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Capítulo 37: La tarde que Diego me dio con todo

Capítulo 37: La tarde que Diego me dio con todo
Estaba en una montaña rusa sin frenos, o mejor dicho, mis ganas de coger venían así, sin parar, sin control. Nico había cometido su peor error: hacerme enojar. Seguía escribiendo, hasta se disculpó de cierta forma por lo que había pasado, pero insistía en que yo lo había dejado tirado al no ir con él. ¿Qué pretendía? Mejor hubiera sido que no se fuera con mami y papi de vacaciones y se quedara en casa conmigo. Seguro hubiéramos pasado todo el día cogiendo, pero no, no lo hizo. Y yo sí quería seguir cogiendo. Lo de Matías había estado muy bien, demasiado bien, pero no era suficiente. Dieguito se lo había perdido ese día en el gimnasio porque yo había ido buscándolo, ya le había probado la pija en un pete en el auto ese dia de lluvia, pero ahora quería que me cogiera, que me mandara a guardar esos 20 cm que estimaba tenía.
Así que dije, cuando volví al gimnasio al día siguiente, si lo encuentro le doy una nueva oportunidad. Y esta vez sí estaba. No lo dejé llegar a sus indirectas pelotudas de siempre, me acerqué yo, directo al grano. “Diego, estoy con muchas ganas de pija”, le dije casi susurrando al oído mientras él hacía pesas, y su cara fue para enmarcar, casi se le cae la barra del shock. Creo que estuvo a punto de dejar de hacer ejercicio y salir ya para la casa. “A la tarde, pasame a buscar si querés, ya sabés dónde es”, le tiré, y él me miró, medio dudando. “No juegues conmigo, Emma”, dijo, con una sonrisa nerviosa. “No juego”, respondí, mirándolo fijo. “Mi novio está de vacaciones y me siento solita.” Él asintió, todavía procesando. “Ok, a las 19 paso, ¿te parece? Espero que no sea una joda.” “Dale”, le dije, y me fui a seguir con lo mío, pero desde ese momento ya se me humedecía la conchita pensando en la tarde.
Volví a casa, y entre una pavada y otra, se me pasó el tiempo volando. Cuando vi que ya era casi la hora, me duche y me puse un vestidito blanco cortito, con unos championes negros creo eran. Debajo, me puse una tanguita blanca de algodón, chiquita, sin encaje, una que casualmente le encantaba a Nico me marcaba los labios de la conchita y se me metia bien en la colita. A las 19 en punto, Diego estaba afuera. Salí rápido, diciendo a mis padres que iba a la casa de una amiga. No sé si vieron el auto o no, la verdad no me importó. Me subí, lo saludé con un “hola” seco, y cuando quiso darme un beso, lo miré seria. “En serio, no seas boludo”, le dije, y entendió todo al toque. Arrancó el auto, y mientras íbamos a su casa, hablamos de pavadas, del gim, de un partido que había visto, cosas que ni me importaban, porque mi cabeza estaba en lo que venía.
Cuando llegamos a su casa, entré sin fijarme mucho en cómo era, no me interesaba. Lo miré y le dije, directo: “Tocame.” Diego no perdió tiempo, se acercó rápido, me levantó el vestido por adelante con una mano y con la otra empezó a tocarme la conchita por encima de la tanguita. Yo lo miraba, gimiendo bajito, sintiendo cómo sus dedos se deslizaban sobre la tanga, que ya estaba mojada. Le desabroché el jean que tenía puesto y se lo bajé de un tirón, liberando esa pija que tantas ganas le tenía, gruesa, venosa, de unos 20 cm como la recordaba, la mejor que habia degustado. “Sentate”, le dije, señalando el sillón, y él me miró sin entender, pero obedeció.
Me paré frente a él, a un metro o dos, y empecé a tocarme. Me levanté el vestido con una mano, dejando que viera la tanguita blanca pegada a mi conchita, y con la otra me metí los dedos por debajo, rozándome el clítoris, gimiendo bajito mientras lo miraba. Diego se quedó duro, literal, y automáticamente empezó a manosearse la pija, pajeándose despacio mientras me veía. Sentía que ya era agua entre las piernas, la conchita chorreando tanto que la tanguita estaba empapada. Estuvimos así un par de minutos, mirándonos, tocándonos cada uno por su lado, hasta que no aguanté más y me acerqué, ponete un forro, lo saco de no se donde pero ya lo tenia preparado.
Me di vuelta, de espaldas a él, y me senté encima, guiando su pija con la mano para metérmela despacio. Gemí fuerte mientras me abría, sintiendo cómo me llenaba entera, la conchita apretándola mientras empezaba a subir y bajar. Apoyé las manos en sus rodillas y empecé a moverme con ritmo. Diego me agarró el culo con las dos manos, apretándome, dándome palmadas suaves que resonaban y me hacían gemir más. “pfff Emma, qué lindo cogerte”, dijo, y yo aceleré, subiendo y bajando más rápido, la pija entrando y saliendo con un chapoteo que se mezclaba con mis gemidos. Sentía cómo me rozaba justo donde me hacía temblar, el clítoris palpitándome mientras mi conchita chorreaba.
Quise cambiar, me levanté, girándome para mirarlo de frente, y me subí otra vez, enterrándome su pija hasta el fondo. Grité bajito, apoyando las manos en su pecho, mirandolo con cara de putita mientras rebotaba, las tetas saltando debajo del vestido, los pezones duros marcándose contra la tela. “Dame más, Diego, haceme acabar”, gemí, y él me agarró de las caderas, empujándome hacia abajo con cada movimiento, haciendo que la pija me llenara hasta el fondo. Me incliné para besarlo, mordiéndole el labio, mientras aceleraba el ritmo, sintiendo cómo el placer me subía como un tsunami, la conchita apretándolo más y más hasta que exploté en un orgasmo que me hizo temblar entera, gritando mientras acababa
No me dio tiempo a recuperarme, me levantó y me puso en cuatro, con las rodillas en el sillón y el culo en pompa. “Te voy a recoger hija de puta”, dijo, y me metió la pija de una, embistiéndome fuerte, pijazo tras pijazo, el chapoteo de mi conchita resonando mientras me agarraba el culo, dándome palmadas que me dejaban la piel ardiendo. Grité, empujando contra él, sintiendo cómo me abría con cada embestida, el vestido subido hasta la cintura, las tetas colgando y rozando el sillón. “Más, Diego, no pares”, gemí, y él aceleró, sus manos marcándome el culo con más palmadas, hasta que otro orgasmo me mato haciendo que mi conchita chorreara.
Quise manejar yo otra vez, me senté en el sillón, abriendo las piernas, el vestido arrugado en la cintura, la tanguita corrida a un lado. “Vení, llename de leche”, le dije, mirándolo mientras me tocaba la conchita, los dedos resbalando por lo empapada que estaba. Diego se paró frente a mí, pajeándose rápido, y yo abrí la boca, me saque el vestido, dejando las tetas a su vista mientras me las tocaba, los pezones duros y brillando por el sudor. “queres leche putita”, toma me dijo, y soltó una acabada abundante, chorros de leche caliente y espesa salpicándome la cara, corriendo por mis mejillas, mi barbilla, goteando en mis tetas, llenándome la boca. Gemí, lamiendo la leche de mis labios, chupándome los dedos mientras lo miraba, mi conchita todavía temblando. Diego respiraba agitado mientras me miraba, eso es bueno para la piel me dijo riendo.

2 comentarios - Capítulo 37: La tarde que Diego me dio con todo

nukissy3159
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bale06 +1
yo quiero anotarme a ese gimnasio