A la mañana Noelia sólo desayunó y se fue con su amiga cuando la vino a buscar temprano. Nos saludamos como siempre, le dije que me llamara si necesitaba algo, y sin más se fue. Yo todo el tiempo aparentando que no sabía nada de lo que había hecho ayer.
Me venían bien éstos casi dos días sin Noelia en casa. Yo ya tenía un plan en la cabeza, o al menos los principios de un plan gestándose. Terminé mi desayuno y sin perder tiempo me fui hasta el centro. Ya había visto la noche anterior en Mercado Libre una camarita de seguridad, muy pequeña y discreta. Quería ponerla en algún lugar de la casa para ver qué hacía Noelia los días que yo no estaba. No podía estar revisando el celular todo el tiempo, en algún momento era fija que se iba a dar cuenta de algo.
La cámara era chiquita, mucho más chiquita en persona de lo que parecía en la foto. Se podía camuflar o disimular casi en cualquier lado. El que me la vendió me dijo que no tenía la claridad o la definición de cámaras de seguridad más grandes, pero que para vigilar alcanzaba y sobraba. Cuando la traje a casa pensé donde instalarla y me terminé decidiendo por una de las esquinas de nuestro living, bien arriba pegada al techo. Ahí ya estaba puesto un fixture de una lámpara que se prestaba bien para ponerla ahí y que quedara bastante discreto. Había que ver bien para darse cuenta que estaba. La idea era que tomara la mayoría del living. Algo era algo. No la podía poner en el cuarto de Noelia sin que ella se diera cuenta. El living era la segunda mejor opción. Si pasaba algo mientras yo no estaba, si Enrique llegaba a ir a casa, si se ponían a hacer algo seguramente no lo vería, pero por lo menos lo vería al tipo ahí y escucharía algo de lo que se decían.
Como dije, algo era algo. Estuve algo más de una hora para instalarla, probé que anduviera bien y ahí la deje. Me cercioré que no se viera de casualidad desde la mayoría de los ángulos que se me ocurrían del living y la verdad que había quedado bastante bien discreta. Si no mirabas justo ahí, y no había motivo por el cual mirar justo ahí, ni te enterabas que estaba. El tipo también me vendió una tarjetita de memoria para ponerle, para que grabara ahí. Me dijo que guardaba más o menos una semana de video y audio. Mas, si lo necesitaba, si la configuraba para que grabe en menor calidad. Pero una semana para mi estaba bien.
Ahí la dejé y me desentendí del tema.
También me desentendí del tema de revisarle el celular a Noelia. Ya estaba. No lo podía seguir haciendo. Ya fue. Si me tenía de dar cuenta de algo, usaría mi intuición, lo que eventualmente captaría la cámara o lo que yo mismo viera o escuchara. La verdad, tampoco me hacía bien revisarle el teléfono. No sólo por el hecho de su privacidad, sino porque el material que le saqué hasta ese momento realmente no me hacía bien.
No tuve el coraje de borrarlo. Seguía teniendo todo en mi email. Me daba bronca cuando lo releía, y la verdad al no estar Noelia ahí en casa y el estar yo libre para hacerlo, lo releía bastante seguido. Y me daba mas bronca aún el no poder impedirme a mí mismo clavarme unas pajas con ese material. No lo podía evitar. La bronca al leerlo inmediatamente se transformaba en una calentura atroz que me tenía que aliviar. Y después del alivio, bronca de nuevo. Conmigo mismo. Por haberme masturbado pensando en cómo mi hija chupaba pija en un sótano, y cómo me iba imaginando que la cosa se ponía más fuerte y Enrique se la cogía ahí mismo. Noelia, en mi cabeza, gozaba y gozaba. Y el que la hacía gozar no era yo. Y yo no estaba ahí.
Sin embargo, en toda ésta turbulencia emocional y mental, en toda ésta desazón que yo llevaba encima desde que se destapó todo ésto, yo tenía un rayito de sol y de esperanza. Ya estaba terminando el año escolar. En poco menos de un mes, mi hija iba a terminar su anteúltimo año en el colegio y pronto se iba a ir a pasar el verano con Diana en Brasil. Lejos de mí, si, pero también lejos de Enrique. O al menos, lejos de la persona física de Enrique. Si seguían hablando por Whatsapp mientras ella estaba allá esos meses, eso era algo que yo no podía ni controlar ni evitar.
También me puse a pensar que iba a hacer yo con Enrique. Ésta no era una situación para dejar que fluyera o pensar que ya iba a pasar sola. Que un tipo grande le anduviera revoloteando a la nena y, peor, que él ya había recibido un favor sexual de ella era bastante jodido. Manejable todavía, si, pero jodido. Planeaba aprovechar el tiempo que Noelia no iba a estar para hablar con él. Dejar las cosas bien en claro. Yo la verdad no tenía ganas de hacer mucho lío por lo que ya había pasado. Soy un tipo bastante abierto con éstas cosas. Lo que pasó, pasó, pero no quería que creciera y pasara a algo más que eso. Me daba bastante calma que todavía no habían tenido sexo propiamente dicho. Había sido algún manoseo, unos besos y una felación. Si, ya sé, eso ya es por demás bastante, pero no lo peor que podrían haber hecho. Más que todo considerando que era Noelia la que había ido al frente tanto como Enrique, o quizás más aún que él. Todavía estaba a tiempo de hablar con Enrique y ver cómo, de alguna manera, detener todo ésto.
Pero cómo lo iba a hacer? Qué le iba a decir? No quería pelearme con él. O sea, si hablábamos y sucedía que nos peleábamos y no nos entendíamos, bueno, ahí vería cómo proseguir. Pero Enrique siempre fue un tipo copado, teníamos confianza y yo sabía que lo podíamos charlar como dos tipos grandes, sin que ninguno se enojara. Él tenía que entender que la situación había que cortarla de alguna manera. Y yo, en el fondo, también tenía que entender que había que cortarla, pese a todo el morbo excesivo que me estaba dando. No era fácil. Pensé en ir a ver a mi psicóloga de nuevo, para contarle ésto y ver que me recomendaba hacer ella. Siempre me había guiado bien.
Por lo pronto el fin de semana sin Noelia pasó sin novedad y el domingo por la noche regresó. Me dijo que la había pasado muy bien con su amiga y la familia. Estuvo en la pileta, comieron asado, tomaron sol. Todo perfecto. Yo me alegré mucho por ella. Siempre me ponía feliz el verla feliz. Esa noche cuando se acostó me controlé la tentación y no fui a revisarle el teléfono. Quizás hubiese estado bueno saber si mientras estuvo en la quinta seguía hablando con Enrique o mandándole alguna otra foto. Estaba seguro de que sí, pero no lo quería ver. Quería aguantarme hasta que pasara el tiempo y ella se fuera a Brasil. Ahí proceder. Me tenía que contentar con la cámara, que Noelia nunca notó cuando regresó a casa, y con mi intuición.
Lamentablemente no tardé mucho en tener que revisar la cámara porque algo me olía muy mal.
Fue el miércoles de esa misma semana. Ese día me tocó ir a la oficina por lo que Noelia se había quedado sola en casa. Al volver a la tardecita, encontré todo bien, todo normal… salvo cuando fui a la cocina a servirme algo para tomar. Apoyados ahí en la mesita de la cocina, al lado de un tazón de fruta, habían unos papeles doblados. Los miré y me resultó raro, eran la rendición y el detalle de las expensas del edificio, junto con otros papeles administrativos del consorcio.
Enseguida mi intuición me dijo que Enrique había ido a casa y se los dejó olvidados ahí.
Fui hasta el living donde Noelia estaba viendo la tele y se los mostré.
“Che, Noe y ésto?”
“Qué es?”, me preguntó mirándolos en mi mano.
“Son las expensas del edificio, estaban en la cocina…”
La vi que se quedó un poco dura mirándolos, como que se le petrificó un poquito la cara, pero le duró un segundo nada más. Se recompuso enseguida, “Ah! Ah… si, los tenía yo, me los dejé ahí.”
Se los dí en la mano y lo tomó, sin darles mucha bola, mirando de nuevo la TV, “Y para qué querés eso?”
“... es para un trabajo práctico del cole…”, me dijo desinteresadamente.
“Ah, bueno, ok. No los pierdas entonces”, le contesté. Ella sólo me asintió y me fuí. Pero al poco rato la vi como desapareció en su habitación con los papeles y cerró la puerta. Seguramente para avisarle a Enrique que se había dejado esos papeles ahí. Habrá arreglado con él que en algún otro momento se los daba, porque no salió disparada a devolvérselos. Ya era casi la hora de la cena, por ahí no se animaba a decir que salía y no se le ocurrió ninguna excusa para decirme a qué salía..
Cenamos como siempre, miramos un poco de Netflix, una serie que los dos habíamos empezado a ver, y a la medianoche se fue a su cuarto a dormir. Esperé a que se durmiera y en silencio, con algo de trabajo, me subí a sacar la tarjeta de memoria de la cámara, dejando todo como estaba. La llevé a mi portátil en mi cuarto y me puse a revisar que había grabado.
El lunes no había estado en casa pero mucho no me importaba. Ya lo vería después si hacía falta. El martes yo estuve en casa, no necesitaba revisar. Quería ver que había captado la cámara ese miércoles. Hasta después de las dos de la tarde Noelia no volvía del colegio, así que tendría que haber sido por la tarde cuando ella ya estaba. Cuando me puse a ver el video del miércoles, me quise morir.
Algo le había pasado a la cámara. No se si fue una vibración, una corriente de aire o qué, pero había quedado en un ángulo distinto al video del lunes, que estaba bien y tomaba casi todo el living. Se había como caído un poco y todo ese día sólo había grabado una porción del living, donde no se veía mucho, tan sólo un silloncito que teníamos que nadie nunca lo usaba. Me dió mucha bronca que hubiera sucedido eso justo en el día que yo quería revisar, pero no había vuelta atrás. Al menos se seguía escuchando bastante bien, pensé. Apretándome un poco los auriculares en mis oídos podía distinguir todo. La música horrible que Noelia ponía cuando yo no estaba se escuchaba bien. Y también la escuché bien a ella hablando por teléfono con una de sus amigas.
A eso de las cuatro de la tarde, según marcaba el video, escuché el timbre de casa. Vi la sombra de Noelia yendo a abrir y, bastante de lejos, el vozarrón de Enrique desde la puerta. No podía ver nada y apenas podía escuchar. No estaban en el living, ni cerca. No podía ver nada, no podía verlos. La cámara se había movido de forma que todo estaba sucediendo fuera de cuadro. Tan sólo podía ver indirectamente - sombras que a veces se movían vagamente, sutiles cambios en la iluminación del ambiente, pero el cuadro fijo ahí apuntando a la nada misma del living vacío.
Pude interpretar por lo poco que escuchaba que habían pasado a la cocina. La música de Noelia no ayudaba a hacer el audio muy claro que digamos. Me tenía que esforzar para poder escuchar algo de la conversación, pero realmente no se entendía nada. Se escuchaba que hablaban, pero era indistinguible. Ahí debió haber sido cuando Enrique se olvidó los papeles, pensé. Estuvieron un par de minutos así en la cocina, cuando sí se dió que pude escuchar, tenue por debajo de la música, el inconfundible sonido de unos gemidos roncos de hombre. Pero no los de Noelia.
Me imaginé que no estarían cogiendo, entonces. Una verga como la que vi la haría gritar, pensé. Me imaginé que mi hija le estaba regalando al portero una linda y amorosa mamada a su vergón en la cocina, y Enrique lo estaba disfrutando gustoso. Solo pensar eso me puso dura mi propia verga. Pasaron unos minutos así hasta que los escuché hablar de nuevo, otra vez indistinguible. Pero ahí sí, de pronto, los pude ver ya que pasaron al living. Y tuve la suerte… o la desgracia, según como se interprete… de verlos por primera vez.
La vi a Noelia entrar en cuadro primero. Estaba vestida con su top y un shortcito. Se acercó al silloncito que había quedado justo debajo de la cámara y la vi desabrocharse el short, dejándolo caer a sus pies. Detrás de ella, vi emerger la panza peluda y el cuerpo totalmente desnudo de Enrique, siguiéndola y pegándose a mi hija por atrás. El ya estaba completamente en bolas, su cuerpo macizo, gordo y peludo por todos lados totalmente expuesto.
Solita, sin que Enrique la obligara, Noelia se arrodilló en el sillón y suavemente se inclinó hacia adelante, ofreciéndole al portero sus caderas hermosas, su culito y conchita divinos para que él se diera placer con ellos. Ella lo miraba por encima del hombro. Enrique no perdió tiempo. Lo vi masajearse un poco la verga mientras con la otra mano le acariciaba el culo desnudo y amplio de la nena. Pero pronto, sin que ninguno de los dos se dijera nada, sin mucha diplomacia la penetró. No me pareció que Enrique le hubiese entrado analmente, no. Creo que Noelia habría gritado de dolor o aunque sea se hubiese quejado.
Pero no. Lo único que se empezó a escuchar fueron los sonidos dulces de carne golpeando a carne. Enrique le comenzó a dar duro y parejo a la conchita de mi hija con ese vergón grueso. La tomó con sus manazas por su cintura, casi rodeándola toda con dos manos, y le entró a dar. Fuerte. Sin perder el ritmo ni por un momento. Buscando su placer y el de ella.

Los dos empezaron a gemir más y más seguido, cada uno a su manera. Enrique con sus ronquidos de placer que de vez en cuando largaba y mi hija con chilliditos suaves, finos y orgásmicos, al sentir como el pijón del gordo la abría y se enterraba en ella, fuerte y dulce a la vez. Dándole placer a su cuerpito de mujer. Tanto, tanto placer.
Tuve que sacar mi propia pija y masturbarme como un animal ahí mismo, en ese momento. No podía creer, no podía procesar que estaba viendo a mi hijita hermosa ser cogida por ese tipo. Enfrente mío. Enfrente de mis ojos. Acabé enseguida. Mi propio semen saliendo fuerte de mi verga y haciendo un enchastre. Fue más fuerte que yo. Mucho, pero mucho más fuerte que yo.
Ellos, en el video, no duraron mucho tampoco. Vi como Noelia tuvo un orgasmo, sacudiéndose suavemente y gimiendo profundo mientras Enrique no paraba de penetrarla. Luego se relajó y siguió ahí, el juguete sexual del portero. El tipo tampoco duró tanto. Finalmente lo vi que la aferró bien fuerte de sus caderas y con unos roncos bramidos vi como su cuerpo y su panza le daban a Noelia empujones largos y profundos, enterrándole la verga hasta los huevos. Nunca pude llegar a ver si Enrique se había puesto preservativo o no. Realmente en ningún momento se pudo ver, pero lo cierto es que él también acabó bien fuerte. Y si no lo tenía puesto, pues era claro que le había llenado la concha de leche a mi hija. Nunca la sacó mientras acababa.

Enrique tampoco tuvo mucho tiempo para disfrutarlo. Ni bien terminó con su orgasmo escuché el teléfono de Noelia sonar, en algún otro lado del living, y se desprendió de ella, dejándola libre. Ella tan solo se incorporó, se puso nuevamente sus shorts y los vi a los dos desaparecer del cuadro por el resto del video, mientras la oía a ella hablar suavemente por teléfono. Enrique se habría ido a vestir, porque luego de unos minutos de charla indistinguible que me imaginé venía de la zona de la puerta, la escuché abrirse y cerrarse. El resto del video era nada más el resto de la tarde, aparentemente con Noelia haciendo sus cosas de siempre, a veces cerca del cuadro de la cámara y otras no. Luego me vi finalmente a mi mismo, llegando a casa horas después y pasando para el baño.
No necesitaba ver nada más. Se habían cogido a mi hija. No enfrente mío, pero a los efectos prácticos y a los de mi perversión, SI, ENFRENTE MIO. Y cómo lo disfrutó ella! No me podía sacar de la mente los gemidos de placer de Noelia. Qué dulce orgasmo le dió el portero, haciendo que su cuerpo delgadito vibrara y se estremeciera.
Realmente, entre paja y paja esa noche, pensé que no iba a tener tiempo hasta que Noelia se fuera a Brasil para intentar solucionar ésto.
Me venían bien éstos casi dos días sin Noelia en casa. Yo ya tenía un plan en la cabeza, o al menos los principios de un plan gestándose. Terminé mi desayuno y sin perder tiempo me fui hasta el centro. Ya había visto la noche anterior en Mercado Libre una camarita de seguridad, muy pequeña y discreta. Quería ponerla en algún lugar de la casa para ver qué hacía Noelia los días que yo no estaba. No podía estar revisando el celular todo el tiempo, en algún momento era fija que se iba a dar cuenta de algo.
La cámara era chiquita, mucho más chiquita en persona de lo que parecía en la foto. Se podía camuflar o disimular casi en cualquier lado. El que me la vendió me dijo que no tenía la claridad o la definición de cámaras de seguridad más grandes, pero que para vigilar alcanzaba y sobraba. Cuando la traje a casa pensé donde instalarla y me terminé decidiendo por una de las esquinas de nuestro living, bien arriba pegada al techo. Ahí ya estaba puesto un fixture de una lámpara que se prestaba bien para ponerla ahí y que quedara bastante discreto. Había que ver bien para darse cuenta que estaba. La idea era que tomara la mayoría del living. Algo era algo. No la podía poner en el cuarto de Noelia sin que ella se diera cuenta. El living era la segunda mejor opción. Si pasaba algo mientras yo no estaba, si Enrique llegaba a ir a casa, si se ponían a hacer algo seguramente no lo vería, pero por lo menos lo vería al tipo ahí y escucharía algo de lo que se decían.
Como dije, algo era algo. Estuve algo más de una hora para instalarla, probé que anduviera bien y ahí la deje. Me cercioré que no se viera de casualidad desde la mayoría de los ángulos que se me ocurrían del living y la verdad que había quedado bastante bien discreta. Si no mirabas justo ahí, y no había motivo por el cual mirar justo ahí, ni te enterabas que estaba. El tipo también me vendió una tarjetita de memoria para ponerle, para que grabara ahí. Me dijo que guardaba más o menos una semana de video y audio. Mas, si lo necesitaba, si la configuraba para que grabe en menor calidad. Pero una semana para mi estaba bien.
Ahí la dejé y me desentendí del tema.
También me desentendí del tema de revisarle el celular a Noelia. Ya estaba. No lo podía seguir haciendo. Ya fue. Si me tenía de dar cuenta de algo, usaría mi intuición, lo que eventualmente captaría la cámara o lo que yo mismo viera o escuchara. La verdad, tampoco me hacía bien revisarle el teléfono. No sólo por el hecho de su privacidad, sino porque el material que le saqué hasta ese momento realmente no me hacía bien.
No tuve el coraje de borrarlo. Seguía teniendo todo en mi email. Me daba bronca cuando lo releía, y la verdad al no estar Noelia ahí en casa y el estar yo libre para hacerlo, lo releía bastante seguido. Y me daba mas bronca aún el no poder impedirme a mí mismo clavarme unas pajas con ese material. No lo podía evitar. La bronca al leerlo inmediatamente se transformaba en una calentura atroz que me tenía que aliviar. Y después del alivio, bronca de nuevo. Conmigo mismo. Por haberme masturbado pensando en cómo mi hija chupaba pija en un sótano, y cómo me iba imaginando que la cosa se ponía más fuerte y Enrique se la cogía ahí mismo. Noelia, en mi cabeza, gozaba y gozaba. Y el que la hacía gozar no era yo. Y yo no estaba ahí.
Sin embargo, en toda ésta turbulencia emocional y mental, en toda ésta desazón que yo llevaba encima desde que se destapó todo ésto, yo tenía un rayito de sol y de esperanza. Ya estaba terminando el año escolar. En poco menos de un mes, mi hija iba a terminar su anteúltimo año en el colegio y pronto se iba a ir a pasar el verano con Diana en Brasil. Lejos de mí, si, pero también lejos de Enrique. O al menos, lejos de la persona física de Enrique. Si seguían hablando por Whatsapp mientras ella estaba allá esos meses, eso era algo que yo no podía ni controlar ni evitar.
También me puse a pensar que iba a hacer yo con Enrique. Ésta no era una situación para dejar que fluyera o pensar que ya iba a pasar sola. Que un tipo grande le anduviera revoloteando a la nena y, peor, que él ya había recibido un favor sexual de ella era bastante jodido. Manejable todavía, si, pero jodido. Planeaba aprovechar el tiempo que Noelia no iba a estar para hablar con él. Dejar las cosas bien en claro. Yo la verdad no tenía ganas de hacer mucho lío por lo que ya había pasado. Soy un tipo bastante abierto con éstas cosas. Lo que pasó, pasó, pero no quería que creciera y pasara a algo más que eso. Me daba bastante calma que todavía no habían tenido sexo propiamente dicho. Había sido algún manoseo, unos besos y una felación. Si, ya sé, eso ya es por demás bastante, pero no lo peor que podrían haber hecho. Más que todo considerando que era Noelia la que había ido al frente tanto como Enrique, o quizás más aún que él. Todavía estaba a tiempo de hablar con Enrique y ver cómo, de alguna manera, detener todo ésto.
Pero cómo lo iba a hacer? Qué le iba a decir? No quería pelearme con él. O sea, si hablábamos y sucedía que nos peleábamos y no nos entendíamos, bueno, ahí vería cómo proseguir. Pero Enrique siempre fue un tipo copado, teníamos confianza y yo sabía que lo podíamos charlar como dos tipos grandes, sin que ninguno se enojara. Él tenía que entender que la situación había que cortarla de alguna manera. Y yo, en el fondo, también tenía que entender que había que cortarla, pese a todo el morbo excesivo que me estaba dando. No era fácil. Pensé en ir a ver a mi psicóloga de nuevo, para contarle ésto y ver que me recomendaba hacer ella. Siempre me había guiado bien.
Por lo pronto el fin de semana sin Noelia pasó sin novedad y el domingo por la noche regresó. Me dijo que la había pasado muy bien con su amiga y la familia. Estuvo en la pileta, comieron asado, tomaron sol. Todo perfecto. Yo me alegré mucho por ella. Siempre me ponía feliz el verla feliz. Esa noche cuando se acostó me controlé la tentación y no fui a revisarle el teléfono. Quizás hubiese estado bueno saber si mientras estuvo en la quinta seguía hablando con Enrique o mandándole alguna otra foto. Estaba seguro de que sí, pero no lo quería ver. Quería aguantarme hasta que pasara el tiempo y ella se fuera a Brasil. Ahí proceder. Me tenía que contentar con la cámara, que Noelia nunca notó cuando regresó a casa, y con mi intuición.
Lamentablemente no tardé mucho en tener que revisar la cámara porque algo me olía muy mal.
Fue el miércoles de esa misma semana. Ese día me tocó ir a la oficina por lo que Noelia se había quedado sola en casa. Al volver a la tardecita, encontré todo bien, todo normal… salvo cuando fui a la cocina a servirme algo para tomar. Apoyados ahí en la mesita de la cocina, al lado de un tazón de fruta, habían unos papeles doblados. Los miré y me resultó raro, eran la rendición y el detalle de las expensas del edificio, junto con otros papeles administrativos del consorcio.
Enseguida mi intuición me dijo que Enrique había ido a casa y se los dejó olvidados ahí.
Fui hasta el living donde Noelia estaba viendo la tele y se los mostré.
“Che, Noe y ésto?”
“Qué es?”, me preguntó mirándolos en mi mano.
“Son las expensas del edificio, estaban en la cocina…”
La vi que se quedó un poco dura mirándolos, como que se le petrificó un poquito la cara, pero le duró un segundo nada más. Se recompuso enseguida, “Ah! Ah… si, los tenía yo, me los dejé ahí.”
Se los dí en la mano y lo tomó, sin darles mucha bola, mirando de nuevo la TV, “Y para qué querés eso?”
“... es para un trabajo práctico del cole…”, me dijo desinteresadamente.
“Ah, bueno, ok. No los pierdas entonces”, le contesté. Ella sólo me asintió y me fuí. Pero al poco rato la vi como desapareció en su habitación con los papeles y cerró la puerta. Seguramente para avisarle a Enrique que se había dejado esos papeles ahí. Habrá arreglado con él que en algún otro momento se los daba, porque no salió disparada a devolvérselos. Ya era casi la hora de la cena, por ahí no se animaba a decir que salía y no se le ocurrió ninguna excusa para decirme a qué salía..
Cenamos como siempre, miramos un poco de Netflix, una serie que los dos habíamos empezado a ver, y a la medianoche se fue a su cuarto a dormir. Esperé a que se durmiera y en silencio, con algo de trabajo, me subí a sacar la tarjeta de memoria de la cámara, dejando todo como estaba. La llevé a mi portátil en mi cuarto y me puse a revisar que había grabado.
El lunes no había estado en casa pero mucho no me importaba. Ya lo vería después si hacía falta. El martes yo estuve en casa, no necesitaba revisar. Quería ver que había captado la cámara ese miércoles. Hasta después de las dos de la tarde Noelia no volvía del colegio, así que tendría que haber sido por la tarde cuando ella ya estaba. Cuando me puse a ver el video del miércoles, me quise morir.
Algo le había pasado a la cámara. No se si fue una vibración, una corriente de aire o qué, pero había quedado en un ángulo distinto al video del lunes, que estaba bien y tomaba casi todo el living. Se había como caído un poco y todo ese día sólo había grabado una porción del living, donde no se veía mucho, tan sólo un silloncito que teníamos que nadie nunca lo usaba. Me dió mucha bronca que hubiera sucedido eso justo en el día que yo quería revisar, pero no había vuelta atrás. Al menos se seguía escuchando bastante bien, pensé. Apretándome un poco los auriculares en mis oídos podía distinguir todo. La música horrible que Noelia ponía cuando yo no estaba se escuchaba bien. Y también la escuché bien a ella hablando por teléfono con una de sus amigas.
A eso de las cuatro de la tarde, según marcaba el video, escuché el timbre de casa. Vi la sombra de Noelia yendo a abrir y, bastante de lejos, el vozarrón de Enrique desde la puerta. No podía ver nada y apenas podía escuchar. No estaban en el living, ni cerca. No podía ver nada, no podía verlos. La cámara se había movido de forma que todo estaba sucediendo fuera de cuadro. Tan sólo podía ver indirectamente - sombras que a veces se movían vagamente, sutiles cambios en la iluminación del ambiente, pero el cuadro fijo ahí apuntando a la nada misma del living vacío.
Pude interpretar por lo poco que escuchaba que habían pasado a la cocina. La música de Noelia no ayudaba a hacer el audio muy claro que digamos. Me tenía que esforzar para poder escuchar algo de la conversación, pero realmente no se entendía nada. Se escuchaba que hablaban, pero era indistinguible. Ahí debió haber sido cuando Enrique se olvidó los papeles, pensé. Estuvieron un par de minutos así en la cocina, cuando sí se dió que pude escuchar, tenue por debajo de la música, el inconfundible sonido de unos gemidos roncos de hombre. Pero no los de Noelia.
Me imaginé que no estarían cogiendo, entonces. Una verga como la que vi la haría gritar, pensé. Me imaginé que mi hija le estaba regalando al portero una linda y amorosa mamada a su vergón en la cocina, y Enrique lo estaba disfrutando gustoso. Solo pensar eso me puso dura mi propia verga. Pasaron unos minutos así hasta que los escuché hablar de nuevo, otra vez indistinguible. Pero ahí sí, de pronto, los pude ver ya que pasaron al living. Y tuve la suerte… o la desgracia, según como se interprete… de verlos por primera vez.
La vi a Noelia entrar en cuadro primero. Estaba vestida con su top y un shortcito. Se acercó al silloncito que había quedado justo debajo de la cámara y la vi desabrocharse el short, dejándolo caer a sus pies. Detrás de ella, vi emerger la panza peluda y el cuerpo totalmente desnudo de Enrique, siguiéndola y pegándose a mi hija por atrás. El ya estaba completamente en bolas, su cuerpo macizo, gordo y peludo por todos lados totalmente expuesto.
Solita, sin que Enrique la obligara, Noelia se arrodilló en el sillón y suavemente se inclinó hacia adelante, ofreciéndole al portero sus caderas hermosas, su culito y conchita divinos para que él se diera placer con ellos. Ella lo miraba por encima del hombro. Enrique no perdió tiempo. Lo vi masajearse un poco la verga mientras con la otra mano le acariciaba el culo desnudo y amplio de la nena. Pero pronto, sin que ninguno de los dos se dijera nada, sin mucha diplomacia la penetró. No me pareció que Enrique le hubiese entrado analmente, no. Creo que Noelia habría gritado de dolor o aunque sea se hubiese quejado.
Pero no. Lo único que se empezó a escuchar fueron los sonidos dulces de carne golpeando a carne. Enrique le comenzó a dar duro y parejo a la conchita de mi hija con ese vergón grueso. La tomó con sus manazas por su cintura, casi rodeándola toda con dos manos, y le entró a dar. Fuerte. Sin perder el ritmo ni por un momento. Buscando su placer y el de ella.

Los dos empezaron a gemir más y más seguido, cada uno a su manera. Enrique con sus ronquidos de placer que de vez en cuando largaba y mi hija con chilliditos suaves, finos y orgásmicos, al sentir como el pijón del gordo la abría y se enterraba en ella, fuerte y dulce a la vez. Dándole placer a su cuerpito de mujer. Tanto, tanto placer.
Tuve que sacar mi propia pija y masturbarme como un animal ahí mismo, en ese momento. No podía creer, no podía procesar que estaba viendo a mi hijita hermosa ser cogida por ese tipo. Enfrente mío. Enfrente de mis ojos. Acabé enseguida. Mi propio semen saliendo fuerte de mi verga y haciendo un enchastre. Fue más fuerte que yo. Mucho, pero mucho más fuerte que yo.
Ellos, en el video, no duraron mucho tampoco. Vi como Noelia tuvo un orgasmo, sacudiéndose suavemente y gimiendo profundo mientras Enrique no paraba de penetrarla. Luego se relajó y siguió ahí, el juguete sexual del portero. El tipo tampoco duró tanto. Finalmente lo vi que la aferró bien fuerte de sus caderas y con unos roncos bramidos vi como su cuerpo y su panza le daban a Noelia empujones largos y profundos, enterrándole la verga hasta los huevos. Nunca pude llegar a ver si Enrique se había puesto preservativo o no. Realmente en ningún momento se pudo ver, pero lo cierto es que él también acabó bien fuerte. Y si no lo tenía puesto, pues era claro que le había llenado la concha de leche a mi hija. Nunca la sacó mientras acababa.

Enrique tampoco tuvo mucho tiempo para disfrutarlo. Ni bien terminó con su orgasmo escuché el teléfono de Noelia sonar, en algún otro lado del living, y se desprendió de ella, dejándola libre. Ella tan solo se incorporó, se puso nuevamente sus shorts y los vi a los dos desaparecer del cuadro por el resto del video, mientras la oía a ella hablar suavemente por teléfono. Enrique se habría ido a vestir, porque luego de unos minutos de charla indistinguible que me imaginé venía de la zona de la puerta, la escuché abrirse y cerrarse. El resto del video era nada más el resto de la tarde, aparentemente con Noelia haciendo sus cosas de siempre, a veces cerca del cuadro de la cámara y otras no. Luego me vi finalmente a mi mismo, llegando a casa horas después y pasando para el baño.
No necesitaba ver nada más. Se habían cogido a mi hija. No enfrente mío, pero a los efectos prácticos y a los de mi perversión, SI, ENFRENTE MIO. Y cómo lo disfrutó ella! No me podía sacar de la mente los gemidos de placer de Noelia. Qué dulce orgasmo le dió el portero, haciendo que su cuerpo delgadito vibrara y se estremeciera.
Realmente, entre paja y paja esa noche, pensé que no iba a tener tiempo hasta que Noelia se fuera a Brasil para intentar solucionar ésto.
3 comentarios - Padre y Hombre - Parte 3
Este no está mal. Pero tampoco es excelente, ronda más un 7. Aún es mejor que el 90% de los relatos en la página.
Estaré atento a ver cómo sigue la continuación.