Mañanero con el vecino...

En esta Semana Santa, con mi marido decidimos tomarnos unas mini vacaciones. Queríamos que los chicos disfruten del aire libre, de la naturaleza, así que alquilamos una casa en el campo, para pasar un tiempo en familia.
Fueron unos días apacibles, relajados, con sexo, sí, pero del tranquilo, el conyugal, nada de lo que suelo hacer cuando estoy de trampa. Y no porque no quiera, simplemente porque no se da.
La cuestión es que al volver, el lunes por la tarde, cuando no hacía ni dos horas que habíamos llegado, recibo un mensaje de mi vecino, el papá de los gemelos.
"¡Volviste vecina!"
"Mirá que sos rápido, eh, creí que nadie nos había visto llegar", le respondí, refugiándome en el baño para contestarle.
"Para que veas lo ansioso que estoy por verte"
"¿Solo verme?"
”Y cogerte"
"Y yo que pensaba que querías saber cómo me fue estos días...😔"
"Eso me lo podés contar después de un polvo...😈 ¿Te va un mañanero?"
”Obvio... Ya no aguanto más las ganas"
"Jajaja... ¿Ganas de qué?"
"De que me cojas bien cogida..."
”Uffffff... De solo leerte se me llenan los huevos"
"No vayas a tocarte, que la quiero toda para mí 🤤..."
"La tengo envasada a tu nombre, vecina... 💦"
En la mañana, mi marido sale temprano a trabajar, ya que quiere retomar sus actividades cuanto antes. De camino a la oficina, deja a Romi en la casa de la Abu, mientras yo me quedo esperando en la vereda con el Ro a que llegue la movilidad del Colegio.
Mientras esperamos, sale mi vecino, quién ya se despidió de su esposa y de los gemelos, a esperar su taxi.
Nos saludamos cortésmente.
-Buenos días vecina...-
-Buenos días vecino...-
A los pocos minutos llega el micro escolar, lo embarco a mi hijo, y me quedo despidiéndolo con la mano hasta que se pierde en la distancia.
-Que tenga un buen día, vecino...- me despido de Fabián.
-Usted también, vecina...- me corresponde.
-Día no sé, pero que voy a tener una mañana espléndida, seguro...- le digo, guiñándole un ojo.
Entro al edificio, pero me quedo en la entrada, sosteniendo la puerta. Se asegura que no haya nadie a la vista y viene conmigo.
Entramos al departamento, yo por delante, por lo que al cerrar la puerta, me toma por atrás, agarrándome una teta con cada mano, provocando que se me pongan duros los pezones de solo sentir la presión de sus dedos.
-¿Acaso no llegó su taxi, vecino?- le pregunto sugerente, sintiendo como empieza a frotarme contra la cola aquello que parece aumentar de tamaño con cada contacto.
Antes de que me responda, me doy la vuelta, y colgándome de su cuello, le como la boca...
-¡Muero por sentirte adentro...!- le digo, la voz ronca de calentura.
Pongo la cadena en la puerta, por las dudas, nunca se sabe, y agarrándole la mano, lo llevo al dormitorio. Cerramos también con llave, y mirándonos con deseo, con pasión, con lujuria, nos sacamos toda la ropa. 
Desnudos, volvemos a besarnos, yo agarrándole la poronga, él metiéndome los dedos en la concha, pajeándonos mutuamente mientras nuestras lenguas siguen enredándose, mezclando saliva y aliento.
Sin soltarle la pija, me pongo de rodillas en el suelo y metiéndomela en la boca, se la chupo con entusiasmo y avidez, con todas esas ganas que ya me venía aguantando desde la noche anterior.
-¡Que bien tira la goma, vecina...!- me elogia entre suspiros.
-Una pija como la suya, vecino, se merece lo mejor...- le replico, sacándomela de la boca, para comerle ahora los huevos.
Se tira entonces de espalda en la cama, y me la entrega en todo su esplendor, dura, hinchada, rebosante...
Me le echo encima, en cuatro, con el culo bien levantado, para que me lo vea por el espejo.
Se la escupo varias veces, y ahí, entre las sábanas que aún huelen a mi marido, le como la pija al vecino.
Le hago el servicio completo, garganta profunda incluida, ahogándome gustosamente con todo su fierrazo.
-¡No aguanto más...!- estalla entonces, y agarrándome casi con violencia, me voltea sobre la espalda, me abre de piernas y me la manda a guardar hasta la cérvix, de un solo y brutal empujón.
En medio de un grito, arqueo la espalda, para darle toda la cabida posible, sintiendo como enseguida empieza a molerme a pijazos, con penetraciones rápidas y fortísimas, acabándome adentro en forma caudalosa y efusiva.
-Era cierto, vecino, que tenía varios sachets guardados...- le digo mientras se sigue vaciando en mi interior, en alusión a lo que me había dicho esa noche, que la tenía envasada a mí nombre.
Cuando me saca la pija, la leche sale de mi concha, como un manantial manando de la tierra. Me pongo la mano tratando de contener el efluvio, pero es demasiado. Igualmente, pese a la descarga, sigue bien duro y enhiesto, derrochando virilidad.
Me la vuelve a meter, cogiéndome ahora con un ritmo más tranquilo y pausado, chapoteando por entre la leche que parece acumularse ahí, en dónde se intensifica la fricción.
Nos abrazamos, nos besamos, disfrutando cada uno a su manera el vendaval de sensaciones que nos transmite la garchada.
-¡¡¡Siiiiiiiiii... Cogeme... Aaaaahhhhhhh... Bien adentro... Siiiiiiiiii... Dale... Así... Matame a pijazos...!!!- le pido desesperada, jadeando cada vez con mayor intensidad.
No existe el amor entre nosotros, no nos amamos, pero el sexo es tan pleno, tan intenso, que nos sentimos ligados el uno al otro en una forma que trasciende lo puramente sentimental.
Primero me coge él, echado encima, luego nos volteamos y entonces soy yo la que me lo garcho con una montada que ni la jinete mas experta podría realizar, se pone arriba de nuevo y me sigue dando, sin claudicar, bombeándome a full, para luego retomar otra vez mi papel de amazona infernal, clavándomela hasta lo más profundo de mi intimidad, de dónde jamás quisiera que me la saque.
Nos cogemos con unas ganas tremendas, como si más que oxígeno nuestros cuerpos necesitaran de un orgasmo para seguir funcionando.
Cuando de nuevo está encima mío, me aferro a su cuerpo con brazos y piernas, disfrutando como se hunde en mi interior, pura potencia animal, feroz, desbordante.
Nos besamos, nos chupeteamos, moviéndonos el uno en pos del otro, agitados, acelerados, hasta que... PUM PUM PUM... otra descarga, tan efusiva y violenta como la primera.
Ésta vez yo también acabo, prendiéndome fuego por dentro, mezclando mi propia esencia con la suya.
Nos quedamos un momento ahí echados, él encima mío, pulsando todavía en mi interior.
Cuando se hace a un lado, aún agitado, me levanto y corro al baño, tratando de contener la riada que pugna por desbordarse.
Me meto a la ducha, abro la canilla, y al relajar toda esa zona, el semen de mi vecino comienza a derramarse por entre mis piernas.
Mientras me ducho, Fabián entra a echarse una larga meada, tras lo cual se la sacude, y con la verga oscilando pesadamente entre las piernas, se mete a la bañera conmigo. 
Luego del baño, nos vestimos, nos despedimos...
"Muchas gracias, vecino..."
"Gracias a usted, vecina..."
Y así, cada cuál sale a seguir con su rutina diaria, obviamente mucho más motivados y enfocados tras semejante mañanero...