Capítulo 17: La duda entre caminos
Le respondí a “él”. ¿Por qué? Porque, a pesar de haberle hecho tremendo pete en esa chacra, no me había dicho su nombre, o yo simplemente no había prestado atención. Hasta ese momento, para mí era “papi” o “papito”, jaja, y me pareció gracioso darme cuenta de eso recién ahora, con la cabeza todavía zumbando de la resaca. En fin, fui hasta su mensaje, ese “Me volvió loco esa boquita” que me había llegado en la madrugada, y le puse: “Hola, buen día, ¿seguís vivo después de ayer?”. No tuve que esperar mucho, me respondió al toque, seguro estaría igual que yo, desecho con resaca, tirado en una cama en algún lado.“Por poco, bebota, ¿y vos? Esa boca tuya me dejó en otro planeta”, me contestó, con un emoji de guiño que me sacó una sonrisa. Me reí pensando “Obvio, te volé la cabeza con ese pete”, y ya se me hacía agua la boca de recordarlo: su pija dura en mi lengua, la leche caliente llenándome la boca, esa sensación de poder que me había calentado tanto. “¿Y vos quién sos? ¿O me vas a dejar adivinando?”, le tiré, porque ya me picaba la curiosidad. Mientras esperaba, miré el mensaje de Nico, “Hola, linda, ¿cómo te fue en la boda?”, y le respondí rápido: “Hola, amor, me fue genial, ¿y vos en qué andás?”. Lo dejé ahí, tranqui, como si nada, aunque por dentro me quemaba la ironía.El chico de la fiesta no tardó, “Soy Matías, bebota, y vos sos Emma, ¿no? Todavía estoy viendo estrellitas por lo de anoche”. Me reí, sintiendo un cosquilleo que me subía por la panza. “Me alegra, Matías, no todos resisten el viaje”, le puse, y él me devolvió, “¿Resistir? Me dejaste sin combustible, me gustó cómo manejaste el asunto”. La charla empezó a tomar onda, y yo, con la resaca encima, me dejé llevar. “Es que sé acelerar cuando hace falta, ¿vos también?”, le tiré, jugando un poco, y él contestó, “Cuando el camino vale la pena, sí, y anoche me llevaste por una ruta zarpada”.“¿Y qué parte te gustó más del paseo?”, le puse, mordiéndome el labio mientras escribía, y él me tiró, “El tramo donde te tuve en la lengua, eso no se pasa fácil”. Ya se me hacía agua la boca otra vez, y el recuerdo de su lengua entre mis piernas me pegó fuerte. “Uff, vos también dejaste el motor en marcha con eso”, le respondí, y él siguió, “Me gusta calentar motores, y el tuyo estaba a punto, me dieron ganas de seguir acelerando”. La cosa iba subiendo, y yo, tirada en la cama con las frazadas a medio caer, sentía cómo el cuerpo se me iba prendiendo.“¿Y si te doy otra vuelta?”, le tiré, y él me contestó, “Cuando quieras, me encantó el recorrido, tengo ganas de ver hasta dónde llegamos sin frenar”. Me reí por dentro, pensando “¿Estoy siendo una hija de puta con Nico?”. No lo sabía. Me había vengado por lo que él me hizo, pero ahora esto era otra cosa, ¿una revancha? ¿O solo calentura pura? El mensaje de Nico seguía ahí, sin abrir otra vez, y yo estaba metida en esta charla que me hacía agua la boca.No contesté más por ese rato, dejé el celular en la mesita y me tapé con las frazadas, con la resaca zumbándome y la calentura latiendo bajito. Matías y su “me dejaste sin combustible” contra Nico y su “hola, linda”. ¿Qué iba a hacer con ellos? Todavía no lo tenía claro.
Le respondí a “él”. ¿Por qué? Porque, a pesar de haberle hecho tremendo pete en esa chacra, no me había dicho su nombre, o yo simplemente no había prestado atención. Hasta ese momento, para mí era “papi” o “papito”, jaja, y me pareció gracioso darme cuenta de eso recién ahora, con la cabeza todavía zumbando de la resaca. En fin, fui hasta su mensaje, ese “Me volvió loco esa boquita” que me había llegado en la madrugada, y le puse: “Hola, buen día, ¿seguís vivo después de ayer?”. No tuve que esperar mucho, me respondió al toque, seguro estaría igual que yo, desecho con resaca, tirado en una cama en algún lado.“Por poco, bebota, ¿y vos? Esa boca tuya me dejó en otro planeta”, me contestó, con un emoji de guiño que me sacó una sonrisa. Me reí pensando “Obvio, te volé la cabeza con ese pete”, y ya se me hacía agua la boca de recordarlo: su pija dura en mi lengua, la leche caliente llenándome la boca, esa sensación de poder que me había calentado tanto. “¿Y vos quién sos? ¿O me vas a dejar adivinando?”, le tiré, porque ya me picaba la curiosidad. Mientras esperaba, miré el mensaje de Nico, “Hola, linda, ¿cómo te fue en la boda?”, y le respondí rápido: “Hola, amor, me fue genial, ¿y vos en qué andás?”. Lo dejé ahí, tranqui, como si nada, aunque por dentro me quemaba la ironía.El chico de la fiesta no tardó, “Soy Matías, bebota, y vos sos Emma, ¿no? Todavía estoy viendo estrellitas por lo de anoche”. Me reí, sintiendo un cosquilleo que me subía por la panza. “Me alegra, Matías, no todos resisten el viaje”, le puse, y él me devolvió, “¿Resistir? Me dejaste sin combustible, me gustó cómo manejaste el asunto”. La charla empezó a tomar onda, y yo, con la resaca encima, me dejé llevar. “Es que sé acelerar cuando hace falta, ¿vos también?”, le tiré, jugando un poco, y él contestó, “Cuando el camino vale la pena, sí, y anoche me llevaste por una ruta zarpada”.“¿Y qué parte te gustó más del paseo?”, le puse, mordiéndome el labio mientras escribía, y él me tiró, “El tramo donde te tuve en la lengua, eso no se pasa fácil”. Ya se me hacía agua la boca otra vez, y el recuerdo de su lengua entre mis piernas me pegó fuerte. “Uff, vos también dejaste el motor en marcha con eso”, le respondí, y él siguió, “Me gusta calentar motores, y el tuyo estaba a punto, me dieron ganas de seguir acelerando”. La cosa iba subiendo, y yo, tirada en la cama con las frazadas a medio caer, sentía cómo el cuerpo se me iba prendiendo.“¿Y si te doy otra vuelta?”, le tiré, y él me contestó, “Cuando quieras, me encantó el recorrido, tengo ganas de ver hasta dónde llegamos sin frenar”. Me reí por dentro, pensando “¿Estoy siendo una hija de puta con Nico?”. No lo sabía. Me había vengado por lo que él me hizo, pero ahora esto era otra cosa, ¿una revancha? ¿O solo calentura pura? El mensaje de Nico seguía ahí, sin abrir otra vez, y yo estaba metida en esta charla que me hacía agua la boca.No contesté más por ese rato, dejé el celular en la mesita y me tapé con las frazadas, con la resaca zumbándome y la calentura latiendo bajito. Matías y su “me dejaste sin combustible” contra Nico y su “hola, linda”. ¿Qué iba a hacer con ellos? Todavía no lo tenía claro.
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