De los muchos compromisos sociales a los que he asistido con mi esposo, hay uno que siempre lo recuerdo por la forma con que se presentaron los acontecimientos. Un día fuimos invitados a la presentación de un nuevo proyecto urbanístico en uno de los salones de un gran hotel de la ciudad. Asistirían autoridades del gobierno y representantes de algunas instituciones públicas y privadas, así como, inversionistas extranjeros.
Como siempre, mi esposo me pidió que me pusiera bonita, elegante y sexi, porque aprovecharía para presentarme a algunas de las autoridades que asistirían al evento. Además, esos son los momentos en que los contratistas como él aprovechan para lograr acercamientos con las personas claves para obtener futuros contratos. Y que mejor oportunidad para que las mujeres entablen conversaciones con las esposas de los otros asistentes, y llegar a hacer más amistades, que a futuro son de mucha utilidad.
Para esta ocasión escogí un vestido rojo, cuya parte superior es de encajes que nacen de los laterales de las caderas, y subiendo por el frente, se entrecruzan tapando los senos, uniéndose por detrás del cuello, dejando descubierto parte del abdomen y parte de los laterales de los senos. La espalda, totalmente descubierta hasta un poco más debajo de las caderas. De las caderas para abajo, es una falda larga abierta a los lados que al caminar dejan ver las caderas, o al sentarse, dejan ver los muslos y las piernas. Todo este atuendo iba acompañado de un par de sandalias blancas de tacones altos rematadas con una gruesa cinta tobillera de piedras brillantes por encima de los tobillos. Todo muy lindo complementado con una carterita de piedras blancas brillantes. Mi esposo al verme el vestido me dijo que se me veía preciosa y muy elegante, pero me pidió, que por ser muy revelador, y ser una reunión de alto nivel, usara de interior por lo menos una tanga , porque él sabe, que no me gusta usar nada por debajo, y podría suceder que luego esa forma de vestir me llevara a pasar algún momento de apuro ante tantas personalidades. Así que me puse una tanga blanco muy pequeñito y de encajes
Cuando llegamos, los amigos de mi esposo con sus esposas nos habían reservado asientos en una de las mesas cercanas a la pista de baile y escenario. Como es costumbre, las esposas nos sentamos todas juntas, y los esposos en el otro extremo. No paraban de elogiar mi vestido diciendo que era muy atrevido y sexy, aparte de elegante. Las que habían llegado primero me pusieron al tanto en todo. Sabían quiénes eran las esposas de cada una de las otras mesas. Ya hasta sabían quiénes eran los inversionistas que estaban sentados en una mesa al lado de la nuestra. Lógicamente se los sacaba a leguas porque andaban solos, y porque hablaban en inglés, o castellano remordido.
De repente, uno de los inversionistas, un italiano, muy elegante y apuesto, se echó un poco para atrás con su sillón, y acercándose a mí de lado, me dijo― Prueba este dulce, se llama sfogiatella napolitana, y que en cristiano significa un dulce de mil hojas relleno de crema ―Y me lo dio en la boca al tiempo que me decía que era muy rico y famoso. Me agarro tan desprevenida, que me quedé sorprendida cuando le abrí la boca para tomar un bocado de su dulce. Pero más sorprendidas quedaron mis amigas, que sin conocerlo, yo accediera a comerlo de sus manos. Solo atiné a decirle― Uhmm, muy rico ―y le agradecí
Nuestros esposos se levantaron a conversar con otros amigos y se alejaron de nuestra mesa. Oportuno el momento para el italiano que me brindara el dulce, que se levantara y se dirigiera hacia mí, dándome la mano y diciendo― Disculpe me llamo Alessandro, ¿y usted? ―Me volví a quedar de una pieza mirándole sus ojos azules, que hasta me trabé al decirle que me llamaba fabiana . Le di la mano, la tomó y la besó. Yo me derretía, y las otras se morían de envidia.
Y sin soltarme de la mano, me hizo parar y me llevó hasta donde estaba mi esposo y le dijo entre risas y broma, que no debía dejarme sola, que alguien me podría raptar. Se presentó, y muy astuto, entabló conversación con él y sus amigos. A lo que al darme cuenta de que estaba de más en ese grupo, decidí dar media vuelta y regresar con mis amigas. Pero antes, ya muy excitada y libidinosa, como me suele suceder en situaciones así, decidí irme al tocador y acelerar los eventos. Me metí al baño de mujeres, me saqué la tanga saqué el souvenir de la cajita que me tocó a mí, y lo metí en ella volviendo a rehacer el papel de la envoltura. Al fin estaba como me gusta, libre como el viento, y más morbosa que antes.
Mientras bailábamos, algunos de los esposos de mis amigas se iban incorporando al baile, hasta que quedé yo sola, bailando con una amiga y su esposo. Mi mirada estaba en el grupo de varones donde estaba mi marido conversando. Entre ellos, Alessandro, que muy animadamente reía y me echaba una miradita y una sonrisa muy discreta a cada rato. De pronto, veo que le dice algo a mi esposo, mirándome ambos al mismo tiempo. Luego vino Alessandro, pidió permiso a la pareja con la que yo estaba bailando, y me tomó de la mano para bailar conmigo. Miré a mi esposo, y como si él lo hubiera enviado para que me saque a bailar,
Mientras bailábamos, yo me derretía en sus brazos, y no parábamos de mirarnos, hasta que rompí el hielo ― ¿Qué le dijiste a mi esposo para que él accediera a que yo baile contigo? ―A lo que respondió― Le dije que tú me gustabas mucho, que sin duda alguna, debajo de ese vestido rojo como el fuego, había un cuerpo desnudo, deseoso de sexo y ardiendo de pasión, y que yo tenía la solución para el problema de financiamiento de su empresa y para el tuyo. Entonces él me preguntó, que qué necesitaba para cumplir con los requisitos. A lo que le respondí, muy sencillo, para tus negocios, definir la cantidad y los informes económicos de tú empresa, y las garantías económicas del caso, y para el problema de tu esposa, le dije, préstamela por unas horas, que hoy mismo la hago mi mujer, y que cada que venga a este país, que estimo serán unas tres veces, en cada una de mis venidas, pasará dos días y una noche conmigo, esté con quien esté yo, en esos días. En pocas palabras, ellos me presentan las garantías económicas, y tú esposo, me cedería tus derechos y pasas a ser mía, como garantía física cada que yo venga.
― ¡Jajaja! ―rompí en carcajadas― ¿En serio le dijiste todas esas cosas?
― Bueno, bueno, sigamos con el juego. Veo que tu imaginación vuela, y si es así, vamos a volar. Ahora te voy a describir el cómo yo te percibo ―le dije― Eres muy atractivo, y no hay como negarlo. Que me gustas mucho, tampoco lo niego. Que has acertado al casi noventa por ciento cuando me describiste en mi forma de ser, estar, y de sentirme, también es cierto. Pero has olvidado algo muy importante, que yo no soy un objeto o un negocio, que mi cuerpo no está en venta, ni en alquiler; ni puede quedar en prenda. Y sí así fuera, en un caso no consentido, tendrían que primero preguntarme a mí si estoy de acuerdo, ¿no te parece?
― Sí, tienes razón ―contestó inmediatamente, al tiempo que repreguntó― ¿Aceptarías ser la garante física del convenio que yo firme con tu esposo?
― ¡Jajaja! ―volví a reír― Te veo como un hombre muy decidido, frío y calculador, muy sagaz para tus conquistas económicas y amorosas, muy seguro en lo que dices, astuto y osado. Te cuento que por ahora tu sueño dista mucho de hacerse realidad. Para llegar a mí, tienes que hacer y tener muchos méritos. Veo que eres conquistador nato, y no es que no me agrades, al contrario, me agradas mucho, pero como veo las cosas, no creo que puedas llegar a más de tocarme y cogerme de las caderas como lo estás haciendo justo ahora por debajo de mi vestido. Además, ésta es una reunión social, para que se hagan negocios y acuerdos sobre construcciones, así que italianito guapo, mejor disfrute el baile conmigo y no se haga tantas ilusiones ―Le dije ya muy seria, a pesar de que por dentro me estaba derritiendo al sentir sus grandes manos calientes sobre mis caderas y espaldas desnudas.
Pero sin dar tregua dijo― Hoy apenas te vi, me he enamorado de ti, y me dije, hoy a esta mujer la tendré en mis brazos, y aquí te tengo, entre mis brazos bailando conmigo.
― ¡Jajaja! ―me reí― pero seguro que tenerme entre tus brazos, no era bailando como lo habías pensado, ¿verdad?
― Déjame ilustrarte como te imagino preciosa, veo tu cuerpo desnudo contoneándose y caminando toda coqueta debajo de ese vestido revelador, esa mirada de niña inocente pero coqueta a la vez; esos labios carnosos que incitan a ser mordidos; esos senos erectos, que provocan a estrujarlos y manosearlos, con esos pezones puntiagudos que piden que se besen y chupen queriendo salirse del vestido para ser libres; esas caderas, esas nalgas turgentes y tus piernas largas que se asoman al caminar, que llaman la atención de cualquier mortal, y que invitan a ser acariciadas desde sus inicios hasta las puntas de los pies. Y ahora, al estar bailando contigo, al sentir tus caderas bajo mis manos, siento la calidez de tu cuerpo desnudo, siento tus temblores cuando te acaricio, siento tu corazón latir cuando te apego a mi pecho. Eso me hace pensar que estoy a punto de realizar mi sueño de hacerte mía, porque toda tú, eres pasión y lujuria.
― Por favor Alessandro, tranquiliza tus hormonas ―le dije― Soy de carne y hueso y todo lo que me dices me excita mucho, y no quiero caer en tu jueguito de palabras dulces y provocativas ―Pero como de verdad me tenía lujuriosa y ya derretida, lo miré muy tiernamente, y muy coqueta le dije― ¿Tan loco te tengo mi amor? ¿Tanta es tu desesperación de poseerme, que, en vez de estar haciendo negocios, estás aquí conmigo tratando de que convencerme de tener sexo contigo?
― Sí mi amore, me tienes loco.
Lo volví a mirar muy tiernamente, le acaricié las manos y le dije― Ya no sigas por favor, porque si sabes de mujeres, sabrás que estás a punto de convencerme, y no quiero dar un espectáculo delante de toda esta gente. Al buen entendedor, pocas palabras.
Mis amigas y sus esposos se habían repartido por otras mesas cuando Alessandro me llevó a que me sentara. Sus amigos habían hecho lo mismo quedando espacio suficiente en mi mesa para que él se sentara a mi lado. De repente apareció mi esposo, y el italiano retomó la conversación que habían tenido momentos antes. Hablaron de que él podía invertir algunos miles de euros en el proyecto de viviendas que proponían el grupo de mi esposo. ― Mira, ―le dijo― todo lo que toco lo convierto en dinero, y si les apoyo les va a ir bien. No te preocupes, te ayudaré ―Y cerraron el compromiso con un apretón de manos y quedando para encontrarse en los días subsiguientes en las oficinas de la empresa. Yo al ver eso, le di un beso de felicitaciones a mi marido, y lo tomé de la mano para llevármelo a bailar. A Alessandro se lo agradecí y le pedí disculpas por dejarlo solo con un guiño de ojos.
Mientras bailábamos mi esposo dijo― Veo al italiano muy meloso contigo.
― Bueno, si me has dejado abandonada por un buen rato, ni modo que me quede sentada.
Mi mesa estaba desolada, pues unos estaban conversando en otros sitios y otros bailando. En eso aparece Alessandro con dos copas de vino. Tomó asiento a mi lado diciéndome― Te veo radiante y desinhibida Me tomó de las manos y nos fuimos a bailar. Esta vez, con mucha discreción, cada vez que podía sus manos no solo se apoyaban sobre mis caderas, ahora las apretaba y jugaba con ellas haciendo movimientos de caricias. Cuando nadie nos podía ver y dependiendo del ritmo, entre vuelta y vuelta, las aberturas de mi vestido dejaban ver gran parte de mis piernas desde mis caderas hasta mis sandalias, lógicamente la parte central de tela entre ambas aberturas, no dejaban ver la desnudez de mi entrepiernas, pero que sin duda, Alessandro y la mayoría de los varones, esperaban que les mostrara más.
De pronto aparece mi esposo, y todo sonriente se sentó a vernos bailar. Yo ya estaba muy, muy excitada, aquel italianito me hacía derretir y suspirar en sus brazos, peor sabiendo que sus manos traviesas estaban acariciando las curvas de mis caderas y de mis nalgas delante de todo el mundo, y lo peor, delante de mi marido. Claro está, que solo lo hacía, cuando él y los demás no nos veían. De pronto dijo― ¿Sabes qué? necesito tomar aire.
― Qué coincidencia ―le dije― yo también necesito aire fresco.
― Se me ocurre algo ―dijo él― ¿Habría forma de que mis amigos se lleven a tu esposo por un buen rato, para nosotros irnos a la terraza y beber algo al aire libre?
Cuando salí, me estaba esperando junto al ascensor, pero era el ascensor de los huéspedes. Lo miré, y con mirada coqueta, le pregunté― ¿A qué terraza me piensas llevar?
― A una privada donde nadie nos pueda molestar.
― Te siento tan seguro de lo que haces, que pienso que siempre eres así con todas las mujeres que te gustan, ¿verdad?
― No mi amore, usted es un sueño hecho realidad; acabo de robarle la hembra al águila macho.
― Cuidado te despiertas y se te acaba tu sueño ―le dije, ya estando dentro del ascensor― pero me gusta tu actitud.
― Y a mí la tuya ―me respondió― Podríamos llegar a ser muy buenos amantes ―y continuó diciendo― Yo invierto en tu marido, y tú inviertes en mí tu tiempo y tu cuerpo, y hasta te podría hacer ganar mucho dinero como mi socia.
Esas palabras fueron muy excitantes y me hicieron estremecer. Me tomó de los hombros y me acercó a él para besarme. Lo abracé y le correspondí con un beso muy profundo, mientras manoseaba mis caderas y nalgas.
Llegamos a su departamento y tomada de su mano, me llevó a recorrerlo hasta llegar a un balcón terraza muy grande. Allí nos volvimos a besar apasionadamente, mientras mis manos lo apretaban de su cintura contra mi cuerpo deseoso de sexo. Él, en cambio deslizó sus manos por debajo de mis encajes y comenzó a acariciar mis senos, sacándolos al aire, apretándolos y pellizcando muy suavemente mis pezones con su boca, sacándome suspiros y gemidos, luego sus manos se deslizaron hasta mis nalgas, a las que acarició y apretó contra su cuerpo en señal de que las quería poseer. Yo desesperada restregaba mis muslos deseosa de que ya me hiciera suya
Recorrió mi cuerpo con sus manos, y cuando tocó mi vulva gemí. Me enseñó su mano toda encharcada en secreciones mías― Me has encantado, te has sacado tu interior para mí, ¿verdad?
― ¡Sí y No! ¿Por qué lo preguntas mi amor? Porque tu marido me dijo que tú me enviabas un regalito en la cajita del souvenir, y como yo cargaba la mía en el bolsillo, supe que la tenía que abrir de inmediato viniendo de ti, y al ver su contenido, supe que eras para mí.
― ¿Qué cajita de souvenir? ―pregunté.
― El regalo que nunca una mujer me había hecho, tu interior de encajes me dijo, y peor con esa frase bordada; ¿acaso ya venías preparada para mí?
― ¡Upps! el descuidado y despistado de mi marido le había dado el souvenir equivocado, sin duda por eso, él estaba seguro de que yo sería suya. Pero el tren ya había partido, y yo no lo iba a detener― No, mi amor, debe haberse producido una equivocación, pero lo que importa, es que estoy aquí y contigo.
Me pidió permiso para tomarme una foto posando toda sexi para él en el balcón, a lo cual asentí con gusto porque mi lujuria estaba exacerbada. Me abrió un poco el escote para dejar ver parte de mis senos y aureolas, me hizo recoger una de las piernas para que se vieran, por las aberturas del vestido, mis caderas, parte de mis nalgas y mi pierna desnuda hasta las sandalias. Luego de aquello, me miró fijamente a los ojos mientras me despojaba del vestido. Besó todo mi cuerpo mientras me hacía retorcer de placer sacándome muchos suspiros, ronroneos y gemidos. Luego me dijo que lo acompañara a servirnos unos tragos de licor al bar de su departamento, pero que no me sacara las sandalias de tacón porque le fascinaba ver a las mujeres desnudas en zapatos de tacones, al tiempo que yo le pedía que no se desnudara, porque a mí también, me encanta y me excita mucho estar desnuda ante un hombre elegantemente vestido.
Me llevó de regreso al balcón terraza iluminado con luces muy tenues por unas lámparas de pedestal en sus esquinas, sin importarme que, en uno de los balcones terrazas contiguos, estaban otros hombres también muy elegantes mirando cuando Alessandro me hizo posar para otra foto más provocativa que la anterior, como brindando mis tetas tomadas con ambas manos, y con las piernas abiertas enseñando mi vulva depilada, ahora completamente desnuda, para luego hacerme sentar sobre sus piernas para besarnos mientras me acariciaba toda.
Ya muy lujuriosa a más no poder y con espectadores, lo hice parar y de rodillas, bajé la cremallera, le saqué su lindo y grueso pene que ya estaba lubricando y mojando su interior, para dedicarme a hacerle una felación que nunca olvidaría. Antes de hacerlo acabar lo tomé de las manos, y mirando, y haciéndole de las manos de despedida a los curiosos del otro balcón que me abucheaban porque querían ver más, me lo llevé a su sala. Lo besé apasionadamente, tomé sus manos y las puse sobre mis tetas para que me las apretara, al tiempo que le decía― ¡Tócame toda y tómame mi amo! Estoy lista para lo que me querías, ya no aguanto más, me tienes putísima― y asumiendo la posición de una perra, y de rodillas sobre su sofá, con mis hombros y cara apoyados sobre los cojines, le expuse en alto mis nalgas abiertas por mis manos, y entre ellas mi ano y vulva para que los copulara a su antojo y se divirtiera con ellos. Me besó y lamió ambos orificios para luego comenzarlos a copular.
Su pene que era muy grueso no tuvo ningún problema en entrar o salir de ambos orificios, pues yo estaba tan receptiva que creo hubieran entrado dos en cada uno de ellos. Luego de mucho tiempo copulando, de gemidos y gruñidos, de convulsiones y temblores de mi cuerpo recibiendo las acometidas en mi vagina y en mi ano, Alessandro se corrió dentro de mí, en la cavidad rectal, dejando chorrear un poco de su semen en mis nalgas cuando hubo sacado su guerrero exhausto.
Intercambiamos teléfonos y quedamos en que, si él llegaba a un acuerdo con mi esposo, yo tendría que ser su amante cada vez que él viniera al país. Y si no llegara a pasar eso, igual, me avisaría para encontrarnos de vez en cuando, si así yo lo decidiera.
Entramos al ascensor y mientras bajábamos, todo el tiempo nos los pasamos besándonos y acariciándonos cual dos enamorados. Nos soltamos en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor y pasamos al salón como simplemente dos amigos riendo y conversando. Mi esposo que aún estaba con los amigos de Alessandro, nos vio y se levantó a nuestro encuentro. Antes de entrar yo había tomado una copa de champagne, y haciendo como que tropezaba, le regué la cremallera del pantalón de Alessandro pues no nos habíamos percatado que, como me hizo el amor con la ropa puesta, tenía mojada esa zona y se notaba a leguas que sin duda eran secreciones nuestras. A lo que Alessandro muy consciente del tema, se limpió con una servilleta para justificar esa humedad, mientras yo le pedía disculpas por la torpeza delante de mi marido.
Mi marido tomó del hombro a Alessandro y le pidió aclarar un punto de la conversación con sus amigos. Luego me pidió que me sentase un rato para ellos conversar, pero ni modo, no podía sentarme, pues mis nalgas y vulva estaban chorreando esperma y secreciones, me mojarían el vestido y ahí sí, hubiera sido yo la comidilla de todos los presentes, en especial de las mujeres. Felizmente un amigo de Alessandro me sacó a bailar y pude pasar el rato de apremio.
Luego vino Alessandro hasta mí, y me dijo― Mi amore, no dejo de mirarte, y peor te podré olvidar. Voy a ayudar a tú marido, ya está hablado. Con él serán las garantías económicas, que igual cubrirían el monto de nuestra inversión, pero con la salvedad, de que los intereses y los plazos de pagos son muy cómodos, con decirte que ni a nuestros coterráneos en Italia se los damos, porque quiero que sepas que lo hago por ti. Las deudas de tu marido con mi empresa, siempre y cuando las cumplan, no acarrearán ningún problema de tipo legal, porque todo quedaría cubierto con las garantías económicas. Ahora bien, le hago esa concesión porque ahora que ya te hice mi mujer, que tengo tus fotos preciosas cuando posaste para mí desnuda y provocativa, me basta para saber que no me fallarás en cumplir tu compromiso conmigo. Por ahora, tú eres libre, pero si tu marido acepta y firma los documentos, automáticamente tú serás mía por dos días y su noche cada vez que yo regrese a tu país, y venga con quien venga, harás lo que te ordene u ordenen. Bastará con una llamada a la hora que sea para que vengas corriendo a mis brazos, así estés con tu marido en tu segunda o tercera luna de miel, lo dejarás y vendrás a entregarte a mí. Ese trato será válido por tres ocasiones. Si después de eso quieres seguir conmigo o con mis amigos por voluntad propia, y ganar mucho dinero, no hay problema recuerda que te dije, que todo lo que toco lo hago dinero, y tú para mí, eres una gran fuente de dinero en caso de que así lo quisieras. Te puedo presentar muchos clientes amigos pero por ahora, me perteneces, y si llegaras a fallar en una de mis venidas por cualquier motivo, la deuda se duplicará, y los intereses serán muy altos para ti ―y me sonrió
Todo lo que escuchaba me parecía broma, y a la vez amenazas, pero sonaba muy erótico y excitante, pues habíamos pasado unos momentos íntimos muy arrebatadores, y había disfrutado tanto, que no vi ningún problema en que mi esposo firmara el contrato en su momento. Después de todo, la que iba a pagar la deuda sería yo, y no me preocupaba que me cobraran de esa manera.
Luego me dijo― ¡Ah!, y si por si acaso, tú te negaras a asistir a mis requerimientos, recuerda esas dos lindas fotos que te tomé, esa es la garantía que me acabas de dar sin necesidad de firmar ningún documento.
Entonces le pregunté― ¿Acaso es una broma amor?
― No mi cielo, tú me encantas, y yo sé que también te he gustado. Tómalo como un juego de negocios, a tu marido le doy dinero con intereses muy bajos, pero el restante de esos intereses los vas a pagar tú con tu cuerpo. De ahí la garantía tuya que son tus fotos, que me garantizarán que me vas a cumplir.
Me vio sin duda la cara de desilusión y preocupación por el tema de las fotos, que sonrió, y me dijo― Tranquila mi amore, esas fotos son solamente mías pero de verdad, sí quiero que cada que venga estés conmigo. Y si vengo con amigos, y si tú lo deseas, también te quiero compartir para que vean que eres una mujer increíble. Lo que he hecho y dicho hace un rato, es para que tomes precauciones, no siempre, cazadores de mujeres como yo, o cazadoras de hombres como tú, obramos con buenos sentimientos.
Esas palabras me dejaron tranquila y más enamorada de él, estaba tan idiotizada por aquel hombre, que le di un beso en la mejilla, y le dije― Así será mi amor, hasta que te hostigues de mí cuerpo. Pero ahora, devuélveme mi interior cachetero ―a lo que me dijo― ¡Jamás!, me lo llevo conmigo como un recuerdo tuyo, tú me lo enviaste sin que yo te lo pidiera, y de paso, me lo enviaste con tu mismo marido ¡Ah!, y recuerda que tú te llevas un recuerdo mío dentro de ti ―Se rio y nos volvimos a despedir con besos casi en la boca, pero que eran para las mejillas.
De regreso a casa, mi esposo me preguntó que cuánto había perdido en el casino, a lo que le respondí que casi hasta la virginidad de las niñas de mis ojos, pero que me gané millones de admiradores, refiriéndome a los espermatozoides de Alessandro― Claro, con ese vestido a cuántos no habrás dejado con la boca abierta
― ¿Y a ti, cómo te fue? ―me interesé sinceramente.
― Bien, muy bien; Alessandro me dijo que no habría problemas con las garantías, que alguien le había comentado que yo gozo de confianza porque tengo una buena garantía que me respalda. No sé qué me habrá querido decir, y quién le habrá dicho eso, pero en todo caso, parece que sí se van a dar las cosas, y que, gracias a ti, por tus atenciones para con él, se siente halagado y en compromiso de ayudarnos ¿No será que se ha enamorado de ti?
― ¿Qué, estás loco, por qué dices eso?
― Porque dijo que se quedó prendado de ti, que nunca las esposas de sus clientes lo habían hecho sentir tan bien en reuniones así de este tipo, que por lo general ponen una barrera y no dan mucha confianza ni brindan amistad. En cambio contigo, le demostraste el calor de un buen recibimiento, que te abriste de par en par y le enseñaste lo cálida que pueden ser las mujeres latinas, y eso le ha gustado mucho. Que cuando se finiquite esto en las reuniones venideras con sus representantes, te avisará para invitarnos a cenar ― ¡Ay! Si supiera mi marido, cuánto me le abrí a Alessandro, y cuán calientes son mi vagina y mi culo latino para él.
Llegamos a casa, y corrí al baño a sacarme el vestido para mandarlo a lavar porque estaba mojado en la parte del trasero.
Como siempre, mi esposo me pidió que me pusiera bonita, elegante y sexi, porque aprovecharía para presentarme a algunas de las autoridades que asistirían al evento. Además, esos son los momentos en que los contratistas como él aprovechan para lograr acercamientos con las personas claves para obtener futuros contratos. Y que mejor oportunidad para que las mujeres entablen conversaciones con las esposas de los otros asistentes, y llegar a hacer más amistades, que a futuro son de mucha utilidad.
Para esta ocasión escogí un vestido rojo, cuya parte superior es de encajes que nacen de los laterales de las caderas, y subiendo por el frente, se entrecruzan tapando los senos, uniéndose por detrás del cuello, dejando descubierto parte del abdomen y parte de los laterales de los senos. La espalda, totalmente descubierta hasta un poco más debajo de las caderas. De las caderas para abajo, es una falda larga abierta a los lados que al caminar dejan ver las caderas, o al sentarse, dejan ver los muslos y las piernas. Todo este atuendo iba acompañado de un par de sandalias blancas de tacones altos rematadas con una gruesa cinta tobillera de piedras brillantes por encima de los tobillos. Todo muy lindo complementado con una carterita de piedras blancas brillantes. Mi esposo al verme el vestido me dijo que se me veía preciosa y muy elegante, pero me pidió, que por ser muy revelador, y ser una reunión de alto nivel, usara de interior por lo menos una tanga , porque él sabe, que no me gusta usar nada por debajo, y podría suceder que luego esa forma de vestir me llevara a pasar algún momento de apuro ante tantas personalidades. Así que me puse una tanga blanco muy pequeñito y de encajes
Cuando llegamos, los amigos de mi esposo con sus esposas nos habían reservado asientos en una de las mesas cercanas a la pista de baile y escenario. Como es costumbre, las esposas nos sentamos todas juntas, y los esposos en el otro extremo. No paraban de elogiar mi vestido diciendo que era muy atrevido y sexy, aparte de elegante. Las que habían llegado primero me pusieron al tanto en todo. Sabían quiénes eran las esposas de cada una de las otras mesas. Ya hasta sabían quiénes eran los inversionistas que estaban sentados en una mesa al lado de la nuestra. Lógicamente se los sacaba a leguas porque andaban solos, y porque hablaban en inglés, o castellano remordido.
De repente, uno de los inversionistas, un italiano, muy elegante y apuesto, se echó un poco para atrás con su sillón, y acercándose a mí de lado, me dijo― Prueba este dulce, se llama sfogiatella napolitana, y que en cristiano significa un dulce de mil hojas relleno de crema ―Y me lo dio en la boca al tiempo que me decía que era muy rico y famoso. Me agarro tan desprevenida, que me quedé sorprendida cuando le abrí la boca para tomar un bocado de su dulce. Pero más sorprendidas quedaron mis amigas, que sin conocerlo, yo accediera a comerlo de sus manos. Solo atiné a decirle― Uhmm, muy rico ―y le agradecí
Nuestros esposos se levantaron a conversar con otros amigos y se alejaron de nuestra mesa. Oportuno el momento para el italiano que me brindara el dulce, que se levantara y se dirigiera hacia mí, dándome la mano y diciendo― Disculpe me llamo Alessandro, ¿y usted? ―Me volví a quedar de una pieza mirándole sus ojos azules, que hasta me trabé al decirle que me llamaba fabiana . Le di la mano, la tomó y la besó. Yo me derretía, y las otras se morían de envidia.
Y sin soltarme de la mano, me hizo parar y me llevó hasta donde estaba mi esposo y le dijo entre risas y broma, que no debía dejarme sola, que alguien me podría raptar. Se presentó, y muy astuto, entabló conversación con él y sus amigos. A lo que al darme cuenta de que estaba de más en ese grupo, decidí dar media vuelta y regresar con mis amigas. Pero antes, ya muy excitada y libidinosa, como me suele suceder en situaciones así, decidí irme al tocador y acelerar los eventos. Me metí al baño de mujeres, me saqué la tanga saqué el souvenir de la cajita que me tocó a mí, y lo metí en ella volviendo a rehacer el papel de la envoltura. Al fin estaba como me gusta, libre como el viento, y más morbosa que antes.
Mientras bailábamos, algunos de los esposos de mis amigas se iban incorporando al baile, hasta que quedé yo sola, bailando con una amiga y su esposo. Mi mirada estaba en el grupo de varones donde estaba mi marido conversando. Entre ellos, Alessandro, que muy animadamente reía y me echaba una miradita y una sonrisa muy discreta a cada rato. De pronto, veo que le dice algo a mi esposo, mirándome ambos al mismo tiempo. Luego vino Alessandro, pidió permiso a la pareja con la que yo estaba bailando, y me tomó de la mano para bailar conmigo. Miré a mi esposo, y como si él lo hubiera enviado para que me saque a bailar,
Mientras bailábamos, yo me derretía en sus brazos, y no parábamos de mirarnos, hasta que rompí el hielo ― ¿Qué le dijiste a mi esposo para que él accediera a que yo baile contigo? ―A lo que respondió― Le dije que tú me gustabas mucho, que sin duda alguna, debajo de ese vestido rojo como el fuego, había un cuerpo desnudo, deseoso de sexo y ardiendo de pasión, y que yo tenía la solución para el problema de financiamiento de su empresa y para el tuyo. Entonces él me preguntó, que qué necesitaba para cumplir con los requisitos. A lo que le respondí, muy sencillo, para tus negocios, definir la cantidad y los informes económicos de tú empresa, y las garantías económicas del caso, y para el problema de tu esposa, le dije, préstamela por unas horas, que hoy mismo la hago mi mujer, y que cada que venga a este país, que estimo serán unas tres veces, en cada una de mis venidas, pasará dos días y una noche conmigo, esté con quien esté yo, en esos días. En pocas palabras, ellos me presentan las garantías económicas, y tú esposo, me cedería tus derechos y pasas a ser mía, como garantía física cada que yo venga.
― ¡Jajaja! ―rompí en carcajadas― ¿En serio le dijiste todas esas cosas?
― Bueno, bueno, sigamos con el juego. Veo que tu imaginación vuela, y si es así, vamos a volar. Ahora te voy a describir el cómo yo te percibo ―le dije― Eres muy atractivo, y no hay como negarlo. Que me gustas mucho, tampoco lo niego. Que has acertado al casi noventa por ciento cuando me describiste en mi forma de ser, estar, y de sentirme, también es cierto. Pero has olvidado algo muy importante, que yo no soy un objeto o un negocio, que mi cuerpo no está en venta, ni en alquiler; ni puede quedar en prenda. Y sí así fuera, en un caso no consentido, tendrían que primero preguntarme a mí si estoy de acuerdo, ¿no te parece?
― Sí, tienes razón ―contestó inmediatamente, al tiempo que repreguntó― ¿Aceptarías ser la garante física del convenio que yo firme con tu esposo?
― ¡Jajaja! ―volví a reír― Te veo como un hombre muy decidido, frío y calculador, muy sagaz para tus conquistas económicas y amorosas, muy seguro en lo que dices, astuto y osado. Te cuento que por ahora tu sueño dista mucho de hacerse realidad. Para llegar a mí, tienes que hacer y tener muchos méritos. Veo que eres conquistador nato, y no es que no me agrades, al contrario, me agradas mucho, pero como veo las cosas, no creo que puedas llegar a más de tocarme y cogerme de las caderas como lo estás haciendo justo ahora por debajo de mi vestido. Además, ésta es una reunión social, para que se hagan negocios y acuerdos sobre construcciones, así que italianito guapo, mejor disfrute el baile conmigo y no se haga tantas ilusiones ―Le dije ya muy seria, a pesar de que por dentro me estaba derritiendo al sentir sus grandes manos calientes sobre mis caderas y espaldas desnudas.
Pero sin dar tregua dijo― Hoy apenas te vi, me he enamorado de ti, y me dije, hoy a esta mujer la tendré en mis brazos, y aquí te tengo, entre mis brazos bailando conmigo.
― ¡Jajaja! ―me reí― pero seguro que tenerme entre tus brazos, no era bailando como lo habías pensado, ¿verdad?
― Déjame ilustrarte como te imagino preciosa, veo tu cuerpo desnudo contoneándose y caminando toda coqueta debajo de ese vestido revelador, esa mirada de niña inocente pero coqueta a la vez; esos labios carnosos que incitan a ser mordidos; esos senos erectos, que provocan a estrujarlos y manosearlos, con esos pezones puntiagudos que piden que se besen y chupen queriendo salirse del vestido para ser libres; esas caderas, esas nalgas turgentes y tus piernas largas que se asoman al caminar, que llaman la atención de cualquier mortal, y que invitan a ser acariciadas desde sus inicios hasta las puntas de los pies. Y ahora, al estar bailando contigo, al sentir tus caderas bajo mis manos, siento la calidez de tu cuerpo desnudo, siento tus temblores cuando te acaricio, siento tu corazón latir cuando te apego a mi pecho. Eso me hace pensar que estoy a punto de realizar mi sueño de hacerte mía, porque toda tú, eres pasión y lujuria.
― Por favor Alessandro, tranquiliza tus hormonas ―le dije― Soy de carne y hueso y todo lo que me dices me excita mucho, y no quiero caer en tu jueguito de palabras dulces y provocativas ―Pero como de verdad me tenía lujuriosa y ya derretida, lo miré muy tiernamente, y muy coqueta le dije― ¿Tan loco te tengo mi amor? ¿Tanta es tu desesperación de poseerme, que, en vez de estar haciendo negocios, estás aquí conmigo tratando de que convencerme de tener sexo contigo?
― Sí mi amore, me tienes loco.
Lo volví a mirar muy tiernamente, le acaricié las manos y le dije― Ya no sigas por favor, porque si sabes de mujeres, sabrás que estás a punto de convencerme, y no quiero dar un espectáculo delante de toda esta gente. Al buen entendedor, pocas palabras.
Mis amigas y sus esposos se habían repartido por otras mesas cuando Alessandro me llevó a que me sentara. Sus amigos habían hecho lo mismo quedando espacio suficiente en mi mesa para que él se sentara a mi lado. De repente apareció mi esposo, y el italiano retomó la conversación que habían tenido momentos antes. Hablaron de que él podía invertir algunos miles de euros en el proyecto de viviendas que proponían el grupo de mi esposo. ― Mira, ―le dijo― todo lo que toco lo convierto en dinero, y si les apoyo les va a ir bien. No te preocupes, te ayudaré ―Y cerraron el compromiso con un apretón de manos y quedando para encontrarse en los días subsiguientes en las oficinas de la empresa. Yo al ver eso, le di un beso de felicitaciones a mi marido, y lo tomé de la mano para llevármelo a bailar. A Alessandro se lo agradecí y le pedí disculpas por dejarlo solo con un guiño de ojos.
Mientras bailábamos mi esposo dijo― Veo al italiano muy meloso contigo.
― Bueno, si me has dejado abandonada por un buen rato, ni modo que me quede sentada.
Mi mesa estaba desolada, pues unos estaban conversando en otros sitios y otros bailando. En eso aparece Alessandro con dos copas de vino. Tomó asiento a mi lado diciéndome― Te veo radiante y desinhibida Me tomó de las manos y nos fuimos a bailar. Esta vez, con mucha discreción, cada vez que podía sus manos no solo se apoyaban sobre mis caderas, ahora las apretaba y jugaba con ellas haciendo movimientos de caricias. Cuando nadie nos podía ver y dependiendo del ritmo, entre vuelta y vuelta, las aberturas de mi vestido dejaban ver gran parte de mis piernas desde mis caderas hasta mis sandalias, lógicamente la parte central de tela entre ambas aberturas, no dejaban ver la desnudez de mi entrepiernas, pero que sin duda, Alessandro y la mayoría de los varones, esperaban que les mostrara más.
De pronto aparece mi esposo, y todo sonriente se sentó a vernos bailar. Yo ya estaba muy, muy excitada, aquel italianito me hacía derretir y suspirar en sus brazos, peor sabiendo que sus manos traviesas estaban acariciando las curvas de mis caderas y de mis nalgas delante de todo el mundo, y lo peor, delante de mi marido. Claro está, que solo lo hacía, cuando él y los demás no nos veían. De pronto dijo― ¿Sabes qué? necesito tomar aire.
― Qué coincidencia ―le dije― yo también necesito aire fresco.
― Se me ocurre algo ―dijo él― ¿Habría forma de que mis amigos se lleven a tu esposo por un buen rato, para nosotros irnos a la terraza y beber algo al aire libre?
Cuando salí, me estaba esperando junto al ascensor, pero era el ascensor de los huéspedes. Lo miré, y con mirada coqueta, le pregunté― ¿A qué terraza me piensas llevar?
― A una privada donde nadie nos pueda molestar.
― Te siento tan seguro de lo que haces, que pienso que siempre eres así con todas las mujeres que te gustan, ¿verdad?
― No mi amore, usted es un sueño hecho realidad; acabo de robarle la hembra al águila macho.
― Cuidado te despiertas y se te acaba tu sueño ―le dije, ya estando dentro del ascensor― pero me gusta tu actitud.
― Y a mí la tuya ―me respondió― Podríamos llegar a ser muy buenos amantes ―y continuó diciendo― Yo invierto en tu marido, y tú inviertes en mí tu tiempo y tu cuerpo, y hasta te podría hacer ganar mucho dinero como mi socia.
Esas palabras fueron muy excitantes y me hicieron estremecer. Me tomó de los hombros y me acercó a él para besarme. Lo abracé y le correspondí con un beso muy profundo, mientras manoseaba mis caderas y nalgas.
Llegamos a su departamento y tomada de su mano, me llevó a recorrerlo hasta llegar a un balcón terraza muy grande. Allí nos volvimos a besar apasionadamente, mientras mis manos lo apretaban de su cintura contra mi cuerpo deseoso de sexo. Él, en cambio deslizó sus manos por debajo de mis encajes y comenzó a acariciar mis senos, sacándolos al aire, apretándolos y pellizcando muy suavemente mis pezones con su boca, sacándome suspiros y gemidos, luego sus manos se deslizaron hasta mis nalgas, a las que acarició y apretó contra su cuerpo en señal de que las quería poseer. Yo desesperada restregaba mis muslos deseosa de que ya me hiciera suya
Recorrió mi cuerpo con sus manos, y cuando tocó mi vulva gemí. Me enseñó su mano toda encharcada en secreciones mías― Me has encantado, te has sacado tu interior para mí, ¿verdad?
― ¡Sí y No! ¿Por qué lo preguntas mi amor? Porque tu marido me dijo que tú me enviabas un regalito en la cajita del souvenir, y como yo cargaba la mía en el bolsillo, supe que la tenía que abrir de inmediato viniendo de ti, y al ver su contenido, supe que eras para mí.
― ¿Qué cajita de souvenir? ―pregunté.
― El regalo que nunca una mujer me había hecho, tu interior de encajes me dijo, y peor con esa frase bordada; ¿acaso ya venías preparada para mí?
― ¡Upps! el descuidado y despistado de mi marido le había dado el souvenir equivocado, sin duda por eso, él estaba seguro de que yo sería suya. Pero el tren ya había partido, y yo no lo iba a detener― No, mi amor, debe haberse producido una equivocación, pero lo que importa, es que estoy aquí y contigo.
Me pidió permiso para tomarme una foto posando toda sexi para él en el balcón, a lo cual asentí con gusto porque mi lujuria estaba exacerbada. Me abrió un poco el escote para dejar ver parte de mis senos y aureolas, me hizo recoger una de las piernas para que se vieran, por las aberturas del vestido, mis caderas, parte de mis nalgas y mi pierna desnuda hasta las sandalias. Luego de aquello, me miró fijamente a los ojos mientras me despojaba del vestido. Besó todo mi cuerpo mientras me hacía retorcer de placer sacándome muchos suspiros, ronroneos y gemidos. Luego me dijo que lo acompañara a servirnos unos tragos de licor al bar de su departamento, pero que no me sacara las sandalias de tacón porque le fascinaba ver a las mujeres desnudas en zapatos de tacones, al tiempo que yo le pedía que no se desnudara, porque a mí también, me encanta y me excita mucho estar desnuda ante un hombre elegantemente vestido.
Me llevó de regreso al balcón terraza iluminado con luces muy tenues por unas lámparas de pedestal en sus esquinas, sin importarme que, en uno de los balcones terrazas contiguos, estaban otros hombres también muy elegantes mirando cuando Alessandro me hizo posar para otra foto más provocativa que la anterior, como brindando mis tetas tomadas con ambas manos, y con las piernas abiertas enseñando mi vulva depilada, ahora completamente desnuda, para luego hacerme sentar sobre sus piernas para besarnos mientras me acariciaba toda.
Ya muy lujuriosa a más no poder y con espectadores, lo hice parar y de rodillas, bajé la cremallera, le saqué su lindo y grueso pene que ya estaba lubricando y mojando su interior, para dedicarme a hacerle una felación que nunca olvidaría. Antes de hacerlo acabar lo tomé de las manos, y mirando, y haciéndole de las manos de despedida a los curiosos del otro balcón que me abucheaban porque querían ver más, me lo llevé a su sala. Lo besé apasionadamente, tomé sus manos y las puse sobre mis tetas para que me las apretara, al tiempo que le decía― ¡Tócame toda y tómame mi amo! Estoy lista para lo que me querías, ya no aguanto más, me tienes putísima― y asumiendo la posición de una perra, y de rodillas sobre su sofá, con mis hombros y cara apoyados sobre los cojines, le expuse en alto mis nalgas abiertas por mis manos, y entre ellas mi ano y vulva para que los copulara a su antojo y se divirtiera con ellos. Me besó y lamió ambos orificios para luego comenzarlos a copular.
Su pene que era muy grueso no tuvo ningún problema en entrar o salir de ambos orificios, pues yo estaba tan receptiva que creo hubieran entrado dos en cada uno de ellos. Luego de mucho tiempo copulando, de gemidos y gruñidos, de convulsiones y temblores de mi cuerpo recibiendo las acometidas en mi vagina y en mi ano, Alessandro se corrió dentro de mí, en la cavidad rectal, dejando chorrear un poco de su semen en mis nalgas cuando hubo sacado su guerrero exhausto.
Intercambiamos teléfonos y quedamos en que, si él llegaba a un acuerdo con mi esposo, yo tendría que ser su amante cada vez que él viniera al país. Y si no llegara a pasar eso, igual, me avisaría para encontrarnos de vez en cuando, si así yo lo decidiera.
Entramos al ascensor y mientras bajábamos, todo el tiempo nos los pasamos besándonos y acariciándonos cual dos enamorados. Nos soltamos en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor y pasamos al salón como simplemente dos amigos riendo y conversando. Mi esposo que aún estaba con los amigos de Alessandro, nos vio y se levantó a nuestro encuentro. Antes de entrar yo había tomado una copa de champagne, y haciendo como que tropezaba, le regué la cremallera del pantalón de Alessandro pues no nos habíamos percatado que, como me hizo el amor con la ropa puesta, tenía mojada esa zona y se notaba a leguas que sin duda eran secreciones nuestras. A lo que Alessandro muy consciente del tema, se limpió con una servilleta para justificar esa humedad, mientras yo le pedía disculpas por la torpeza delante de mi marido.
Mi marido tomó del hombro a Alessandro y le pidió aclarar un punto de la conversación con sus amigos. Luego me pidió que me sentase un rato para ellos conversar, pero ni modo, no podía sentarme, pues mis nalgas y vulva estaban chorreando esperma y secreciones, me mojarían el vestido y ahí sí, hubiera sido yo la comidilla de todos los presentes, en especial de las mujeres. Felizmente un amigo de Alessandro me sacó a bailar y pude pasar el rato de apremio.
Luego vino Alessandro hasta mí, y me dijo― Mi amore, no dejo de mirarte, y peor te podré olvidar. Voy a ayudar a tú marido, ya está hablado. Con él serán las garantías económicas, que igual cubrirían el monto de nuestra inversión, pero con la salvedad, de que los intereses y los plazos de pagos son muy cómodos, con decirte que ni a nuestros coterráneos en Italia se los damos, porque quiero que sepas que lo hago por ti. Las deudas de tu marido con mi empresa, siempre y cuando las cumplan, no acarrearán ningún problema de tipo legal, porque todo quedaría cubierto con las garantías económicas. Ahora bien, le hago esa concesión porque ahora que ya te hice mi mujer, que tengo tus fotos preciosas cuando posaste para mí desnuda y provocativa, me basta para saber que no me fallarás en cumplir tu compromiso conmigo. Por ahora, tú eres libre, pero si tu marido acepta y firma los documentos, automáticamente tú serás mía por dos días y su noche cada vez que yo regrese a tu país, y venga con quien venga, harás lo que te ordene u ordenen. Bastará con una llamada a la hora que sea para que vengas corriendo a mis brazos, así estés con tu marido en tu segunda o tercera luna de miel, lo dejarás y vendrás a entregarte a mí. Ese trato será válido por tres ocasiones. Si después de eso quieres seguir conmigo o con mis amigos por voluntad propia, y ganar mucho dinero, no hay problema recuerda que te dije, que todo lo que toco lo hago dinero, y tú para mí, eres una gran fuente de dinero en caso de que así lo quisieras. Te puedo presentar muchos clientes amigos pero por ahora, me perteneces, y si llegaras a fallar en una de mis venidas por cualquier motivo, la deuda se duplicará, y los intereses serán muy altos para ti ―y me sonrió
Todo lo que escuchaba me parecía broma, y a la vez amenazas, pero sonaba muy erótico y excitante, pues habíamos pasado unos momentos íntimos muy arrebatadores, y había disfrutado tanto, que no vi ningún problema en que mi esposo firmara el contrato en su momento. Después de todo, la que iba a pagar la deuda sería yo, y no me preocupaba que me cobraran de esa manera.
Luego me dijo― ¡Ah!, y si por si acaso, tú te negaras a asistir a mis requerimientos, recuerda esas dos lindas fotos que te tomé, esa es la garantía que me acabas de dar sin necesidad de firmar ningún documento.
Entonces le pregunté― ¿Acaso es una broma amor?
― No mi cielo, tú me encantas, y yo sé que también te he gustado. Tómalo como un juego de negocios, a tu marido le doy dinero con intereses muy bajos, pero el restante de esos intereses los vas a pagar tú con tu cuerpo. De ahí la garantía tuya que son tus fotos, que me garantizarán que me vas a cumplir.
Me vio sin duda la cara de desilusión y preocupación por el tema de las fotos, que sonrió, y me dijo― Tranquila mi amore, esas fotos son solamente mías pero de verdad, sí quiero que cada que venga estés conmigo. Y si vengo con amigos, y si tú lo deseas, también te quiero compartir para que vean que eres una mujer increíble. Lo que he hecho y dicho hace un rato, es para que tomes precauciones, no siempre, cazadores de mujeres como yo, o cazadoras de hombres como tú, obramos con buenos sentimientos.
Esas palabras me dejaron tranquila y más enamorada de él, estaba tan idiotizada por aquel hombre, que le di un beso en la mejilla, y le dije― Así será mi amor, hasta que te hostigues de mí cuerpo. Pero ahora, devuélveme mi interior cachetero ―a lo que me dijo― ¡Jamás!, me lo llevo conmigo como un recuerdo tuyo, tú me lo enviaste sin que yo te lo pidiera, y de paso, me lo enviaste con tu mismo marido ¡Ah!, y recuerda que tú te llevas un recuerdo mío dentro de ti ―Se rio y nos volvimos a despedir con besos casi en la boca, pero que eran para las mejillas.
De regreso a casa, mi esposo me preguntó que cuánto había perdido en el casino, a lo que le respondí que casi hasta la virginidad de las niñas de mis ojos, pero que me gané millones de admiradores, refiriéndome a los espermatozoides de Alessandro― Claro, con ese vestido a cuántos no habrás dejado con la boca abierta
― ¿Y a ti, cómo te fue? ―me interesé sinceramente.
― Bien, muy bien; Alessandro me dijo que no habría problemas con las garantías, que alguien le había comentado que yo gozo de confianza porque tengo una buena garantía que me respalda. No sé qué me habrá querido decir, y quién le habrá dicho eso, pero en todo caso, parece que sí se van a dar las cosas, y que, gracias a ti, por tus atenciones para con él, se siente halagado y en compromiso de ayudarnos ¿No será que se ha enamorado de ti?
― ¿Qué, estás loco, por qué dices eso?
― Porque dijo que se quedó prendado de ti, que nunca las esposas de sus clientes lo habían hecho sentir tan bien en reuniones así de este tipo, que por lo general ponen una barrera y no dan mucha confianza ni brindan amistad. En cambio contigo, le demostraste el calor de un buen recibimiento, que te abriste de par en par y le enseñaste lo cálida que pueden ser las mujeres latinas, y eso le ha gustado mucho. Que cuando se finiquite esto en las reuniones venideras con sus representantes, te avisará para invitarnos a cenar ― ¡Ay! Si supiera mi marido, cuánto me le abrí a Alessandro, y cuán calientes son mi vagina y mi culo latino para él.
Llegamos a casa, y corrí al baño a sacarme el vestido para mandarlo a lavar porque estaba mojado en la parte del trasero.

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