar a mis testículos, que trató con el mismo cuidado y pasión. Me ponía mucho verla con mi polla encima de toda su carita mientras me daba placer, y luego volvió a engullir mi falo.
“¿Te gusta lo que ves?”, preguntó cuando paró la mamada y se puso en pie, enfrente de mí, dándome la espalda, y empezó a mover el culo en círculos.
“Mucho”, respondí. Estaba tan cerca de mi que no necesitaba estirar mucho los brazos para tocarlo.
“Aaaah… no seas ansioso”, protestó. Había empezado a acariciar su coñito. “Querías mi culo, así que tómalo”
Mientras ella seguía moviéndolo, tomé el lubricante y me lo eché en la picha. Bien distribuido. Apreté el culo de Valentina y ella separó bien las nalgas y empezó a bajar. Apunté a su ano mientras se dejaba caer. Se detuvo cuando notó mi polla en contacto, y con cuidado, bajó un poco. A ella le daba más morbo jugar sin dilatación previa, o al menos así lo hacía conmigo.
“Uf… ¿te ha crecido?”, preguntó mientras se movía lentamente arriba y abajo, metiéndose mi polla un poco más cada vez. “La siento más grande, y gruesa…”
“Se habrá puesto así de lo mucho que me pones”, bromeé. “Oh, si… me encanta tu culo”, suspiré cuando estaba por completo dentro de ella.
“Guau… ¿qué haces…? Aaaahh aaaah no importa… sigueh…” jadeó. Tomando la delantera, me había empezado a mover bajo ella. Subí sus piernas al sofá y pude empezar a embestirla. Despacio, sin hacerla daño. Disfrutando de su culo abriéndose con mi polla. Tan apretadito. Desde mi postura además podía acariciar sus tetas. Valentina solía ser más dominante, pero al parecer con su orgullo herido le gustaba dejarme más el control. “Mmmmno… vale sí”, intentó resistirse cuando le mordí el lóbulo de la oreja. Eso la volvía loca y me lo tenía prohibido por eso mismo.
“¿Y si hago esto?”, le alcé las puertas al aire y empecé a metérsela con más ganas. Qué culo más delicioso. Y la estaba haciendo enloquecer. Gemía con el ritmo que estaba marcando bajo ella. Valentina se dejó hacer mientras follaba su culito. Echó la cabeza hacia atrás y buscó mi boca. Nos dimos un beso mientras seguía empujando dentro de ella, y me corrí con ganas en su culo.
“Joer, qué bien te sienta que me vaya de vacaciones…”, jadeó ella mientras nos recuperábamos. “¿Tanto me echabas de me…? Tío, ¿no meeeeh vas aaaah dejar deeeeeescansaaaaar?”, gimoteó.
Había empezado a estimular su coñito. Mi dedo se escurría en su rajita, haciendo suaves círculos y estimulando su clítoris. Le puse la otra mano sobre una teta, mientras mi picha resbalaba fuera de su culo. La seguí masturbando, mientras Valentina parecía resignada a que esa tarde era toda para mí. A mí simplemente me volvía loco su cuerpo, y pocas veces tenía la ocasión de disfrutarlo de aquella manera. Acaricié y toqué todo lo que quise.
Pasé la cabeza bajo su axila para alcanzar su teta con la boca. Pide probar su pezón, haciéndola gritar de placer cuando lo apreté con los dientes. Sentí su mano en mi polla, haciéndome una paja, pero yo tenía las de ganar en ese momento. Hice que se corriera sobre mis piernas. Cuando lo conseguí me detuve, dejándole tomar el aire.
“¿Te ha gustado?”, pregunté.
“Ha sido la polla”, reconoció, mientras recuperaba la respiración. “Qué intenso has sido…”
“Lo necesitabas, ¿verdad?”
“Sí…”, reconoció. “Oye… tú te sientes bien conmigo cuando follamos, ¿verdad?”
“Claro”
“Lo digo por… bueno. Sabes que suelo ser más mandona. Y te has centrado mucho en mi placer”
“Lo necesitabas”
“Y te lo agradezco, pero, ¿tú estás bien servido?”
Me gustaba verla preocupada por mí. Sí, tal vez nuestros encuentros nos centrábamos más en ella. Pero esa noche me había salido natural hacerlo de esa manera, en lugar de aprovecharme de ella.
“Estoy bien, en serio. Aunque si tienes alguna idea en la cabeza, no me negaré a recibirlo”, insinué. Vi que hacía un ademán para levantarse. “Espera, espera. Qué no tengo prisa. Recupérate”
“¿Insinúas que no tengo fuerza para que follemos otra vez? Uy, JP, que con eso no se juega”, dijo con tono morboso.
Fuimos a mi cama, donde me hizo tumbarme bocarriba, completamente extendido. Se puso de espaldas a mí, y noté cómo manipulaba mi polla. Me hizo una deliciosa paja, moviendo su mano a buen ritmo, mientras me estimulaba. Noté sus manos masajeando mis bolas, y probé a manosear su culo.
“Qué vicio le tienes”, bromeó, mientras notaba que me ponía el preservativo. Qué pena. Con lo que me gustaba follar a pelo. Pero con Valentina sí había riesgo de dejarla embarazada. Aunque ella tomaba sus anticonceptivos, no nos íbamos a arriesgar. Se llevó mi picha a su chocho y se la metió fácilmente. Comenzó a subir y bajar a buen ritmo. Qué delicia. Me había indicado no moverme, de modo que disfruté de la sensación de penetrarla sin cansarme mucho. Ella marcaba el ritmo que le gustaba, y se sentía de maravilla. Volvía a jugar con mis testículos, apretándolos suavemente dentro de su mano mientras me cabalgaba.
Después de un buen rato encima de mí, se dio la vuelta para montarme mientras me miraba. Me encanta verla desde abajo, con su cabello rubio cayendo sobre sus hombros y sus tetas rebotando al ritmo que subía y bajaba de mi cuerpo. Se apoyó en mi torso y me besó, mientras se seguía moviendo acelerando el ritmo. Y entonces hizo algo nuevo: me tomó las manos y cruzó sus dedos con los míos mientras nos acercábamos al orgasmo. En aquella posición tan tierna nos corrimos, y luego se quedó tumbada encima de mí.
“Tu polla es adictiva”, comentó Valentina mientras volvíamos al sofá. Nos sentamos ahí en pelotas, y aprovechó el momento para meterme mano.
“¿Lo es?”
“Sí. Me encanta cómo se comporta cuando la estimulo”
“Pero seguro que las has probado más grandes”, insinué.
“Si de verdad quieres hablar de eso, sí. Claro que las he chupado más grandes. Y me las han metido. Pero al final, con el que más repito es contigo. Será por algo”, me recordó.
“Sí, eso me gusta”, respondí. “Yo en cambio contigo ya tengo un hándicap. No sé dónde voy a encontrar a una chica con las tetas más grandes”, bromeé.
“Eso es verdad, tengo unas tetazas de aúpa”, bromeó y se las agitó con las manos. “Tócamelas, anda. Qué estoy muy a gusto así”, pidió y volvió a masajearme la picha. “En serio, JP… gracias por estar ahí para mí”
“Siempre que quieras”
“Y yo también estoy para tí, ¿vale?”, murmuró.
No respondí. Le di un besito en la mejilla y seguimos allí un rato más, intentando perder las marcas de las manos de tanto tocarnos mutuamente. La ventana me indicaba que empezaba a hacerse tarde, aunque en verano anochecía mucho después.
“¿Te parece bien si salimos a cenar?”, propuse.
“Pensaba pedir algo a domicilio, e invitarte”
“Siempre pagamos a medias…” le recordé.
“Lo sé. Pero te quiero invitar”
Tras una pequeña pausa en la que pedimos la cena, volvimos al sofá a seguir metiéndonos mano hasta que llegó la cena. En silencio, no teníamos que decir nada. Me puse algo por encima para abrir al repartidor cuando vino, y cenamos a gusto.
“Bueno, JP… ¿estás listo para mí técnica especial?”, preguntó Valentina, con sonrisa pervertida. Yo me había puesto la gomita y ahora la esperaba en el borde de la cama.
“Más que listo”, respondí, con ganas de empezar. Aquella posición al principio no me había convencido pero en cuanto le pillaba el truco daba mucho placer.
Valentina me separó las piernas y se colocó en medio. Estimuló mi picha mientras se acercaba, y tiró suavemente de ella hacia si misma. Suavemente, se la metió. Oh, Dios. Aquello era tan raro que se sentía genial. Me sujetó las caderas y empezó a moverse. Era tan raro… desde mi punto de vista parecía que ella me estaba follando, mientras se metía mi polla a un ritmo cada vez mayor.
Me eché hacia atrás en la cama, gozando de aquella postura. Valentina me miraba con ganas, disfrutando también de su posición dominante. No hacíamos esto con mucha frecuencia, y eso nos daba más placer a los dos. Y cuando lo hacíamos, Valentina se solía correr antes que yo. Probé una cosa… envolví (con cierta torpeza) su cintura con mis piernas, y empecé a marcar un ritmo un poco más rápido.
“Dios, JP, me encanta”, jadeó Valentina. “Voy a correrme… ¿Y tú?”
“Me queda un poco”, suspiré.
“Vale… déjame a mí…” pidió.
Continuó con su juego y noté que se corría. Era obvio, yo llevaba varias corridas… y de pronto la noté tirando de mis manos. Me incorporé mientras ella se ponía de rodillas y empezó a chupármela de nuevo. De pronto abrió la boca, apoyando mi glande en su lengua, y me empezó a masturbar. Decidí hacerlo yo, y me puse a pajearme con ganas hasta que me corrí. El lefazo la alcanzó la boca, la cara, y las tetas.
“¿Esta es mi lechita antes de dormir?”, bromeó con una sonrisa de satisfacción.
“Eres increíble”
“Lo sé”
Nos dimos un agua antes de meternos en la cama. Qué tristeza, al día siguiente era lunes. Pero Valentina me aseguró que lo pasaría genial en su compañía, para que no se me hiciera tan duro trabajar.
CONTINUARÁ
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“Así que me dejas solito”, dije haciendo un puchero.
“No me hagas sentirme culpable”, respondió Daniela, con voz triste. “Sabes que yo me quedaría aquí contigo…”
“Es broma. En realidad me gusta que salgas un poco”, dije acariciándole el culo por encima de las bragas. “Me encanta pasar tiempo contigo, pero creo que te viene bien salir”
“Ya, pero me voy a pasar toda la tarde con la familia, y mañana no voy a poder verte porque te va a acaparar Valentina”, ahora los pucheros los hacía ella. Se subió el pantalón pero mi mano siguió en su culo.
“¿Celosa?”, bromeé.
“Tal vez…”, dijo. Yo le di un besito y rodeé su cintura con los brazos.
“Te he prometido parte de mi tiempo esta semana, ¿verdad? Además, tú también tienes trabajo esta semana”, le recordé. Y ella asintió. “Y el viernes puede ser un día muy especial”
“Si sale bien”
“Saldrá. Tengo una corazonada”
“En fin. Siento lo de la comida”, dijo. Durante el único rato del fin de semana que no habíamos follado me había dispuesto a preparar sushi, con la idea de comerlo ese día, pero sus padres la habían llamado, que había el cumpleaños de no sé quién. Por suerte para ella, sus padres se habían ido ya, de modo que podía volver a casa y ponerse de chico antes de ir.
“Más sushi para mí”, bromeé. “Pásatelo bien”
“Muchas gracias”
Nos despedimos y me quedé en casa, en gayumbos, y pensando qué hacer. Aún me quedaban horas para que volviera Valentina. Podía irme a tomar algo, o llamar a alguien para pasar la tarde de cerveceo. Mi nueva amistad me había recortado un poco de tiempo últimamente. Pero claro, quién era yo para negarme a quedar con alguien que ansiaba tener sexo conmigo.
No habían pasado ni cinco minutos desde que Daniela se fue que llamaron a la puerta. Pensé que era ella, que se había olvidado algo. Pero no.
“¡Valentina!”, exclamé sorprendido al abrir la puerta.
Mi follamiga se había presentado en mi casa repentinamente. Venía con la maleta en la mano, y cara de pocos amigos. Le eché un vistazo rápido. ¿Le habían crecido las tetas en la playa? Esa impresión me daba, porque se había presentado con una minifalda vaquera y la parte superior del bikini, sin camisetas ni cobertura de otro tipo en el pecho. Su piel morena se había acentuado aún más durante su ausencia en la costa, y remarcaba mucho el rubio de su cabello.
“Hola, JP”, saludó, y para mi sorpresa, me plantó un beso en la boca. Los pocos que me daba se los reservaba para cuando estábamos en la cama. “¿Qué tal lo has pasado en mi ausencia?”
“Bien, bien. No te esperaba hoy” dije, echándome a un lado para dejarla entrar. “Como te escribí para vernos mañana pero llevas sin responder desde el jueves, pensé que estabas muy ocupada”
“Ojalá”, respondió ella. “Vengo directa de la playa. Ni he pasado por casa desde que salí del hotel”, respondió, y se quitó la minifalda, quedando en bikini. La maleta la dejó bien aparcada en un rincón.
“¿Ha ocurrido algo?”, pregunté.
“De momento, solo que te necesito”, dijo. Yo le notaba menos alegría de la habitual. Y entonces se me acercó y volvió a besarme. “Cómo me gusta que me recibas así, chico sexy”
Aquello era también extraño. Valentina no me despreciaba nunca, pero igual que los besos, las palabras halagadoras no eran el punto fuerte de mi follamiga. De pronto se me subió, enganchándose a mi cual koala mientras nos comíamos la boca. La sujeté por el culo y la llevé a la cama, donde nos acomodamos para hacer el misionero.
Casi se me olvidó ponerme el preservativo. Me había desacostumbrado a usarlo desde que Dani me dijo que no se podía embarazar. Pero a Valentina le pasó desapercibido el gesto mientras se quitaba el tanga del bikini. Me puse la protección y me eché sobre ella. Mi polla entró en su chochito suavemente.
“Aaaaaaah… sí…” suspiró Valentina. “Esto te gusta, ¿a que sí?”
“Mucho”, afirmé mientras empezaba a penetrarla repetidas veces.
“¿Y no te molesta saber… ah… que no eres el único… ah ah ah… que me la mete?”
“No. Porque sé que soy el que más te gusta”, la desafié. Ella se puso colorada y se limitó a seguir gimiendo mientras yo empujaba dentro de ella. Metí las manos tras su espalda y le desabroché el sujetador del bikini. Así estaba mejor, con las tetas al aire.
“Mmmmm”, gimió mi amiga mientras le apretaba los pezones. “Sigue tocando… necesito esto…”, pidió y me puso las manos encima de las mías para que siguiera estimulando sus tetas.
Sentí sus piernas cerrándose a mi espalda y empezó a marcarme el ritmo, empujando hacia sí con cada acometida que le daba. Yo me sabía adaptar a ella, y volví a echarme sobre ella. No rechazó mis labios cuando nos besamos, y mi lengua invadió su boca fácilmente, con una sorprendente docilidad por su parte. Aumentamos el ritmo los dos a la vez, y nos corrimos. Ella no chorreaba tanto como Dani, ni mucho menos, pero notaba su orgasmo, y yo llenaba la gomita de lefa.
“¿Me vas a contar ahora lo que ha pasado?”, pregunté. Nos habíamos tumbado en la cama después del polvo. El condón usado reposaba en el suelo y ella se había tumbado encima de mi.
“Estoy molesta. No contigo. Con los tíos en general”, me dijo. “Estoy hasta el coño de que vosotros podáis follar con quien os salga de la polla y a mi me critiquen por eso mismo”
“¿Te han criticado?”
“Me empezaron a poner de puta para arriba en la playa. Hubo un hijo de perra que, después de haber estado conmigo, le vi la noche siguiente intentando meterle la lengua a otra, ¡y tuvo los santos cojones de llamarme puta cuando me vio ligando con otro”, en ese momento me di cuenta de que estaba llorando. “Y de pronto, ninguno quería tema conmigo. El que me había hecho caso se marchó sin decir adiós. Y algo ha pasado que todos parecían mirarme… por eso he tenido que volverme antes, no aguantaba más allí… y perdona que te esté contando esto… snif, snif…”, moqueó.
Con cuidado, busqué en la mesilla un paquete de pañuelos y le saqué las lágrimas.
“Por eso me hiciste antes esa pregunta”, entendí.
“Sí… tú entiendes de maravilla lo que hay entre nosotros… joder, que incluso me has ayudado a entrarle a algún tío cuando hemos estado por ahí”, dijo, aún balbuceando un poco por el llanto. “Y esta panda de gilipollas, ya por una noche, se debían pensar que soy de su propiedad o algo”.
“Ha estado feo lo que te han hecho”, admití. “Tú no habías prometido nada, ¿verdad?”
“Solo una noche. Un pasarlo bien. Y tío, que el otro capullo ya estaba para follarse a otra y a nadie le importaba… ay, lo siento…”
“No tengo que perdonarte nada. Estabas mal y necesitabas mi apoyo”
“Se supone que solo follamos…”, murmuró ella.
“Sabes que siempre ha habido algo más. Aunque solo sea por las cervezas que hemos compartido”, le recordé.
Valentina asintió. Se acomodó un poco más encima de mí, me acarició las mejillas y me dio un beso.
“Tienes razón. Y… sé que esto te lo digo poco, pero gracias por estar cuando lo necesito”, suspiró. “Oye, sé que tengo que chupártela durante una hora, pero hoy no estoy de ánimo. ¿Puedo pagarte nuestra apuesta otro día?”
“Claro. Pero te aseguro que no se me va a olvidar”, bromeé.
“De eso me ocupo yo”, me susurró. “Oye, ¿salimos a comer algo?”
“He preparado sushi”
“Uy. ¿A qué debemos el honor?”, bromeó.
“A que me apetecía comerlo”, respondí. “Aunque ya sabes que no soy un sushiman”
“Seguro que está rico. Y además, ya se lo que voy a tomar de postre”, insinuó.
De modo que nos levantamos y fuimos al sofá. Saqué el sushi que había mantenido en el frío de la nevera y nos dispusimos a comer. Mientras tanto, me contaba otras cosas de la playa. Al parecer había estado en un hotel muy bueno, mejor que el que habíamos reservado para ir juntos. Y me prometió que iríamos de nuevo para que pudiera probarlo yo.
“Pues… yo quería proponerte algo. Aunque pensaba hacerlo mañana”
“Tú dirás”
“¿Tú te montarías un trío conmigo?”
Valentina pareció pensarse la respuesta.
“Si me lo propones tú, espero que tengas a alguien para ello. Ya te lo dije: no te voy a traer a ninguna amiga para que follemos”, me recordó. Y, para ser ella, no lo dijo con su tono más duro.
“Tengo. Y no es una chica”
“Eso no me lo esperaba”, respondió. “¿Quieres meter a otro hombre con nosotros en la cama?”
“No exactamente. Es un amigo que lo está pasando mal con el tema del sexo…”
“Joder. Tiene que ser muy buen amigo si me has ofrecido que me folle…”
“No he sido tan bruto”, la corregí. “Él sabe que tú y yo tenemos una relación permisiva. Pero obviamente no espero que quieras encamártelo así sin más. Mi idea era quedar los tres el viernes. Cenar, tomar algo y ver qué tal. Y si te convence, follar. Y si no, no pasa nada. La decisión es tuya”
“¿Me lo pones tan fácil para que me cueste negarme? No pongas esa cara, estoy de coña”, me aclaró. “En serio. Tú siempre has acertado conmigo. Y me parece bien lo de quedar para cenar. Si es majo, creo que me puedo desmelenar con los dos. Pero”, añadió, “es la primera vez que me vas a ver follar con otro. Incluso participando tú, ¿no te sentirás incómodo?”
“No te lo habría propuesto”, razoné.
“Genial. Y ahora, ¿te parece bien si me quedo contigo hasta mañana?”, preguntó, mientras se levantaba y llevaba a la pila los platos que habíamos usado.
“Si te apetece, yo encantado”, respondí.
“Por supuesto. Hoy necesito un hombre como tú”, respondió mientras se ponía en cuatro en el sofá y venía gateando hacia mi. “Uno que no me juzgue y que sepa follarme… Veamos…”, empezó a hacerme una paja. “Si te la empiezo a chupar ahora… ¿me lo descuentas de la hora que te debo?”, preguntó en tono travieso.
“Por supuesto que no”, reí.
“Así me gusta… una apuesta es una apuesta”, respondió, y me la empezó a chupar. Muy lentamente, y succionando mi picha para darme más placer. “Diosh, eshaba de menosh eshte shabor…”, suspiró sin sacarse mi picha de la boca. “Slurp, slurp… aaaaaaah”, jadeó. “Eres malo… ¿cómo pretendes que te la chupe una hora? Si estaría todo el día…” se la volvió a meter a la boca.
“Todo el rato que quieras”, insinué. “Pero me gustaría tener un buen rato con tu culo”
Ella no respondió y me la siguió chupando por un buen rato. Su técnica era excelente. Me dió un escalofrío cuando rozó todo mi falo con los dientes, sin tocar el glande. Jugó con sus labios por toda mi erección hasta llegar a mis testículos, que trató con el mismo cuidado y pasión. Me ponía mucho verla con mi polla encima de toda su carita mientras me daba placer, y luego volvió a engullir mi falo.
“¿Te gusta lo que ves?”, preguntó cuando paró la mamada y se puso en pie, enfrente de mí, dándome la espalda, y empezó a mover el culo en círculos.
“Mucho”, respondí. Estaba tan cerca de mi que no necesitaba estirar mucho los brazos para tocarlo.
“Aaaah… no seas ansioso”, protestó. Había empezado a acariciar su coñito. “Querías mi culo, así que tómalo”
Mientras ella seguía moviéndolo, tomé el lubricante y me lo eché en la picha. Bien distribuido. Apreté el culo de Valentina y ella separó bien las nalgas y empezó a bajar. Apunté a su ano mientras se dejaba caer. Se detuvo cuando notó mi polla en contacto, y con cuidado, bajó un poco. A ella le daba más morbo jugar sin dilatación previa, o al menos así lo hacía conmigo.
“Uf… ¿te ha crecido?”, preguntó mientras se movía lentamente arriba y abajo, metiéndose mi polla un poco más cada vez. “La siento más grande, y gruesa…”
“Se habrá puesto así de lo mucho que me pones”, bromeé. “Oh, si… me encanta tu culo”, suspiré cuando estaba por completo dentro de ella.
“Guau… ¿qué haces…? Aaaahh aaaah no importa… sigueh…” jadeó. Tomando la delantera, me había empezado a mover bajo ella. Subí sus piernas al sofá y pude empezar a embestirla. Despacio, sin hacerla daño. Disfrutando de su culo abriéndose con mi polla. Tan apretadito. Desde mi postura además podía acariciar sus tetas. Valentina solía ser más dominante, pero al parecer con su orgullo herido le gustaba dejarme más el control. “Mmmmno… vale sí”, intentó resistirse cuando le mordí el lóbulo de la oreja. Eso la volvía loca y me lo tenía prohibido por eso mismo.
“¿Y si hago esto?”, le alcé las puertas al aire y empecé a metérsela con más ganas. Qué culo más delicioso. Y la estaba haciendo enloquecer. Gemía con el ritmo que estaba marcando bajo ella. Valentina se dejó hacer mientras follaba su culito. Echó la cabeza hacia atrás y buscó mi boca. Nos dimos un beso mientras seguía empujando dentro de ella, y me corrí con ganas en su culo.
“Joer, qué bien te sienta que me vaya de vacaciones…”, jadeó ella mientras nos recuperábamos. “¿Tanto me echabas de me…? Tío, ¿no meeeeh vas aaaah dejar deeeeeescansaaaaar?”, gimoteó.
Había empezado a estimular su coñito. Mi dedo se escurría en su rajita, haciendo suaves círculos y estimulando su clítoris. Le puse la otra mano sobre una teta, mientras mi picha resbalaba fuera de su culo. La seguí masturbando, mientras Valentina parecía resignada a que esa tarde era toda para mí. A mí simplemente me volvía loco su cuerpo, y pocas veces tenía la ocasión de disfrutarlo de aquella manera. Acaricié y toqué todo lo que quise.
Pasé la cabeza bajo su axila para alcanzar su teta con la boca. Pide probar su pezón, haciéndola gritar de placer cuando lo apreté con los dientes. Sentí su mano en mi polla, haciéndome una paja, pero yo tenía las de ganar en ese momento. Hice que se corriera sobre mis piernas. Cuando lo conseguí me detuve, dejándole tomar el aire.
“¿Te ha gustado?”, pregunté.
“Ha sido la polla”, reconoció, mientras recuperaba la respiración. “Qué intenso has sido…”
“Lo necesitabas, ¿verdad?”
“Sí…”, reconoció. “Oye… tú te sientes bien conmigo cuando follamos, ¿verdad?”
“Claro”
“Lo digo por… bueno. Sabes que suelo ser más mandona. Y te has centrado mucho en mi placer”
“Lo necesitabas”
“Y te lo agradezco, pero, ¿tú estás bien servido?”
Me gustaba verla preocupada por mí. Sí, tal vez nuestros encuentros nos centrábamos más en ella. Pero esa noche me había salido natural hacerlo de esa manera, en lugar de aprovecharme de ella.
“Estoy bien, en serio. Aunque si tienes alguna idea en la cabeza, no me negaré a recibirlo”, insinué. Vi que hacía un ademán para levantarse. “Espera, espera. Qué no tengo prisa. Recupérate”
“¿Insinúas que no tengo fuerza para que follemos otra vez? Uy, JP, que con eso no se juega”, dijo con tono morboso.
Fuimos a mi cama, donde me hizo tumbarme bocarriba, completamente extendido. Se puso de espaldas a mí, y noté cómo manipulaba mi polla. Me hizo una deliciosa paja, moviendo su mano a buen ritmo, mientras me estimulaba. Noté sus manos masajeando mis bolas, y probé a manosear su culo.
“Qué vicio le tienes”, bromeó, mientras notaba que me ponía el preservativo. Qué pena. Con lo que me gustaba follar a pelo. Pero con Valentina sí había riesgo de dejarla embarazada. Aunque ella tomaba sus anticonceptivos, no nos íbamos a arriesgar. Se llevó mi picha a su chocho y se la metió fácilmente. Comenzó a subir y bajar a buen ritmo. Qué delicia. Me había indicado no moverme, de modo que disfruté de la sensación de penetrarla sin cansarme mucho. Ella marcaba el ritmo que le gustaba, y se sentía de maravilla. Volvía a jugar con mis testículos, apretándolos suavemente dentro de su mano mientras me cabalgaba.
Después de un buen rato encima de mí, se dio la vuelta para montarme mientras me miraba. Me encanta verla desde abajo, con su cabello rubio cayendo sobre sus hombros y sus tetas rebotando al ritmo que subía y bajaba de mi cuerpo. Se apoyó en mi torso y me besó, mientras se seguía moviendo acelerando el ritmo. Y entonces hizo algo nuevo: me tomó las manos y cruzó sus dedos con los míos mientras nos acercábamos al orgasmo. En aquella posición tan tierna nos corrimos, y luego se quedó tumbada encima de mí.
“Tu polla es adictiva”, comentó Valentina mientras volvíamos al sofá. Nos sentamos ahí en pelotas, y aprovechó el momento para meterme mano.
“¿Lo es?”
“Sí. Me encanta cómo se comporta cuando la estimulo”
“Pero seguro que las has probado más grandes”, insinué.
“Si de verdad quieres hablar de eso, sí. Claro que las he chupado más grandes. Y me las han metido. Pero al final, con el que más repito es contigo. Será por algo”, me recordó.
“Sí, eso me gusta”, respondí. “Yo en cambio contigo ya tengo un hándicap. No sé dónde voy a encontrar a una chica con las tetas más grandes”, bromeé.
“Eso es verdad, tengo unas tetazas de aúpa”, bromeó y se las agitó con las manos. “Tócamelas, anda. Qué estoy muy a gusto así”, pidió y volvió a masajearme la picha. “En serio, JP… gracias por estar ahí para mí”
“Siempre que quieras”
“Y yo también estoy para tí, ¿vale?”, murmuró.
No respondí. Le di un besito en la mejilla y seguimos allí un rato más, intentando perder las marcas de las manos de tanto tocarnos mutuamente. La ventana me indicaba que empezaba a hacerse tarde, aunque en verano anochecía mucho después.
“¿Te parece bien si salimos a cenar?”, propuse.
“Pensaba pedir algo a domicilio, e invitarte”
“Siempre pagamos a medias…” le recordé.
“Lo sé. Pero te quiero invitar”
Tras una pequeña pausa en la que pedimos la cena, volvimos al sofá a seguir metiéndonos mano hasta que llegó la cena. En silencio, no teníamos que decir nada. Me puse algo por encima para abrir al repartidor cuando vino, y cenamos a gusto.
“Bueno, JP… ¿estás listo para mí técnica especial?”, preguntó Valentina, con sonrisa pervertida. Yo me había puesto la gomita y ahora la esperaba en el borde de la cama.
“Más que listo”, respondí, con ganas de empezar. Aquella posición al principio no me había convencido pero en cuanto le pillaba el truco daba mucho placer.
Valentina me separó las piernas y se colocó en medio. Estimuló mi picha mientras se acercaba, y tiró suavemente de ella hacia si misma. Suavemente, se la metió. Oh, Dios. Aquello era tan raro que se sentía genial. Me sujetó las caderas y empezó a moverse. Era tan raro… desde mi punto de vista parecía que ella me estaba follando, mientras se metía mi polla a un ritmo cada vez mayor.
Me eché hacia atrás en la cama, gozando de aquella postura. Valentina me miraba con ganas, disfrutando también de su posición dominante. No hacíamos esto con mucha frecuencia, y eso nos daba más placer a los dos. Y cuando lo hacíamos, Valentina se solía correr antes que yo. Probé una cosa… envolví (con cierta torpeza) su cintura con mis piernas, y empecé a marcar un ritmo un poco más rápido.
“Dios, JP, me encanta”, jadeó Valentina. “Voy a correrme… ¿Y tú?”
“Me queda un poco”, suspiré.
“Vale… déjame a mí…” pidió.
Continuó con su juego y noté que se corría. Era obvio, yo llevaba varias corridas… y de pronto la noté tirando de mis manos. Me incorporé mientras ella se ponía de rodillas y empezó a chupármela de nuevo. De pronto abrió la boca, apoyando mi glande en su lengua, y me empezó a masturbar. Decidí hacerlo yo, y me puse a pajearme con ganas hasta que me corrí. El lefazo la alcanzó la boca, la cara, y las tetas.
“¿Esta es mi lechita antes de dormir?”, bromeó con una sonrisa de satisfacción.
“Eres increíble”
“Lo sé”
Nos dimos un agua antes de meternos en la cama. Qué tristeza, al día siguiente era lunes. Pero Valentina me aseguró que lo pasaría genial en su compañía, para que no se me hiciera tan duro trabajar.
CONTINUARÁ
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