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putita la prima 11

Era un viernes por la tarde, y yo estaba en el departamento de los tíos de Caro, en Belgrano. Había ido a almorzar con ellos porque mi vieja, otra vez, me había insistido en que “no podía seguir esquivando a la familia”. Caro no estaba, o al menos eso me habían dicho sus viejos cuando llegué. “Se fue a lo de una amiga, pero capaz vuelve más tarde”, comentó mi tía mientras servía un plato de milanesas con puré. El almuerzo transcurrió tranquilo, entre charlas sobre el trabajo, el fútbol y las típicas pavadas familiares. Pero yo, en el fondo, no podía sacarme a Caro de la cabeza. Desde lo del cuartito en la casa de Palermo, no habíamos vuelto a cruzar más que un par de mensajes subidos de tono por WhatsApp, siempre con ese tono juguetón que ella manejaba como nadie. Me habia dicho que no sabia como se mandaban esas fotos que desaparecian despues de ser vistas. Y para probar me mandaba fotos de como se le salia la tanga por sobre el pantalon. Y se lo desabrochaba. y se separaba la tanga con el dedo gordo y las fotos, contra mi voluntad, se autodestruian.


Después de comer, pedí permiso para ir al baño. El departamento era grande, con un pasillo largo que conectaba las habitaciones. Mientras caminaba, noté que la puerta de la pieza de Caro estaba entreabierta. No sé qué me dio, pero algo me empujó a asomarme. La habitación estaba en penumbras, con las persianas a medio bajar, y olía a su perfume, ese que me volvía loco. La cama estaba deshecha, y por todos lados había ropa tirada: un short de jean, una remera rota, un corpiño negro... y, en una esquina, sobre una silla, un par de tangas usadas. Una de ellas, de encaje rojo, parecía llamarme como si tuviera vida propia.
Mi corazón empezó a latir más rápido. Miré hacia el pasillo para asegurarme de que no venía nadie y entré, cerrando la puerta lo justo para que no se notara. Agarré la tanga con cuidado, como si fuera a romperse, y la acerqué a mi cara. El olor era puro Caro: dulce, intenso, con esa mezcla de perfume y piel que me hacía perder la cabeza. No lo pensé demasiado. Me bajé la bragueta, me senté en el borde de la cama y me envolví la pija con la tanga de la putita de Caro. Empecé a masturbarme despacio, imaginándome a Caro en el cuartito, atada, gimiendo, pidiéndome más. La tela suave contra mi piel me ponía al borde de la locura, y cada movimiento era como un disparo de adrenalina.Me acordaba de ella cuando hacia que me haga la paja y no me dejaba tocarla. O cuando la vi con la cara llena de leche de dos desconocidos. Todo lo de ella me calentaba y me la ponia mas duara.
Estaba tan metido en mi mundo que no escuché la puerta abrirse. De pronto, un carraspeo me hizo saltar. Era Caro, parada en el umbral, con una sonrisa que era mitad burla, mitad calentura. Llevaba una musculosa ajustada y una pollera cortita que no dejaba mucho a la imaginación. “Seguí, enfermo no pares ahora”, dijo, cruzándose de brazos y apoyándose contra el marco de la puerta. Mi primera reacción fue cubrirme, pero su mirada no me dejaba lugar a dudas: me lo estaba diciendo en serio.
“¿Qué hacés acá? Me dijiste que no venías”, balbuceé, con la tanga todavía en la mano y la pija dura como piedra. Ella se rió, cerró la puerta con llave y se acercó despacio, como un gato acechando. “Cambio de planes. Y menos mal, porque mirá lo que me estaba perdiendo”. Se arrodilló frente a mí, tan cerca que sentía su aliento en mi piel. “Dije que sigas, pajero. Quiero verte acabar con mi tanga”.
No sé de dónde saqué el coraje, pero obedecí. Volví a masturbarme, ahora con ella mirándome fijo, sus ojos brillando de pura malicia. A Caro le encantaba sentirse una puta. La tanga estaba húmeda de mi propio calor, y cada roce me acercaba más al borde. Caro no decía nada, solo me me miraba con toda su cara de perversa, mordiéndose el labio inferior. le pedi que me chupara los huevos, pero me dijo que no con un gesto. que me pajeara ella, y otra vez no decia la muy puta. Cuando no pude más, exploté. Chorros de leche salieron disparados, manchando la tanga y cayendo en mis piernas, en la cama, en el suelo. Gemí sin poder evitarlo, y ella soltó una risita baja, como si estuviera disfrutando cada segundo.
Antes de que pudiera recuperarme, Caro se inclinó hacia adelante y, sin decir nada, empezó a lamer la leche de mi pija, lenta, casi con devoción. Su lengua recorría cada centímetro, chupando los restos que habían quedado en la tanga y en mi piel. Me temblaban las piernas, y el calor de su boca me estaba volviendo loco otra vez. “Caro, pará, nos van a escuchar…”, murmuré, pero mi voz sonaba débil, sin convicción. Ella levantó la mirada, con la boca todavía cerca, y dijo: “Que escuchen, no me imoprta nada, ahora quero pija”.
Siguió lamiendo, tomándose su tiempo, como si quisiera grabarse cada detalle. Yo ya estaba duro otra vez, y ella lo notó. Sin soltar la tanga, que ahora estaba empapada, me agarró la pija con la mano libre y empezó a masturbarme, primero despacio, después más rápido. “Sos un enfermo, ¿sabías? Oliendo mis tangas como un pervertido”, susurró, pero su tono era puro fuego. Me miraba a los ojos, desafiándome, mientras su mano subía y bajaba con una precisión que me hacía ver estrellas.En solo cinco mintutos habia acabado a chorros y ya tenia la verga lista para disparar otra vez. Ver a Carolina hecha una puta degenerada era lo que mas me calentaba.
No tardé mucho mas en acabar de nuevo. Esta vez, ella acercó la tanga justo a tiempo para que la leche cayera sobre la tela, mezclándose con las manchas de antes. Cuando terminé, estaba agitado, con la cabeza apoyada contra la pared. Caro se puso de pie, se limpió la boca con el dorso de la mano y me tiró la tanga en el pecho. “Guardátela de recuerdo, pajero. Pero la próxima, me la ponés vos antes de que te coja todo como se debe”.
Se dio media vuelta, abrió la puerta y salió como si nada, dejándome ahí, con el corazón a mil y la tanga todavía caliente en la mano.

3 comentarios - putita la prima 11

nukissy3547
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MaCo2695 +2
No soy mucho de comentar aca pero sigue, estan buenísimos estos relatos de momento mis favoritos de la semana
Cacho6922
Cuanta adrenalina, seguí así 10