Hola a todos
Les traigo un adelanto de otra nueva serie
que estoy haciendo con chatgtp
Es original y tiene partes veridicas que
vivio alguien a quien conozco gracias
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EPISODIO 1 – LEIA
Cuando llega, es tormenta. Cuando se va, deja tierra arrasada.
Estoy desnudo. Tirado en la cama, mirando fijo al techo descascarado de mi pieza. Las chapas zumban con el viento de este sábado gris. Afuera se escuchan los perros ladrando, la cumbia que viene del kiosco de la esquina, algún que otro grito perdido. Acá adentro, solo mi mano, mi recuerdo, y ella.
Leia.
Nadie me va a creer. Pero yo, que me crié entre caños, patotas y noches sin futuro, me terminé perdiendo por una mina. No una mina cualquiera. Ella era… algo más. Una criatura salida del asfalto caliente, de esas que no caminan: pisan. Que no hablan: escupen verdad envuelta en deseo.
Me llevaba 11 años. 11 años que me pesaban cada vez que me miraba con esos ojos de saberlo todo. Me decían que no era para mí. “Esa te va a arruinar”, decían en el club, en la parada, en la villa.
Y tenían razón.
Leia me llevó a lugares que ni la yuta conocía. Sexo, droga, política y caos. Me hizo pensar que podía más, que merecía más. Me metió ideas raras en la cabeza y partes de ella en el cuerpo. Su perfume mezclado con transpiración y tabaco dulce todavía está pegado en la almohada. Me enseñó a hablar de revolución y a gemir su nombre con los dientes apretados.
Terminamos presos. Literal.
Ella salió antes. Yo me comí tres años.
Y aún así, acá estoy. Con la mano en la pija y su nombre en la boca. Pensando en su culo alejándose por esa calle de tierra en Merlo, con el short de jean mordiéndole la piel y la musculosa blanca pegada al cuerpo. Una diosa villera, nacida para ser pecado.
Leia. Hija de puta. No sé si te odio o te extraño.
EPISODIO 2 – LA PRIMERA VEZ QUE NO VOLVÍ A CASA
A veces me pregunto en qué momento exacto empezó todo a romperse. Y siempre vuelvo a esa esquina. Calle de tierra, la garita rota del 136, y ella… Leia.
Había salido del colegio. Todavía con el guardapolvo arrugado, los auriculares puestos, la cabeza en cualquier lado menos en el infierno al que me estaba por tirar de cabeza. Era un día como cualquier otro. Pero ahí estaba ella.
Apoyada contra el poste, fumando, con esa sonrisa de saber que me tenía. Musculosa blanca pegada al cuerpo, short de jean tan corto que parecía parte de su piel. Me miró como si ya me conociera de antes, como si fuera suyo.
Y yo fui.
No volví a mi casa esa noche.
Me llevó a un rancho prestado en lo de un amigo que estaba en Devoto. Se sacó la ropa como quien se quita el pasado. Me sentó arriba de ella. Me dijo: “¿Tenés miedo? Yo también, vamos igual.”
Y ahí entendí que el miedo se coge.
Me hizo hombre y me hizo mierda en el mismo polvo.
No hubo besos dulces ni palabras tiernas. Fue salvaje, sucio, impune. Leia no hacía el amor. Ella usaba cuerpos para contar historias. Y yo fui su primer poema con sangre.
Después vino el aislamiento. Dejé de ir al club, me peleé con mis viejos, mis amigos ya no me llamaban. Pero a mí no me importaba. Tenía a Leia. Ella era el vicio, la ruta, el escape y la caída. No te da lugar a pensar. Te arrasa.
Leia no era una mujer. Era una decisión. Y yo la tomé como se toman las pastillas: sin pensar en las consecuencias.
Y asi perdi todo.
Gracias,
Les traigo un adelanto de otra nueva serie
que estoy haciendo con chatgtp
Es original y tiene partes veridicas que
vivio alguien a quien conozco gracias
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EPISODIO 1 – LEIA
Cuando llega, es tormenta. Cuando se va, deja tierra arrasada.
Estoy desnudo. Tirado en la cama, mirando fijo al techo descascarado de mi pieza. Las chapas zumban con el viento de este sábado gris. Afuera se escuchan los perros ladrando, la cumbia que viene del kiosco de la esquina, algún que otro grito perdido. Acá adentro, solo mi mano, mi recuerdo, y ella.
Leia.
Nadie me va a creer. Pero yo, que me crié entre caños, patotas y noches sin futuro, me terminé perdiendo por una mina. No una mina cualquiera. Ella era… algo más. Una criatura salida del asfalto caliente, de esas que no caminan: pisan. Que no hablan: escupen verdad envuelta en deseo.
Me llevaba 11 años. 11 años que me pesaban cada vez que me miraba con esos ojos de saberlo todo. Me decían que no era para mí. “Esa te va a arruinar”, decían en el club, en la parada, en la villa.
Y tenían razón.
Leia me llevó a lugares que ni la yuta conocía. Sexo, droga, política y caos. Me hizo pensar que podía más, que merecía más. Me metió ideas raras en la cabeza y partes de ella en el cuerpo. Su perfume mezclado con transpiración y tabaco dulce todavía está pegado en la almohada. Me enseñó a hablar de revolución y a gemir su nombre con los dientes apretados.
Terminamos presos. Literal.
Ella salió antes. Yo me comí tres años.
Y aún así, acá estoy. Con la mano en la pija y su nombre en la boca. Pensando en su culo alejándose por esa calle de tierra en Merlo, con el short de jean mordiéndole la piel y la musculosa blanca pegada al cuerpo. Una diosa villera, nacida para ser pecado.
Leia. Hija de puta. No sé si te odio o te extraño.
EPISODIO 2 – LA PRIMERA VEZ QUE NO VOLVÍ A CASA
A veces me pregunto en qué momento exacto empezó todo a romperse. Y siempre vuelvo a esa esquina. Calle de tierra, la garita rota del 136, y ella… Leia.
Había salido del colegio. Todavía con el guardapolvo arrugado, los auriculares puestos, la cabeza en cualquier lado menos en el infierno al que me estaba por tirar de cabeza. Era un día como cualquier otro. Pero ahí estaba ella.
Apoyada contra el poste, fumando, con esa sonrisa de saber que me tenía. Musculosa blanca pegada al cuerpo, short de jean tan corto que parecía parte de su piel. Me miró como si ya me conociera de antes, como si fuera suyo.
Y yo fui.
No volví a mi casa esa noche.
Me llevó a un rancho prestado en lo de un amigo que estaba en Devoto. Se sacó la ropa como quien se quita el pasado. Me sentó arriba de ella. Me dijo: “¿Tenés miedo? Yo también, vamos igual.”
Y ahí entendí que el miedo se coge.
Me hizo hombre y me hizo mierda en el mismo polvo.
No hubo besos dulces ni palabras tiernas. Fue salvaje, sucio, impune. Leia no hacía el amor. Ella usaba cuerpos para contar historias. Y yo fui su primer poema con sangre.
Después vino el aislamiento. Dejé de ir al club, me peleé con mis viejos, mis amigos ya no me llamaban. Pero a mí no me importaba. Tenía a Leia. Ella era el vicio, la ruta, el escape y la caída. No te da lugar a pensar. Te arrasa.
Leia no era una mujer. Era una decisión. Y yo la tomé como se toman las pastillas: sin pensar en las consecuencias.
Y asi perdi todo.
Gracias,

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