
A Yolanda le satisfizo mucho, no tenía forma de neutralizar la influencia de Belén en su marido Vicente, ni de castigarla por su insolencia y los ataques a su dignidad, por lo que poder juguetear con aquel mocoso de dieciocho años, pijo bravucón, que iba de malote, ponerlo ansioso y robarle la atención de su novia adolescente, convirtiéndose en el eje del deseo sexual del chaval, le encantaba, le entusiasmaba, era una forma de castigar a aquella niñata.
Pero tenía que ser prudente, el chaval sabía mirarla de forma disimulada, pero ella también tenía que exhibirse ante él sin que se notase.
Para empezar, la semana que la niñata estaba en su casa, se maquillaba de forma perfectamente sexy y elegante, se vestía con los trajes chaquetas más sexys que tenía, siempre con medias de seda y ligeros, tacones perfectos, que elevaban su altura y su cuerpazo de mujer de bandera. Minifaldas y faldas de tubo con raja en el medio ajustadísimas resaltando su perfecto y turgente culo y dibujando sus caderas, americanas y chaquetitas cortitas, primando las camisas de tirantes ajustadas tanto de seda, como de encaje, cuando no chaquetitas cruzadas tipo blazer que se cerraban por arriba dejando un triángulo por donde ver la parte alta del canalillo, sin nada más debajo, que sus exuberantes wonderbras de talla de copa E, se ponía aquellos, que los fabricantes hacían más ajustados, que realzaban sus mamazas como si fueran a explotar dentro de su ropa y marcaban la redondez de sus tetazas.
En la oficina intentaba disimular mostrándose comedida y no mostrando demasiado, tan simpática como siempre, pero sin otorgar confianzas.
Pero al llegar a casa, si detectaba la presencia de los chicos se desabrochaba la americana o chaquetilla, si eran del tipo blazers se abría un par de botones de manera, que se le veía tres cuartas partes del canalillo y toda la redondez de sus globazos turgentes y erectos. Y se movía por la casa haciendo sonar sus tacones, como una señal de aviso de su presencia, después disimuladamente se dejaba caer por donde estaban ellos.
Si se tropezaba casualmente con Sergio, le esbozaba su mejor y más arrebatadora sonrisa, la que derretía a todos los hombres, aquella belleza morena, con ojos oscuros y brillantes, aquel pelo sedoso negro como la noche, aquellos dientes, aquellos labios, aquellos pómulos, una diosa que te sonreía diciéndote, devórame. El chico se quedaba loco.
Si iban juntos saludaba neutramente a la niñata malcriada, y diciendo su nombre lanzaba una sonrisa pícara y lasciva a Sergio, en el justo momento en que la niñata apartaba la vista con desagrado, el chico tragaba saliva, pero solo hacía que buscar la ocasión de encontrarse con Yolanda.
Ella de forma muy disimulaba los merodeaba, vestida de ejecutiva sexy, estaba un rato en una parte de la casa, y luego se aproximaba dónde estaban los chicos, si estaban sentados, se sentaba cerca, ojeando una revista o mirando su móvil como si estuviese en otra cosa, y como cruzaba las piernas, largas y vestidas con medias de seda, acabadas en preciosos tacones de aguja, mostrándole al chico sus firmes muslos, así como la goma de las medias y el principio del ligero.
O de forma muy calculada movía los brazos y los hombros de forma insistente pero disimulada, realzando el ajuste de sus tetazas de talla de copa E, que dibujan curvas lascivas en el aire, y que el muchacho devoraba hambriento de más, fijando sus ojos en ellas y explorando sus escotes.
O cuando llevaba las chaquetitas blazers cruzadas con solo ropa interior, y se las desabrochaba dos botones, sin dejar de sonreír preciosamente y recogiéndose la preciosa melena de forma femenina y sensual, dejaba caer cosas a propósito y a la vista de la parejita, para arrodillarse después como si ellos no estuvieran, mostrando con este gesto por instantes sus redondas y turgentes mamazas contenidas en sus maravillosos wonderbras.
A Sergio cada vez le costaba más disimular, sobre todo cuando se quedaba congelado como un bobo con la boca abierta y la mirada fija en ella, cuando la excitación llegaba a esos límites, Yoli, solía desaparecer por un rato.
Después aparecía enfundada en sus vestidos casual de una pieza, casi siempre de tirantes o con los hombros libres, ajustados en la parte de arriba realzando sus apetitosos melones, y cortos por la falda, se acomodaba cerca de ellos en sofás, sillones, pufs, recogiendo las piernas de forma tan sexy como podía, moviéndose de forma que el chico pudiera verle por momentos hasta el color de los tangas o las bragas brasileñas que usaba, sin dejar de recogerse el pelo, o acomodárselo con pinzas, o coletas muy femeninas.
Y los días de peor tiempo, los leggings más ajustados que tenía, negros, rojos y azules, con camisetas de punto o ajustadas de lycra, moviéndose de un lado hacia otro alrededor de los chicos, como quien no quiere la cosa, siempre con zapatillas de deporte de medio tacón, midiendo los momentos pero mostrándole al chico sus magníficas nalgas, moviéndose sensualmente, sin exagerar, pero una nalga arriba, una nalga abajo, una nalga abajo, una nalga arriba, su vientre plano, natural y relajado con el piercing marcado y sus tetas embutidas como si fueran a explotar.
Cuando veía que el chico ya no podía disimular y solo tenía ojos para ella, desaparecía de la escena, dejando al chico como una moto. Mordiéndose el labio y sonriendo de placer, como le encantaba calentar al novio de su detestable hijastra.
Y como estallaba esa euforia dentro de ella, cuando el chico en algunas ocasiones con excusas muy peregrinas, dejaba a su novia para atender una urgencia en el baño. Yolanda traviesa se acercaba sigilosa a la puerta del baño que había ocupado el chico, para regocijarse con una enorme sonrisa de satisfacción, cuando al poner la oreja en la puerta lo oía jadear, masturbándose pensando en ella.
A las pocas semanas, no tenía que molestarse en mostrarse mucho, el chico la buscaba por la casa, disimulando esa búsqueda, y ella seguía calentándolo.
Al observar que muchos días Yolanda hacia ejercicios con la elíptica o yoga o pilates, en el cuarto gimnasio que había habilitado junto a la piscina. Sergio acabo por convencer a Belén con aprovechar aquel espacio para hacer algo de ejercicio a la vaga niñata.
El único objetivo del chico era ver a Yolanda, examinar ansioso su perfecto y esférico culo ajustado en los short y mallas deportivas que gastaba para hacer ejercicio, devorar con los ojos sus esculturales y largas piernas de porcelana bronceada, analizar el movimiento de sus firmes caderas, aguardar el momento y el movimiento preciso para observar más de sus redondas y turgentes mamazas, agitándose en el aire como dos esféricas y perfectas montañas de firme gelatina y sobretodo grabar en su retina aquellos pezones enormes, que se marcaban erectos en los tops elásticos deportivos de tirantes que usaba Yolanda, pues no los ocultaba cuando hacia deporte, la cual al empezar a ver aparecer a los chicos y sabiendo el motivo, se refrescaba los extra grandes pezones con hielo, para que erectos como dos puntas de lanza, provocasen lujuria salvaje en el joven novio de su repugnante hijastra.
El chico no albergaba ninguna esperanza de ser objeto de una seducción, Yolanda era una experta calienta pollas, sin que se le notase absolutamente nada, y como sus miradas lujuriosas y sus sonrisas picaras y preciosas no pasaban del saludo inicial, consideraba todo lo que estaba pasando una casualidad que le permitía observar de cerca una diosa morena, mediterránea con un cuerpo de pornostar y una cara preciosa.
Y esa ansiedad y deseo salvaje de llamar la atención de tan tremenda hembra, le llevo a mantener conversaciones con Yolanda, algo que podía explotarles a los dos en las manos, sobre todo con la niñata malcriada, por allí.
Pero el chico sabía escoger los momentos en los que Belén estaba ocupada, mientras estaba en el baño, mientras se cambiaba, si le decía a una hora llegaba un poco antes para tener que esperar que ella acabase lo que estuviese haciendo y aprovechar para conversar con Yolanda, intentando flirtear con ella como un pobre novato, ridículo.
- Hola Yolanda, ¿Qué tal?
Preguntaba Sergio, esbozando media sonrisa chulesca de pobre novato.
- Jajaja…muy bien Sergio.
Respondía Yolanda riendo dulce y femeninamente, mirándolo fijamente con sus brillantes ojos negros, echándose atrás su preciosa melena morena con sus finos y delicados dedos, irradiando su irresistible simpatía.
- No hace falta que lo digas, ya lo sé.
Contestaba el chico, esbozando una torpe sonrisa retraída de inexperimentado jovenzuelo.
- Ja, ja, ja,…Muchas gracias Sergio…pero yo soy una mujer…digamos que mayor para ti…seguro que estas todo el día rodeado de jóvenes bellezas, como Belén, ¿Verdad? No hace falta que te burles de una mujer que ya no es una jovencita.
Le vacilaba Yolanda sin dejar de sonreír picaronamente, con su bello rostro, cruzándose las piernas, acariciándose los muslos como si cualquier cosa, o moviéndose grácil pero disimuladamente, mientras exhibía ante el chico sus majestuosas caderas, su firme y respingón culo perfecto o sus enormes globazos a través del escote.
El chico tragaba saliva, con los ojos dándole vueltas, sin saber donde posarse, casi mudo incapaz de responder a aquella superhembra, aquella diosa morena con cuerpo de playmate.
- No pasa nada Sergio, de verdad es muy zalamero y muy amable por tu parte, pero seguro que, entre las jóvenes chicas de tu edad, hay bellezas mucho mejores que yo, vamos seguro, ¿verdad?
Volvía a interrogar sonriendo cordial y conciliadoramente Yolanda, adoptando una cálida postura, con la que conseguía dar seguridad siempre a los hombres a los que tenía embobados.
- Pues, pues, pues…la verdad, es que yo nunca he visto una mujer más guapa que tú, Yolanda. Eres más alta que la media de las mujeres, especialmente las morenas, sabías.
Cambiaba de tema dubitativo el fiasco de Don Juan.
- ¿Si, eso crees? ¿Cuánto crees que mido, venga dime algo?
Decía Yolanda poniéndose de pie en toda su longitud y estirándose, sin dejar de mostrar su sonrisa al chico, en actitud amistosa de niña traviesa, relajando el ambiente y generando un ambiente de juego.
- Pues, pues no sé. ¿Uno sesenta y ocho, uno sesenta y nueve?
Contestaba el chico más relajado, contagiándose del ambiente lúdico y amistoso que transmitía Yolanda.
- Meeeccc…casi, casi, uno setenta y uno, pero gracias por jugar caballero. Ja, ja,ja.
Decía graciosa, risueña y simpática Yolanda, tocando al chico con complicidad, enfundada en sus sexys vestidos de ejecutiva, en sus vestidos casual de estar por casa, en sus mallas y tops ajustados, frotándose con el chico casualmente como si fueran amigos de toda la vida, como si cualquier cosa. Ante lo que Sergio quedaba petrificado, y Yolanda se excusaba con su preciosa y amistosa sonrisa y se marchaba a ocuparse de alguna tarea que le esperaba, dejando al chico caliente como un volcán.
Se daban en muchas ocasiones estos jueguecitos zalameros y torpes por parte de Sergio y llevados de esta manera magistral por Yolanda, su actitud amistosa y cercana, sus tocamientos y sonrisas, volvían loco al chico, que creía que había atraído en algo a aquella preciosa y maravillosa hembra, aunque luego desechaba la idea.
En otras ocasiones las conversaciones giraban en torno a cosas más rutinarias, pero Yolanda no dejaba de darle confianza y de mostrarse amistosa, risueña y simpática con el muchacho, alimentando sus fantasías, y distrayéndolo en su relación con su hijastra.
- ¿Ah, entonces estudias derecho, Sergio?
Preguntaba Yolanda, con las piernas dobladas encima del sofá y el tronco erguido en una postura muy sexy y femenina, enseñando la mitad de los muslos, inclinándose levemente como quien no quiere la cosa, para mostrar por el escote redondo de su vestido de tirantes, la esfericidad turgente y grandiosa de sus tetazas turgentes en forma de inmensa gota de lluvia que se desborda por los lados. Preguntando como si estuviera sinceramente interesada, consiguiendo que el pobre estúpido del chico, se hinchara como un pavo y muy seguro de sí mismo, conversara con ella.
- Si, si, si estudio derecho, pero no apruebo muchas, je, je, je, me va demasiado la fiesta…tú ya me entiendes. Tengo entendido que tú también has estudiado ¿No?
Respondía Sergio, esperando la respuesta a la vez que ponía los ojos locos, recorriendo las curvas del cuerpazo macizo y suave de Yolanda, al tiempo que sin dejar de mirarla, abría la boca como un estúpido.
- Si, estudie ADE.
Respondía Yolanda, sin dejar de sonreír cordial y amistosamente y en ocasiones alargando, alguno de sus brazos, para tocar con sus perfectos y delicados dedos el brazo o los hombros del chico, haciendo como que no se percataba de como el chico la devoraba con los ojos.
- Y, y,y, y…el, el, el padre de Belén.
Se trababa con la lengua mientras tragaba saliva y abría mucho la boca, al tiempo que Yolanda no paraba de moverse con disimulo, mostrándole más de sus voluptuosas curvas, y acercaba su deseado cuerpo, al niñato bravucón y torpe.
- Vicente, compro un título en una universidad privada, así que no sé si decir, que estudio o no…decídelo tú…jajaja
Contestaba Yolanda, bromista y desvergonzadamente entre risas cómplices, que encandilaban e hipnotizaban, a aquel Casanova de pacotilla.
Se oía la voz de Belén o unos pasos, y Yolanda se separaba del chico, que estaba duro y embobado y se iba de la habitación sin dejar de sonreír a Sergio, excusando que tenía que ir a hacer algo.
Yolanda sabía que jugaba con fuego, y notaba que el chico cada vez le costaba disimular más, se ponía con Belén a hacer ejercicios en la sala gimnasio y siempre encontraba la forma de ver como las perfectas y redondas nalgas de Yolanda subían y bajaban, bajaban y subían, mientras hacía elíptica, y cuando Belén no miraba, Yolanda le lanzaba su más sinuosa y atractiva sonrisa, aumentando el ritmo de la elíptica moviendo los hombros, para que además de sus nalgas, sus tetas se balancearan visiblemente arriba y abajo, abajo y arriba.
Si Belén los pillase en alguna de aquellas ocasiones, sin pasar nada se podría montar la de San Quintín, sobre todo con el carácter malcriado de aquella niñata.
Pero la actitud de Belén, no disminuía, en público o en privado, desplantaba a Yolanda, la denigraba, sin control o recriminación alguna paterna, Vicente besaba por donde pisaba su niña.
Todo esto hacía que el deseo, de volver loco al novio cretino, criajo y bravucón de Belén, no aflojase en Yolanda.
La actitud del chico, cada vez más deseoso de ver a Yolanda, e intentar interactuar con ella, para llamar su atención y flirtear torpemente, ayudaba mucho a Yolanda.
Una mañana de fin de semana, muy temprano, Sergio apareció en la casa. Estaban los tres en la cocina, cuando estaba Vicente delante, el niñato pijo, se quedaba petrificado de miedo.
Pero quien fue a abrir la puerta principal cuando llamo, fue Yolanda. La preciosidad morena le abrió, y le regalo su más hermosa y seductora sonrisa, con su oscura y brillante melena suelta haciendo una leve curva desde la raya del medio, para caer hasta la mitad de su espalda.
Calzaba unas sandalias havaianas, que dejaban a la vista sus preciosos y cuidados pies, de uñas pintadas, con un dedo en cada pie ensortijado y una pulserita de plata alrededor del tobillo derecho y arriba llevaba un precioso batín de seda rosado, que le llegaba cuatro dedos por encima de las rodillas , cruzado y atado por un nudo, donde sus maravillosas tetazas naturales en forma de gota de lluvia separadas como si cayesen por los lados se dibujaban a través del batín, marcando sus formas en él, y en el centro de ellos sus extra grandes pezones, apretados apuntando hacia adelante.
- Hola Sergio, cariño, que pronto vienes, ¿No?. Estamos desayunando, acompáñame a la cocina............
CONTINUA
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