You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Gotas puras de deseo prohibido 9

Gotas puras de deseo prohibido 9

Me detuve, mi vista fija en el espacio apretado frente a mí, intentando calcular la manera más fácil de pasar y llegar a mi objetivo. Pero era casi imposible; la gente era un muro inamovible, cada cuerpo un obstáculo. Nadie se movía, y la frustración se mezclaba con una impaciencia ardiente.
Justo en ese momento, pude sentir apenas el roce de una mano tratando de agarrar una de mis nalgas. No fue un agarre firme, solo un ligero roce que se perdió rápidamente entre la multitud, pero fue suficiente. Esa mínima intención me excitó al instante, un escalofrío de anticipación recorriendo mi cuerpo. Por otro lado, sentí un pequeño jalón de mi vestido, apenas perceptible, pero lo bastante claro como para saber que alguien estaba intentando llamar mi atención, o quizás, ver algo más bajo el lino.

El pequeño jalón de mi vestido de lino se repitió, con más fuerza esta vez. No pude distinguir quién era entre la masa de cuerpos, pero el tirón provocó que mis senos se apretaran más contra la tela fina, la sensación de la tela tensa contra mis pezones ya duros, enviando un escalofrío por mi espalda. Casi estaba oscureciendo, y las luces tenues del autobús ofrecían una iluminación escasa, difuminando los rostros y convirtiendo a la gente en sombras anónimas. Esa oscuridad, esa falta de visibilidad, añadió una capa extra de morbo a la situación.
Mi entrepierna estaba empapada, la humedad de mis jugos ya había traspasado la fina seda de mi tanga de hilo y se sentía pegajosa contra el lino de mi vestido. La urgencia crecía con cada roce, con cada empujón de la multitud. Necesitaba más, una estimulación directa que me sacara de esa agonía dulce.
Con un movimiento calculado, disimulado entre la aglomeración, metí mi mano izquierda por debajo del dobladillo de mi vestido, mis dedos rozando la tela ligera. Pude tocar mi conchita, realmente ligosa, mis labios externos hinchados y sensibles al roce. Intenté masturbarme un poquito, mis dedos frotando con sutileza mi clítoris, buscando alivio en el caos, añadiendo mi propia perversión a la de los extraños que me rodeaban. El placer de hacerlo allí, a la vista (o no vista) de todos, era inmenso.

Trataba de mantener una mirada en calma, mis ojos fijos en el borroso exterior del autobús que apenas vislumbraba. Por dentro, sin embargo, era un caos ardiente. Quería que me descubrieran, que la oscuridad y el amontonamiento fueran cómplices de una nueva perversión al exhibirme. La mano bajo mi vestido, frotando mi conchita ligosa, me sumergió tan profundamente en mi excitación que estaba a punto de acabar.
Fue entonces cuando el autobús se detuvo con un chirrido de frenos. La gente, ese muro de cuerpos, empezó a moverse con una prisa inesperada. Unos empujaban para salir, otros se abalanzaban para entrar, y la presión sobre mí se alivió por un instante. Aproveché la oportunidad, una ventana de segundos, para moverme desesperadamente, intentando zafarme de la masa y buscar al chico guapo que había vislumbrado. Pero fue en vano; la marea humana se lo había tragado, ya se había bajado del bus.
Justo cuando la frustración me invadía, una voz, para mí parecer asquerosa, me habló desde algún lugar cercano. Era grave, gutural, cargada de una familiaridad indeseada. Intenté voltear la cabeza para identificar a quién pertenecía, pero el reingreso de la gente al autobús ya me había atrapado de nuevo, dejándome tan apretada que no logré moverme lo suficiente. La sensación de ser observada y deseada en esa multitud, incluso por una voz repugnante, seguía alimentando mi morbo.


La voz asquerosa, imposible de identificar en la penumbra del autobús lleno, me heló la piel y, a la vez, encendió una chispa de morbo familiar. Justo en ese instante, el bus se volvió a llenar, y pude sentir el cuerpo de alguien pegándose al mío, una presión fuerte y definitiva que me atrapó.

"Increíble el gran culo que tienes, jovencita," susurró una voz grave, áspera, justo detrás de mi oreja. No era la misma voz de antes, esta era más joven, pero igualmente repugnante. El aliento cálido en mi cuello me hizo estremecer. "Hace rato te venía observando." Su mano, sin que yo la viera, se deslizó y se apoyó firmemente en la curva de mi nalga, apretándola a través del lino de mi vestido.

La presión de su cuerpo contra el mío, la rudeza de su mano, me dejó sin aliento. Mi perfume floral blanco y embriagador parecía intensificarse con el calor que emanaba de mí. "Al parecer tienes mucho calor," continuó, su voz cargada de un morbo apenas contenido, "porque siento el calor de tu cuerpo... Hirviendo." Su nariz rozó mi cabello. "Hueles muy bien. Dan ganas de... devorarte."

Mi cuerpo, templado por el miedo y la excitación, se apretó contra él. La mano en mi nalga comenzó un apretón rítmico, posesivo, mientras sentía una dureza crecer y presionarse contra la parte baja de mi espalda. La oscuridad y el apretujamiento del autobús se convertían en cómplices de esta invasión.

La mano en mi nalga apretaba con una furia posesiva, pude sentir como se acomodo y la dureza de su erección se clavaba en medio de mis nalgas. Un susurro grave y exhalado por encima de mi hombro hizo que un escalofrío de morbo me recorriera la espalda.

"¿Te gusta cómo se siente mi verga, eh, jovencita? Estás bien rica.

Mi mente gritaba en contradicción, pero mi cuerpo respondía con una humedad creciente, la conchita palpitando. Intenté voltear la cabeza, desesperada por ver el rostro detrás de esas palabras, pero la gente me aprisionaba, inmovilizándome.

"Si así te sientes por fuera," continuó, su voz un murmullo denso que hacía vibrar el aire alrededor de mi oreja, " cómo te sentirás por dentro." La idea, la mera sugerencia, me revolvió el estómago y, al mismo tiempo, encendió un fuego más profundo. "Siempre he venido a esta estación a buscar chicas como tú, pero nunca había visto a alguien tan sabrosa."

Era claro. Un pervertido en toda regla, descarado y sin remordimientos. Sentí su aliento caliente y asqueroso en mi cuello, mezclándose con el dulce y embriagador perfume que me envolvía. La repugnancia luchaba con una excitación innegable que me hacía temblar.

"Vale la pena ir a la cárcel por ti," añadió, una promesa susurrada con una intensidad que me hizo tragar saliva. La audacia de sus palabras, el peligro inminente, lo hacía todo aún más morboso.

La frase del hombre, "Vale la pena ir a la cárcel por ti," resonó en mi cabeza, mezclándose con el aliento nauseabundo en mi cuello. Y de repente, recordé las palabras del taxista, su advertencia morbosa: "Así de 'normalita'... se la van a comer." Tenía razón. Cada palabra suya, cada roce, cada insinuación de estos hombres en el autobús, confirmaba su predicción. Y lo más aterrador, lo más excitante, era que mi cuerpo no se resistía.
Instintivamente, impulsada por una fuerza que no controlaba, empujé mi culo hacia atrás, presionándome aún más contra la dureza que sentía contra mí. Un jadeo ahogado se escapó del hombre.
"Se nota que te gusta mi verga, ¿eh, princesita?"

"¡Aléjese de mí!", exclamé, mi voz forzadamente alta, un jadeo. "¡Lo estoy intentando evitar, ¿acaso no se da cuenta?!" Era obvio que estaba jugando con él, mis palabras una mentira descarada que mi cuerpo desmentía con cada temblor, cada escalofrío de morbo. Los pasajeros de al lado voltearon a verme por un instante, sus miradas rápidas y sin interés genuino. En ese momento, una fría certeza me invadió: me encontraba en una situación donde nadie me ayudaría. Estaba sola en esto, y mi perversión era mi única compañera.
Mi mente perversa actuó antes de que pudiera pensarlo. Mi cuerpo se movió con una voluntad propia, empujando nuevamente hacia atrás, buscando la presión que, a pesar del asco, anhelaba. El hombre detrás de mí respondió con una ferocidad renovada. Empujó con mucha fuerza, y pude sentir su verga palpitando por la esencia de mi vestido fino, una masa ardiente que buscaba su camino. La presión era brutal, mis nalgas se oprimía con fuerza contra su miembro, una sensación que me dejaba sin aliento, mezclando un placer prohibido en una marea abrumadora.

Me.puede encontrar en tele- gram como : Porilink

Dejen sus puntos, son gratis.

0 comentarios - Gotas puras de deseo prohibido 9