Llegué a casa antes y lo encontré con su amiga del colegio. Se reía, tocaba su brazo, y él no podía apartar la mirada de ella.
Me quedé parada en la puerta, sin hacer ruido, clavando los ojos en ellos, viendo cómo sus tetas se movían con cada risa, cómo la tela se tensaba con cada pequeño movimiento.
En silencio, me prometí que nadie más iba a tenerlo.
Después de un rato, la amiga se fue. Él me miró distinto, más atento, aunque no dijo nada.
Yo seguí con mi rutina, como si nada, pero en mi cabeza no dejaba de dar vueltas esa imagen: sus ojos recorriendo otro cuerpo, la risa tan cerca de él, las manos de ella rozando su brazo.
Me acosté con ropa interior como de costumbre y me tiré en mi cama sin taparme.
Sentía su mirada clavada en mí, aunque no me lo dijera.
Por dentro sabía que quería que fuera solo mío, sin que él tuviera que saberlo.
—
—¿Vas a hacerlo con ella? —le pregunté, notando esa expresión en su cara como si quisiera que lo animara a incluirla.
—¿Qué? No, para nada… —respondió rápido.
—No me mientas, la vi cómo la mirabas. Seguro quieres darle sus tetas y su gran culo.
Él bajó la mirada, y yo seguí, describiéndole el cuerpo de la amiga, lo cerca que estaban, la química entre ellos, cómo sentía su mirada clavada en ella.
—Me molesta, de verdad. La odio, me da rabia. Siento que nos está separando.
—
Me negué, porque no podía. No por miedo, sino porque esos celos me quemaban más de lo que pensaba. Quería que él fuera solo mío. Así que le ofrecí algo que ninguna otra le iba a dar.
—Puedo darte algo que ellas no —le dije, bajito, segura—. Mi virginidad anal.
Él me miró sorprendido, mezcla de duda y deseo.
—Confía en mí —le susurré—. Nadie más se va a atrever a darte esto.
—
Empezó a meterlo lento al principio, me ardía mucho, era la primera vez que probaba por atrás. Sentía cómo mi cuerpo se tensaba con cada centímetro que entraba, el ardor se mezclaba con una sensación cruda y fuerte.
Finalmente entró todo y empezó a embestirme sin cuidado, empujando rápido, sin detenerse, sintiendo cómo cada embestida hacía que mis piernas se apretaran sin querer y mis tetas se movieran con fuerza, botando la camiseta.
Me dolía, pero me gustaba esa mezcla de dolor y placer.
Ya no gemía, estaba casi llorando, pero él seguía rápido y duró mientras yo gritaba y lloraba.
Tuve un orgasmo mientras él seguía follando mi culo, una mezcla intensa que me explotaba dentro.
Termino corriéndose en mi culo, dejándolo lleno de su espeso semen.
—
Quedamos tirados juntos, él respirando fuerte y yo tratando de manejar la mezcla de dolor y placer.
Le susurré, con el cuerpo temblando:
—Eso es algo que no te van a dar las demás. No nos van a separar ni van a interponerse entre nosotros
Me quedé parada en la puerta, sin hacer ruido, clavando los ojos en ellos, viendo cómo sus tetas se movían con cada risa, cómo la tela se tensaba con cada pequeño movimiento.
En silencio, me prometí que nadie más iba a tenerlo.
Después de un rato, la amiga se fue. Él me miró distinto, más atento, aunque no dijo nada.
Yo seguí con mi rutina, como si nada, pero en mi cabeza no dejaba de dar vueltas esa imagen: sus ojos recorriendo otro cuerpo, la risa tan cerca de él, las manos de ella rozando su brazo.
Me acosté con ropa interior como de costumbre y me tiré en mi cama sin taparme.
Sentía su mirada clavada en mí, aunque no me lo dijera.
Por dentro sabía que quería que fuera solo mío, sin que él tuviera que saberlo.
—
—¿Vas a hacerlo con ella? —le pregunté, notando esa expresión en su cara como si quisiera que lo animara a incluirla.
—¿Qué? No, para nada… —respondió rápido.
—No me mientas, la vi cómo la mirabas. Seguro quieres darle sus tetas y su gran culo.
Él bajó la mirada, y yo seguí, describiéndole el cuerpo de la amiga, lo cerca que estaban, la química entre ellos, cómo sentía su mirada clavada en ella.
—Me molesta, de verdad. La odio, me da rabia. Siento que nos está separando.
—
Me negué, porque no podía. No por miedo, sino porque esos celos me quemaban más de lo que pensaba. Quería que él fuera solo mío. Así que le ofrecí algo que ninguna otra le iba a dar.
—Puedo darte algo que ellas no —le dije, bajito, segura—. Mi virginidad anal.
Él me miró sorprendido, mezcla de duda y deseo.
—Confía en mí —le susurré—. Nadie más se va a atrever a darte esto.
—
Empezó a meterlo lento al principio, me ardía mucho, era la primera vez que probaba por atrás. Sentía cómo mi cuerpo se tensaba con cada centímetro que entraba, el ardor se mezclaba con una sensación cruda y fuerte.
Finalmente entró todo y empezó a embestirme sin cuidado, empujando rápido, sin detenerse, sintiendo cómo cada embestida hacía que mis piernas se apretaran sin querer y mis tetas se movieran con fuerza, botando la camiseta.
Me dolía, pero me gustaba esa mezcla de dolor y placer.
Ya no gemía, estaba casi llorando, pero él seguía rápido y duró mientras yo gritaba y lloraba.
Tuve un orgasmo mientras él seguía follando mi culo, una mezcla intensa que me explotaba dentro.
Termino corriéndose en mi culo, dejándolo lleno de su espeso semen.
—
Quedamos tirados juntos, él respirando fuerte y yo tratando de manejar la mezcla de dolor y placer.
Le susurré, con el cuerpo temblando:
—Eso es algo que no te van a dar las demás. No nos van a separar ni van a interponerse entre nosotros

8 comentarios - Le entregué mi culo a mi hermano