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fantasma sexual

La noche en el bar de Almagro estaba viva, con ese caos de risas y vasos chocando. Yo estaba en la barra, con un fernet a medio tomar, cuando ella apareció. Entró como si fuera la dueña del lugar, con un vestido negro que se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. No era alta, pero sus curvas eran puro imán. Su pelo oscuro caía en ondas, y sus ojos, negros y filosos, me atraparon al instante. Me miró, y supe que no había vuelta atrás.
Me acerqué, con el corazón acelerado, y le tiré un “¿Qué tomás?”. Pidió un gin tonic, con una voz suave pero firme. Rozamos las manos al pasar el vaso, y sentí un calor que no explico. Hablamos pavadas, acercándonos por el ruido del bar. No me dijo su nombre, y yo no lo pedí. Había una electricidad entre nosotros, como si los dos supiéramos que esto iba a pasar.
—¿Vamos a otro lado? —solté, casi sin pensarlo.
Ella asintió, se levantó y salimos. El frío de Buenos Aires nos pegó, pero no importó. Caminamos a mi departamento, a unas cuadras, sin hablar. Cuando llegamos, abrí la puerta y la dejé pasar. El living estaba oscuro, solo la luz de la calle entrando. Ella no esperó: se acercó, me empujó contra la pared y me besó con una intensidad que me dejó sin aire. Sus labios eran suaves, pero había hambre en cada movimiento.
La llevé al sillón, casi a los tropiezos. Se sentó a horcajadas sobre mí, y el vestido se le subió, dejando a la vista sus muslos. Mis manos fueron a su cintura, pero ella me detuvo. “Mirame”, dijo, y se bajó al suelo, frente a mí. Se sacó el vestido por la cabeza, quedando en ropa interior negra. Su cuerpo era una locura: pechos firmes, cintura estrecha, y entre sus piernas, una humedad que se notaba a través de la tela. Se tocó por encima de la bombacha, mirándome fijo, mientras yo me desabrochaba el pantalón.
No nos tocamos, pero era como si estuviéramos conectados. Ella deslizó los dedos por debajo de la ropa interior, y pude ver cómo se acariciaba, sus pliegues brillantes, abiertos, mientras gemía bajito. Yo me agarré la verga, dura como nunca, y empecé a mover la mano, siguiendo el ritmo de sus caderas. Sus tetas se movían con cada jadeo, los pezones duros asomando por el borde del corpiño. Me miraba como si quisiera comerme, y yo no podía apartar los ojos de su concha, de cómo sus dedos entraban y salían, empapados.
El aire se puso espeso, cargado de nuestros gemidos. Ella aceleró, arqueando la espalda, y yo sentí el calor subiendo por mi cuerpo. “No pares”, me dijo, con la voz rota, y eso fue suficiente. Cuando acabó, con un grito ahogado y el cuerpo temblando, yo exploté de semen, con un gruñido, sintiendo cómo todo se me escapaba. Quedamos jadeando, mirándonos, con el corazón a mil.
Ella se levantó, se puso el vestido como si nada. Yo estaba destruido, tirado en el sillón. “Chau”, dijo, con una sonrisa que no entendí. Cerré los ojos un segundo, y cuando los abrí, no estaba. El departamento estaba en silencio, la puerta cerrada. Revisé todo, pero no había nada. Ni un rastro de ella. Como si hubiera sido un sueño, pero el olor a su perfume todavía flotaba en el aire.

1 comentarios - fantasma sexual

nukissy2337
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