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El apostador

Manuel era un apostador adicto, tan adicto que no conocía ningún límite en su afán por jugar y apostar. No importaba el tipo de juego, ya fuera en los casinos, en las carreras de caballos o en las casas de apuestas clandestinas, él estaba dispuesto a arriesgarlo todo con tal de obtener la emoción de la victoria y la posibilidad de ganar dinero fácil.

Una noche particularmente aciago, Manuel entró en su casa de apuestas favorita con la esperanza de conseguir una gran victoria que le permitiera saldar sus deudas y empezar de nuevo. Sin embargo, las cosas no salieron según lo planeado. Mientras el dinero se esfumaba en sus bolsillos, Manuel empezó a apostar cosas más valiosas, como su sueldo quincenal. Cuando eso también se agotó, sin pensarlo dos veces, apostó su casa y su coche.

Su suerte no cambió, y antes de darse cuenta estaba en la ruina, sin un céntimo en el bolsillo y todo lo que tenía en esta vida lo había perdido en un intento desesperado por saciar su adicción. Los dueños de la casa de apuestas, sin embargo, tenían una letal propuesta.

—No te preocupes, Manuel —le dijeron con una sonrisa maliciosa—, siempre encontramos una manera de que nuestros clientes honorables paguen sus deudas. Hay un nuevo método que podrías probar, uno que te permitirá seguir jugando y disfrutando del crédito que necesitas. Claro que, a cambio, tendrás que renunciar a algo muy valioso.

Sin entender del todo lo que estaba haciendo, pero desesperado por seguir en el juego, Manuel aceptó la oferta. Le dieron una pastilla y le dijeron que la ingiriera, y sin pensarlo más, él la tomó. Un dolor insoportable se apoderó de su cuerpo en cuanto la pastilla hizo efecto, como si estuviera ardiendo en llamas. Le crecieron un par de pechos de mujer y su anatomía masculina comenzó a encogerse.

Así fue como Manuel se convirtió en una mujer, y con esta transformación obtuvo el crédito que necesitaba para seguir jugando. Sin embargo, su adicción seguía controlándolo y consumiéndolo, arrastrándolo a una espiral de decadencia y vergüenza

Manuel yacía en el suelo, jadeando y sudando profusamente. El cambio había sido extremadamente doloroso, pero era el último recurso que le quedaba para seguir apostando. Sus pechos se habían desarrollado rápidamente, mientras que su pene y testículos se habían encogido hasta desaparecer. Ahora tenía un cuerpo de mujer y debía aceptar las consecuencias de sus acciones.

Su adicción lo llevó a apostar esa misma noche, transformado en una mujer hermosa pero desesperada. Su suerte no cambió, y finalmente, tuvo que aceptar convertirse en esclava sexual de sus contrincantes para saldar sus deudas.

Cuando llegó a la mansión de su nuevo amo, este lo recibió con una sonrisa sádica y un tono burlón. "Ah, Manuel, Manuel... ¿Cómo demonios piensas pagarme ahora? Serás mi esclava durante mucho tiempo, y te voy a hacer pagar por cada centavo que me debes."

Manuel, abrumado por la vergüenza y el arrepentimiento, cayó de rodillas y suplicó perdón. "Por favor, amo, lo siento mucho. No pensé en las consecuencias de mis acciones. Estaba desesperado y atrapado en mi adicción. Soy consciente de que he caído muy bajo, pero te juro que haré todo lo posible por compensarte", dijo con un hilo de voz.

El amo, divertido por la escena, la interrumpió. "Cálmate, zorra. Ya que estás aquí, tendrás que hacer mucho más que disculparte. Primero, vas a demostrarme qué tan buena eres en el sexo. Enséñame lo bien que puedes complacerme, y haré que tu vida sea un poco más soportable."

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Manuel, con miedo pero resignado, comenzó a desnudarse lentamente, revelando su nuevo cuerpo femenino. Su amo la observaba con satisfacción y deseo creciente. "Ahora, arrodíllate y abre la boca, puta. Vas a chupar y tragar con avidez y ve pensando en un nuevo nombre para ti zorra que serás mío durante un laargo rato."

Manuel obedeció, sumisa y decidida a hacerlo lo mejor posible. Con cada movimiento de su lengua y succión experta, buscaba redimirse y aliviar el sufrimiento que había causado. Sabía que iba a ser un largo y difícil camino hacia la redención, pero estaba dispuesta a hacerlo, incluso si eso significaba renunciar a su propia dignidad y sumergirse en el mundo oscuro y decadente del sexo y la sumisión.

1 comentarios - El apostador

nukissy526
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